Ceferino SANTOS, S.J.
Resulta difícil y casi imposible hablar adecuadamente del Dios Padre, trascendente, infinito, inaccesible al hombre: "Nadie conoce bien al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Mt 11,27). Y, sin embargo, se nos pide en este año dedicado al Padre, hablar de Él, meditar en Él y contemplarlo con amor de hijos. Como "a Dios nadie lo ha visto jamás, el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha dado a conocer" (Jn 1,18). Gracias a la divina revelación se nos van manifestando aspectos parciales de la grandeza de Dios y de su paternidad. Con frecuencia, lo inefable de Dios se acerca al hombre con imágenes y esquemas de un modelo antropomórfico para que de algún modo podamos entender la vida y la actuación de un Dios Padre, que es espíritu indescriptible e inabarcable. Y, aunque Dios Padre, no tiene oídos, la Escritura sagrada nos dice que "sus oídos escuchan la oración" de los justos (1 P 3,12); y aunque no tiene ojos, se nos habla de que "los ojos del Señor son diez mil veces más brillantes que el sol y observan todos los caminos de los hombres" (Si/Eclo 23,19) y que nada puede ocultarse a sus ojos (Si 39,19). Y, aunque Dios no tiene manos, la Biblia repite incansablemente la acción de las manos de Dios: " ¿Acaso es corta la mano de Yahvé?" (Nm. 11,23). Él "nos sacó de Egipto con mano fuerte" (Dt. 6,21).
Como no podemos abarcar todas las maravillas que se encierran en la paternidad de Dios, contemplemos brevemente lo que la Sagrada Escritura nos dice bajo el símbolo de sus divinas manos paternas, benditas y bendecidoras.
MANOS QUE CREAN y CONSTRUYEN
La acción inaccesible de Dios Padre queda simbolizada en sus manos. Sabemos al nivel humano lo que son las manos de un padre. Tal vez nos falte experiencia religiosa de lo que son las manos de Dios. En primer lugar, las manos de Dios son unas manos que crean, forman y modelan a la entera creación material con sus billones de toneladas y al hombre con todo su universo psicofísico y moral.
"El cielo es mi trono, dice Dios en el profeta Isaías, y la tierra el estrado de mis pies. Todo lo hizo mi mano y es mío todo ello" (Is. 66,12). "Yo extendí los cielos con mis manos" (Is 45,12), afirma Dios por Isaías. y continúa el profeta diciendo: "Sí, es mi mano la que fundamentó la tierra y mi diestra la que extendió los cielos. Los llamo y todos se presentan" (Is 48,13). El autor de la Carta a los Hebreos recalca: "Obra de tus manos son los cielos" (Hbr. 1,10). El Salmista confiesa: "El firmamento anuncia la obra de tus manos" (Salmo 19,2). Y añade: "La tierra y los cielos son obra de tus manos" (51 102,26). En el libro del Eclesiástico se subraya que el cielo y el arco iris "lo han tendido las manos del Altísimo" (Eclo/Si 43,12), y "en sus manos el rayo levanta" (Job. 36,32). El cosmos ha brotado de las manos poderosas y acogedoras de Dios, que lo rigen y conservan. "Tu mano omnipotente de informe materia había creado al mundo" (Sb. 11,17), afirma el libro de la Sabiduría.
El mundo de los animales de la tierra, de las aves del cielo, de los reptiles y de los peces del mar, salió de las manos de Dios: "Entre todos ellos, ¿quién ignora que la mano de Dios ha hecho esto?" (Job 12,9), se pregunta Job.
