3.- DEBILITAR LOS ESQUEMAS MENTALES

 -3- DEBILITAR LOS ESQUEMAS MENTALES OBSESIVOS.
No podemos negar que hay personas que están permanentemente quejándose por cualquier cosa. Todo les molesta excesivamente : el calor, el frío, la humedad, los animales, los ruidos, etc. Parece que todo lo exterior es un enemigo. Por eso siempre tienen algo que los perturba. A veces sienten un dolor y dicen: “Este dolor me quita la paz, yo no puedo vivir con esto.¿Cuándo se me irá? Prefiero cualquier otra molestia antes que esto.”
 
Pero luego, cuando ese dolor pasa, se obsesionan por otra nueva molestia. Viven obsesionados por alguna molestia porque sólo aceptan vivir con un bienestar total, se han hecho una falsa idea de lo que es la felicidad en esta tierra.
 
En cambio hay otras personas que toman con mucha serenidad esas molestias normales de la existencia.
Eso nos recuerda que los esquemas mentales, la amplitud o la cerrazón de nuestra mente tienen algo que ver con nuestros sufrimientos. Seguramente, si pudiéramos modificar algunos de esos esquemas psicológicos sufriríamos menos.
 
Podemos intentarlo. A mí, por ejemplo, me molestaba tremendamente el calor, y tener que sudar me parecía algo insoportable; trataba de evitarlos por todos los medios. Hasta que advertí que yo, desde mis esquemas mentales, había exagerado el temor al calor y lo había declarado mi enemigo. Pero un día intenté mirarlo con otros ojos. Traté de dejarme amar por Dios también en el calor, intenté descubrir esa sensación como un signo de que estoyvivo. Y empecé a sentir que el mismo sudor que corría por mi cuerpo, y esas gotas que brotaban de mis poros calientes, me estaba regalando el don de la vida que bullía por mi cuerpo. A partir de ese día, convivo pacíficamente con el calor, y mi cuerpo mojado por el sudor me parece algo verdaderamente bueno y hermoso.
 
Igualmente, si una persona nos parece bella o fea, eso depende mucho de los esquemas internos, y por eso la mejor manera de debilitar el rechazo que sentimos por la fealdad de alguien es precisamente detenernos a mirarlo, percibir detenidamente su rostro, apreciar sus detalles, los colores, las formas. De esa manera, créelo, las sensaciones se van liberando de nuestros esquemas mentales y dejamos de experimentar un rechazo hacia la persona que nos parece desagradable.
 
También por eso, cuando un ruido no nos deja dormir, lo mejor no es quejarnos, lamentarnos, dar vueltas y vueltas tratando de no escucharlo y sintiendo que ese ruido es nuestro enemigo, que nos está agrediendo, que nos hace daño. Conviene dejar de resistirse y detenerse más bien a prestarle atención . De alguna manera, hay que imaginar ese ruido como algo amigo, como parte de la vida en movimiento, incorporarlo a una imagen que no nos moleste. Y así dejamos de sufrir tanto por esa molestia inevitable.
 
Como verás, un secreto para liberarse de los sufrimientos inútiles consiste en “dejar de resistirte” Detectar y debilitar esa resistencia interior que sientes ante tal cosa, tal persona, tal actitud ajena. Si te sientes mal  pregúntate: “ ¿A qué me estoy resistiendo?”
 
Hay personas que cuando viajan en avión, están todo el viaje crispadas porque no quieren que el vecino las toque, se alteran cuando la otra persona las roza, se resisten a ser tocadas. Eso produce un viaje insoportable. Pero si fueran capaces de respirar profundamente, de sentir esos roces como una caricia de la vida, recordando que somos todos de la misma carne, que la persona que está a tu lado es imagen de Dios con una inmensa nobleza, quizá poco a poco dejarían de resistirse y terminaría ese martirio inútil
 
Otro falso esquema mental puede decirnos algo así. ”Mientras tengas esa pequeña molestia en tu cuerpo no podrás estar en paz, no podrás trabajar con alegría, no podrás vivir con normalidad”
Hay ciertos dolores frecuentes que pueden ser síntomas de alguna enfermedad; y si  la persona es hipocondríaca, aunque vaya al médico y este le diga que no hay nada preocupante, le queda en su interior la duda, la desconfianza, el miedo. Si le ha dicho que es una arritmia benigna o controlada, tiene el temor de que eso dañe al corazón y se desencadene una muerte súbita.
En una persona psicológicamente sana, esas molestias pueden producir durante un tiempo cierta preocupación, pero no le impiden llevar una vida normal, llena de pequeñas o grandes insatisfacciones.
 
