LA DIVINA MISERICORDIA
8.- LAS OBRAS DE MISERICORDIA ESPIRITUALES.
1.- Presentación y cuentito.
2.- Introducción.
Un refrán popular nos
dice: “Caminando se hace camino”. Así, caminando hemos llegado al final de este
curso sobre la Divina Misericordia y con ello nos hemos enriquecido.
De la misma manera,
en la vida cristiana, es caminando que se aprende, nos perfeccionamos, y extendemos el Reino de
Dios. No hay cosa peor que la rutina, la acedia que mata toda vida cristiana.
¡Y cuanto nos ayudan a caminar ejerciendo las obras de misericordia desde un
corazón compasivo, en el verdadero sentido de la caridad cristiana!
Si en todo caminar hay esfuerzo, y es un ir dejando atrás gustos y
caprichos, en una oblación libre y voluntaria a favor de Aquel que nos creó y
nos redimió, no hay que olvidar que en ese caminar cristiano siempre nos debe
acompañar la alegría. Ya que las obras de misericordia corporales y
espirituales son el estilo de vida del cristiano, según nos aclara el Papa
Francisco, el cumplirlas debe ser nuestra alegría.
En la anterior
enseñanza estudiamos las obras de misericordia corporales y es de esperar que
nos motivó a ponerlas en práctica. ¿Es así?
Vamos a dedicar esta
enseñanza a profundizar sobre las obras de misericordia espirituales, teniendo
muy presente que son las más difíciles de comprender, las más difíciles de
realizar y las más polémicas. Pero si hemos puesto en práctica el tener un
corazón compasivo, el panorama cambia completamente
3.- Las Obras de Misericordia Espirituales.
Vamos a recordarlas
cuando las aprendimos en el catecismo.
a) Enseñar
al que no sabe
b)
Dar buen consejo al que lo necesita
c)
Corregir al que está en error
d)
Perdonar las injurias
e)
Consolar al triste o dolorido
f)
Sufrir con paciencia los defectos de los
demás
g) Rogar
a Dios por vivos y difuntos
¿De donde salen estas
obras de misericordia? Sabemos que las obras de misericordia corporales vienen
bien reflejadas en Mateo 25. ¿Y las
obras de misericordia espirituales? La Iglesia las ha tomado de diversos textos
que están a lo largo de la Biblia y de actitudes y enseñanzas del mismo Cristo:
el perdón, la corrección fraterna, el consuelo, soportar el sufrimiento, etc.
Vamos
a profundizar sobre cada una de las obras de misericordia espirituales tan
importantes y dar algunas pautas de cómo ponerlas en práctica.
a)
Enseñar al que no sabe
4.-
Es fácil de entender esta obra de misericordia, pues simplemente nos indica que
consiste en enseñar al ignorante sobre temas religiosos o sobre cualquier otra
cosa de utilidad. Lo que no es tan fácil es ponerla en práctica en el mundo de
hoy, como lo vamos a ver a continuación. De momento digamos que podemos
realizar esta instrucción a través de nuestras propias palabras: enseñanzas,
predicaciones, conversaciones entre amigos y conocidos; con cualquier tipo de escritos: libros, artículos,
cartas y por cualquier medio de
comunicación: TV, radio, correos electrónicos, Wassp, etc. Incluso se puede añadir, el propio testimonio
de vida. Pero en cualquiera de las formas que empleemos para enseñar tengamos
siempre presente lo que la Palabra nos dice: “Quien instruye a muchos para que
sean justos, brillarán como estrellas en el firmamento”. (Dan. 12, 3b)
Enseñar
al que no sabe tiene una especial aplicación para el cristiano hacia aquellos
que cometen pecado sin saberlo. Es ahí en donde es más fácil decirlo que
hacerlo. Hacer esto puede ser extremadamente difícil, pero es sumamente
necesario ahora más que nunca.
¿Por
qué es tan difícil? Por diversas razones; y una de ellas es por la sencilla
razón de que hemos nacido orgullosos y no deseamos renunciar a los hábitos
viejos y arraigados. A menudo nos aferramos a lo malo, lo sucio, lo feo, lo impuro,
lo poco saludable, por el único motivo de que siempre lo hemos hecho así. Pero explicarle la razón por la que la gente
está en pecado no necesariamente es juzgarles, sino sólo darles información.
