- 14 - Cuando es el afecto lo que nos hace sufrir
Muchas veces la causa principal del sufrimiento de las personas es una necesidad de amor insatisfecha. Porque en el fondo estamos hechos para el amor, pero el problema es que no encontramos la manera más adecuada de encauzar nuestra capacidad y nuestra necesidad de amor.
y estas fuerzas afectivas mal encauzadas producen un profundo dolor interior, una angustia y una oscuridad que hacen que todas las demás cosas de nuestra existencia nos parezcan sin sabor, sin vida.
Cuando nos falta una experiencia intensa y sana de amor nos parece que se nos está escapando lo mejor de la vida.
Los dolores de amor se dan tanto en el amor de pareja como en una simple amistad, y también en la relación entre padres e hijos, a veces enfermiza. Estos dolores pueden ser variados:
• Por amar mucho a una persona, que nos obsesiona, pero sin ser correspondidos.
• Porque esa persona juega con nosotros. Nos da algo, pero nos deja con ganas de más.
• Porque su amor no es exclusivo, porque tiene otros amores, y no soportamos tener que compartirlo.
• Porque no encontramos la persona adecuada, somos muy idealistas y nadie nos convence del todo. Apenas le descubrimos una imperfección o un defecto perdemos la «pasión».
• Porque en realidad somos muy egoístas e incapaces de comprometernos en serio con alguien. Cuando una relación se vuelve exigente o supone algún sacrificio, la abandonamos, escapamos. Pero luego sufrimos porque al final nos sentimos solos.
• Porque, al contrario de lo anterior, nosotros quisimos un compromiso, pero fuimos abandonados por el otro.
• Porque nos enamoramos de la persona equivocada, que no puede ser para nosotros: porque está casada, porque es una persona consagrada, etc.
• Porque hay una gran atracción entre los dos, pero nuestros temperamentos son tan diferentes que es imposible una convivencia serena y feliz. La relación brinda algún placer, pero es causa de tantos sufrimientos que nos preguntamos si valen la pena tantas angustias.
• Porque las opciones que hemos hecho en nuestra vida no nos dejan posibilidades ni tiempo para desarrollar una relación profunda e intensa.
• Porque nos hemos comprometido con alguien, y valoramos la fidelidad y el compromiso siempre, pero aparece en nuestra vida otro ser mucho más atractivo que nos ofrece algo más intenso y lleno de entusiasmo.
• Porque no hemos aprendido a convivir, y entonces no somos capaces de aceptar las entregas necesarias para sostener una vida compartida.
• Porque cuando logramos una relación humana cálida, generosa, sincera y profunda, la necesidad sexual desenfrenada, o el dinero, o las pretensiones e intereses personales, terminan estropeándolo todo.
• Porque tenemos que convivir con personas que antes nos despertaban ternura, cariño o pasión, pero ya no nos resultan atractivas, o hasta nos parecen desagradables y nos molesta su contacto físico.
• Porque siempre nos buscan personas que no nos atraen, y nos rechazan las personas que nos parecen atractivas. Entonces, el cansancio producido por esa tensión de búsqueda y de rechazo nos llevó a una enfermiza indiferencia, a un amargo resentimiento, a una vejez emocional anticipada.
Estos son sólo algunos ejemplos de situaciones en las que el amor es fuente de sufrimiento. Veamos ahora una serie de sugerencias (46) que puedan ayudarnos a superar poco a poco alguna de esas situaciones dolorosas:
• Reconocer que las necesidades de afecto, de intimidad, de encuentros profundos y de compromiso con alguien son más profundas y más imperiosas que la necesidad de placer sexual:
«Siempre que eres capaz de ir más allá de los deseos superficiales del cuerpo en sus necesidades de amor estás trayendo tu cuerpo a casa y estás moviéndote hacia la integración y la unidad»( 47).
