UNA VOZ DE ALERTA PARA MANTENER LA LÁMPARA ENCENDIDA.
P. Chris ARIDAS y J.J. BOUCHER
Con frecuencia escuchamos preguntas de este tipo: ¿Por qué el encuentro de oración se vuelve rutinario? ¿Cómo algo que empezó bien termina mal? Muchos de los participantes en los grupos carismáticos de oración se preguntan si su propio encuentro se desenvuelve del modo más adecuado y por qué a veces cambia y no siempre para mejor. Y se comienza a pensar en los " viejos tiempos".
POSIBLE HISTORIA
Tal vez todo comenzó con un pequeño grupo de personas. Después de los primeros seminarios de vida en el Espíritu, otras muchas se unieron al grupo. Comenzaron los ministerios y cada situación era una oportunidad para que el poder del Señor se manifestase. Estos "sucesos" se referían con gran entusiasmo en la reunión semanal. Al difundirse, mucha gente acudía, incluso de lejos, porque el encuentro de oración se veía como un lugar privilegiado para encontrarse con el Señor. Algunos comparaban su experiencia con la de la Iglesia primitiva, cuando el "Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar" (Hch 2,47).
Animados por la respuesta de la gente, los responsables trataban de hacerlo todo lo mejor posible; los encuentros tenían un desarrollo bastante parecido: alabanza, cantos, intercesión, testimonios. Los seminarios de vida en el Espíritu seguían un esquema definido y todo contribuía a impulsar el espíritu comunitario.
La formación de responsables y animadores seguía también su curso. Inicialmente, el encuentro de oración la guiaban, por suerte, personas que habían sentido la llamada del Espíritu. Con el paso del tiempo, un núcleo más numeroso, llamado grupo de servidores, o de discernimiento, comenzó a reunirse para orar y programar los encuentros. Parecían personas muy unidas entre sí, su fe era fuerte y utilizaban los carismas de manera evidente. Poco a poco, desafortunadamente, este grupo comenzó a convertirse en una "élite" que controlaba todo. Con el paso del tiempo, el grupo de dirección se volvió más estático; las mismas personas hacían siempre las mismas cosas y del mismo modo. Algunos miembros del grupo de oración empezaban a lamentarse de que los animadores estaban sofocando el Espíritu y que las cosas ya no iban como al principio. Estas quejas provocaban desacuerdos y con ellas vino la confusión. La única arma era la defensa usada como norma de actuación, limitando así la esperanza de cambio y de crecimiento.
El mismo grupo de servicio pastoral comenzó a bajar en número de servidores y de ministerios. Cuando llegaba el momento de añadir nuevos animadores, pocos estaban disponibles porque no habían sido preparados. Esta situación se fue alargando hasta que: 1) El encuentro de oración se redujo a un número limitado de personas que trataban de encontrase fielmente, como en el pasado; 2) Los primeros responsables se marcharon causando gran desorientación entre los que permanecían; 3) El grupo originario se dividió en varios grupos, convencidos todos de que ellos eran los que obedecían el Espíritu; y 4) El grupo encuentra por suerte un nuevo procedimiento para seleccionar nuevos animadores que sustituyan a los anteriores.
Esta última solución es la que se da más raramente y así el grupo de oración muere de "muerte lenta".
ANÁLISIS DE LAS CAUSAS.
¿Por qué ocurre esto? Muchas pueden ser las razones pero, entre ellas, la más importante es la confusión entre los fines de la 'Asamblea de grupos de oración' y el "grupo de oración'. Cuando se confunden, comienzan los problemas.
El punto esencial de los encuentros de oración es la evangelización a través de los seminarios de vida en el Espíritu, que son un horno espiritual donde las personas acuden para sentir la fuerza del Espíritu que actúa a través del pueblo de Dios. ¿No fue el gran encuentro de oración, los seminarios del Espíritu, el entusiasmo y la exuberancia de las reuniones carismáticas en las que se movía la fuerza del espíritu la que atrajo nuestra atención?
