Por el padre Jorge Bravo M., s.j.
(Revista EL SIERVO. Dic. 2001)
El 25 de diciembre, Navidad del 2001, celebramos los 40 años del anuncio profético de Juan XXIII sobre la necesidad urgente de un nuevo Pentecostés en la Iglesia y, por ello, le damos infinitas gracias a Dios.
El Papa Juan XXIII, al convocar oficialmente el Concilio Ecuménico Vaticano II, mediante la Constitución "Humanae Salutis" ("El Reparador de la Salvación Humana"), el día de Navidad de 1961, nos clamaba con voz urgente de profeta: "La Iglesia asiste en nuestros días a una grave crisis de la humanidad, que traerá consigo profundas mutaciones. Un orden nuevo se está gestando, y la Iglesia tiene en sí misiones inmensas, como en las épocas más trágicas de la historia. Porque lo que se exige hoy de la Iglesia es que infunda en las venas de la humanidad actual la virtud perenne, vital y divina del Evangelio" (HS, 2).
Y en este contexto añade Juan XXIII la célebre exhortación a orar en todo el mundo pidiendo, como lo más urgente para la Iglesia, la experiencia universal de un Nuevo Pentecostés: "Repítense así ahora en la familia cristiana el espectáculo de los Apóstoles reunidos en Jerusalén después de la ascensión de Jesús al cielo, cuando la Iglesia naciente se encontró unida en comunión de pensamiento y oración con Pedro y en derredor de Pedro, Pastor de los corderos y de las ovejas. Y dígnese el Espíritu divino escuchar de la manera más consoladora la oración que todos los días sube a Él desde todos los rincones de la tierra: Renueva en nuestro tiempo los prodigios como de un nuevo Pentecostés, y concede que la Iglesia Santa, reunida en unánime y más intensa oración en torno a María, Madre de Jesús, y guiada por Pedro, propague el reino del Salvador divino, que es reino de verdad, de justicia, de amor y de paz. Amén" (HS, 21).
Pocos años más tarde, en 1967, comienzan a aparecer por todas partes los pequeños grupos de oración de la Renovación Carismática Católica que, como un fuego incontenible, han ido purificando y renovando la Iglesia por el mundo entero Así lo reconoció ya en 1979 Juan Pablo lI al dirigirse a un pequeño grupo de dirigentes en Roma: "Ahora, decía el Papa, yo veo este movimiento, esta actividad por todas partes... También en mi país. Todos los carismas son parte de la riqueza del Señor. Yo estoy convencido de que este movimiento es un signo de su acción. El mundo necesita mucho de esta acción del Espíritu Santo, y de muchos instrumentos para esta acción... De manera que estoy convencido de que este movimiento es muy importante componente de esta total renovación espiritual de la Iglesia".
Cuarenta años después de la exhortación de Juan XXIII podemos dar testimonio de que el Señor ha concedido con abundancia este nuevo Pentecostés a la Iglesia. Pero necesitamos no quedarnos extasiados ante el pasado de estos 40 años sino "remar mar adentro", como nos dice Juan Pablo II al comenzar a caminar en los albores del Tercer Milenio. "Recordemos, sí, con gratitud el pasado; abrámonos con confianza al futuro, y vivamos, como nos dice Juan Pablo II, con pasión el presente". "Voguemos mar adentro", hacia las insondables riquezas del Corazón de Cristo Resucitado que nos sigue bautizando renovadamente con su Espíritu...
Hemos entrado en el Tercer Milenio y estamos viviendo en un mundo más herido que el pasado, en un mundo humanamente más incierto y amenazador:
Señor, ¡gracias por el Nuevo Pentecostés! ¡Gracias porque sólo en Ti ponemos la esperanza! ¡Gracias por los 40 años del Nuevo Pentecostés!
Virgen María, ¡enséñanos a hacer siempre lo que Jesús nos dice!
¡Gracias Señor, por la novedad inagotable de cada Navidad!