Por lo tanto. es importante clarificar en la propia conciencia a dónde apuntan nuestras búsquedas, nuestros esfuerzos, nuestros intentos. y adecuar mejor los recursos y medios que estamos utilizando a la finalidad que realmente nos conviene procurar.
• Asumir que la necesidad de amor que llevamos dentro no será satisfecha plenamente por ninguna criatura. Siempre tendremos necesidad de algo mejor y más intenso. siempre nos imaginaremos algo más bello. porque nuestra capacidad de amor se orienta al infinito, a Dios. y sólo el amor divino es plenamente sincero, generoso, libre y desinteresado y bello. Todos los demás son frágiles e imperfectos:
«Cada vez que haces algo que nace de tu necesidad de aceptación. afirmación o afecto. y cuando haces algo para que esas necesidades aumenten, sabes que no estás con Dios. Estas necesidades nunca serán satisfechas, aumentarán si cedes a sus exigencias» (48).
Por lo tanto, conviene ser realistas y astutos. Nunca hace bien dejarnos poseer por obsesiones que nosotros mismos vamos agrandando con nuestra desenfrenada imaginación.
• Reconocer que muchas veces nos sentimos rechazados por los demás precisamente porque siempre terminamos buscando en ellos, o exigiéndoles, algo que ellos no son capaces de darnos:
«Sigues escuchando a los que parece que te rechazan. Pero nunca hablan sobre ti. Sólo hablan de sus propias limitaciones. Confiesan su pobreza frente a tus necesidades y deseos. No dicen que tú seas malo o despreciable. Se limitan a afirmar que pides algo que ellos no pueden darte, y que necesitan un cierto distanciamiento para sobrevivir emocionalmente... En presencia de las personas a las que quieres, tus necesidades crecen más y más, hasta que esas personas se sienten tan abrumadas por tus necesidades que prácticamente se ven forzadas a dejarte por su propia supervivencia... Pero el verdadero sentido en el amor mutuo exige que las personas sean dueñas de ellas mismas y que puedan darse unas a otras manteniendo su propia identidad» (49).
• Aprender a valorar las pequeñas, aunque imperfectas, cuotas de afecto y de intimidad que podemos tener. Lo que recibimos de los demás no es falso, no es poca cosa; sólo es imperfecto, y siempre será insuficiente, pero eso no significa que sea malo o mentiroso.
No hay que pensar que todos son malignos, egoístas, interesados. Son una mezc1a de actitudes buenas y de egoísmos y debilidades; son imperfectos, pero en todos hay cosas buenas que son reales, aunque estén mezcladas con miserias, aunque haya que «soportar » o tolerar ciertas cosas (Ef. 4,2). Y hay que asumir con realismo que habrá siempre, en esta tierra, un deseo de nuestro corazón que nadie podrá resolver plenamente. Por eso no hay que caer fácilmente en el engaño de la novedad. Lo novedoso siempre nos parecerá mejor, pero suele ser un engaño más que pretende sacarnos de lo que la vida nos está regalando:
«Siempre es mejor potenciar el encanto de lo que tenemos entre manos, ver la belleza, aunque parezca poca, de lo que sí poseemos o podemos tener. Alguien que escucha una canción romántica que lo hace volar, debería pensar en su esposa, y evitar escucharla imaginando otras personas, o simplemente evitar escucharla demasiado a menudo» (50).
• Nos sentirnos los únicos mártires. Todos, aun los que parecen tener un gran amor y una gran riqueza de relaciones humanas, tienen ocultos dolores de amor. A todos el amor los hace sufrir de alguna manera: por la rutina, por los secretos desentendimientos, porque siempre aparece algún deseo que no se termina de satisfacer, por los permanentes compromisos que el amor exige, por la falta de privacidad, etc. Todos, sin excepción, somos parte de esta misma carne frágil y expuesta al dolor.
• Dejar de estar pendiente de uno mismo, y atreverse a vivir más de los gozos que brinda el hacer felices a los demás sin esperar algo a cambio. Y también de los cambios que nos brinda una relación de amor con Dios. Creciendo en la relación con Dios «la tarea no es morir a las relaciones que nos ha regalado la vida, sino darse cuenta de que el amor recibido en ellas es parte de un amor mayor» ( 51 ) .