Sobre toda su creación, el hombre es obra especial de las manos del Dios, Padre de todos sus hijos. "Tus manos me han hecho y me han formado" (Salmo 119,73), proclama el salmista. "Tus manos me formaron y me plasmaron" (Job 10,8), reconoce Job. Y exclama: "¡Todos son obra de tus manos!" (Job 34,19). "Tú, nuestro alfarero, proclama Isaías; todos nosotros hechura de tus manos" (Is 64,7). "Hace lo que quiere con los habitantes de la tierra... y nadie puede detener su mano" (Dn. 4,32), afirma el profeta Daniel. Hasta "la pena y la tristeza... las tomas de tu mano" (Salmo 10,14), reconoce el salmista. y en el mismo mundo moral, "verdad y justicia son las obras de tus manos" (Salmo 111,7) . Los justos, dice Dios por Isaías, son "la obra de mis manos para manifestar mi gloria" (Is 60,21). Y añade Dios por el profeta: "viendo a sus hijos, las obras de mis manos, santificarán mi nombre" (Is 29,23). El cantor de los salmos se goza por la obra de Dios: 'Ante las obras de tus manos exulto" (Salmo 92,5). Confiesa en voz alta: "Medito en todas tus acciones, pondero las obras de tus manos" (Salmo 143,5). Y reconoce el amor paternal de Dios con su creación: "Eterno es tu amor; no dejas la obra de tus manos" (Salmo 138,8).
Ante el rechazo de los hombres a reconocer la actuación de Dios en todas las cosas, el salmista se lamenta: "No comprenden los hechos de Yahvéh, la obra de sus manos" (Salmo 28,5). "No contemplan la obra de Dios, clama Isaías, no ven la acción de sus manos" (Is 5,12). La conclusión del profeta es rotunda: "Que vean y conozcan, que reflexionen y aprendan de una vez que la mano del Señor lo ha hecho, el Santo de Israel lo ha creado" (Is 41,20 ) .
MANOS QUE GOBIERNAN y RESTAURAN
Las manos paternales de Dios no concluyen su tarea con la creación del cosmos y del hombre. Todas las cosas siguen bajo el dominio de Dios y bajo su cuidado providente, restaurador y amoroso.
1. En manos de Dios sigue estando el gobierno del mundo material: "En su mano están las simas de la tierra; suya es la tierra firme que formaron sus manos" (5194,4-5). También "en manos del Señor está el gobierno de la tierra y a su tiempo suscita lo que conviene" (Si 10,4) .
El rey Salomón reconoce en su oración ante Dios: "Tú lo gobiernas todo; en tu mano están el poder y la fortaleza, y es tu mano la que todo lo engrandece y a todo da consistencia" (1 Cor 29,12). "Todo viene de tu mano y todo es tuyo" (1 Cor 29,16). Y el rey Josafat afirma, hablando con Dios: " ¿No está en tu mano el poder y la fortaleza sin que nadie pueda resistirte?" (2 Cor 20,6). "No hay nada que se escape de la mano de Dios" (Tb. 13,2), declara Tobit en su himno al Señor. Los Proverbios dicen que "el corazón del rey está en la mano de Yahvéh" (Pro 21,1), y los reyes de la tierra, "Edom y Moab, están bajo el dominio de su mano" (Is 11, 14) .
El Padre puede delegar su autoridad en el hombre: "le hiciste señor de las obras de tus manos" (51 8, 7); pero el dominio del hombre sobre la creación es limitado y sometido a la autoridad suprema de Dios. El Señor puede poner "autoridad en la mano" (Is 22,21) de Elyaquim, pero se trata de una autoridad limitada. Sólo en Jesús deposita el Padre todo su poder: "El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano" (Jn 3,35). A Jesús se le ha dado todo poder en el cielo y en la tierra (Mt 28,18) y, por tanto, la autoridad y el poder del Padre y del Hijo se unifican en una acción que es de ambos. A Jesús el Padre le ha puesto todo en sus manos" (Jn 13,3). A nosotros no nos resta sino "humillarnos bajo la poderosa mano de Dios" (1 P 5,6) y someternos a su amoroso dominio: "Él tiene en sus manos nuestro propio aliento y de Él dependen todos nuestros caminos" (Dn 5,23).
2. Las manos paternas de Dios restauran lo que el maligno y el pecado han deteriorado y roto en su creación y en sus obras. "El actuar con inmenso poder está siempre en tu mano" (Sb 11,21). "Él es que llaga y luego cura con su mano" (Sb 5,18). Isaías provoca nuestra fe dejando que Dios nos pregunte: " ¿Acaso se ha vuelto mi mano demasiado corta para rescatar o no habrá vigor en Mí para salvar?" (Is 50,2). Tras la dispersión del pueblo de Dios en el exilio, Dios hace su promesa: "Os reuniré de los países donde fuisteis deportados, con mano fuerte y tenso brazo" (Hez 20,34). Dios Padre restaura a su pueblo con amor y con poder.