Otra
de las dificultades por las que es tan difícil enseñar al que no sabe es porque
estamos metidos en mundo de obscuridad y mentira. Continuamente estamos
bombardeados por todos los medios con doctrinas contrarias a la ley natural y a
la moral. Lo malo se presenta como bien y lo bueno como malo. Todo razonamiento
para aclarar la verdad, se relega, se oculta o retuercen las palabras para que
se entienda de otra manera. La mentira campea por doquier. De ahí que la
ignorancia sobres cuestiones vitales se extiende como pólvora, formando un
ambiente enrarecido y de tinieblas.
Unos
ejemplos más palpables. El aborto se presenta como derecho; el adulterio, el
concubinato, las parejas de hecho, las parejas del mismo sexo se nos lo
presentan como lo más natural y como progreso, de manera que opinar lo
contrario te puede acarrear graves consecuencias frente a ley de muchas
naciones. A pesar de ello hay que gritar, hay que levantar la voz: “No te está
permitido”. ¡Cómo nos hace recordar a san Juan Bautista, que también levantó la
voz contra el rey Herodes que vivía con la mujer de su hermano: “No te está
permitido”! (Marcos 14, 4). Y Juan Bautista
sabía que Herodes era pagano. A Juan Bautista le costó la vida pero la
verdad no se puede callar. Hay que enseñar al que no sabe, aunque resulte
difícil.
Otro
campo que tenemos y es muy actual, para enseñar al que no sabe, se nos presenta
ante las campañas de los partidos políticos. Todos nos presentan un mundo de
felicidad y dicha, nos prometen el oro y el moro, como vulgarmente se dice.
Pero detrás de todas esas palabras, ¡cuántas obscuridades y malas intenciones se esconden!
Y las personas votan en la mayor ignorancia y las consecuencias pueden
ser graves.
Enseñar
al que no sabe es una obra de misericordia de vital importancia y que el
cristiano no puede ignorar. No se trata de hacer política; lo que se pretende
es dar a conocer los sucios entretelones de los partidos políticos y que
normalmente se ocultan para no espantar a los sencillos.
Otras
formas para practicar diariamente y desde la fe esta obra de misericordia.
·
Saber responder a las dudas de amigos y
compañeros.
·
Enseñar desde la propia vivencia que es enseñar desde la propia fe.
·
Aprovechar todas las oportunidades que
nuestra vida ordinaria nos presenta para hablar de los valores, de nuestra fe,
de la doctrina de la Iglesia.
·
Enseñar el valor de escuchar, perdonar,
compartir…
b)
Dar
buen consejo al que lo necesita
5.-
Vamos a dar un paso más en las obras de misericordia. La enseñanza se dirige a
la mente pero al dar un consejo nos proponemos mover el corazón de una persona
necesitada hacia un bien. Dar un buen consejo es presentar
varias realidades que puedan ayudar, y así abrimos el camino para que
libremente
se
pueda tomar la mejor opción. El consejo ha de iluminar aunque a veces
cause dolor o desconcierto y a veces muchos tropiezos con quien más queremos.
Uno
de los dones del espíritu Santo es el don de consejo. Por ello, quien pretenda
dar un buen consejo debe, primeramente, estar en sintonía con Dios, ya que no se
trata de dar opiniones personales, sino de aconsejar bien al necesitado de
guía. Antes de aconsejar pidamos a Dios Padre que nos envíe su santo Espíritu y
nos regale el don de Consejo, para que sea la palabra de Dios y no nuestra
razón la que hable. Jesús nos dice: “si un ciego guía a otro los dos
caerán en un pozo” (Mt 15, 14).
Hay
muchos desorientados cerca de nosotros. Pero difícilmente podríamos mostrarles
el camino, si no hay luz dentro de nosotros. El consejo que corresponde dar no
es sólo la palabra. Es el testimonio de una vida limpia y entregada. El consejo
debe ser una vivencia de nuestra propia vida. Es la luz de vivir en la verdad,
con todo lo que eso cuesta.
