TESTIMONIO
DE ENRIQUE VILAR
01-04-2019
Para la gloria de Dios, deseo dar mi testimonio a raíz de
mi enfermedad.
Y quiero empezar, imitando a S. Francisco.
“Loado
sea, mi Señor,
por
nuestra hermana enfermedad,
que si
se acepta con dignidad,
llena
la vida de bendiciones.”
Mi problema:
Obstrucción
intestinal. Por ello, el 12 de febrero de 2019 me internan en el Hospital
General de Castellón. Hechas todas las pruebas, los médicos diagnostican que la
causa es un cáncer de páncreas que inflama una parte de los intestinos y
obstruyen el paso de toda comida.
La
intervención quirúrgica era imprescindible. Por motivos de mi edad (el 3 de
mayo cumplo 89 años) los médicos no aconsejaban una intervención completa por
el alto riesgo en la operación y en la rehabilitación. La mejor opción para mi situación
era que en la intervención realizarían un Bypass, y dejarían en su lugar el
tumor y la parte afectada. Con dicha solución, la rehabilitación no tenía
mayores problemas, yo podría comer y además, podría llevar una vida bastante
normal. ¿Durante qué tiempo? Hasta que el tumor no se desarrollase, cosa que,
por la edad, normalmente, los tumores no tienen tanta virulencia.
Esta
es la solución que se ha tomado, siendo consciente, de mi parte, de que Dios me
estaba preparando para venir a buscarme. Me regalaba un tiempo, como verdadera
bendición, para que yo acomodase todas mis cosas, tanto personales como
familiares y también en relación a mis hermanos de Renovación y de nuestra
Comunidad de Servos. Una vez más, me ponía en las manos de nuestro buen Dios ya
que, con tanto amor, lo estaba organizando tan perfectamente.
Avalancha de oraciones.
Nunca
imaginé la cantidad de hermanos que se preocuparon por mi enfermedad, pidiendo
al Señor mi recuperación. A medida que se iban enterando, se iban
multiplicando. Con qué solicitud y cariño acudieron mis hermanos Siervos de
Cristo Vivo, tanto los de las comunidades de España como del extranjero,
incluido nuestro Director General, el hermano Freddy y nuestra fundadora María
Armenteros. La verdad que me veía abrumado de tantas oraciones. Llegó el
momento que tanto era el cumulo de oraciones, que me aplastaban, me
avergonzaban; y tuve que gritar a mi Papá buen Dios y hacerle esta sentida,
franca y espontánea oración: “Mi buen Dios, si crees en la Comunión de los
Santos, reparte todas estas oraciones entre tantos hermanos que no reciben
ninguna; no es justo que unos tenga tanto y otros ninguna; mira, sin ir más
lejos, al enfermo que tengo a mi lado y a tantos enfermos de este hospital”.
El
Señor respondió, estoy plenamente seguro y me dio una prueba. El enfermo que
tenía en mi misma habitación era un hombre que estaba bastante grave; en un
momento dado, dijimos a los familiares que lo cuidaban que sería bueno pedir al
sacerdote que me traía la comunión, que le diese la bendición de los enfermos.
No tuvimos respuesta. Pasados unos días, el hombre se agravó y la familia,
espontáneamente, pidió la visita del sacerdote. Creo que fue ese mismo día, que
los hermanos de nuestra Comunidad de Valencia vinieron a orar por mi y
aprovecharon para orar también por dicho enfermo; de regreso a Valencia, en el viaje,
dada la hora, rezaban la coronilla de la Divina Misericordia. Y a las tres de
la tarde, el enfermo dio un suspiro, lo
sentí perfectamente, y se quedó. No cabía la menor duda que la Misericordia de
Dios había actuado. Gloria al Señor.
Bendita enfermedad.
En
general, cuando sufrimos una enfermedad o tenemos un problema, acudimos a donde
se ora por los enfermos, con la única idea de que el Señor nos sane de dicha
enfermedad. Y como no siempre vemos resultados, nuestro ánimo queda defraudado.
