LA
DIVINA MISERICORDIA
3.- LA MISERICORDIA
DE DIOS HACIA NOSOTROS
1.- Presentación y cuentito.
2.- Introducción.
Al entrar en la Misericordia
de Dios nos hemos encontrado un océano infinito de amor. Dios que se da
enteramente a la criatura creándola; Dios que crea al hombre a su imagen y
semejanza para compartir con él una amistad de amor. Amistad que se ve truncada
por el pecado del hombre, pero que, ante dicha desgracia, el corazón de Dios se
enternece y vuelca sobre el hombre su infinito amor transformado en
Misericordia, El hombre, en su desgracia, podrá contar siempre con la
Misericordia de Dios, misericordia que le abre los brazos para recibirle
siempre, sin reprocharle nada.
Y todavía hay más. Dios sabe
que el hombre jamás podrá, de por sí, resarcirse de su error, y la amistad
perdida jamás podrá recuperarla. Por ello, desde el mismo instante del pecado
de Adán y Eva, Dios, en un acto de infinita misericordia, le promete un
salvador, que no será otro que su propio Hijo, encarnado en la naturaleza
humana. Jesús, el hijo de María, siendo
Dios y llevando nuestra naturaleza humana, será la Misericordia de Dios personificada
en medio de nosotros. Todos sus sentimientos, todo su obrar, toda su entrega,
será pura misericordia para todos los que a Él acuden. “A cuantos lo recibieron, a todos aquellos que creen en su nombre,
les dio poder para ser hijos de Dios” (Juan 1, 12).
3.- Muchas veces habremos
oído decir que Jesús, clavado en la cruz, miraría seguramente desde ese atalaya a toda la humanidad
presente y futura con todos sus males y sus desgracias, sus pecados y sus
ingratitudes; y ciertamente sería una mirada de misericordia, reflejada en la
entrega completa de su vida por la salvación de toda la humanidad.
Hoy seguimos viendo un mundo
cargado de dolor, de sufrimiento. Guerras, incluso fratricidas; enfermedades
incurables; epidemias devastadoras; suicidios; muertes violentas; cataclismos
que aniquilan a poblaciones enteras, etc.
Y mucho peor. Tenemos esos
males camuflados en nuestra conciencia y que somos nosotros mismos los
causantes. Son nuestros egoísmos, nuestros deseos insanos, una determinada
filosofía de la vida en la que todo lo vemos bueno con tal de satisfacernos: el
mal y sus obras destructoras que anidan en nuestros corazones, a lo cual
llegamos a ignorarlos. Todo ello nos lleva al sufrimiento, a la obsesión, al
pesimismo, incluso a la misma depresión.
No podemos olvidar que el
mal existe y es una triste realidad activa en nuestro mundo y que los mismos
medios de comunicación lo alimentan a diario
Si nos resulta difícil
comprender toda la profundidad del mal, sea cual sea, mucho más difícil nos
resulta comprender la intensidad del amor misericordioso de Dios que sale a
nuestro encuentro. Si el tema del mal nos desborda, todavía nos resulta más
difícil admitir que Dios haya mandado a su Hijo amado entre nosotros, inmersos
en la miseria, para redimirnos con su muerte y resurrección.
Por suerte nuestra, todos
nuestros males están bajo la mirada misericordiosa de Jesús. Él nos acoge con
los brazos abiertos, deseoso de liberarnos de todo ello. .
Veámoslo bajo dos aspectos:
el material y el espiritual.
4.- LA MISERICORDIA DE DIOS HACIA NUESTROS MALES
FÍSICOS.
Un ejemplo real nos puede
ubicar en el tema para comprenderlo mejor. Son dos enfermos terminales de
cáncer que están en dos habitaciones diferentes. La morfina ya no puede calmar
sus dolores. Los dos son conscientes de que sus días están contados y que la
muerte llegará de un momento a otro. Uno de ellos está desesperado y maldice la
hora de su enfermedad; está nervioso, irritante, nada le cae bien. Por el
contrario, el otro tiene una paz indecible en medio del dolor. Acepta su
situación y espera tranquilo el fin de sus días.
