SANACIÓN POR CONTEMPLACIÓN.
Monseñor Alfonso Uribe Jaramillo
"Sed perseverantes en la oración, velando en ella con acción de gracias. Orad al mismo tiempo también por nosotros para que Dios nos abra una puerta a la Palabra y podamos anunciar el misterio de Cristo por cuya causa estoy encarcelado para darlo a conocer anunciándolo como debo hacerlo. Portaos prudentemente con los de fuera, aprovechando bien el tiempo presente, que vuestra conversación sea siempre amena, salpicada con sal, sabiendo responder a cada cual como conviene. (Col)
De nuevo, Jesús, al creer en tu presencia amorosa te damos gracias por todo el amor que nos tienes. Con tu gracia creemos más que nunca en tu amor, por eso nos abrimos a tu acción, Señor, en este momento. Tú eres el Maestro, eres el Salvador, eres el Señor, eres el Amado, comunícanos tu mensaje, Señor, en este momento, pon tus palabras en mis labios, Señor, como se lo prometiste a Moisés, comunica tu mensaje, Señor. Tú que sabes las necesidades de todos, dinos la palabra que necesitamos, Señor. Imploramos la protección de María. Derrama tu espíritu de oración sobre todos nosotros en esta tarde, Señor, que descubramos con su luz la riqueza del encuentro contigo, Señor. Gracias, Señor.
El tema de las reflexiones de este día ha sido "Sanados por la oración", "La oración, encuentro con el Señor que sana". Recuerden que el enfoque que desde el principio se hizo fue el siguiente: Estamos enfermos por el desamor, porque no amamos al Señor con todo nuestro corazón, porque hemos pecado mucho y todo pecado es contra el amor. Estamos enfermos porque no nos amamos, nos rechazamos, no nos aceptamos. Estamos heridos porque no hemos recibido de los demás todo el amor que necesitamos y esperamos, y porque no hemos dado a los demás todo el amor que ellos esperaban de nosotros.
Y un punto que mencionaremos de paso en esta reflexión es que estamos enfermos también porque no hemos amado a la naturaleza como el Señor quiere que la amemos, porque no la hemos mirado Con los ojos amorosos de Dios que la creó por amor. En una palabra, porque nos ha faltado tanto amor, por eso estamos tan heridos.
Y la única sanación posible es la experiencia del amor, recibir de Dios que es Amor todo el amor que nos ha faltado, para recibir la sanación de ese vacío. Estas reflexiones culminan ahora Con la sanación por medio de la contemplación infusa. Es esta contemplación el gran canal del amor de Dios y es entonces el gran medio para crecer en sanación interior .
Esta semana dimos la definición que sobre contemplación trae S. Gregorio, una definición que agradaba mucho a Maritain, él la trae en el libro "El campesino del Garona", cuando hace una reflexión muy interesante sobre la contemplación infusa. "Contemplativos son aquellos que experimentan el peso del amor de Dios". En la medida en que la persona avanza en la contemplación infusa recibe el peso del amor de Dios. La contemplación infusa es una etapa en la cual la persona es más pasiva que antes, su actividad consiste en abrirse con humildad y confianza a la acción amorosa de Dios. Su actividad consiste en decirle "Sí" al amor del Señor. Antes, la oración era más activa por parte de la persona, en la reflexión, en la oración afectiva. En aquellas etapas previas a ésta, la actividad era de la persona bajo la acción del Espíritu se entiende, pero cuando comienza la etapa de la contemplación va primando la acción del Espíritu y cuanto más intensa sea la contemplación menor es la actividad de la persona.
Por eso, alguien definió muy hermosamente la contemplación diciendo que: "Contemplativos son aquellos que son como un cauce que es recorrido, inundado , por el río del amor de Dios". El cauce no hace sino recibir esa agua que corre sobre él. Es el lecho sobre el cual corre el torrente de aguas. Es una descripción bastante buena porque el lecho es pasivo, él no pone nada sino recepción. El río es el que se mueve, el que pasa; el río es el que fecunda orillas, el que da vida, el río lo recibe, el cauce lo recibe. Es el lecho que recibe y deja pasar esa agua.