Este era, también, el motivo por el que al P. Emiliano Tardif le preguntaban:
¿Por qué en tus oraciones solo se sanan algunos de los muchos que asisten a tus
retiros? Y el P. Emiliano, con su gracejo propio, contestaba: “Eso mismo se lo
preguntaré a Dios cuando llegue al cielo”
Por
sorpresa mía, el Señor me ha dado, en mi enfermedad, una respuesta que la veo
muy justa. El Señor, en la enfermedad, pretende a veces la salud corporal para
gloria de Dios, pero en la mayoría de los casos, en nuestras enfermedades desea
darnos algo de mucho más valor y es ahí en donde las enfermedades son
verdaderas bendiciones del cielo, con tal que las aceptemos en paz. En mi
enfermedad, ¡cuantos y cuantos hermanos pidieron en fe por mi salud!. Yo mismo
le decía al Señor: “Si tu quieres, me puedes sanar; te basta una sola palabra”.
Y la salud física no llegó; pero llegó lo que yo nunca hubiera podido imaginar:
El Señor me barrió de todo mi yo y me quedé vacio de todo lo mio,
Entonces sentí que la presencia divina invadía todo mi ser y se adueñaba de mi
vida, con una felicidad de mi parte que no puedo describir; no tengo palabras
para explicarlo y menos para dar gracias a Dios por tal regalo. Mi enfermedad
se había convertido no solo como una bendición sino como el mayor regalo que
Señor me daba y que yo podía recibir. Bendita enfermedad.
El gran regalo.
Es
tan grande el regalo que el Señor me concedió en mi enfermedad, que necesito
explicarlo con más detalle para que se comprenda perfectamente cómo, a través
de la enfermedad,, el Señor realiza obras, milagros diría yo, en nuestras
vidas, que de otra manera no lo podríamos conseguir.
No
hará un año, estaba alabando y bendiciendo a Dios en el silencio de la noche
cuando me hizo sentir fuertemente que Él no solo tiene deseos de amarnos, sino
que tiene necesidad de amarnos, una gran necesidad de amarnos. Y como
si se imprimiese en mi corazón con letras de fuego: “Tengo gran necesidad de amarte”
Y
así me lo hizo entender y así me lo hizo escribir en el libro recién publicado:
DIOS TE NECESITA PARA VIVIR EN ENITIMIDAD CONTIGO; el mensaje era para toda persona de buena
voluntad.
El
hombre fue creado por Dios a su imagen y semejanza para poder tener con él una
verdadera intimidad de amor; y así sucedía con Adán y Eva antes de pecar. La
desobediencia de nuestros primeros padres y su orgullo de creerse dioses rompió
esa intimidad y fue necesario que Cristo Jesús que se humilló a sí mismo y
obedeció hasta la muerte (Filipenses 2, 6) rompiese esa muralla de separación
entre el hombre y Dios. Ahora el hombre podrá recuperar esa intimidad con Dios
pero lo tendrá que hacer de la mano de Cristo Jesús, humillándose a sí mismo y
obedeciendo hasta la muerte de su yo. En el libro DIOS TE NECESITA se explica,
con todo detalle, cómo, de la mano de Jesús, se puede vencer eso YO y recuperar
la intimidad con Dios.
Nosotros
los cristianos, aunque cumplamos los mandamientos y estemos en gracia de Dios y
por lo tanto en camino de salvación, normalmente mantenemos nuestro yo,
nuestros criterios, nuestros planes, etc. etc. Es algo que heredamos y a nivel
humano imposible de vencer. Es pues, ese yo el que no nos permite tener una
verdadera intimidad con Dios. Al joven del evangelio que desea mayor
perfección, Jesús le dice claramente: “Vende TODO lo que tienes y después,
sígueme. El joven, como era rico, se fue triste y no siguió a Jesús. ¡Cuántas
veces despreciamos el gran regalo que Jesús nos ofrece, de una verdadera
intimidad con Él, por no vender lo nuestro y renunciar a nuestro YO!
También
Jesús desea tener una intimidad con nosotros y por eso nos pide que vayamos
desprendiéndonos de todo nuestro yo, que renunciemos a todo lo nuestro. Hay que
saber que de nuestra parte basta tener buena voluntad, el resto lo hace Él, pues
Él es el más interesa y necesitado de amarnos.
Así
el Señor me lo hizo entender y así empecé a andar en ese camino; la verdad que
cada día saboreaba más y más su presencia. Cuando llegó la enfermedad el Señor
me hizo mostrar lo que sucede cuando se llega a la renuncia TOTAL. Así, Él
mismo, barrió todo mi YO, me desnudó de todo lo mío y me quedé sin nada mío. De esta manera, el mismo Señor, con toda su
grandeza, pudo entrar en todo mí ser y llenarme de su Amor. Y esa presencia
divina provocó en mí, de inmediato, un rechazo total hacia la televisión y hacia
todo lo mundano, como un primer síntoma de esa presencia. Lo que experimenté en
esos momentos era de una dicha sin medida que no puedo explicar. Que te veas
envuelto en la misma grandeza de Dios, por pura gracia de Él y como el mejor
regalo de tu vida, te lleva a decir: Vale la pena vender TODO lo que uno tiene,
con tal de conseguir la perla preciosa, de la que nos habla el evangelio.