El Padre ha querido dejar de un modo especial la labor restauradora en manos del Hijo unigénito, Jesús. Él es quien extiende la mano, toca al leproso y le dice: "Quiero, queda limpio" (Mt 8,3; Mc 1,41; Lc 5,13), y la salud se restaura en el leproso. Cristo es quien impone la mano sobre el sordo (Mc 7,32) para que oiga. Jesús es quien impone las manos al ciego de Betsaida (Mc 8,23.25) y éste recupera la vista. A Jesús se le pide que imponga sus manos a un niña (Mc 5,23) que acaba de morir y ésta resucita (Mc 5,51). Las manos de Jesús extienden hasta nosotros las manos del Padre para restaurarnos y sanarnos: "poniendo las manos sobre cada uno, los curaba" (Lc 4,40). En Jesús las manos del Padre se nos han hecho cercanas, palpables y visibles para restaurarnos y sanarnos.
MANO FUERTE y LIBERADORA.
El pueblo de Israel hablaba con frecuencia de la mano poderosa de Dios y de su tenso brazo cuando se sentía liberado y salvo. "El rey de Egipto no os dejará salir sino forzado por mi mano poderosa" (Ex 3,19). "Bajo mi mano fuerte tendrá que dejaros partir" (Ex 6,1). Moisés reconoce que Dios sacó al pueblo "de la tierra de Egipto con gran poder y mano fuerte" (Ex 32,11). El Deuteronomio afirma que Dios "te sacó de allí con mano fuerte y tenso brazo" (Dt. 5,15). El Salmista repite: "Sacó a Israel de Egipto con mano fuerte y tenso brazo, porque es eterno su amor" (Salmo 136,12).
Los profetas recuerdan esta actuación poderosa de Dios y esperan que se repita en el futuro: "Sacaste a Israel de Egipto... con mano fuerte y tenso brazo" (Jer 32,21), proclama Jeremías. Y Baruc repite: "sacaste a tu pueblo de Egipto con mano fuerte" (Ba. 2, 11) . La ayuda de Dios puede repetirse: "Nuestro Dios nos librará de la mano del rey de Asiria" (2 Cr 32,11), dijo Ezequías ante las amenazas de Senaquerib. El Salmista reconocía agradecido la mano liberadora de Dios: "Extiendes Tú la mano y tu derecha me salva" (SI 138,7). En los momentos de peligro se requiere la invocación de los salmos: "Extiende tu mano desde la alto y sálvame" (Salmo 144,7).
Josué reconoce que en todas sus campañas la mano de Yahvéh intervenía" (Jos. 2,15) y desea "que todos los pueblos de la tierra reconozcan la fuerte que es la mano de Yahvéh" (Jos 4,24). A Dios le gusta actuar en favor de su pueblo: "He aquí que Yo les hago conocer - esta vez sí- mi mano y mi poderío" (Jer. 16,21). Nosotros queremos reconocer el poder de la mano de Dios frente a tantos que ven y no miran ni reconocen la actuación liberadora de Dios: "No se acordaron de su mano ni del día en que los libró del adversario" (Salmo 78,42). El riesgo es grande. El que no admite la mano de Dios como mano gobernante y liberadora, cae en el peligro de sentir sobre sí la mano pesada del castigo.
LA MANO QUE NOS CASTIGA
El salmista reconoce la actuación punitiva de Dios sobre los que se le oponen con sus rebeldías: "Tu mano alcanzará a todos tus enemigos" (Salmo 21,9). Ante el Faraón, que esclaviza al pueblo de Israel, Yahvéh afirma: "Yo pondré mi mano sobre Egipto" (Ex 7,4), es decir, castigará a Egipto. "La mano de Yahvéh caerá sobre tus ganados del campo" (Ex 9,3), afirma Moisés al Faraón. "La mano de Yahvéh cayó pesadamente sobre los asdodeos" (1 S 5,6), que retuvieron en su ciudad el Arca de la alianza. También "la mano de Yahvéh pesó sobre los filisteos" (1 S 7,13). Si el pueblo de Israel y su rey se rebelan contra Dios, "la mano de Yahvéh pesará sobre vosotros y sobre vuestro rey" (1 S 12,15). Dios castiga a los rebeldes.