En cambio, el punto esencial del grupo de oración es el desarrollo de la comunidad al compartir y edificar relaciones fraternas, sanas y fuertes. ¿No fue en el pequeño grupo de compartir, en el interior de un ministerio o en el encontrarnos sencillamente juntos, donde sentimos la experiencia íntima de la verdadera comunidad cristiana? Aunque estos fines pueden mezclarse y sobreponerse, tienen en sí distinta misión.
FINALIDAD DE LOS ENCUENTROS DE ORACIÓN.
Como muchos usan sin diferenciar los términos "encuentros de grupos grandes de oración" y "grupos de oración", confunden también sus fines:
Algunos dicen que el fin de los encuentros de oración es la renovación de la parroquia. Se explica esto tal vez por el amor y estima que tienen los carismáticos de las relaciones con sus parroquias. Pero ¿es esto lo que Dios quiere de un encuentro de oración? Si el párroco no les encarga, explícitamente, la renovación de la parroquia, no puede ser éste el fin del encuentro de oración. Puede ser un aspecto secundario ya que la parroquia no se renueva solo con esto. A veces se tiene la esperanza de llenarla de la fuerza del Espíritu, pero podría darse la experiencia negativa de crear compartimentos separados, ya que otros feligreses podrían decir: "Esto va bien para ellos, pero no es para mí".
Otras veces, la renovación de la parroquia es la excusa que utiliza un pequeño grupo de personas para separarse de otro, más numeroso, que se reúne en la parroquia vecina.
Otros, simplemente, no quieren desplazarse demasiado; otros, se van por desacuerdo con algunas personas. Más que resolver de modo cristiano y carismático las dificultades, se consideran "guiados por el Espíritu" hacia otra parte.
En las reuniones grandes de oración, para otros, lo fundamental es la "comunidad". Y porque sienten falta de intimidad en el gran grupo de origen, fundan otro pensando conseguir relaciones fraternas más íntimas. Pero la experiencia nos ha demostrado que la verdadera comunidad nace cuando las personas "comparten juntas la propia existencia", no cuando se limitan a encontrarse una vez a la semana para orar.
Otro motivo que empuja a fundar un nuevo grupo, es el deseo de llevar a otras personas a experimentar la efusión del Espíritu y tener un encuentro personal con Jesús, porque el grupo es siempre el lugar donde puede vivirse esta realidad con otros hermanos. En cambio, durante los encuentros de grupos de oración las personas aprenden a evangelizar y a conocer los ministerios. Nos reunimos para difundir la Buena Nueva y compartir con muchas personas las obras que el Señor está realizando. El encuentro de grupos de oración y el grupo de oración tienen dos finalidades diferentes. Ambas son parte de nuestra experiencia cristiana.
Un encuentro asambleario de oración debe ser el lugar donde muchos grupos se reúnen para alabar a Dios y donde los recién llegados se animan a creer, al ver cumplidas las promesas de Dios.
Un encuentro asambleario de oración donde falten los dones carismáticos (profecía, lenguas, exhortación, etc.) o donde falten ministerios importantes (pastoreo, música, enseñanza, intercesión) puede ser un grupo de personas buenas que el Señor podrá utilizar de distintas maneras, pero no un encuentro carismático de oración. Confundir lo no carismático con lo carismático: Aquí está el problema.
¿QUÉ DECISION TOMAR?
Si el grupo de oración está viviendo una situación difícil no hay que tener miedo a plantearse su unión con otro grupo o incluso aceptar su desaparición. Hay que tener en cuenta la definición y el objetivo de un encuentro carismático: "Un conjunto de personas que se reúnen para alabar a Dios, para escucharle y crecer en el amor fraterno". Si nada de esto se da, hay que examinar la situación para ver qué remedio se necesita. Siempre que la asistencia decae, los responsables deben discernir para conocer la voluntad del Señor. Pueden darse varias posibilidades:
El encuentro se ha vuelto tan impersonal que la gente se siente perdida entre la multitud. Si esto ocurre durante mucho tiempo, el nervio espiritual que mantiene al grupo unido se pierde; los responsables se desaniman; son pocos los que muestran dones del Espíritu; disminuyen los servicios y ministerios y, en los que quedan, la insatisfacción es creciente. En este caso la enseñanza podrá servir para animar a las personas a participar en grupos mas pequeños, donde las relaciones mutuas se pueden sostener y fomentar. Algunos no sabrán cómo hacerlo; entonces deben ayudarles los responsables a participar, por ejemplo, en grupos de profundización, de Biblia, etc.