Cuando se habla de contemplación infusa, la gente cree por lo general que es una etapa reservada a la oración de los santos y que un seglar o cualquiera de nosotros no tiene por qué pensar en la contemplación porque es algo tan grande que no es para nosotros. El P. Garigu Lagrange, el gran dominico que escribió muchas obras sobre todo esa "las tres edades de la vida interior", fue el gran defensor de una doctrina que tiene Santo Tomás y que es la verdadera, cómo la contemplación era el plan de Dios para todos los cristianos. La razón que expone él es clarísima: la vocación al cristianismo es ya la vocación a la visión beatífica. El Bautismo es la gracia de adopción, de inserción en la vida divina en el Cuerpo Místico, que debe terminar en la visión facial de Dios, en la posesión de Dios, en la visión beatífica. Podría decirse que la contemplación infusa es una etapa ANTERIOR a la visión beatífica, luego si estamos llamados a "lo más", estamos llamados a "lo menos", Si todo cristiano está llamado a contemplar cara a cara el rostro de Dios en la visión beatífica después de la muerte, pues con mayor razón está llamado ya a ser contemplativo ahora.
Y hay una realidad que yo estoy descubriendo todos los días. La Renovación espiritual Carismática está llenando a la Iglesia de contemplativos. Y la Renovación Carismática está acortando las vías y etapas que llevan a la contemplación infusa. Yo creo que una de las grandes necesidades de la Iglesia en todas las épocas ha sido la de tener contemplativos, y uno de los problemas en los años que pasaron fue ése, cómo el desprecio que hubo por la oración fue empobreciendo a la Iglesia en cuanto a contemplativos.
Contemplativos no son los que están en un convento, ¡ojalá!, Tendríamos entonces millares. Contemplativos son los que, en un convento o fuera de él, se abren a la acción del Espíritu y experimentan como don de Dios el peso de su amor. La Renovación espiritual Carismática es esencialmente el encuentro personal y amoroso con Cristo, no olviden esto. Este encuentro personal y amoroso con Cristo permite a la persona experimentar, a veces desde el principio, el amor del Señor y cuando la persona es fiel a la acción del Espíritu y va dejando que Él la depure, que Él la vaya santificando, pronto esa persona llega a disfrutar de una manera permanente de esa comunicación del Espíritu.
Hay que distinguir dos cosas. Cuando una persona recibe, por ejemplo, el Bautismo en el Espíritu y experimenta aquel gozo que es tan grande, contagioso, cuando esa persona vive la realidad del primer Pentecostés... Ustedes recuerdan que cuando los apóstoles recibieron la Efusión del Espíritu empezaron a pregonar las maravillas de Dios y experimentaron tanta alegría que no pudieron reprimirla, tuvieron que manifestarla y dieron la sensación de estar borrachos; muchos se burlaron de ellos, "están borrachos", y ustedes recuerdan que S. Pedro tuvo que empezar su discurso defendiéndolos de ese cargo y defendiéndose de ese cargo. "Es muy temprano - dice - para estar borrachos". ¿Cuál era la embriaguez que tenían ellos? La embriaguez del Espíritu, por eso escribirá S. Pablo: "No os embriaguéis con vino donde está la lujuria, embriagáos con el Espíritu Santo".
Hay muchas personas que tienen un acto o un momento de contemplación infusa en la Efusión o Bautismo en el Espíritu. Pero una cosa es ese momento y otra cosa es entrar en el "estado de contemplación infusa". "Estado" es algo permanente, de la palabra "estar", no es algo transitorio sino algo que perdura. Pero estas personas que tienen un momento intenso de contemplación en un Bautismo en el Espíritu y de veras se entrega al Señor y se deja conducir por el Espíritu, llega a veces muy pronto a la contemplación. Y es que no deja de causar a veces pues fastidio y hasta envidia a muchas personas consagradas, cuando ellas descubren que hay una persona que incluso estaba mal, se entrega al Señor y pronto resulta con una oración bien intensa; y esa persona consagrada después de muchos años está peor que antes, dice: "pero ¿cómo puede ser esto?", es una mentira, y empieza a buscar explicaciones para negar la realidad de la obra del Señor en esa persona.