Es cierto que las molestias siempre proyectan alguna sombra que por momentos se hace más oscura; pero no quitan el gozo cotidiano, no privan a la persona de momentos frecuentes de placer y satisfacción, asumiendo esos momentos de angustia pasajera sólo como una parte de la vida que no tiene por qué arruinarlo todo. Y en la medida en que, con el paso del tiempo, se van aceptando serenamente esas molestias como “parte” de la vida, se va debilitando el miedo, se aprende a “convivir” con ellas, y su efecto negativo va disminuyendo.
 
En cambio, si le prestamos demasiada atención y nos proponemos un ideal de vivir sin molestias, entonces nos obsesionamos y las molestias se hacen insoportables, y nos rebelamos tremendamente cada vez que reaparecen. Por eso es importante cambiar ese esquema mental y decirnos a nosotros mismos  “Mi vida está llena de cosas bellas y buenas. Esta molestia es sólo una parte de mi vida y no tiene por qué quitarle valor y gozo a las cosas buenas que tengo entre manos, ni debe interferir en mi relación de amistad con Dios, que es mucho más grande y valiosa  que  esta molestia. Yo no solamente puedo sobrevivir con esto. Yo podría pasarme la vida con esto, y mi felicidad quedaría intacta. Señor, líbrame de obsesionarme por mi bienestar y ayúdame a convivir con sabiduría con las dificultades, dolores y perturbaciones físicas o espirituales de cada día”.

Esta mentalidad sana, que debilita el peso que le damos a una molestia, puede ayudar también a que, poco a poco, la molestia misma vaya cediendo, porque no hay nada que alimente tanto un desequilibrio psicofísico como la obsesión. Y mientras la molestia no se mitiga, podemos lograr al menos que no nos impida disfrutar de algunas cosas que la vida nos regala.
 
Si una brisa tibia acaricia nuestro rostro, ¿por qué no podemos disfrutarla en medio de un dolor de huesos? Si estamos dialogando con un amigo querido, ¿Por qué  no podemos disfrutarlo aunque suframos la angustia de no tener trabajo?. Si estamos contemplando un atardecer, ¿por qué no podemos valorar ese momento aunque hayamos perdido algún objeto valioso o nos hayan robado dinero?
 
Es la obsesión lo que nos impide gozar de las cosas buenas de la vida. El encierro en una preocupación no nos permite aceptar que un gozo conviva con un dolor o una molestia.
 
Si para disfrutar de algo esperamos liberarnos de toda molestia, entonces tendremos muy pocos instantes de felicidad. No es necesario que todo esté perfecto en mi vida, en mi cuerpo y en mi entorno para que yo pueda disfrutar de algo. Ese disfrute es verdadero, es real, es benéfico para mi vida, aunque tenga que convivir con algo desagradable.
 
Pero si nos dejamos obsesionar por la multitud de posibilidades que ofrece la sociedad de consumo, y pretendemos tenerlo todo sin privarnos de nada, y sin límite alguno, entonces cualquier pequeña dificultad o carencia amenaza con llevarse toda nuestra alegría, toda nuestra paz, toda nuestra capacidad de disfrutar.
 
También es provechoso reconocer que a veces hay cosas que nos hacen sufrir porque las asociamos a experiencias dolorosas del pasado o las conectamos con ideas negativas.(9) Por ejemplo, alguien sufre mucho cuando llueve, porque un día de lluvia murió su padre, o sufre cuando ve un animal porque cuando era niño le mordió un perro; o sufre cuando tiene un dolor físico porque lo asocia a su sentimiento de inferioridad y entonces cree que él está destinado a sufrir, que no nació para este mundo, que es un pobre olvidado por Dios, etc. Por eso es muy útil detectar esas ideas y recuerdos que guardamos dentro y que reaparecen a veces haciéndonos sufrir sin necesidad. Es necesario advertir que la mayoría de las veces que sufrimos no es porque haya algo realmente grave y terrible que nos ataca, sino porque hay algo “dentro de nosotros mismos” que proyectamos en eso que nos molesta, y así aumentamos el sufrimiento y lo alimentamos”· (10)
 
Se trata entonces de reconciliarse con el mundo externo, no verlo como agresor, no estar permanentemente a la defensiva; mirar con ternura las leyes de la naturaleza y del mundo sin creer que deben estar a mi servicio. Yo no soy Dios y el universo no tiene por qué girar a mi alrededor.
 