El
Señor me quiso demostrar con ese regalo que, cuando uno renuncia a TODO el
propio yo, Él nos va a llenar de su presencia divina, con una felicidad, de
parte nuestra, increíble. La enseñanza de lo que el Señor hizo conmigo, era una
enseñanza para todo aquel que esté dispuesto a negarse a sí mismo, aceptando la
invitación del Señor.
GRACIAS,
MI DIOS, POR TANTO REGALO.
Para
terminar, quiero imitar otra vez a San Francisco.
Loado
seas, mi Señor,
Por
nuestra hermana la muerte corporal,
Que
para aquellos que los encuentre en gracia,
Les
abre la puerta a una verdadera y eterna
intimidad
con Dios.
Loado
seas, mi Señor.
GLORIA
A DIOS PADRE, BUENO Y DE AMOR.
GLORIA
A DIOS HIJO, PREDILECTO DEL PADRE.
GLORIA
A DIOS ESPÍRITU SANTO, ESPÍRITU DE AMOR.
AMEN
APÉNDICE
AL TESTIMONIO DE ENRIQUE VILAR
Bien sabemos que Dios puede
obrar en nuestra santificación en forma rápida e instantánea. Pero lo normal es
que obre en un proceso, en donde Dios pone su parte y el hombre va
respondiendo. Proceso quiere decir caminar; es todo lo contrario de rutina, hacer
siempre lo mismo, no adelantar.
Pero todo proceso de
santificación requiere que el hombre ponga una base, un estrato, sobre la cual
Dios puede actuar. Si no hay esa base es muy difícil que haya un proceso de
santificación. Pero ¿cómo es esa base y cómo se la conoce?
Mi experiencia. Lo que a mí
me ayudó para que el Señor pudiese realizar el proceso de mi santificación fue,
en primer momento, encontrarme con la Renovación Carismática y cuatro años después, conocer y dar un paso
más de compromiso con el Señor en la Comunidad de Siervos de Cristo Vivo. Tanto
la una como la otra fueron la base, el estrato sobre lo cual yo fui andando y
experimentando al Señor.
Me explico mejor. La
Comunidad principalmente me proporcionó a través de sus Estatutos aprobados por
la Iglesia, unas obligaciones que, cumpliéndolas, yo sabía que estaba
cumpliendo la Voluntad de Dios. La Comunidad me marcaba como sus principales
fines, la Adoración a Jesús Sacramentado y la evangelización. A ello me dediqué
en los 22 años que estoy pertenecido a la Comunidad hasta el día hoy. Han sido
muchas horas semanales que paso ante Jesús Sacramentado y al mismo tiempo me he
entregado a la evangelización, sirviendo a los hermanos en todos los campos que
se me han presentado. Y es en todo ello, que me he puesto a los pies del Señor
y le he dejado que obre a su gusto. Y tengo que dar muchas gracias a Dios por
tantas gracias recibidas y por lo que ha ido moldeando en mi vida, a través de
ese cumplimiento. Estoy casi seguro que
de no ser por esa base de la Renovación Carismática y de la Comunidad S.C.V. yo
no sería el mimo.
Si a través de mi testimonio
puedo dar un consejo a todos los que deseen una mayor perfección en sus vidas,
sería éste: Como cristianos no vivamos solos; necesitamos de la ayuda de otros
hermanos. No tengamos miedo a dar un paso más de entrega, a comprometernos ante
Dios en una Comunidad aprobada por la Iglesia. En este camino, por poco que
hagamos, es el Señor quien obra y transforma nuestra vida, hasta poder saborear
grandes regalos del Señor.
No olvidemos; se trata de un
proceso que va de menos a más; en general no hay grandes saltos; lo importante
es dejarse llevar cada día, con toda humildad, por la moción del Espíritu
Santo. Al final del recorrido, lo que ahora vemos imposible (por ejemplo, el
desprendernos de nuestro YO), entonces lo veremos lo más normal. Lo digo por
experiencia.
QUE
EL SEÑOR SEA SIEMPRE BENDITO Y ALABADO.
AMEN.
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