El Señor, ya lo hemos dicho tantas veces estos días, no se detiene frente a ninguna miseria, a Él no lo detiene ni el pecado nuestro, porque Él se hizo pecado por nosotros. La maravilla del amor de Jesús es que se hizo pecado por nosotros, como dice S. Pablo. Por eso, no lo detiene ningún pecado. El pecador más grande del mundo cuando se abre a la misericordia del Señor se ve libre de todo pecado en ese momento. Él es el Cordero de Dios, Jesús, que quita el pecado del mundo. Lo único que pide Jesús es que se le permita entrar, lavar, purificar. No conocemos a Jesús mientras no conozcamos su amor al pecador.
Hoy, como en todas las épocas de la Iglesia, encontramos a personas que vienen de muy hondo, de abismos de pecado, pero que encuentran la mano salvadora de Jesús, se dejan purificar por su Sangre, reciben de Él la Efusión del Espíritu y pronto llegan a experimentar: primero actualmente, y luego de una manera permanente, el peso del amor de Dios.
Cuando hablamos de "estado de contemplación" no queremos decir que la persona pase todo el día y toda la noche en contemplación infusa, no, sino que es frecuente en su vida la experiencia de ese peso del amor de Dios; habrá días en que no lo tenga, pero ya no es algo transitorio, sino algo de suyo permanente que empieza a repetirse y a intensificarse, según el plan del Señor primero y también de acuerdo con la apertura y colaboración de la persona.
Vemos otras definiciones de contemplativos, para que comprendamos mejor lo que se está diciendo. " Contemplativos, dice una mujer americana que no es religiosa, pero que fue feliz en una definición de la contemplación, son aquellos en quienes ora el Espíritu Santo". Para mí es una definición maravillosa. Contemplativos son aquellos en quienes ora el Espíritu Santo.
Esta definición está de acuerdo con el texto de S. Pablo, en el capítulo octavo de la carta a los Romanos, dice: "El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como conviene y Él ora en nosotros con gemidos inenarrables y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu porque ora según Dios" . Hay que explicar estas palabras, no es que el Espíritu Santo ore, porque el Espíritu Santo es Dios; Él lo que hace es poner la oración en la persona. Cuando S. Pablo dice que el Espíritu Santo ora en nosotros lo que quiere decir es que el Espíritu pone la oración en nosotros. Entonces, contemplativo es aquel que recibe la oración que pone el Espíritu. O sea, usando el mismo lenguaje de S. Pablo, aquel en quien ora el Espíritu. Es la misma idea anterior. La persona no tiene sino debilidad, impotencia, miseria, es ellecho seco de un río, pero puede recibir, si se abre libremente, esa comunicación del Espíritu Santo.
El agente de la contemplación es el Espíritu Santo, no olviden esto. Toda gracia tiene un autor: el Espíritu Santo. Tiene una causa: la Pasión y Muerte del Señor, pero el que comunica toda la santidad es el Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida, decimos en - el Símbolo, Él es el Santificador. Todo lo que recibimos en el área de la gracia viene del Espíritu Santo y en el área de la gracia ocupa un lugar ya muy alto la contemplación infusa, luego es una ACCION ESPECIAL DEL ESPIRITU SANTO.
Pensar entonces en contemplación infusa sin apertura total a la acción del Espíritu Santo es pensar en lo imposible. Aquellas personas que no han descubierto todavía la acción del Espíritu, que creen que es una novedad el Espíritu Santo, que no van a recibir estas comunicaciones... Hay que recibir primero a la Persona, para luego recibir lo que esa Persona comunica. Si yo no le abro la puerta del corazón al Espíritu Santo y no le invito a entrar allí, Él no va a actuar en mí. Y no va a actuar en mí en esta área maravillosa de la contemplación. Él seguirá, claro, dando gracias y haciendo llamamientos, pero esa acción maravillosa de la transformación, del cambio, de la nueva creación, exige mi apertura total. Recuerden las palabras del Apocalipsis: "Estoy a la puerta y llamo, si alguno me abre, entraré, cenaré con él y él conmigo". Es el gran caballero que no entra por una puerta falsa, que no va a tumbar una cerradura, toca gentilmente y espera, pero si no se le abre allí permanece. El perjuicio no es para Él, el perjuicio es para nosotros que vamos a permanecer con nuestra miseria sin esa comunicación del amor del Señor.
