2.- LA DIVINA MISERICORDIA MANIFESTADA EN JESÚS

LA DIVINA MISERICORDIA.

2.- La Misericordia manifestada en Jesús.

1.- Saludos y cuentito: Los gemelos.  Los dobles en las películas o los dobles para librarse de atentados.

2.- Cuando contemplamos la misericordia de Dios, su infinita misericordia nos sobrecoge porque nunca podremos abarcarla ni comprenderla en todo su sentido; y aunque esté ahí y la palpamos en muchas circunstancias de la vida, no acabamos de aceptarla.  Nosotros somos criaturas creadas a imagen de Dios, por lo tanto espirituales, pero   no obstante nos domina lo material, lo que tocamos, lo que vemos con nuestros ojos. Es así que la misericordia de Dios la vemos lejana aunque nos envuelva.

Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros; y hemos visto su gloria, la gloria propia  del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1, 14).

Esta Palabra hecha carne es Jesús. A través de Jesús vemos la gloria propia del Hijo único del Padre. Es así como la misericordia de Dios la vemos con nuestros propios ojos en Cristo Jesús. Podemos decir que Jesús es el doble del Padre. En realidad Jesús nos dirá: “Quien me ve a mí, ve al Padre” (Todo el pasaje: Juan 14, 6-11).

La encarnación del Hijo de Dios siempre será para nosotros un misterio, pero a nivel humano y a nuestra manera de hablar y entender las cosas podríamos decir que todo el amor y la misericordia de Dios se han encajonado en Jesús. (Perdonadme la expresión). Es como si Dios hubiese necesitado palpar toda nuestra miseria, nuestros sufrimientos, nuestras enfermedades para que al contemplarlas su corazón se enterneciese y lleno de compasión brotase su misericordia hacia nosotros. De hecho, los milagros surgían cuando Jesús se encontraba ante el sufrimiento, bien porque se lo pedían bien porque Él mismo lo veía.

3.- Jesús, ante los males físicos.
Si tomamos los evangelios vemos que todas sus páginas rezuman Misericordia. Es la misericordia de Dios manifestada en todo el obrar de Jesús. Por eso se puede decir que Jesús es el Icono de la Misericordia divina.
Para profundizar en el tema, es bueno que nosotros nos detengamos, aunque sea brevemente, en las actitudes mediante las cuales Cristo expresa los sentimientos de su corazón. Nunca se muestra indiferente ante un sufrimiento sea físico, psíquico o espiritual. Ni siquiera se siente indiferente por la suerte de su pueblo porque lo ve como rebaño sin pastor (Mc 6, 34).
Nunca se presentó como mago ni curandero cuando realizaba sus milagros; siempre actuaba compadeciéndose de la persona; lo que a Él le movía era el sufrimiento de la persona, y en ese contexto su corazón se llenaba de compasión. Le tiene sin cuidado quien le pide sanación: atiende al centurión romano; atiende al jefe de la sinagoga; atiendo a los cuatro camilleros anónimos que le llevaban a un paralítico; atiende a un padre que tiene un hijo endemoniado; atiende a cualquiera que le presenta a una persona que sufre: A Jesús lo que le conmovía era el sufrimiento de las personas y sobre ellas derramaba su misericordia.
4.- Será bueno recordar algunos de los pasajes que nos tramiten los evangelios.
·         Cuando ve a las gentes que le siguen están sin comer: “Me da lástima esa gente” (Mateo 15,32).

·         Ante el desamparo de los dos ciegos de Jericó:”Jesús se compadeció” (Mateo 20, 34).

·         Ante el sufrimiento de la viuda de Naim que lleva a su  único hijo a enterrar: “El Señor al verla, se compadeció de ella” (Lucas 7, 13).

·         ¡Cómo sería la mirada de Jesús a Leví (luego Mateo) para que lo dejase todo y lo siguiese! (Mateo 9, 9). Leví era despreciado por su oficio pero de Jesús recibe una mirada de misericordia.