Los
primeros obligados a dar un buen consejo son los padres hacia sus hijos. Los
padres son los primeros maestros y los maestros natos hacia sus hijos y ello
implica necesariamente el proceso de su
formación continua o permanente. No pueden olvidar en esa educación el tema
sobre la moral sexual. Los padres deben esforzarse por conocer la Biblia y la
enseñanza de la Iglesia sobre la pureza, vivirla en sus propias vidas y luego
enseñarlo con la mayor claridad a sus hijos.
La
dirección espiritual responde perfectamente también a esta obra de
misericordia: dar buen consejo. En el camino de la vida espiritual siempre
surgen dudas, inquietudes sobre cómo responder a la gracia de Dios. La clave de
la dirección espiritual es la humildad, sentirse ignorantes de muchas maneras.
Todos los grandes santos tuvieron sus directores espirituales o confesaron que
los iban dirigiendo en el camino de la perfección.
Tanto
practican esta obra de misericordia los que dirigen como los que son dirigidos.
Unos y otros deben ponerse bajo la acción del Espíritu Santo para no equivocarse.
Todos necesitamos de esa dirección espiritual. San Juan de la Cruz lo dijo con
ironía: “El que tiene a sí mismo como director espiritual tiene un idiota como
su dirigido espiritual”.
Otras
formas para practicar diariamente y desde la fe esta obra de misericordia
·
Estar atentos a las necesidades y problemas
de los demás para facilitarles algunos consejos.
·
Ser ejemplo de los consejos que damos.
·
Fomentar la figura del mediador de problemas.
·
Escuchar y estar atento al que lo necesita.
¿Qué te pasa?
c)
Corregir al que está en error
6.-
Sabemos por experiencia que una buena corrección ayuda a purificar el alma y
las actitudes negativas que residen en ella. Corregir al que yerra o se
equivoca es la tercera de las ‘obras de misericordia’ espirituales.
La
corrección fraterna es explicada por el mismo Jesús en el evangelio de Mateo: “Si tu hermano peca, vete a hablar con él a
solas para reprochárselo. Si te escucha, has ganado a tu hermano”. (Mt 18,
15-17)
La
corrección fraterna no es fácil practicarla, porque cuando somos corregidos nuestro orgullo salta y se defiende contra
todo agresor; nos cuesta aceptar nuestra culpa. Es por ello que en la
corrección debemos recordar las palabras de San Pablo: “Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, que tenéis el
Espíritu, corregidlo con espíritu de mansedumbre. Y no te descuides tú mismo,
que también tú puedes ser puesto a prueba” (Gal 6,1).
Para
que la corrección llegue a buen término y dé buen fruto, se requiere de ciertas
condiciones. Veamos las principales:
·
La corrección debe ir acompañada de una buena
dosis de caridad.
·
Debemos corregir a nuestro prójimo con
mansedumbre y humildad y no por despecho.
·
Antes de corregir lo primero que hemos de
tener presente es que haya materia cierta, no imaginaria, puesto que se pueden
dar indicios que no son verídicos.
·
La corrección debe estar fundada en la
esperanza de éxito. Si se duda seriamente si aprovechará o dañará, debe
omitirse, a no ser que de su omisión se teman males mayores como son escándalos
o corrupción de otros.
·
Es un elemento fundamental, la prudencia y la
reserva para no dañar la reputación del hermano. Para ello guardemos el orden
que el mismo Jesucristo estableció en su evangelio, de suerte que primero se
haga la corrección en privado; luego, con uno o dos testigos, y, finalmente –si
todo lo anterior ha fallado-, recurriendo al superior (Mt 18,15-17).
·
La corrección si se hace bien reporta paz a
la persona y a la sociedad.
Para
terminar recordemos las palabras del apóstol Santiago: “Hermanos míos, si uno de vosotros se desvía de la verdad y otro lo hace
volver, sepan que el que hace volver a un pecador de su mal camino salvará su
vida de la muerte y obtendrá el perdón de numerosos pecados“. (Santiago 5:
19-20)
d) Perdonar las injurias
7.-
No hay mal más cotidiano en el hombre que el de ofender y el de ser ofendido.
Cara a Dios, ¡cuántas veces le ofendemos! Y entre los hombres, ofendemos y
somos ofendidos. Y toda ofensa lleva desazón,
cerrazón y tanto el cuerpo como el alma se resienten y sufren. La obra
de misericordia: “perdonar las injurias” nos adentra en el mismo corazón de la
misericordia que es como una calle de doble sentido: somos perdonados por
Dios si nosotros perdonamos a nuestro
prójimo.