Según avanza la revelación se va conociendo mejor el corazón misericordioso de Dios, incluso cuando castiga. El libro de Job descubre: "Él es el que llaga y luego cura con su mano" (Job 5,8). Y añade, dirigiéndose a Dios: "¿Acaso te está bien mostrarte duro y menospreciar la obra de tus manos?" (Job 10,3). Dios castigará a Israel, pero para purificarle: "Voy a volver mi mano contra ti y purificaré tu escoria" (Is 11,25). David mismo prefería el castigo de Dios antes que el de los hombres: "Caigamos en manos de Yahvéh, que grande es su misericordia" (2 S 24,14). Y el Sirácida repite el mismo argumento: "Caeremos en manos del Señor y no en manos de los hombres, pues como es su grandeza, tal es su misericordia" (Si 2,18) . La piedad de Dios para con los hombres es infinita como su grandeza. Bueno es para nosotros caer en las manos misericordiosas de Dios.
LA MANO QUE NOS PROTEGE
Cuando Dios extiende su mano o nos cubre con su mano, cuando nos esconde en su mano o nos guía con ella, siempre está la Palabra de Dios significando algún modo de protección paternal de Dios con el hombre. David describía el cuidado paternal de Dios con él de esta manera: "Extiende su mano de lo alto para asirme, para sacarme de las aguas profundas" (2 S 22,17). A Moisés Dios le promete una ayuda especial cuando le dice: "Te cubriré con mi mano hasta que Yo haya pasado" (Ex 32,22).
Dios tiene una providencia especialísima con los justos y muestra su agrado en ellos, dándoles su protección amorosa. "He visto que los justos y los sabios y sus obras están en las manos de Dios" (Qo/Eclo 9,1), dice con una frase profunda y consoladora Qohéler, el autor del Eclesiastés. En el Deuteronomio ya se había recogido una parecida realidad: "Tú amas a los antepasados; todos los santos están en tu mano"(Dt 33,3). El libro de la Sabiduría recalca: Los justos "unánimes celebran tu mano protectora" (Sb 18,20).
El Salmista reconoce la ayuda de Dios frente a sus enemigos: "Sepan ellos que tu mano es ésta, que Tú, Yahvéh, lo has hecho" (Salmo 109,27); por tu amor me has salvado (Salmo 109,26). Isaías recuerda la acción protectora de Dios: 'A la sombra de su mano me escondió" (Is 49,2). Ezequiel proclama el poder extraordinario de Dios, cuando dice: "La mano de Dios fue sobre mí, y me llevó allá", (Ez. 40,1), hasta la tierra de Israel, de modo prodigioso.
La mano de Dios derrama bienes y bendiciones sobre sus hijos: "Abres Tú la mano y sacias a todo viviente" (Salmo 145,16). Esta bendición llega también a las fieras del campo y a los peces del mar: 'Abres tu mano y se saciaron de bienes" (Salmo 104,28).
La mano de Dios tiene un papel especial en la elección y en la guía de los profetas. Así se nos muestra que "la mano de Yahvéh vino sobre Elías" (1 R 18,16). Con Elíseo acontece algo parecido: "vino sobre él la mano de Yahvéh" (2 R 3,15). Esdras nos dice: "cobré ánimo porque la mano de Yahvéh mi Dios estaba conmigo" (Esd. 7,28). Nehemías declara: "La mano bondadosa de mi Dios estaba conmigo" (Ne. 2,8). Ezequiel reconoce: "fue sobre mí la mano de Yahvéh" (Ez 3,22; 8,1; 37,1).
El salmo 80 anuncia: "Esté tu mano sobre el hombre de tu diestra" (Salmo 80,18). En cualquier elegido de Dios se cumple esta bendición. De Juan el Bautista se dijo que "la mano del Señor estaba con él" (Lc 1,66). Pero con nadie estuvo la mano protectora de Dios Padre como con su Hijo bien amado, Jesús. "El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano" (Jn 3,35). La mano protectora del Hijo se identifica en sus funciones con la mano del Padre. "Nadie arrebatará de mi mano" a mis ovejas (Jn 10,28), dice Jesús. Y añade: "Nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre" (Jn 10,29) . La protección del Padre y del Hijo se extienden conjuntamente sobre los protegidos de Dios. Estamos seguros en las benditas manos paternales del Hijo y del Padre.