Los dos tienen la misma
enfermedad y los mismos síntomas de dolor;
a pesar de ello la reacción de ambos es diferente y los resultados son
palpables. ¿Por qué? Veámoslo por partes.
Generalmente nosotros no
diferenciamos mucho entre los términos: mal, dolor y sufrimiento. Casi
los tomamos como sinónimos. Y no obstante son términos completamente
diferentes, de realidades diferentes. Necesitamos diferenciarlos bien, porque
de lo contrario no podremos comprender la noción de compasión que tanto nos
interesa.
MAL
es
un daño que tenemos en nuestro organismo o que nos viene de afuera, causado por
el motivo que sea. Puede estar dañado nuestro corazón, nuestro pulmón, nuestros
huesos, etc. Nos puede venir un terremoto, un cataclismo, etc.
El
DOLOR es la consecuencia de ese daño, de ese mal. Es como el
aviso de que tenemos un daño en el organismo y por ello podemos decir que el
dolor es una providencia. Sin el dolor no nos enteraríamos de que estamos
enfermos y no podríamos poner remedio. Existen diversos tipos de dolor
vinculados con los diversos males que pueden abatirse sobre una persona o una
colectividad.
SUFRIMIENTO
“es la manera
en que yo vivo una situación, un mal. “Sufrir es recibir con paciencia y
resignación un daño moral o físico”
según el diccionario de la Real Academia. El sufrimiento
es la forma en que soporto un mal que me aflige. Por tanto para un mismo
mal hay diferentes maneras, diferentes
formas de sufrir”. Lo vimos en el ejemplo anterior.
El mal no viene de Dios.
Dios no quiere el mal. El mal quiere destruir la vida, la vida que Dios me ha dado. Como el
mal declara la guerra contra la vida, por eso Dios no soporta el mal.
El mal no es el sufrimiento.
El mal no es humano; el sufrimiento sí es humano. Los animales tienen males y
tienen dolor, pero no tienen sufrimiento. El sufrimiento es propio de los
humanos. Para sufrir no basta tener un organismo, un siquismo o una
sensibilidad; se necesita tener un espíritu, o mejor dicho, una conciencia,
cosa que los animales no tienen.
5.- Puestos estos
antecedentes, podremos entender mejor cómo actúa la misericordia de Dios.
Jesús vino a traernos la paz
en los corazones: “En la tierra paz a los hombres de buena voluntad” (Lucas 2,
14) anunciaban los ángeles en la noche del nacimiento de Jesús. El sufrimiento
nos quita la paz pero la misericordia de Dios nos quiere devolver la paz, lo
cual, en realidad, es lo que nos da la felicidad. La paz del corazón es la que
nos acerca a Dios; mejor dicho, es la misericordia de Dios la que nos abre sus
brazos y nos acoge en su corazón divino, regalándonos su paz. El mayor deseo de
Dios es que tengamos paz, que estemos cerca de Él, que no suframos.
¿Qué pasa, entonces, con el dolor que nos aflige? Hemos dicho que
el dolor es consecuencia de un mal, de un daño. Dios no quiere “el mal” que va
contra la naturaleza que Él ha creado. Pero en la situación actual del hombre,
“el mal” y el dolor que lo acompaña puede tener, además, un sentido de
purificación, de expiación por nuestros pecados y los ajenos. De hecho, Cristo
aceptó el dolor de su pasión para que nuestros pecados fueran redimidos.
La misericordia de Dios
también quiere venir en ayuda de nuestros males y dolores. Los evangelios están
llenos de ejemplos en donde el corazón misericordioso de Jesús curaba a los
enfermos. Pero no podemos olvidar que en la sanación de nuestros cuerpos, de
nuestros males, está presente la Voluntad de Dios; Dios sabe, mejor que nadie,
lo que más nos conviene y conforme a eso, actúa.