En
el Padrenuestro decimos: “Perdona nuestras
ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden” y el mismo
Señor aclara: “si perdonáis las ofensas
de los hombres, también el Padre Celestial os perdonará. En cambio, si no
perdonáis las ofensas de los hombres, tampoco el Padre os perdonará a vosotros
(Mt 6, 14-15).
Perdonar
es restablecer una relación de
entrega respeto a otro, quien merecería,
pues, ser repelido y castigado. Perdonar las ofensas significa superar la
venganza y el resentimiento; significa tratar amablemente a quien nos ha
ofendido. Perdonar es un acto divino,
pues Dios, en su misericordia siempre nos perdona; y nosotros, con el acto de
perdón nos asemejamos a Dios.
El
mayor ejemplo de perdón en el Antiguo testamento lo tenemos en José que perdonó
a sus hermanos quienes lo quisieron matar y que lo vendieron. En el Nuevo
testamento, es el mismo Jesús quien nos da el mayor ejemplo de perdón, estando
en la cruz: ¡Padre, perdónales porque no
saben lo que hacen”(Lc 23, 34).
La
Palabra de Dios nos lo recuerda continuamente:
“Sed misericordiosos como vuestro Padre
celestial es misericordioso”.(Lucas 6, 36)
“No se
ponga el sol sobre vuestro enojo.” (Efesios 4, 26)
“No te
digo siete veces, sino setenta veces siete… tienes que perdonar…” (Mateo
18, 22)
“Deja allí tu ofrenda
delante del altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano…”
(Mateo 5, 24)
“En
verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso.” (Lucas 23, 43)
“Esto mismo hará con
vosotros mi Padre Celestial si no os
perdonáis de corazón uno a otros” (Mateo 18, 35)
Aprendiendo
a perdonar:
·
Ayudarnos de la oración para poder perdonar.
·
Perdonar de corazón, sin rencor.
·
Evitar el resentimiento.
·
Acercándonos unos a otros y aceptar lo que no
nos gusta de los demás. Perdonando como Jesús nos perdona.
·
Recordando las veces que Dios nos ha
perdonado.
·
Contemplar con frecuencia la frase del Padre
Nuestro: “perdona nuestras ofensas como
nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
·
Pedir perdón y perdonar, incluso en los errores
más insignificantes.
·
Y la clave principal: perdona inmediatamente.
Finalmente
no olvidemos que perdonar no es un trabajo fácil, pero que con el perdón
nosotros ganamos una importante victoria sobre nosotros mismos y nos adentramos
en el mismo corazón de Dios.
e)
Consolar
al triste o dolorido.
8.-
Es habitual que de vez en cuando nos encontremos tristes, apenados, desolados,
deprimidos. Muchas veces por los problemas que se nos presentan, por la soledad
en que nos encontramos, por la misma enfermedad; pero no es raro que esa
tristeza sea causada por nuestro ánimo interior que, sin saber por qué, uno se
ve abatido porque nadie se preocupa de nosotros, la vida parece inútil y sin
sentido; vulgarmente se dice que la culpa la tiene el tiempo.
Todos
pasamos por este estado a veces; es parte del ser humano. S. Ignacio de Loyola
lo llama desolación. Son muchas las personas que sufren la tristeza, a veces
por cosas bien pequeñas. ¡Resulta tan fácil y tan bonito consolar a los demás!
Es
extremadamente importante que cuando te
des cuenta de que alguien pasa por este estado, hay que acercarse al hermano y
practicar, con mucho amor, esta obra de misericordia: “consolar al
triste”. Cualquier palabra que digamos
puede ser una fuente de aliento; unas palabras de consuelo en la aflicción
pueden ser determinantes. Muchas veces, se complementará con dar un buen
consejo, que ayude a superar esa situación de dolor o tristeza. Acompañar a
nuestros hermanos en todos los momentos, pero sobre todo en los más difíciles,
es poner en práctica el comportamiento de Jesús que se compadecía del dolor
ajeno. Consolar no solamente es alegrar sino, como Jesús lo hizo, es compartir
la misma vida e incluso morir. El
consuelo para el triste o deprimido se asemeja al cuidado de un enfermo.