LA INTIMIDAD CON DIOS
La cercanía amorosa de las manos de Dios refleja la intimidad de Dios con el hombre. "Somos el rebaño de su mano" (Salmo 95,7), dice el Salmista. "Dad la mano a Yahvéh y venid a su Santuario" (2 Cor 30,8), es la invitación del rey Ezequías a su pueblo. Isaías reconoce que Dios tendrá cercanía y amistad con sus hijos: "La mano de Yahvéh se dará a conocer a sus siervos" (Is 66,14). Dios va intimar con sus sabios de modo que puedan decir: "Nosotros y nuestras palabras en sus manos estamos" (Sb 7,16).
La intimidad del hombre con Dios queda reflejada en aquella hermosa frase que recoge Isaías: "Yo no te olvidaré. Míralo: en la palma de mis manos te tengo tatuada" (Is 49,16). O en aquella otra: "Serás corona de adorno en la mano de Yahvéh" (Is 62,3).
Para nosotros el gran modelo de intimidad con Dios Padre es su mismo Hijo Jesús, que en su pasión y muerte "se ponía en manos de Aquél que juzga con justicia" (1 P 2,23) y, en un acto de amor y confianza filial, exclamaba al morir en cruz: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23,46).
Cristo se abandona con amor en las manos de su Padre, vive, muere y resucita en las manos de su Padre Dios, con Él camina, trabaja y ora, en sus manos reposa para siempre.
CONCLUSIONES DE HIJOS
Después de nuestra meditación sobre las manos benditas y amorosas de Dios, nuestro Padre, podríamos sacar algunas conclusiones filiales, apoyándonos en la letra de algunos cantos religiosos.
1 a Conclusión: Tenemos que tener el gozo filial de sentirnos en las manos amorosas de Dios Padre:
Qué gozo siento al estar
en los brazos de mi Padre;
canto y alabo tu amor porque curas al enfermo.
2a Conclusión: Será el abandono confiado en las manos poderosas de Dios:
Padre: me pongo en tus manos. Haz de mí lo que quieras;
sea lo que sea.
Te doy las gracias. Lo acepto todo con tal de que tu voluntad
se cumpla en mí y en todas
las criaturas.
No deseo nada más, Padre,
no deseo nada más.
Yo te ofrezco mi alma y te la doy con todo el amor de que
soy capaz,
porque deseo darme, ponerme en tus manos
sin medida,
con infinita confianza, porque Tú eres mi Padre".
3a Conclusión: La Acción de gracias ha de brotar continua y amorosa por las manos de Dios que nos formaron, que nos cuidan, que nos perdonan, que nos aman.
Gracias, Padre; mi vida es tu vida, tus manos amasan mi barro;
mi alma es tu aliento divino,
tu sonrisa en mis ojos esta.
Te damos gracias, Seño,
porque has depuesto la ira
y has detenido ante el pueblo
la mano que lo castiga.
4a Conclusión: Proclamación y anuncio de la liberación recibida de las manos de Dios:
Tú eres el Dios que nos salva,
la luz que nos ilumina,
la mano que nos sostiene y el techo que nos cobija.
Extendiste tu diestra, se los tragó la tierra,
guiaste a tu pueblo
hasta tu santa morada.
Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos:
La diestra del Señor es poderosa, es excelsa la diestra del Señor.
5a Conclusión: Intimidad con el Padre y docilidad ante Él:
Siento que tus ojos me miran, siento que me están mirando;
sé que me tienes esculpido
en la palma de tus manos.
Cuando camino yo triste, cansado y en soledad,
Tú me tiendes tu mano,
me ayudas a caminar.
O cambiando, la letra del "Tomado de la mano con Jesús yo voy", decir "Tomado de la mano con Dios Padre voy", a donde Él va.
6a Conclusión: Declarar nuestro amor a las manos paternas de Dios. Podríamos cambiar una frase del canto mariano:
Y pensé para mí:
me pondré en sus manos,
Manos de Padre,
me dejaré en su amor...