·         Al buen ladrón: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23, 45)

·         Cuando se le implora a Jesús que mire al niño endemoniado epiléptico (Lucas 9, 37).

·         Ante los enfermos tiene palabras: “¿Quieres curarte…?” “¿Qué quieres que haga?”  (Mateo 10, 51) Las palabras de Cristo siempre entrañan compasión cuando se dirige a un doliente que expresa su profundo desvalimiento.

·         Llora sobre Jerusalén porque no aceptaba su salvación; como la gallina con sus polluelos, quiso poner bajo las alas de su misericordia a todos su habitantes y no quisieron (Lucas 13, 34 y Mat 23, 37). 

5.- Jesús, ante los pecadores.
La compasión de Jesús no solo miraba a los enfermos del cuerpo, sino de una manera especial a los pecadores: “No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores” (Lucas 5, 32) Es ahí en donde vemos en Él una escandalosa compasión.

·         Jesús ante la mujer pecadora que conforme a la ley deseaban apedrearla. No la mira, no la juzga como le pertenecía, no la condena: solo escribe en el suelo. Sabe que es pecadora y que conforme a la ley, puede ser apedreada. Pero para Jesús, la misericordia está por encima de la justicia. Al final quedan solos la pecadora y Jesús:   la miseria y la misericordia. Oigamos la voz de su ternura: “Tampoco yo te condeno. Puedes irte y no vuelvas a pecar”.

·         Expresión de su misericordia la vemos en las palabras al paralítico: “Ánimo, hijo, tus pecados te son perdonados” (Mateo 9, 2) La profundidad de su misericordia llega tanto hacia las enfermedades del cuerpo como a las del alma; nos libra del sufrimiento y también del pecado.

·         A la pecadora que riega con sus lágrimas los pies de Jesús y los unge con perfume, Jesús la defiende ante Simón el fariseo y dirigiéndose a la mujer le dice: “Tus pecados quedan perdonados. Tu fe te ha salvado; vete en paz” (Lucas 7, 48-50). Porque se le perdonó mucho, amó mucho. La misericordia no tiene límites.

·         Para poder atisbar algo la profundidad de la compasión de Jesús tendríamos que contemplar una y otra vez las parábolas de la misericordia que nos relata Lucas: El buen samaritano, de la oveja perdida, del hijo pródigo…

·         ¿Por qué la gente seguían a Jesús en tropel? Ciertamente por la urgencia de ser curados pero sobre todo porque  su conducta lo muestra cercano, comprensivo, compasivo; lo intuyen misericordioso y se acercan a Él con plena confianza; el ciego Bartomeo, lo deja todo y corre presuroso cuando le invitan a acercarse a Jesús.

6.- Jesús, hecho pecado por nosotros.
Si nos sobrecoge al contemplar el corazón misericordioso de Jesús hacia todo sufrimiento de manera que “todos se sanaban”, todavía es mucho más sobrecogedor al contemplar a Jesús cargando sobre sí todos nuestros pecados.

Creció  como un retoño delante de nosotros, como raíz de tierra árida…” (Isaias 53, 2-5). (Leerlo todo)

El hombre por el pecado había perdido una relación amorosa con Dios, con nosotros mismos y con los demás.  El pecado lo había desfigurado. Adán y Eva, después de pecar, se esconden de Dios; el hombre vive de egoísmos y no le importan los demás; ni siquiera se encuentra consigo mismo.

La encarnación del Hijo de Dios vino a restablecer, a restaurar definitivamente dicha relación de entrega amorosa. Para ello se une a nuestra condición de pecadores con todos los infortunios que ello conlleva. No va a participar de nuestro pecado, sino a ponerse en nuestro lugar. Se convierte en nuestro hermano, en nuestra madre, en nuestro padre… con todo lo que ello significa de amor, de entrega, de compartir absolutamente nuestra condición humana.  Y nuestra condición humana es de sufrimiento siendo víctima del mal y lastrada por muchas desgracias o flaquezas. Jesús asume todas nuestras desgracias y a la vez quiere compartir con nosotros los beneficios de su condición divina. Jesús es la misericordia personificada.