Diversas
formas para practicar diariamente y desde la fe esta obra de misericordia:
·
En primer lugar, orando por la persona.
·
Una cálida sonrisa puede recorrer un largo
camino.
·
Ofrecer un cumplido en algunos puntos de alta
calidad que tiene la persona.
·
Contar una historia o anécdota humorística
para sacar a esta persona fuera del hoyo.
·
Estar atentos a los cambios de humor de las
personas, porque pueden denotar un problema.
·
Ser paño de lágrimas de los que nos
necesiten, con palabras de ánimo, con la escucha y compañía.
·
Acoger al que lo está pasando mal.
·
Dar desde la fe una palabra de ánimo a aquel
que sufre.
·
Cultivar buen sentido del humor. Arrancar al
triste una sonrisa.
·
Tener una cercanía física, por ejemplo, con
un abrazo.
Es
muy agradable a Dios el practicar esta obra de misericordia y además con ella
podemos llegar a ser como Simón de Cirene, que ayudó a Jesús a llevar la cruz.
f)
Sufrir
con paciencia los defectos de los demás.
9.-
El hombre no es un ser perfecto y por donde anda va enseñando sus hilachas.
Todos, además, tenemos nuestro propio carácter, nuestra manera de ser que no
siempre coincide con el nuestro, e incluso nos molesta la manera que otros ven
las cosas y las realizaran. Quejarse constantemente por los defectos del
hermano, no edifica, sino que destruye. ¿De qué nos sirve la queja amarga? Sólo
va en nuestro perjuicio, y en el de aquellos que nos rodean.
Soportar
los defectos de los demás y todas sus maneras de ser no es fácil. Una vez más
tenemos que decirlo: “sufrir con paciencia los defectos de los demás” es más
fácil decirlo que hacerlo. Necesitamos
de una buena dosis de la gracia de Dios. A nivel humano, el mejor argumento
para aceptar esta obra de misericordia es saber y reconocer que todos tenemos
nuestros defectos y que nos debemos soportar uno a otros; nadie está exento.
Ante
esta obra de caridad hay, sin embargo, un consejo muy útil: cuando el soportar
esos defectos causa más daño que bien, no se debe ser tolerante. Con mucha
caridad y suavidad, debe hacerse la advertencia y corregir al que yerra.
Al
querer entender mejor esta obra de misericordia nos hace recordar un pasaje de
la vida de Santa Teresita de Lisieux. Estando lavando la ropa en el fregadero,
había una hermana que sin miramiento le salpicaba la cara de agua sucia; la primera
reacción fue de enojo pero de inmediato comprendió que era una buena ocasión
para soportar con paciencia el defecto de esa hermana. Y Teresita nos cuenta en
su historia: “Me esforcé todo lo que pude por desear recibir mucha agua sucia,
de manera que acabé por sacarle verdadero gusto a aquel nuevo tipo de aspersión
e hice el propósito de volver otra vez a aquel venturoso sitio en el que tantos
tesoros se recibían”.
Y
en otro lugar de su historia cuenta: “Hay en la comunidad una hermana que tiene
el don de desagradarme en todo. Sus modales, sus palabras, su carácter me
resultan sumamente desagradables. Sin embargo, es una santa religiosa, que debe
de ser sumamente agradable a Dios. Entonces, para no ceder a la antipatía
natural que experimentaba, me dije a mí misma que la caridad no debía consistir
en simples sentimientos, sino en obras, y
me dediqué a portarme con esa hermana como lo hubiera hecho con la
persona a quien más quiero. Cada vez que la encontraba, pedía a Dios por ella…y
trataba de prestarle todos los servicios que podía; y cuando sentía la
tentación de contestarle de manera desagradable, me limitaba a dirigirle la más
encantadora de mis sonrisas y procuraba cambiar de conversación, pues, como
dice la Imitación: Mejor es dejar a cada uno con su idea que pararse a
contestar”.
Creo
que estos pasajes que hemos traído de la vida de Sta. Teresita son el mejor
ejemplo de cómo hay que practicar esta obra de misericordia. Para ayudarnos a
descubrir diversos momentos de nuestra vida en donde se puede practicar esta
obra de misericordia, señalemos lo siguiente.