Si "contemplativos son aquellos en quienes ora el Espíritu", nosotros necesitamos abrirnos con toda generosidad y con toda alegría a la acción del Espíritu y darle libertad por parte nuestra para que Él corte, quite, destruya todo obstáculo que impida la recepción de ese fuego divino.
El Señor no va a compartir su amor, lo hemos visto también, con ningún ídolo. Si de veras queremos disfrutar de esta gracia de la contemplación, tenemos que destruir todo ídolo que nos muestre el Espíritu del Señor, tenemos que darle a Él carta en blanco para que ordene lo que quiera. Estar de veras abiertos a su Voz, a su acción y dejar que Él actúe según sus planes. El Espíritu del Señor es amor, pero no olviden que el amor es siempre exigente y mientras más grande es el amor más exigente es. Pero la exigencia del amor del Señor que es muy grande tiene esta ventaja para nosotros y es que nos da la gracia para darle lo que nos pida. Él sabe que nada podemos por nuestras propias fuerzas, "conoce el barro del que hemos sido hechos", nos dice la Palabra de Dios, "Él nos da el QUERER y el HACER", nos dice S. Pablo, Él nos pide algo y nos da la gracia para dárselo; nos exige, pero nos da la gracia para realizar lo que nos exige. Lo que Él pide es apertura, humildad, pobreza de parte nuestra. Nunca digan: "yo voy a superar tal defecto", van a perder el tiempo, pueden tener la mejor intención, pueden tener la voluntad más firme, pero van a encontrar al momento la debilidad que todos tenemos. La gran fortaleza nuestra, precisamente, está en la debilidad. Aquel que se siente débil, que sabe que no puede ni edificar ni conservar la ciudad sin la gracia del Señor, no cuenta con él, cuenta con el amor del Señor. Aquel que se siente débil y pobre huye del peligro, no se expone, porque sabe que caerá. Aquel que se siente pobre y débil acude al Señor, pide, los pobres son los que piden y ellos son los que reciben.
En la medida en que nosotros, por la bondad del Señor, entremos en la contemplación infusa, en la medida en que seamos el lecho recorrido por el Amor, en la medida en que sea el Espíritu el que ore y ame en nosotros, en la medida en que nosotros poseamos ese amor del Señor, en esa medida nos iremos sanando. Sana el Amor porque las heridas que hay en nosotros son desamor. Y cuando la persona experimenta más amor del Señor es cuando entra en la etapa de contemplación infusa. Ya no se trata de experiencias transitorias del amor de Dios en un día de profesión, al final de determinados Retiros, sino que es ya lo habitual en ella, va recibiendo y recibiendo comunicaciones del amor del Señor y cada día se va sanando más.
El Señor quiere que nosotros deseemos sus regalos y quiere que se los pidamos. "Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, tocad y se os abrirán. Él lo da todo generosamente, pero Él quiere dos cosas: deseo de recibir su don y luego gratitud por haber recibido su don. Hay que unir las dos cosas, S. Pablo lo dice: "Que vuestras peticiones estén acompañadas de acciones de gracias".
Yo tengo que anhelar este don de la contemplación si de veras lo aprecio y debo pedirlo con humildad al Señor. Pedirlo con humildad porque no es un don para los santos, sino para que seamos santos. La contemplación nos irá santificando cada día más porque nos va uniendo cada vez más con el Señor. Apreciar el don, pedirlo con acciones de gracias.
Si alguien debe ser agradecido ha de ser el contemplativo porque sabe que la contemplación es ante todo la acción amorosa del Espíritu. Él no hace sino recibir, él es la NADA que recibe el TODO, el carbón negro que recibe el calor del fuego, el lecho seco que recibe el río de aguas vivas. Entonces, no puede sino agradecer, bendecir, alabar, porque va a ser ante todo alabanza y acciones de gracias; porque vamos a ver hasta dónde nos amó el Señor.