7.- ¡Cómo nos cuesta entender toda la profundidad del amor misericordioso de Dios cuando leemos: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna”! (Juan 3, 16). Y nos cuesta entender porque Jesús asume todo nuestro sufrimiento, con todas sus consecuencias. Lo mismo les sucedía a los discípulos de Emaus;  están tristes porque no entienden tampoco lo que ha sucedido en esos días en Jerusalén. Y Jesús les tendrá que decir: “¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera esos sufrimientos y entrara así en su gloria?”  (Lucas 24, 26)

En varias ocasiones Jesús anunció a sus apóstoles que iba a “ser entregado a los paganos, escarnecido, ultrajado y escupido; después de azotarlo, lo matarán pero al tercer día resucitará” (Lucas 18, 32 y 33) Pero los apóstoles no entendían nada de esto, nos cuenta Lucas. Y no es fácil de entender. Es que la entrega total, es que dar la vida por nosotros y en lugar nuestro, y nada menos que del Hijo de Dios hecho carne, no está a nuestro alcance sin la fuerza del Espíritu. Jesús nos dirá: “Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos”  ( Juan 15, 13)  “La pasión de Cristo es un sufrimiento por amor, una pasión amorosa que revela al mundo la misericordia de Dios”. Esa misericordia consiste en amarnos hasta el final asumiendo nuestra condición de infortunio y muerte.

A todos nos impacta cuando escuchamos la Pasión de Cristo o la vemos en la película de Gibson. Seguramente que algunas veces os habréis quedado contemplándola y algo especial habréis sentido. A mí, lo que más me impacta es el pensar que Jesús aceptó tanto sufrimiento por amor  a nosotros, pobres pecadores, para que tengamos vida. Jesús, en su radical inocencia, ha sido convertido en pecado por nosotros. “A quien no conoció pecado (Jesús), Dios le hizo pecado por nosotros”  (2 Corintios 5, 21) La profundidad de ese amor no tiene límite y rebalsa nuestra percepción. Jesús amado, me estás diciendo desde esa cruz, que el “amor no es amado” y que amor con amor se paga.

8.- Permitidme un último punto a desarrollar.

Asistamos a los últimos momentos de la vida de Jesús. Es la entrega completa de su amor.

·         “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23, 34)
·         Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23, 43)
·         Mujer,  ahí tienes a tu hijo”  “Ahí tienes a tu madre” (Juan 19, 26 y 27)
·         “Tengo sed”  “Todo está cumplido”  (Juan 19, 28 y 30)
·         Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23, 46)
                                    (Desarrollar brevemente cada punto).

9.- El Corazón de Jesús traspasado por una lanza.
El amor misericordioso de Jesús todavía llega más lejos:

Pero al llegar a Jesús, como lo hallaron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. Lo atestigua el que lo vio y su testimonio es válido y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis” (Juan 19, 33-35).

Es curioso como en este detalle, en sí insignificante, Juan tiene tanto interés de dar testimonio de que es veraz el hecho. Nosotros lo podemos ver desde dos perspectivas.

a)    La realidad. En primer lugar, al ser traspasado el corazón no quedaban dudas de su muerte; por más que todos los signos de su muerte eran patentes, siempre quedaría la duda de ser algo aparente para negar después su resurrección. La otra realidad era: de su costado salió sangre y agua. Quedaba patente que la entrega de su sangre era hasta la última gota. Lo dio todo.

b)    La simbología. La simbología del corazón traspasado del que sale sangre y agua ha dado pie a una extensa y  riquísima literatura mística. Para citar solo algunas:

La devoción al Sagrado Corazón a partir de las revelaciones a santa Margarita de Alacoque.  