Es también posible que el Señor esté pidiendo que un grupo se funda con otro. Nos cuesta cambiar de costumbres, sobre todo, cuando se ha experimentado en un grupo con fuerza el poder de Dios; esto puede suceder en grupos que llevan años de vida, donde la gente entra, pasa y sale a trabajar en otros campos (catequesis, enfermos, prisiones). Al recibir alimento y fuerza en otro lugar, abandonan el encuentro de oración con pena.
TODO FS PARA BIEN
Los encuentros de grupos de oración no son eternos. Pueden "caer en tierra y morir" para que nazca otra realidad. El cuerpo sigue vivo aunque unas células puedan morir y otras renazcan. En el Cuerpo de Cristo, el encuentro de oración no es todo el Cuerpo. Si lo consideramos realmente como parte del cuerpo, comprenderemos que hay células que mueren y otras que continúan. Lo importante no es la vida o la muerte de unas células, sino el cuerpo en su totalidad. Si un encuentro, que fue en otro tiempo vibrante, ya no es "carismático", puede significar que los participantes deben unirse a otros encuentros verdaderamente "carismáticos", (y sin dejar de participar por esto en la experiencia de crecimiento dentro de un grupo pequeño).
Nuestra fuerza no nace de un encuentro de oración concreto, sino del Señor que se manifiesta a través de su Espíritu.
En buenos encuentros de oración pueden darse, a veces, cosas no tan buenas; pero esto no es una razón para desanimarse. Sabemos que "en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman" (Rm 8.28). Por eso confiamos en su amor en medio de las pruebas y las incertidumbres. Si confiamos en Él, continuaremos creciendo, a través de los cambios, hasta llegar a esa medida que Él quiere para nosotros.
(Nuevo Pentecostés, nº 33)
P. Chris ARIDAS y J.J. BOUCHER
Con frecuencia escuchamos preguntas de este tipo: ¿Por qué el encuentro de oración se vuelve rutinario? ¿Cómo algo que empezó bien termina mal? Muchos de los participantes en los grupos carismáticos de oración se preguntan si su propio encuentro se desenvuelve del modo más adecuado y por qué a veces cambia y no siempre para mejor. Y se comienza a pensar en los " viejos tiempos".
POSIBLE HISTORIA
Tal vez todo comenzó con un pequeño grupo de personas. Después de los primeros seminarios de vida en el Espíritu, otras muchas se unieron al grupo. Comenzaron los ministerios y cada situación era una oportunidad para que el poder del Señor se manifestase. Estos "sucesos" se referían con gran entusiasmo en la reunión semanal. Al difundirse, mucha gente acudía, incluso de lejos, porque el encuentro de oración se veía como un lugar privilegiado para encontrarse con el Señor. Algunos comparaban su experiencia con la de la Iglesia primitiva, cuando el "Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar" (Hch 2,47).
Animados por la respuesta de la gente, los responsables trataban de hacerlo todo lo mejor posible; los encuentros tenían un desarrollo bastante parecido: alabanza, cantos, intercesión, testimonios. Los seminarios de vida en el Espíritu seguían un esquema definido y todo contribuía a impulsar el espíritu comunitario.
La formación de responsables y animadores seguía también su curso. Inicialmente, el encuentro de oración la guiaban, por suerte, personas que habían sentido la llamada del Espíritu. Con el paso del tiempo, un núcleo más numeroso, llamado grupo de servidores, o de discernimiento, comenzó a reunirse para orar y programar los encuentros. Parecían personas muy unidas entre sí, su fe era fuerte y utilizaban los carismas de manera evidente. Poco a poco, desafortunadamente, este grupo comenzó a convertirse en una "élite" que controlaba todo. Con el paso del tiempo, el grupo de dirección se volvió más estático; las mismas personas hacían siempre las mismas cosas y del mismo modo. Algunos miembros del grupo de oración empezaban a lamentarse de que los animadores estaban sofocando el Espíritu y que las cosas ya no iban como al principio. Estas quejas provocaban desacuerdos y con ellas vino la confusión. La única arma era la defensa usada como norma de actuación, limitando así la esperanza de cambio y de crecimiento.