Ustedes ven cómo en la Renovación espiritual Carismática va prevaleciendo la alabanza en los grupos de oración y en la oración personal, porque las personas van descubriendo en la Renovación la acción amorosa del Señor y van admirando esa acción amorosa; y la admiración crea la alabanza, produce la alabanza, alaban los labios de los agradecidos, alaban los labios de los que son felices por el don que han recibido. María alaba, Jesús alaba, todos los que reciben la plenitud del Espíritu alaban. Hay que empezar desde ahora a crecer con la gracia del Señor en la alabanza, porque la alabanza agrada de una manera especial al Señor .
Unas cortas palabras acerca de la contemplación de la naturaleza, mejor de la contemplación del rostro de Dios en la naturaleza, de la contemplación del amor de Dios en la naturaleza.
El contemplativo que va recibiendo el peso del amor de Dios recibe los dones del Espíritu Santo y uno de ellos es el don de Sabiduría, por medio del cual va saboreando cada vez más intensamente el amor de Dios. Y recibe el don de Entendimiento que le permite ver con mayor claridad toda la riqueza de Dios, la riqueza de su revelación, lo que él nos ha manifestado. Y recibe el don de Ciencia que perfecciona la virtud de la Esperanza, por medio del cual nosotros aprendemos a descubrir el rostro de Dios en toda la Creación.
El contemplativo descubre y saborea a Dios en toda la Creación. Primero, en su persona. La persona toda llega a ser admirable porque va descubriendo en ella el ser humano la maravilla del amor, de la sabiduría, del poder del Señor. Y empieza a descubrirlo en los hermanos. Cuando no somos contemplativos, generalmente tenemos una visión muy negativa y muy pobre, encontramos defectos en todos, ¿por qué? porque estamos llenos de resentimientos con nosotros. Cuando ustedes sientan fastidio por algo de otro, ojalá tengan la Sabiduría de reconocer "eso es lo que yo estoy rechazando en mi interior y por eso me fastidia tanto en los demás". Cuando se vaya sanando la persona de todo aquello y se vaya amando, mirará con más amor a los demás, irá participando del amor de Dios que ama a todos y "hace salir el sol sobre justos y pecadores". No ama el pecado, pero ama siempre al pecador .
Y ese amor se va extendiendo a toda la naturaleza: a una flor, al agua, al aire, a la estrella..., a toda la Creación. Y todo se convierte progresivamente en una especie de sacramento, a través del cual la persona va comulgando a Dios, va recibiendo comunicación del amor de Dios. Aquella persona que está en oración cuando dialoga con el Señor frente a un sagrario o en la soledad de su habitación y demás, sale a un campo un día de paseo y continúa gozando con la manifestación del amor de Dios. De S. Ignacio de Loyola se cuenta que cuando estaba ya anciano recorría el jardín y con su bastoncillo se detenía y le decía a una flor: "Cállate, que sé lo que quieres decirme, que ame a mi Dios", y empezaba a llorar. ¿Recuerdan ustedes en la vida de Sta. Teresita, estaba ya enferma con su tuberculosis muy grave y un día la sacan al jardín y de pronto comienza a llorar y la hermana se acerca y le dice: " ¿ Tiene mucho dolor?" y le contesta: "No, mis lágrimas son de ternura, estaba mirando a una gallina que cobijaba a sus polluelos y recordaba las palabras del Señor". En esa gallina estaba viendo la manifestación del amor de Dios hacia ella y se sintió conmovida hasta las lágrimas al descubrir en esa gallina que cobijaba a los polluelos el amor de su Señor y se sintió entonces cobijada por el amor del Señor .
Cuando nosotros herimos la naturaleza, la tratamos mal, estamos manifestando el resentimiento que tenemos con nosotros mismos. ¡Cuántas veces cuando uno se tropieza le da golpes a la piedra y quiere volverla añicos! Eso le pasa a uno de niño y a veces hasta cuando crece... Está manifestando un resentimiento que tiene en su interior con algo que nada tiene que ver con nosotros. Nos tropezamos porque nos falta mirar mejor, poner mayor atención, ¡la pobre piedra qué culpa va a tener! Somos nosotros los causantes de todo esto.