La devoción a la Divina Misericordia a partir de las revelaciones a Faustina Kowalska; conforme a esas revelaciones Jesús le dijo: “Los rayos que salen de mi Corazón simbolizan la Sangre y el Agua que brotaron el día de mi Sacrificio en la cruz. El pálido significa  el Agua, que purifica las almas. El rojo, la Sangre que les da la vida”.

En los Estatutos de la Comunidad Siervos de Cristo vivo figura en el art. 1.3: “La C.S.C.V. tiene su origen en los sentimientos  del Sagrado Corazón de Jesús por el ser humano…una comunidad   que fuera contemplativa y evangelizadora; y cuyo trabajo tenga su centro y fortaleza en el corazón de Aquel que dice: sin Mi no pueden hacer nada” (Juan 15,5) Y en el Art. 3.8.1 se pide al Siervo “consagrase al Sagrado Corazón de Jesús cada día”

10.- No vamos a entrar a profundizar en toda esta simbología y lo que ella representa en la vida cristiana; habría para rato. Solo quiero resaltar una cosa y es la que más nos interesa. En el texto de Juan, “una lanza le atravesó el costado y al instante salió sangre y agua” representa el culmen del amor y compasión de Jesús, su entrega completa al hombre, en un acto de misericordia infinita. “Sólo Juan ve en la herida con la que abre la lanza el corazón de Jesús una difusión del amor sin límites de Dios para con todos los hombres, una invitación a recibir este amor tan infinito, como si el mal, el pecado jamás hubieran existido, como si hubiéramos tenido derecho al amor desde toda la eternidad”  (Philippe Madre. El escándalo del mal).

También se puede ver en ese Corazón abierto por la lanza, el desgarro de Jesús al ver y conocer que toda su entrega de amor y misericordia infinita quedaría desperdiciada por tantos a través de los siglos. Lloró amargamente sobre Jerusalén al no querer recibir su salvación y se desgarra su Corazón por tanta indiferencia.

El  pecho, el  corazón de Jesús, a pesar de todo,  quedaba completamente abierto a todos nosotros, pecadores y nadie quedaba excluido. En ese Corazón divino quedaríamos inundados de su misericordia. No podíamos ni podemos pedir más. Sin llegar a comprender tanto amor, las puertas de su Corazón las tenemos abiertas.

Me anonado ante el océano infinito de la Misericordia de Jesús y solo puedo decirle: GRACIAS.

11.- Testimonio.
Para terminar, permitidme una vivencia; pero antes una explicación para entenderla mejor y que, a la vez, nos puede servir en nuestra vida espiritual.

Cuando riego el césped de mi jardín, lo puedo hacer de dos maneras: en forma rápida porque no tengo mucho tiempo o me paso más tiempo. En el primer caso, el agua no llegará a lo profundo de las raíces, por más que externamente esté fresco el césped; pronto los rayos de sol lo secarán y morirá. Por el contrario, si me entretengo en el riego, el agua llegará a lo más profundo y el césped resistirá los rayos del sol.

Al visitar un museo de arte, generalmente deseo emplear mi tiempo en visitar el mayor número de salas; al salir solo puedo decir que todo es muy bonito y maravilloso y no puedo dar razón ni detalles de ningún cuadro. Por el contrario, si dedico mi tiempo solo para algunos cuadros, al salir podré dar detalles de los mismos y al mismo tiempo habré aprendido el arte con que se realizaron.

En nuestra vida cristiana nos sucede algo parecido. Si no nos detenemos en meditar y contemplar la Palabra de Dios, esa Palabra quedará muy superficialmente en nuestro corazón y cualquier viento mundano la disipará y no dará fruto.

Es muy diferente pedir a Dios por un enfermo que poco conozcamos, que pedir por un hijo. En el primer caso nuestra oración saldrá de la superficie de nuestro corazón; en el segundo, saldrá de lo más íntimo, con una fuerza increíble. ¿Es así o no?