La misericordia de Dios
actúa siempre para evitar nuestros sufrimientos y devolvernos la paz; pero no
actúa de la misma manera para evitar nuestros males y dolores. Hay que
comprender bien lo que estamos diciendo si no queremos confundirnos y equivocarnos
cuando oramos por tal o cual problema, pues nos sorprende al no ver resultados.
Algunas veces vemos resultados y gracias
de sanación cuando oramos, pero otras veces, es como si Dios no hubiera escuchado nuestra oración, y esto
nos desespera.
Cuando al P. Emiliano Tardif
le preguntaban por qué solo se sanaban algunos pocos de los muchos que había en
los estadios en donde predicaba, respondía con gracejo: “Eso mismo se lo
preguntaré al Señor cuando llegue al cielo”.
Los que están en un
ministerio de sanación deben tener esto muy en cuenta para no desanimarse,
sabiendo que siempre la sanación es un misterio de Dios pero que siempre obra
con gran misericordia a favor de su pueblo.
6.- Es bueno que lo veamos
con claridad, acercándonos al huerto de Getsemani y contemplando la agonía
de Jesús. Los evangelios nos dicen que “su sudor se
hizo como gotas de sangre que caían en tierra” (Lucas 22, 44), tal era la
angustia que tenía. “Tristeza mortal”, nos dice Mateo ¿Por qué? Jesús, como
Dios conocía todo lo que le iba a suceder; pero como hombre no podía aceptar
tales dolores; su sufrimiento es horroroso; por eso pide al Padre, que le
aparte ese cáliz. Pero además Jesús sufre el abandono de sus apóstoles más
queridos y en ellos nos ve a todos nosotros. Además sabía que todo lo que iba a
soportar en su cruz iba a ser inútil para muchos. No era extraño que su
naturaleza humana se rebelase y sudase como gotas de sangre. Solamente cuando
recibe el consuelo del ángel y acepta la voluntad del Padre es cuando su
espíritu se tranquiliza y se entrega mansamente, como cordero al matadero. En
toda su pasión, a pesar de los dolores que le infligen sus verdugos, Él siempre
se presenta en paz, manso y humilde.
7.- Volvamos al ejemplo de
las dos personas que tienen cáncer. Vimos que una tenía paz en medio del dolor.
¿Por qué? Ella había sido acompañada
durante un tiempo por personas que
tenían el ministerio de misericordia. Dios había venido hacia esa persona
lentamente y ella había aceptado que Dios viniese; no tenía miedo de Él. El
sufrimiento de esa persona era un sufrimiento de paz, incluso de alegría,
porque Dios estaba con ella. No estaba aislada y encerrada en sí misma, y sin embargo tenía dolores en su cuerpo,
verdaderos dolores. Se puede decir que la misericordia vino a habitar en el
sufrimiento de esa persona.
Por el contrario, la otra
persona no aceptaba su enfermedad, se rebelaba contra Dios, no quería
escuchar hablar del amor de Dios. Así
sufre en su cuerpo y en su espíritu, y se encuentra encerrada en su mal, como
rodeada de muros. No acepta que la misericordia de Dios entre en su casa, que
la acompañe en su sufrimiento.
Este ejemplo es un caso
real, no es ficticio como un cuento. Hay casos así. Conozco a una persona que,
al haber perdido a una hija, es tanto el sufrimiento que soporta al no querer
aceptar la misericordia de Dios que más bien puede derivar en un caso de psiquiatría.
8.-
CARISMA DE SANACIÓN FÍSICA.
Unido a este Tema, tenemos el
Carisma de Sanación Física.
La misericordia de Dios
quiere transformar nuestro sufrimiento en bendición. Solo bajo este prisma se
comprenden mejor el carisma de sanación física..
El carisma de sanación es un
don gratuito de la misericordia de Dios. No es fruto de técnicas y procesos que empleemos.
El carisma de sanación viene
a confirmar la proclamación de la
Palabra. Jesús envió a los doce con estas instrucciones: “Id y predicad que el reino de Dios está cerca. Curad a los enfermos,
resucitad a los muertos, limpiad a los leprosos, echad a los demonios” (Mateo
10, 7 y 9).