Los poetas a veces dicen cosas muy sabias, y un poeta dice que cuando herimos una rosa se estremece una estrella. Y yo creo que al contrario, cuando amamos a una rosa se alegra una estrella, y sobre todo se alegra el Señor. Cuando nosotros mostramos amor a cualquier criatura, el Señor se complace, porque Él ama a esa criatura y porque ve que entonces nosotros nos estamos asemejando un poco a Él, estamos empezando y aprendiendo a amar lo que él ama. Porque todo lo que el Señor ha hecho lo ha hecho por amor. Y recuerden lo que dice el Génesis: "Vio que todo era bueno". Es una frase para significar que amó todo lo que hizo, porque Dios ama todo lo bueno, y si vio que todo era bueno pues lo amó a todo y todo es tan bueno porque es fruto, hechura del amor de Dios, nada ha hecho Dios que no lo haya hecho por amor . Y por eso, todo lo del Señor es bueno, lo único malo es lo que no ha hecho Dios, el pecado. Por eso Dios nunca amará el pecado, porque el pecado no es obra suya, pero amará siempre al pecador porque es obra suya.
Yo creo que nosotros tenemos una doctrina que el Señor en su bondad nos ha comunicado para descubrir dos realidades:
1ª. La realidad de nuestras heridas interiores. Todos llevamos un corazón herido, por eso Jesús vino, recibió la unción de su Espíritu y fue enviado "para sanar los corazones heridos". Y todo lo que nosotros profundicemos en este campo será benéfico, nos servirá y servirá a muchos.
2ª La otra realidad es que, si esas heridas han sido causadas por el desamor, tienen su sanación en el Amor .
Estamos viviendo una hora maravillosa, la hora del Espíritu. Esta Renovación espiritual que es despreciada por muchos, incluso combatida, es según Pablo VI "una gracia para la Iglesia y para el mundo". Él dijo con toda sabiduría que "para un mundo cada vez más secularizado nada tan necesario como esta Renovación que el Espíritu del Señor está suscitando en los medios y ambientes más diversos". y después de afirmar que es una gracia para la Iglesia y para el mundo dice: "Y entonces, ¿cómo no promoverla por todos los medios posibles?" Cuando alguien diga que qué piensa la Santa Sede pues díganlo, si ya lo ha dicho tantas veces, lo que pasa es que cuando no se quiere oír no se oye. Si queremos doctrina pontificia la tenemos clarísima también. Ya sabemos todo lo que ha dicho Juan Pablo II de la acción del Espíritu, las maravillas que dijo en Puebla, las que nos dijo a nosotros en el Encuentro que tuvimos con él, las que dirá en el futuro, porque todo hombre de Dios tiene que apreciar la acción del Espíritu y ser un convencido de que sin la fuerza del Espíritu no podemos nada y que este mundo actual necesita como nunca el dinamismo del Espíritu, nos lo dijo Juan Pablo II ahora.
Yo espero que ustedes, al volver a sus casas, no se dejen después desconcertar ni desanimar porque oigan cualquier crítica o cualquier burla, que tengan la personalidad suficiente para ser fieles al Señor. Si ustedes descubren dónde está el Señor y cómo obra el Señor, pues deben actuar de acuerdo con esa gracia recibida. Aquellas personas "veletas" que un día se animan y que después, porque oyen cualquier frase, se desaniman pues no van a ninguna parte. "El Reino de los cielos padece violencia, solamente los que hacen violencia lo arrebatan". Hay que arrebatar el Reino, hay que sacrificar muchas cosas por el Reino, hay que morir para vivir en el Reino, hay que dejarnos despojar, llegar a la pobreza para recibir la riqueza del Espíritu. Preparémonos con mucho fervor para que en esta Eucaristía recibamos más efusión del Señor y experimentemos más intensamente su amor.
Por todo lo que nos has dado y vas a darnos, gracias Señor.