El mismo grupo de servicio pastoral comenzó a bajar en número de servidores y de ministerios. Cuando llegaba el momento de añadir nuevos animadores, pocos estaban disponibles porque no habían sido preparados. Esta situación se fue alargando hasta que: 1) El encuentro de oración se redujo a un número limitado de personas que trataban de encontrase fielmente, como en el pasado; 2) Los primeros responsables se marcharon causando gran desorientación entre los que permanecían; 3) El grupo originario se dividió en varios grupos, convencidos todos de que ellos eran los que obedecían el Espíritu; y 4) El grupo encuentra por suerte un nuevo procedimiento para seleccionar nuevos animadores que sustituyan a los anteriores.
Esta última solución es la que se da más raramente y así el grupo de oración muere de "muerte lenta".
ANÁLISIS DE LAS CAUSAS.
¿Por qué ocurre esto? Muchas pueden ser las razones pero, entre ellas, la más importante es la confusión entre los fines de la 'Asamblea de grupos de oración' y el "grupo de oración'. Cuando se confunden, comienzan los problemas.
El punto esencial de los encuentros de oración es la evangelización a través de los seminarios de vida en el Espíritu, que son un horno espiritual donde las personas acuden para sentir la fuerza del Espíritu que actúa a través del pueblo de Dios. ¿No fue el gran encuentro de oración, los seminarios del Espíritu, el entusiasmo y la exuberancia de las reuniones carismáticas en las que se movía la fuerza del espíritu la que atrajo nuestra atención?
En cambio, el punto esencial del grupo de oración es el desarrollo de la comunidad al compartir y edificar relaciones fraternas, sanas y fuertes. ¿No fue en el pequeño grupo de compartir, en el interior de un ministerio o en el encontrarnos sencillamente juntos, donde sentimos la experiencia íntima de la verdadera comunidad cristiana? Aunque estos fines pueden mezclarse y sobreponerse, tienen en sí distinta misión.
FINALIDAD DE LOS ENCUENTROS DE ORACIÓN.
Como muchos usan sin diferenciar los términos "encuentros de grupos grandes de oración" y "grupos de oración", confunden también sus fines:
Algunos dicen que el fin de los encuentros de oración es la renovación de la parroquia. Se explica esto tal vez por el amor y estima que tienen los carismáticos de las relaciones con sus parroquias. Pero ¿es esto lo que Dios quiere de un encuentro de oración? Si el párroco no les encarga, explícitamente, la renovación de la parroquia, no puede ser éste el fin del encuentro de oración. Puede ser un aspecto secundario ya que la parroquia no se renueva solo con esto. A veces se tiene la esperanza de llenarla de la fuerza del Espíritu, pero podría darse la experiencia negativa de crear compartimentos separados, ya que otros feligreses podrían decir: "Esto va bien para ellos, pero no es para mí".
Otras veces, la renovación de la parroquia es la excusa que utiliza un pequeño grupo de personas para separarse de otro, más numeroso, que se reúne en la parroquia vecina.
Otros, simplemente, no quieren desplazarse demasiado; otros, se van por desacuerdo con algunas personas. Más que resolver de modo cristiano y carismático las dificultades, se consideran "guiados por el Espíritu" hacia otra parte.
En las reuniones grandes de oración, para otros, lo fundamental es la "comunidad". Y porque sienten falta de intimidad en el gran grupo de origen, fundan otro pensando conseguir relaciones fraternas más íntimas. Pero la experiencia nos ha demostrado que la verdadera comunidad nace cuando las personas "comparten juntas la propia existencia", no cuando se limitan a encontrarse una vez a la semana para orar.