Lo prodigios y milagros son
signos que manifiestan que Jesús está vivo, hoy y siempre.
La finalidad principal de la
sanación física es el bien espiritual de la persona. A través de ella nos ayuda
a que haya una conversión por la Palabra proclamada. La sanación no es un fin;
es un medio de salvación. Muchos buscan la sanación de sus males sin abrir su
corazón a la Misericordia de Dios. ¿Resultado?
En la sanación debemos
distinguir entre:
·
Carisma de sanación que tiene todo cristiano
en momentos puntuales.
El
testimonio de Iván. Siente grandes dolores por lumbago. En fe pide a Dios que
lo sane porque necesita afianzarse más y más en esa fe. Al poco rato se siente
completamente aliviado, cuando en otras ocasiones el dolor le dura más de una
semana.
·
Y Ministerio de sanación que es propio de
personas discernidas por la comunidad. Los que están en el ministerio de
sanación, necesitan ser:
- Personas
llenas de misericordia al tener una vida contemplativa junto a Jesús,
- Estar apoyadas por la oración de una comunidad
de hermanos
- Y
vivir bajo la fuerza del Espíritu Santo para vencer muchas tentaciones que se
van a enfrentar.
Lo principal en el
ministerio de sanación es beber la misericordia de Jesús para poder llevar esa
misericordia a todos los corazones.
No olvidar que la
misericordia del Señor desea siempre la sanación de nuestros sufrimientos,
devolviéndonos la paz y no siempre se producen sanaciones de nuestros males.
9.- Todos tenemos males y
los sufrimientos nos acompañan. Sabiendo cómo actúa la misericordia de Dios en
nosotros, vamos a realizar ahora una ORACIÓN DE SANACIÓN FÍSICA.
Pongámonos en actitud
receptiva, como el enfermo de cáncer del ejemplo. Abrámonos a la Misericordia
de Dios que desea entrar en nuestro sufrimiento.
ORACIÓN.
10.-
MISERICORDIA DE DIOS HACIA NUESTROS MALES ESPIRITUALES.
De la misma manera que
tenemos males físicos, materiales, tenemos también males espirituales que
anidan en nuestro corazón y que a veces son más dañinos que los mismos males
físicos. Es bueno conocerlos y ver cómo la Misericordia de Dios desea entrar en
ellos para que el sufrimiento que tenemos por esos males no nos ahogue; por el
contrario, que esa Misericordia nos abra el camino hacia una verdadera paz del
corazón.
Como en los males físicos,
también en los males espirituales nos encontramos con los tres términos: mal, dolor, sufrimiento. Pero en este
caso, el proceso es algo distinto; normalmente la misericordia de Dios nos sana
completamente, siempre que le abramos el corazón.
Hecha esta aclaración,
sigamos.
¿Quién no ha sufrido en su
vida heridas por falta de amor? Todos las tenemos; algunas más profundas que
otras. Y esas heridas profundas son las que nos han hecho dudar del amor de
Dios, de su gran misericordia. Y ante esas heridas profundas ¿Quién no ha
sentido miedo de Dios ante las propias faltas, con las cuales nos producen
inconscientemente la idea de un Dios castigador? Todo ello son males que
subyacen en nuestro interior, y por ello nos producen dolor y sufrimiento; más
aun, nos producen actitudes negativas en el quehacer de cada día, como pueden
ser depresiones, apatías, angustias, odios, rencores, etc. No siempre es fácil
conocer la raíz de esos males, de nuestras miserias, pero sí es necesario
reconocer nuestras miserias porque a través de ellas Dios nos quiere visitar
con su gran misericordia. “Esto es un gran misterio, porque para nosotros no es
fácil entender que un sufrimiento es una puerta abierta a
Dios”.
11.- Muchas veces hemos
escuchado la promesa del Señor: “Transformaré vuestros corazones de piedra en
corazones de carne”. Es una de las grandes obras de la misericordia de Dios.