Sería un bello ideal desear vivir, amar, trabajar, orar, servir, caminar, sufrir y morir en las manos de Dios nuestro Padre. Dejarlo todo en sus manos poderosas, providentes, paternas y amorosas. "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu y toda mi vida. En tus manos pongo mi cuerpo, con la salud y la enfermedad, con la vida y con la muerte. Pongo en tus manos mi alma, con todo su mundo interior y con tus dones; pongo en tus manos mi mente con todos sus pensamientos, con sus planes, sus luces y sus oscuridades; te entrego mi memoria y sus recuerdos positivos o desagradables; encomiendo a tus manos mi afectividad y mi subconsciente a donde no llega mi poder, pero sí llega el tuyo. Entrego en tus manos mi voluntad con sus decisiones para que Tú las endereces según tu querer santo; mis ministerios y relaciones con los demás, mis errores y mis faltas, todo mi ser y mi poseer. Todo es tuyo. Todo lo dejo en tus manos de Padre y en tu corazón de amor. Amén.
("Nuevo Pentecostes" N.60)
Resulta difícil y casi imposible hablar adecuadamente del Dios Padre, trascendente, infinito, inaccesible al hombre: "Nadie conoce bien al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Mt 11,27). Y, sin embargo, se nos pide en este año dedicado al Padre, hablar de Él, meditar en Él y contemplarlo con amor de hijos. Como "a Dios nadie lo ha visto jamás, el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha dado a conocer" (Jn 1,18). Gracias a la divina revelación se nos van manifestando aspectos parciales de la grandeza de Dios y de su paternidad. Con frecuencia, lo inefable de Dios se acerca al hombre con imágenes y esquemas de un modelo antropomórfico para que de algún modo podamos entender la vida y la actuación de un Dios Padre, que es espíritu indescriptible e inabarcable. Y, aunque Dios Padre, no tiene oídos, la Escritura sagrada nos dice que "sus oídos escuchan la oración" de los justos (1 P 3,12); y aunque no tiene ojos, se nos habla de que "los ojos del Señor son diez mil veces más brillantes que el sol y observan todos los caminos de los hombres" (Si/Eclo 23,19) y que nada puede ocultarse a sus ojos (Si 39,19). Y, aunque Dios no tiene manos, la Biblia repite incansablemente la acción de las manos de Dios: " ¿Acaso es corta la mano de Yahvé?" (Nm. 11,23). Él "nos sacó de Egipto con mano fuerte" (Dt. 6,21).
Como no podemos abarcar todas las maravillas que se encierran en la paternidad de Dios, contemplemos brevemente lo que la Sagrada Escritura nos dice bajo el símbolo de sus divinas manos paternas, benditas y bendecidoras.
MANOS QUE CREAN y CONSTRUYEN
La acción inaccesible de Dios Padre queda simbolizada en sus manos. Sabemos al nivel humano lo que son las manos de un padre. Tal vez nos falte experiencia religiosa de lo que son las manos de Dios. En primer lugar, las manos de Dios son unas manos que crean, forman y modelan a la entera creación material con sus billones de toneladas y al hombre con todo su universo psicofísico y moral.
"El cielo es mi trono, dice Dios en el profeta Isaías, y la tierra el estrado de mis pies. Todo lo hizo mi mano y es mío todo ello" (Is. 66,12). "Yo extendí los cielos con mis manos" (Is 45,12), afirma Dios por Isaías. y continúa el profeta diciendo: "Sí, es mi mano la que fundamentó la tierra y mi diestra la que extendió los cielos. Los llamo y todos se presentan" (Is 48,13). El autor de la Carta a los Hebreos recalca: "Obra de tus manos son los cielos" (Hbr. 1,10). El Salmista confiesa: "El firmamento anuncia la obra de tus manos" (Salmo 19,2). Y añade: "La tierra y los cielos son obra de tus manos" (51 102,26). En el libro del Eclesiástico se subraya que el cielo y el arco iris "lo han tendido las manos del Altísimo" (Eclo/Si 43,12), y "en sus manos el rayo levanta" (Job. 36,32). El cosmos ha brotado de las manos poderosas y acogedoras de Dios, que lo rigen y conservan. "Tu mano omnipotente de informe materia había creado al mundo" (Sb. 11,17), afirma el libro de la Sabiduría.