(Revista EL SIERVO. Dic. 2001)
El 25 de diciembre, Navidad del 2001, celebramos los 40 años del anuncio profético de Juan XXIII sobre la necesidad urgente de un nuevo Pentecostés en la Iglesia y, por ello, le damos infinitas gracias a Dios.
El Papa Juan XXIII, al convocar oficialmente el Concilio Ecuménico Vaticano II, mediante la Constitución "Humanae Salutis" ("El Reparador de la Salvación Humana"), el día de Navidad de 1961, nos clamaba con voz urgente de profeta: "La Iglesia asiste en nuestros días a una grave crisis de la humanidad, que traerá consigo profundas mutaciones. Un orden nuevo se está gestando, y la Iglesia tiene en sí misiones inmensas, como en las épocas más trágicas de la historia. Porque lo que se exige hoy de la Iglesia es que infunda en las venas de la humanidad actual la virtud perenne, vital y divina del Evangelio" (HS, 2).
Y en este contexto añade Juan XXIII la célebre exhortación a orar en todo el mundo pidiendo, como lo más urgente para la Iglesia, la experiencia universal de un Nuevo Pentecostés: "Repítense así ahora en la familia cristiana el espectáculo de los Apóstoles reunidos en Jerusalén después de la ascensión de Jesús al cielo, cuando la Iglesia naciente se encontró unida en comunión de pensamiento y oración con Pedro y en derredor de Pedro, Pastor de los corderos y de las ovejas. Y dígnese el Espíritu divino escuchar de la manera más consoladora la oración que todos los días sube a Él desde todos los rincones de la tierra: Renueva en nuestro tiempo los prodigios como de un nuevo Pentecostés, y concede que la Iglesia Santa, reunida en unánime y más intensa oración en torno a María, Madre de Jesús, y guiada por Pedro, propague el reino del Salvador divino, que es reino de verdad, de justicia, de amor y de paz. Amén" (HS, 21).
Pocos años más tarde, en 1967, comienzan a aparecer por todas partes los pequeños grupos de oración de la Renovación Carismática Católica que, como un fuego incontenible, han ido purificando y renovando la Iglesia por el mundo entero Así lo reconoció ya en 1979 Juan Pablo lI al dirigirse a un pequeño grupo de dirigentes en Roma: "Ahora, decía el Papa, yo veo este movimiento, esta actividad por todas partes... También en mi país. Todos los carismas son parte de la riqueza del Señor. Yo estoy convencido de que este movimiento es un signo de su acción. El mundo necesita mucho de esta acción del Espíritu Santo, y de muchos instrumentos para esta acción... De manera que estoy convencido de que este movimiento es muy importante componente de esta total renovación espiritual de la Iglesia".
Cuarenta años después de la exhortación de Juan XXIII podemos dar testimonio de que el Señor ha concedido con abundancia este nuevo Pentecostés a la Iglesia. Pero necesitamos no quedarnos extasiados ante el pasado de estos 40 años sino "remar mar adentro", como nos dice Juan Pablo II al comenzar a caminar en los albores del Tercer Milenio. "Recordemos, sí, con gratitud el pasado; abrámonos con confianza al futuro, y vivamos, como nos dice Juan Pablo II, con pasión el presente". "Voguemos mar adentro", hacia las insondables riquezas del Corazón de Cristo Resucitado que nos sigue bautizando renovadamente con su Espíritu...
Hemos entrado en el Tercer Milenio y estamos viviendo en un mundo más herido que el pasado, en un mundo humanamente más incierto y amenazador:
Señor, ¡gracias por el Nuevo Pentecostés! ¡Gracias porque sólo en Ti ponemos la esperanza! ¡Gracias por los 40 años del Nuevo Pentecostés!
Virgen María, ¡enséñanos a hacer siempre lo que Jesús nos dice!
¡Gracias Señor, por la novedad inagotable de cada Navidad!