Debemos saber la gran importancia de que todos nuestros actos salgan de lo más íntimo del corazón, pues entonces tienen una fuerza increíble y que nadie la puede parar.  La entrega total a los demás que tuvieron los santos, responde a que generalmente tuvieron una Palabra que llegó a lo más profundo de su corazón. S. Pablo, S. Francisco, S. Ignacio de Loyola. S. Francisco de Borja, etc., etc.

A mí me sucede como a la mayoría de los cristianos. Mis oraciones, la frecuencia de los sacramentos, la misma adoración a Jesús sacramentado, mis compromisos, etc., generalmente no salen de lo profundo de mi corazón y siento que le faltan fuerza y respuestas contundentes. Me veo pobre.

12.- Es así como un día, no hace mucho, miraba un crucifijo y veía a un hombre maltratado horriblemente siendo inocente y que sabía que era Jesús, el Hijo de Dios. Me salían sentimientos de amor, de compasión y ahí no más. Pero en ese día, mientras contemplaba el crucifijo, el Espíritu me llevó al primer capítulo del evangelio de Juan.

“Al principio ya existía la Palabra. La Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Todo fue hecha por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto llegó a existir. En ella estaba la vida  y la vida era la luz de los hombres; la luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la sofocaron. … Vino a los suyos, pero los suyos no la recibieron…. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros; y hemos visto su gloria, la gloria propia  del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad”. /Juan 1, 1-14).

Y esta Palabra llegó a lo más profundo de mi corazón. Pues "por la Palabra fueron hechas todas las cosas” y en ella estaba la vida; y esa misma Palabra, por mí, se hizo carne y está ahora, hecha carne, colgada del madero. Por mí se desnudó de todo y ni siquiera tiene un palmo de tierra en donde posar sus pies. Por mí entregó toda su vida, fue traspasado su Corazón y de allí brotó hasta la última gota de su sangre…

Siento que la misericordia infinita de Jesús se ha volcado sobre mí y me quedo sin palabras, como si mis palabras quedasen ahogadas en mi corazón. En estos momentos, yo no puedo mirar un crucifijo, grande o pequeño, sin que mis entrañas se retuerzan; no es una frase retórica, lo siente en lo más profundo de mi corazón  y que ha cambiado mi existencia.  Ante tanto amor, me siento anonado al pie de la cruz, junto a María y a Juan. Es lo más fuerte que me ha sucedido en la vida.

13.- Conclusión.
Hemos visto cómo la misericordia de Dios se personifica en Jesús.

Y Jesús se vuelca en misericordia hacia los que sufren, a los pecadores, cargando sobre sus hombros todos nuestros pecados, haciéndose pecado.

Y como la manifestación pura del amor es dar la vida, Jesús se entrega completamente, se da todo en su pasión, hasta la última gota de su sangre, hasta el último suspiro.  Todo se ha consumado, dirá. En tus manos encomiendo mi espíritu. 

Pues bien. Este Jesús que vemos en la cruz y que está en la eucaristía, es la misericordia personificada hasta el extremo, de Dios infinito.  La infinita misericordia de Dios se ha hecho patente, hasta donde nosotros podemos alcanzar, en la persona de Jesús. Lo hizo por mí, lo hizo por ti, lo hizo por toda la humanidad. Y que hoy sigue derramando tanta misericordia y mucho más que todo el pecado que se derrama en el mundo.

Bajo esta divina misericordia nos acogemos plenamente confiados y seguros. Amén.

14.- Oración.
Señor Jesús, te damos gracias por la misericordia que has volcado sobre nuestras enfermedades, nuestros sufrimientos.

Señor Jesús, te damos gracias por la misericordia que has derramado sobre nuestros pecados, los pecados de todo el mundo.

Señor Jesús, te damos gracias porque has demostrado tu gran misericordia hacia nosotros, danto tu vida hasta la última gota de tu sangre.

Señor Jesús, te damos gracias porque has abierto tu Corazón Divino para que en él encontrásemos y experimentásemos tu infinita Misericordia.