Cuando hablamos del corazón
no nos referimos al corazón carnal, a ese órgano que mueve la sangre en nuestro
organismo. El corazón, en el sentido bíblico, es el centro de todos nuestros
sentimientos, es lo más íntimo de nuestro ser, es lo más profundo del ser humano.
Y es también el lugar donde Dios desea habitar en el hombre.
Un corazón de piedra es un
corazón cerrado por diversos motivos. Cuando hemos sufrido una falta de amor,
un desprecio, un desdén, una falta de comprensión, ello ha tocado las fibras
más íntimas de nuestros sentimientos, y como defensa nos hemos cerrado como una
tumba, incluso al mismo Dios; es el verdadero mal que hay que sanar. Es
necesario entrar en nuestro corazón; generalmente necesitamos ser ayudados por
un director espiritual, para que, con el poder de Jesús, ese corazón se abra a
la misericordia de Dios. Y esa misericordia será la que progresivamente nos
liberará de los bloqueos ahí donde había un corazón cerrado.
Todos tenemos un corazón
cerrado, un corazón de piedra. No quiero decir que todo nuestro corazón esté
cerrado; puede ser que una parte o varias partes de nuestro corazón estén de
piedra, es decir, estén bloqueadas, estén cerradas. Y pensemos que un corazón
cerrado, en la parte que sea, está cerrado también al amor y por ello es una
puerta al pecado.
Pero la misericordia de Dios
quiere transformar nuestro corazón en un corazón de carne, un corazón que lata,
un corazón que tenga vida. “Cuando el corazón se deja visitar por la
misericordia de Dios, es un corazón que acepta que Dios rompa sus bloqueos, es
un corazón que acepta dejarse ensanchar por la presencia de Dios”. Y el amor de
Dios en nosotros es el que nos da vida, y así miramos a los demás con amor. Un
corazón que no se relaciona, que es egoísta,
es un corazón de piedra; un corazón de carne se relaciona, vive,
comparte; esta es la señal de que estoy
vivo. “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Juan
10, 10). Esta es la obra que la misericordia de Dios quiere realizar en
nosotros.
Las relaciones que un ser
humano manifiesta que está vivo las encontramos de tres maneras distintas: La relación con los demás, la relación con
Dios y la relación consigo mismo. En estos momentos yo no voy a desarrollar
estas relaciones y lo vamos a dejar para la próxima enseñanza, cuando hablemos
de “La respuesta del hombre a la Misericordia de Dios”. Solamente me gustaría
que por un momento nos examinásemos de cómo desarrollamos en nuestra vida, esas
tres relaciones, para conocer hasta qué punto estamos vivos, tenemos un corazón
de carne.
12.-
Centremos toda la enseñanza en unas palabras.
El hombre, cada uno de
nosotros, en la condición actual, somos un saco de males, de dolores, de
sufrimientos, tanto físicos como espirituales. Estamos en un valle de lágrimas.
¿Quién no?
Para la gran suerte nuestra
es que tenemos un Dios que no nos quiere dejar solos en nuestro sufrimiento. “Y
cuando ve un sufrimiento quiere venir a habitar ese sufrimiento, Todos los
sufrimientos del hombre son razones de Dios para entrar en la vida del hombre”.
Solo necesita que nosotros le abramos la puerta a su gran misericordia. Su
misericordia quiere llegar a lo más íntimo de nuestro ser para devolvernos la
paz, la felicidad, incluso en medio de los mayores dolores. No le tengamos miedo;
el miedo lo provoca el demonio para nuestra desgracia.
La misericordia de Dios
quiere transformar nuestro sufrimiento en bendición. Desea que nuestros
sufrimientos se transformen en sufrimientos de salvación propia y ajena, como
eran los sufrimientos de Jesús en su pasión.
13.-
CARISMA DE SANACIÓN INTERIOR.
Muy unido a lo que vamos
diciendo es el carisma de Sanación interior. La sanación interior busca liberar
de nuestro interior todas aquellas heridas que a través de los años hemos
acumulado en nuestro interior y que son fuente de tantos complejos, obsesiones
y sufrimientos que anidan en nuestro interior.