El mundo de los animales de la tierra, de las aves del cielo, de los reptiles y de los peces del mar, salió de las manos de Dios: "Entre todos ellos, ¿quién ignora que la mano de Dios ha hecho esto?" (Job 12,9), se pregunta Job.
Sobre toda su creación, el hombre es obra especial de las manos del Dios, Padre de todos sus hijos. "Tus manos me han hecho y me han formado" (Salmo 119,73), proclama el salmista. "Tus manos me formaron y me plasmaron" (Job 10,8), reconoce Job. Y exclama: "¡Todos son obra de tus manos!" (Job 34,19). "Tú, nuestro alfarero, proclama Isaías; todos nosotros hechura de tus manos" (Is 64,7). "Hace lo que quiere con los habitantes de la tierra... y nadie puede detener su mano" (Dn. 4,32), afirma el profeta Daniel. Hasta "la pena y la tristeza... las tomas de tu mano" (Salmo 10,14), reconoce el salmista. y en el mismo mundo moral, "verdad y justicia son las obras de tus manos" (Salmo 111,7) . Los justos, dice Dios por Isaías, son "la obra de mis manos para manifestar mi gloria" (Is 60,21). Y añade Dios por el profeta: "viendo a sus hijos, las obras de mis manos, santificarán mi nombre" (Is 29,23). El cantor de los salmos se goza por la obra de Dios: 'Ante las obras de tus manos exulto" (Salmo 92,5). Confiesa en voz alta: "Medito en todas tus acciones, pondero las obras de tus manos" (Salmo 143,5). Y reconoce el amor paternal de Dios con su creación: "Eterno es tu amor; no dejas la obra de tus manos" (Salmo 138,8).
Ante el rechazo de los hombres a reconocer la actuación de Dios en todas las cosas, el salmista se lamenta: "No comprenden los hechos de Yahvéh, la obra de sus manos" (Salmo 28,5). "No contemplan la obra de Dios, clama Isaías, no ven la acción de sus manos" (Is 5,12). La conclusión del profeta es rotunda: "Que vean y conozcan, que reflexionen y aprendan de una vez que la mano del Señor lo ha hecho, el Santo de Israel lo ha creado" (Is 41,20 ) .
MANOS QUE GOBIERNAN y RESTAURAN
Las manos paternales de Dios no concluyen su tarea con la creación del cosmos y del hombre. Todas las cosas siguen bajo el dominio de Dios y bajo su cuidado providente, restaurador y amoroso.
1. En manos de Dios sigue estando el gobierno del mundo material: "En su mano están las simas de la tierra; suya es la tierra firme que formaron sus manos" (5194,4-5). También "en manos del Señor está el gobierno de la tierra y a su tiempo suscita lo que conviene" (Si 10,4) .
El rey Salomón reconoce en su oración ante Dios: "Tú lo gobiernas todo; en tu mano están el poder y la fortaleza, y es tu mano la que todo lo engrandece y a todo da consistencia" (1 Cor 29,12). "Todo viene de tu mano y todo es tuyo" (1 Cor 29,16). Y el rey Josafat afirma, hablando con Dios: " ¿No está en tu mano el poder y la fortaleza sin que nadie pueda resistirte?" (2 Cor 20,6). "No hay nada que se escape de la mano de Dios" (Tb. 13,2), declara Tobit en su himno al Señor. Los Proverbios dicen que "el corazón del rey está en la mano de Yahvéh" (Pro 21,1), y los reyes de la tierra, "Edom y Moab, están bajo el dominio de su mano" (Is 11, 14) .
El Padre puede delegar su autoridad en el hombre: "le hiciste señor de las obras de tus manos" (51 8, 7); pero el dominio del hombre sobre la creación es limitado y sometido a la autoridad suprema de Dios. El Señor puede poner "autoridad en la mano" (Is 22,21) de Elyaquim, pero se trata de una autoridad limitada. Sólo en Jesús deposita el Padre todo su poder: "El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano" (Jn 3,35). A Jesús se le ha dado todo poder en el cielo y en la tierra (Mt 28,18) y, por tanto, la autoridad y el poder del Padre y del Hijo se unifican en una acción que es de ambos. A Jesús el Padre le ha puesto todo en sus manos" (Jn 13,3). A nosotros no nos resta sino "humillarnos bajo la poderosa mano de Dios" (1 P 5,6) y someternos a su amoroso dominio: "Él tiene en sus manos nuestro propio aliento y de Él dependen todos nuestros caminos" (Dn 5,23).