Señor Jesús, ayúdanos con tu gran misericordia para que podamos abrir nuestro corazón a esa misericordia y descansar en tu Corazón traspasado. Amén.



  



CARISMAS DE ALABANZA Y LENGUAS.

Al contemplar la Misericordia de Jesús, inmediatamente nos lleva a contemplar la infinita Misericordia de Dios Padre. Y quien contempla algo tan maravilloso no puede menos que alabarle con toda el alma. Esta enseñanza nos evoca inmediatamente el carisma de la Alabanza,

“En aquel momento, el Espíritu Santo llenó de alegría a Jesús que dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas  a los sabios y prudentes y se las has dado a conocer a los sencillos. Sí Padre, así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quien es el Hijo, sino el Padre; y quien es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.
(Lucas 10, 21 y 22)

·         La alabanza es la oración que reconoce a Dios tal como es. Le canta por Él mismo, y le da gloria no por lo hace, sino por lo que Él es.

·         La alabanza es completamente desinteresada.

·         La alabanza es poner a Dios en primer lugar. Quien alaba organiza su vida, pone a Dios en el lugar que le corresponde.

·         La alabanza nos anticipa el cielo; solo en el cielo podremos dar cumplida alabanza al Señor. Alabando consistirá nuestra eterna felicidad.

Alabemos de corazón y no solo de labios. Quien vive una vida de oración contemplativa, en donde uno penetra en los sentimientos de Jesús, en el corazón de Dios, siente en su corazón una necesidad de alabarlo, porque ante tanta grandeza, no se puede menos de alabarlo  con todas razón, con pleno conocimiento, y con toda la fuerza de su corazón.     

Quien alaba a Dios con un corazón sincero, su vida se transforma; no se puede estar con la alabanza ante un Dios santo, sin que esa santidad divina nos envuelva y nos santifique. Si no es así, indica que no hay una verdadera alabanza.

El carisma de alabanza va muy unido al carisma de lenguas.

Cuando se alaba de corazón poniendo la vista en la grandeza de Dios, llega el momento en que las palabras no alcanzan para manifestar todo lo que sentimos; las palabras del diccionario se quedan cortas para expresar todo lo que desearíamos manifestar de la bondad y magnificencia de Dios. Entonces, el Espíritu viene en nuestra ayuda. Así Pablo escribe a los Romanos (8,26): "Nosotros no sabemos cómo orar para orar como conviene, mas el Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra debilidad, y viene a orar en nosotros con gemidos inefables”

El carisma de orar en lenguas es un don fundamentalmente para orar, para alabar a Dios con poder. Hablar y orar en lenguas no es un fin en sí mismo; sin embargo es necesario para orar con poder. Para logar en nosotros este don es imprescindible rendirnos al Señor, entregar completamente nuestro corazón a Él; el Señor se manifiesta  con mayor poder cuanto más nos hagamos como niños. Consiste en olvidarse completamente de uno mismo, fijando la mente y el corazón en el Señor; entonces las palabras y los sonidos fluyen espontáneamente en nuestros labios y producen unos efectos inimaginables. Por eso decimos  que este carisma pertenece al tipo de oración contemplativa. Ser como niños; la gran dificultad que muchos tienen en este don, está justamente en ello.

Orar en lenguas es un don permanente y está bajo el control de nuestra voluntad y puede ser usado según la discreción de cada persona.

El carisma de orar en lenguas es distinto al carisma de hablar en lenguas que es un don pasajero, usado cuando hay una unción del Espíritu y necesita que haya alguien que lo interprete, lo cual no quiere decir que lo traduzca.

Abramos nuestro espíritu a estos carismas con conocimiento y sin miedos, pues ellos nos ayudarán tanto en la santificación de nuestra vida y como en el servicio a los hermanos.

(Nota. El desarrollo de estos carismas se pueden ver en LOS CARISMAS DEL ESPÍRITU)