·
Tener conciencia de que uno no es perfecto,
para poder aceptar los defectos de los otros.
·
Orar con perseverancia por todos los que nos
molestan con sus defectos.
·
Aceptar a los demás tal como son.
·
Siendo tolerantes y pacientes.
·
Entender que todos somos diferentes, aunque
iguales a los ojos de Dios.
·
No discriminar a nadie por ser diferentes.
·
Hacer frente a los defectos y problemas que
los demás nos crean, poniendo buena cara.
·
No juzgar a nadie por sus defectos.
·
Intentar devolver bien por mal a todos los
que tratamos.
·
No pretender que los demás sean como yo
quiero que sean.
·
Por último, tener siempre presente las
palabras de Jesús: “¿Por qué miras la
paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?
(Lucas 6, 41)
Que
el Señor nos ayude a practicar esta obra de misericordia: “Sufrir
con paciencia los defectos de los demás” pues con ella, la sociedad sería mucho
mejor y la paz que reinaría nos haría a todos muy felices.
g)
Rogar
a Dios por vivos y difuntos
10.-
Es significativo la recomendación que Pablo hace a Timoteo: “Te recomiendo ante todo que se hagan
peticiones, oraciones, súplicas, acciones de gracia por todos los hombres: por
los reyes y todos los que tiene autoridad, para que podamos gozar de una vida tranquila y sosegada plenamente religiosa y digna. Esto
es bueno y grato a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los
hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2,
1-4)
Ciertamente
que a través de la oración es una de las mejores maneras de realizar obras de
misericordia. Las realizamos a través de palabras amables, las realizamos a
través de actos de bondad, pero al realizarlas a través de la oración, además
de la fuerza que tiene de por sí, está abierta y disponibles para todos y para
todas las necesidades; lo mejor que podemos hacer en nuestra vida es orar unos
por otros. El mundo está plagado de males y solo la oración puede atemperar la
acción de tantos males.
Cuando
oramos por alguien viviente, se le sitúa bajo la mirada amorosa y providente de
Dios y se invoca para él el don de Dios y su bendición. Oremos, pues, por los vivos, oremos por
todas las necesidades que nos rodean, teniendo presente que no podemos olvidar
la jerarquía de importancia que tengamos. Si eres casado y con una familia este
debe ser el orden: primero el cónyuge, hijos, padres, hermanos y hermanas,
parientes, amigos, compañeros de trabajo y socios, y también debemos orar por
aquellos que no nos gustan e incluso por nuestros enemigos.
Oremos
por problemas acuciantes de nuestro tiempo: por el Papa y por toda la Iglesia
para que sea siempre espejo de la misericordia de Cristo resucitado; por los
cristianos perseguidos por su fe para que sientan el consuelo de nuestra
oración; por los gobiernos de nuestras naciones para que haya justicia y
respeto por la dignidad humana; por los pobres y enfermos para que no les falte
nunca la esperanza del reino de Dios.
Y
oremos constantemente también por los difuntos. San Francisco de
Sales hace hincapié en el hecho de que este es uno de los mayores actos de
caridad que podemos hacer. ¿Por qué esto? Por esta sencilla razón: son
totalmente dependientes de la misericordia de Dios y de nuestra oración,
limosna o caridad, así como de nuestros sacrificios. Es de un valor
incalculable y de una eficacia sin límites, ofrecer misas por los difuntos con
el fin de liberarles de las llamas del purgatorio. Cuando nosotros oramos por las almas del
purgatorio, se sienten ellas tan agradecidas que nos responden en nuestras
necesidades de una manera espectacular. Nuestra experiencia diaria nos lo
avala.
Están
practicando esta obra de misericordia de una manera especial todos los que
están en grupos de intercesión, dispuestos siempre a orar por todos los que
acuden a ellos y a orar por todas las necesidades del mundo; igualmente, los
equipos que atienden el Teléfono de Oración, como lo tienen, entre otros, la
Comunidad de Siervos de Cristo Vivo.
A
modo ejemplo, presentamos, además, diversas formas de realizar esta obra de
misericordia:
·
Orar por las personas que han sufrido un
fuerte contratiempo en sus vidas.
·
Acompañando a aquellos que han sufrido alguna
pérdida.