La sanación interior debe ir
acompañada de la misma “compasión” del
Señor para que el enfermo reciba el amor misericordioso que le penetrará y
curará las capas más profundas del subconsciente.
Sabemos que solo el Espíritu
de Dios, la compasión de Jesús, puede llegar a esas zonas obscuras de nuestro ser para sanarlas. Pero también
sabemos que a través de la oración podemos ayudar a las personas a que abran su corazón a la Misericordia de
Dios.
Esa oración se puede
realizar a través de una oración de intercesión, si ya se sabe y se conoce una
herida específica. En este caso se necesita la ayuda y discernimiento de otra
persona.
Si no sabemos el por qué de algún mal, su razón o causa,
entonces es bueno El Baño de luz; en
este caso lo puede realizar la misma persona. Además, se puede repetir tantas
veces cuantas sean necesarias.
14.- ¿En qué consiste? Hemos
dicho que necesitamos abrir el corazón para que la misericordia de Dios pueda
sanar. Pero el problema lo tenemos que no siempre conocemos las causas de
nuestras heridas y por lo tanto de nuestros males, porque en muchas ocasiones esas
heridas las recibimos cuando éramos bebés, en nuestra infancia. También se
puede dar el caso, en que esas heridas nos causaron tanto daño que las hemos
querido olvidar por completo. Es bueno pedir al Señor que nos ayude a descubrir
todas esas heridas olvidadas, para entregárselas y que la divina misericordia
las sane y sane todas las consecuencias negativas que ellas nos traen.
Vamos a citar algunos
problemas más comunes y sus consecuencias en nuestra salud.
a)
EL
ODIO. Causa enfermedades psicosomáticas,
úlceras estomacales, colitis, epilepsias, asmas, alergias, migrañas, dolores de
cabeza, etc.
b)
MIEDO.
Produce enfermedades físicas. Pueden provenir de padres que castigaban a sus
hijos, amenazándolos, comparándolos con personajes terroríficos. Personas secuestradas
o metidas en lugares obscuros.
c)
LOS
REMORDIMIENTOS. Complejos de culpa. Por haber actuado mal en un momento de su
vida. Por haberse casado sin estar enamorada y por interés. Etcétera.
d)
COMPLEJOS.
Producidos en la familia, en la escuela, cuando te dicen que eres fea, que no
sirves para nada, que eres mala, que eres gorda, etc. Esta
persona termina acomplejada porque no
supieron alentarla en la vida.
Poder
entrar en estas oscuridades e iluminarlas, es el camino de la solución de
nuestros males y de nuestra felicidad. El Baño de Luz ayuda a encontrar esas causas muy viejas que
de otra manera no se pueden encontrar.
Muy parecida al Baño de Luz
es la Oración que realiza una
persona recorriendo posibles circunstancias dolorosas, desde la concepción
hasta el día de hoy. En cada una de las partes se pide a Jesús que entre a
sanar las heridas que allí se encuentran.
Para entender bien la
sanación interior y El Baño de luz hay
que tener presente:
1)
Solo
Jesús puede iluminarnos, descubrir la razón de nuestros males y ayudarnos a
sanarnos.
2)
El
que se acerca a la luz queda iluminado, como el que se acerca al calor se
calienta y el que se acerca al frío se enfría.
“Por las entrañas de misericordia de
nuestro Dios, nos visitará la luz que viene de lo alto para iluminar a los que
viven en tinieblas y en sobras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino
de la paz” (Lucas 1, 78-79)
Nosotros ahora vamos a
realizar brevemente el Baño de luz. Para ello necesitamos: Recogimiento y
cerrar los ojos. Imaginar a Jesús muy humano y que está a nuestro lado. Tener
un diálogo con Él: preguntar y escuchar. Guardar silencio para poder escuchar;
de lo contrario no tiene razón de ser el Baño de Luz.
BAÑO DE LUZ
(Nota: Para conocer más
sobre los carismas de sanación física y sanación interior se puede ver el curso
sobre Carismas que se dio anteriormente. Ver página web www.siervoscas.cas )