Otro motivo que empuja a fundar un nuevo grupo, es el deseo de llevar a otras personas a experimentar la efusión del Espíritu y tener un encuentro personal con Jesús, porque el grupo es siempre el lugar donde puede vivirse esta realidad con otros hermanos. En cambio, durante los encuentros de grupos de oración las personas aprenden a evangelizar y a conocer los ministerios. Nos reunimos para difundir la Buena Nueva y compartir con muchas personas las obras que el Señor está realizando. El encuentro de grupos de oración y el grupo de oración tienen dos finalidades diferentes. Ambas son parte de nuestra experiencia cristiana.
Un encuentro asambleario de oración debe ser el lugar donde muchos grupos se reúnen para alabar a Dios y donde los recién llegados se animan a creer, al ver cumplidas las promesas de Dios.
Un encuentro asambleario de oración donde falten los dones carismáticos (profecía, lenguas, exhortación, etc.) o donde falten ministerios importantes (pastoreo, música, enseñanza, intercesión) puede ser un grupo de personas buenas que el Señor podrá utilizar de distintas maneras, pero no un encuentro carismático de oración. Confundir lo no carismático con lo carismático: Aquí está el problema.
¿QUÉ DECISION TOMAR?
Si el grupo de oración está viviendo una situación difícil no hay que tener miedo a plantearse su unión con otro grupo o incluso aceptar su desaparición. Hay que tener en cuenta la definición y el objetivo de un encuentro carismático: "Un conjunto de personas que se reúnen para alabar a Dios, para escucharle y crecer en el amor fraterno". Si nada de esto se da, hay que examinar la situación para ver qué remedio se necesita. Siempre que la asistencia decae, los responsables deben discernir para conocer la voluntad del Señor. Pueden darse varias posibilidades:
El encuentro se ha vuelto tan impersonal que la gente se siente perdida entre la multitud. Si esto ocurre durante mucho tiempo, el nervio espiritual que mantiene al grupo unido se pierde; los responsables se desaniman; son pocos los que muestran dones del Espíritu; disminuyen los servicios y ministerios y, en los que quedan, la insatisfacción es creciente. En este caso la enseñanza podrá servir para animar a las personas a participar en grupos mas pequeños, donde las relaciones mutuas se pueden sostener y fomentar. Algunos no sabrán cómo hacerlo; entonces deben ayudarles los responsables a participar, por ejemplo, en grupos de profundización, de Biblia, etc.
Es también posible que el Señor esté pidiendo que un grupo se funda con otro. Nos cuesta cambiar de costumbres, sobre todo, cuando se ha experimentado en un grupo con fuerza el poder de Dios; esto puede suceder en grupos que llevan años de vida, donde la gente entra, pasa y sale a trabajar en otros campos (catequesis, enfermos, prisiones). Al recibir alimento y fuerza en otro lugar, abandonan el encuentro de oración con pena.
TODO FS PARA BIEN
Los encuentros de grupos de oración no son eternos. Pueden "caer en tierra y morir" para que nazca otra realidad. El cuerpo sigue vivo aunque unas células puedan morir y otras renazcan. En el Cuerpo de Cristo, el encuentro de oración no es todo el Cuerpo. Si lo consideramos realmente como parte del cuerpo, comprenderemos que hay células que mueren y otras que continúan. Lo importante no es la vida o la muerte de unas células, sino el cuerpo en su totalidad. Si un encuentro, que fue en otro tiempo vibrante, ya no es "carismático", puede significar que los participantes deben unirse a otros encuentros verdaderamente "carismáticos", (y sin dejar de participar por esto en la experiencia de crecimiento dentro de un grupo pequeño).
Nuestra fuerza no nace de un encuentro de oración concreto, sino del Señor que se manifiesta a través de su Espíritu.
En buenos encuentros de oración pueden darse, a veces, cosas no tan buenas; pero esto no es una razón para desanimarse. Sabemos que "en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman" (Rm 8.28). Por eso confiamos en su amor en medio de las pruebas y las incertidumbres. Si confiamos en Él, continuaremos creciendo, a través de los cambios, hasta llegar a esa medida que Él quiere para nosotros.
(Nuevo Pentecostés, nº 33)