·
Llevar en nuestras oraciones y en nuestros
corazones a las personas ausentes y presentes.
·
Valorar y celebrar la conmemoración de los
fieles difuntos.
·
Transmitir la esperanza en la vida eterna.
·
Dar a conocer la importancia de la
resurrección en nuestra fe.
11.- Conclusión.
Hemos
hecho un recorrido sobre las obras de misericordia espirituales; las hemos
valorado y las hemos presentado en forma práctica para que, en medio de su
dificultad, las podamos ejercer con toda caridad. A modo de conclusión,
pregúntate ahora: ¿Cuál de estas obras de misericordia espirituales crees que
el Espíritu Santo te está inspirando a emprender en este momento? Da un vistazo
a tu vida concreta y a tu alrededor y ciertamente que el Espíritu te indicará
personas y áreas donde poner en práctica con gran generosidad de tu alma una o
más de estas obras de misericordia espirituales. Manos a la obra.
No
hay que olvidar las palabras
inspiradoras y desafiantes de Jesús: “Cualquier cosa que hagas al menor de mis
hermanos me la haces a mí” (Mt. 25: 31-46)
12.- Oración.
Señor
Jesús, eres tú quien me ha presentado las obras de misericordia espirituales
para que yo las ponga en práctica. Tú sabes bien de su dificultad y que ante
ellas siempre nosotros ponemos escusas para evadirlas. Pon, Señor Jesús, ante
nuestros ojos tú Palabra y cómo Tú las ponías en obra, para que nosotros, a tu
lado, nos ayudes a compartir tu misericordia hacia todas las necesidades de los
demás que nos presentes. Amén.
Como colofón de estas
enseñanzas sobre la Divina Misericordia, no está de más colocar lo
que recogí, en algún lugar, lo que pudiéramos
denominar “otras obras de misericordia y de liberación”. Las siete primeras son
“más personales o individuales” y las demás más “colectivas o comunitarias”. No
anulan ni restan a las anteriores, sino las complementan y actualizan:
Las obras de misericordia
sociales:
▶ Acompañar y alegrar al que está solo,
particularmente al anciano.
▶ Dar esperanza al desilusionado y
deprimido.
▶ Ayudar y apoyar a encontrar trabajo, especialmente
a los jóvenes.
▶ Acoger e insertar socialmente al sin
papeles.
▶ Dar una nueva oportunidad al que sale
libre de la cárcel.
▶ Rescatar al toxicómano y alcohólico.
▶ Dignificar a quien se ha prostituido.
Las obras de misericordia para
una solidaridad planetaria:
▶ Promocionar a los pueblos subdesarrollados.
▶ Defender los derechos de los marginados y excluidos.
▶ Combatir las injusticias y la opresión.
▶ Favorecer la no-violencia.
▶ Promover una sana ecología.
▶ Trabajar por la paz y la unión entre los pueblos y naciones.
▶Luchar por la defensa de la vida, desde su concepción, hasta su
final.
LOS
CARISMAS DEL ESPIRITU.
Al
practicar las obras de misericordia espirituales nos vamos a encontrar con
dificultades como ya hemos dicho. Y una de esas dificultades, muy posibles, sea
que nos encontraremos con personas portadoras de espíritus malignos, lo que
agrava más nuestra acción hacia ellas. Es bueno, por ello, tener noción de todo
lo relacionado a la liberación, no tanto para practicarla, sino para no entrar en un
campo muy peligroso.
La liberación
1.-
¿Quién tiene computadora? ¿Habéis tenido problemas con los virus? ¿Cómo actúan
en la computadora?
También
a las personas les entran virus malignos. Necesitamos conocerlos y detectarlos, para saber cómo debemos actuar
ante ellos.
Los
temas que hay que conocer y tener en cuenta son los siguientes:
A) Perturbaciones del alma espiritual.
B)
Puertas de entrada del enemigo.
C)
Criterios de discernimiento.
D) Cómo
proceder, en forma práctica
Dado
que todos estos temas necesitan de una explicación más detallada, remito al
lector a la página web de la Comunidad: www.siervoscas.com,
apartado: Los carismas del Espíritu,
en donde encontrará un desarrollo sencillo y práctico sobre todo lo que es LA
LIBERACIÓN.