Un ejemplo claro de que es aceptar con serenidad y alegría  los dolores, enfermedades, carencias y molestias es San Francisco de Asís. Pero él precisamente se destacaba por convivir fraternalmente  con  el mundo externo; él miraba las cosas con ojos de paz y de ternura, y cuando adoraba a Dios no pretendía esconderse del mundo externo, sino que gritaba: “Dios mío ¡y todas las cosas!”.Por eso, porque para él ese mundo externo no era un enemigo, no se rebelaba ni se resistía cada vez que debía sufrir molestias por el calor, los dolores físicos, las dificultades. Las aceptaba, con ternura y las ofrecía con amor.

Hay un santo abandono que consiste en dejar de resistirnos ante todo lo que nos pasa. Se trata de renunciar a esa sensación negativa que se apodera de nosotros cada vez que se hace presente una molestia o una dificultad. Esa sensación negativa es inservible, es inútil. Yo tengo que luchar con creatividad, energía y decisión para superar mis dificultades, pero no pretender vivir sin dificultades, y sobre todo no estar crispado, ansioso, tenso ante todo lo que contradice mis proyectos
No hay nada mejor y más productivo que luchar sin nerviosismo, sin angustia, sin ansiedad. De hecho ese es uno de los secretos de las técnicas de lucha oriental; enfrentar al enemigo con habilidad, sin dejarse tomar por sentimientos de rencor, de venganza, de angustia. El que lo logra es mucho más eficaz en su lucha. Tratemos entonces de alcanzar este “abandono”.
 
Abandono....A primera vista, suena a pasividad, fatalismo, resignación. En el fondo, es lo contrario: el abandono, correctamente vivido, coloca a la persona en su máximo nivel de eficacia y productividad. En todo acto de abandono existe un no....¿Qué hubiese querido? ¡Venganza contra los que me hicieron esto!;no a esa venganza. ¡Tristeza porque se me fue la juventud!; no a esa tristeza .¡Resentimiento porque todo me sale mal en la vida¡; no a ese resentimiento”! (11)
 
Pero también hay que decir: “No al sentimiento de culpa!” El sentimiento de culpa es un terrible enemigo que muchas veces nos hace sentir que debemos sufrir para pagar por los malos y feos que somos. Ese sentimiento de culpa es causa de tanto dolor porque nos lleva a concentrarnos en nosotros mismos, en los detalles indeseables de nuestra apariencia, olvidando que nuestra verdad más profunda es que somos amados por Dios.
 
Nuestro ego no quiere que creamos en la existencia de un Dios amoroso ni en el hecho de que nuestra realidad es simplemente una expresión de su amor. En vez de eso, trata de persuadirnos de que nuestra verdadera realidad es nuestra forma física, nuestro cuerpo”.(12)
 
Otro perseguidor interior que nos impide disfrutar de la vida es una extraña idea que nos lleva a despreciar algunos buenos momentos. Cuando estás disfrutando algo, o cuando has vivido un buen momento y te alegras, puede suceder que escuches una especie de voz interior que te dice: ”No, no disfrutes. Eso es poca cosa. No vale la pena gozar o agradecer esa tontería”.

Y entonces brota en tu interior una sensación ingrata que hace desaparecer la alegría llena de gratitud que estas sintiendo. Por eso no te conviene escuchar esas sugerencias interiores. No escuches esas voces negativas, y cuando aparezcan no les des importancia. Reacciona a tiempo y repite: “Sí. Este es un buen momento, y vale la pena. No es la gloria celestial, pero está cargado de belleza, lleva una chispa de fuego divino en medio de la miseria. Gracias, Señor. Gracias.”
 
                                                CAMINO PERSONAL 3
 
1-Pregúntate cuáles son las ideas que no te hacen bien y que a veces te arrastran y te entristecen: “Todos son malos”, “nada me saldrá bien”, “esto me destruirá la vida”, “yo tengo que hacer todo perfecto”, etc. Detecta las ideas que no te hacen bien, que sólo provocan nerviosismo, melancolía, rencor.

2-Cambia esas ideas por otras contrarias, que te den entusiasmo, alegría, paz, bondad, paciencia. Escribe estas ideas positivas que podrán ayudarte a vivir de otra manera y a liberarte de muchos sufrimientos inútiles, y recuérdalas a menudo.  
NOTAS.
 
(9)     M. Garcia, Psicología de la experiencia religiosa, Monte Carmelo,Burgos 2000,49.
 
(10) G.G. Jampolsky P Hopkins-W.N.Thetord, Adiós a la culpa: la magia del perdón. Los libros del comienzo, Madrid 1999,47-48.Cf.G. Kelly.The Psychology Of. personal constructs .Nueva York 1995.
 
(11) Larrañaga, Del sufrimiento a la Paz .San Pablo, Madrid 2001,238-239
 
(12)  G.G.Jampolsky-W.N.Thetford,o,c,226