Jesús es el modelo perfecto de ser humano, y su humanidad era plena, todo lo pleno que puede ser un hombre en esta tierra; y sin embargo él no necesitó del sexo o de una pareja para realizarse.
• Alimentar la capacidad poética que todos tenemos dentro, y que nos ayuda a encontrar la belleza de una mirada, un saludo afectuoso, un breve abrazo, un beso en la mejilla, un momento de diálogo sincero.
• Apreciar el valor de pertenecer a alguien, o a algunas personas, aunque no sean los seres más agradables y bellos del mundo; y tratar de enriquecer y dar más vida a las relaciones humanas positivas que ya tenemos, en lugar de imaginar y esperar cosas que quizá nunca lleguen.
• Ampliar nuestro mundo de intereses, apuntar a darle a nuestra vida un sentido más alto, más allá de las necesidades del corazón. Tomar contacto con otras actividades, otros desafíos, otros sueños, y nunca detenernos en lamentos inútiles. gastando inútilmente nuestro tiempo y energías.
• Entusiasmarnos con algún proyecto que nos permita sentirnos fecundos, especialmente si se trata de un proyecto compartido con otra persona. Eso puede brindar un gozo compartido que no deja de ser una maravillosa y fecunda experiencia de amor.
• Tratar de ser más bellos, pero no tanto en el aspecto físico (aunque un sano y moderado cuidado del propio cuerpo es parte del necesario amor a uno mismo), sino en nuestro modo de expresarnos, de reaccionar, de tratar a los demás, de mirar, de escuchar. Aprender a elogiar, a dar aliento, a descubrir las necesidades ajenas para hacer felices a los demás. Pulir las notas más groseras y torpes del propio carácter, de la propia manera de actuar, etc. Esto seguramente nos brindará mayores posibilidades de encuentro, de afecto, de intimidad, y aunque no nos permita alcanzar un gran amor, nos ayudará a estar más cómodos en el mundo y con nosotros mismos, respondiendo al amor de Dios con una obra de arte que hemos hecho de nosotros mismos.
• No esconder lo que sentimos. Si lo remitimos a! subconsciente, desde allí nos dominará y nos empujará donde no debemos ir. Es mejor tomar conciencia de lo que sentimos, reconocerlo serenamente y con cariño, y mantener el control dialogando con Dios sobre lo que nos pasa. Pero sin estar permanentemente pendientes de nuestras sensaciones. Sólo reconocerlo, hablarlo con Dios, y seguir llevando una vida normal.
• Aceptar serenamente que en las relaciones humanas siempre hay que entregar algo, nada es completamente gratuito, siempre hay que ceder en algo, siempre hay que desprenderse de algún interés personal. Siempre hay que «negociar». Pero, para que te suene un poco mejor, puedes expresarlo de otra manera más bella, diciendo que toda relación humana se va construyendo con .”un entramado de recíprocas ofrendas”
Camino personal 14
I. Marca con un lápiz cuál de los dolores de amor que te mencioné está presente en este momento de tu vida.
2. Marca cuáles de las sugerencias que te hice pueden servirte para superar ese dolor de amor.
3. Trata de poner en práctica esas sugerencias tomando alguna decisión y comenzando a construir otra forma de relacionarte con las personas que amas.
NOTAS
(46) Un desarrollo más amplio puede encontrarse en V M. FERNÁNDEZ, Cuando amar duele, Buenos Aires 1993; México 2000.
(47) H. J. M. NOUWEN. La voz interior del amor, o.c.. 33.
(48) lb, 38.
(49) Ib. 23, 27
(50) v M. FERNÁNDEZ, ¿Por qué no termino de sanarme?, Bogotá 1996, 12.
(51) H. J. M. NOUWEN, La voz interior del amor; o.c., 43.