2. Las manos paternas de Dios restauran lo que el maligno y el pecado han deteriorado y roto en su creación y en sus obras. "El actuar con inmenso poder está siempre en tu mano" (Sb 11,21). "Él es que llaga y luego cura con su mano" (Sb 5,18). Isaías provoca nuestra fe dejando que Dios nos pregunte: " ¿Acaso se ha vuelto mi mano demasiado corta para rescatar o no habrá vigor en Mí para salvar?" (Is 50,2). Tras la dispersión del pueblo de Dios en el exilio, Dios hace su promesa: "Os reuniré de los países donde fuisteis deportados, con mano fuerte y tenso brazo" (Hez 20,34). Dios Padre restaura a su pueblo con amor y con poder.
El Padre ha querido dejar de un modo especial la labor restauradora en manos del Hijo unigénito, Jesús. Él es quien extiende la mano, toca al leproso y le dice: "Quiero, queda limpio" (Mt 8,3; Mc 1,41; Lc 5,13), y la salud se restaura en el leproso. Cristo es quien impone la mano sobre el sordo (Mc 7,32) para que oiga. Jesús es quien impone las manos al ciego de Betsaida (Mc 8,23.25) y éste recupera la vista. A Jesús se le pide que imponga sus manos a un niña (Mc 5,23) que acaba de morir y ésta resucita (Mc 5,51). Las manos de Jesús extienden hasta nosotros las manos del Padre para restaurarnos y sanarnos: "poniendo las manos sobre cada uno, los curaba" (Lc 4,40). En Jesús las manos del Padre se nos han hecho cercanas, palpables y visibles para restaurarnos y sanarnos.
MANO FUERTE y LIBERADORA.
El pueblo de Israel hablaba con frecuencia de la mano poderosa de Dios y de su tenso brazo cuando se sentía liberado y salvo. "El rey de Egipto no os dejará salir sino forzado por mi mano poderosa" (Ex 3,19). "Bajo mi mano fuerte tendrá que dejaros partir" (Ex 6,1). Moisés reconoce que Dios sacó al pueblo "de la tierra de Egipto con gran poder y mano fuerte" (Ex 32,11). El Deuteronomio afirma que Dios "te sacó de allí con mano fuerte y tenso brazo" (Dt. 5,15). El Salmista repite: "Sacó a Israel de Egipto con mano fuerte y tenso brazo, porque es eterno su amor" (Salmo 136,12).
Los profetas recuerdan esta actuación poderosa de Dios y esperan que se repita en el futuro: "Sacaste a Israel de Egipto... con mano fuerte y tenso brazo" (Jer 32,21), proclama Jeremías. Y Baruc repite: "sacaste a tu pueblo de Egipto con mano fuerte" (Ba. 2, 11) . La ayuda de Dios puede repetirse: "Nuestro Dios nos librará de la mano del rey de Asiria" (2 Cr 32,11), dijo Ezequías ante las amenazas de Senaquerib. El Salmista reconocía agradecido la mano liberadora de Dios: "Extiendes Tú la mano y tu derecha me salva" (SI 138,7). En los momentos de peligro se requiere la invocación de los salmos: "Extiende tu mano desde la alto y sálvame" (Salmo 144,7).
Josué reconoce que en todas sus campañas la mano de Yahvéh intervenía" (Jos. 2,15) y desea "que todos los pueblos de la tierra reconozcan la fuerte que es la mano de Yahvéh" (Jos 4,24). A Dios le gusta actuar en favor de su pueblo: "He aquí que Yo les hago conocer - esta vez sí- mi mano y mi poderío" (Jer. 16,21). Nosotros queremos reconocer el poder de la mano de Dios frente a tantos que ven y no miran ni reconocen la actuación liberadora de Dios: "No se acordaron de su mano ni del día en que los libró del adversario" (Salmo 78,42). El riesgo es grande. El que no admite la mano de Dios como mano gobernante y liberadora, cae en el peligro de sentir sobre sí la mano pesada del castigo.
LA MANO QUE NOS CASTIGA
El salmista reconoce la actuación punitiva de Dios sobre los que se le oponen con sus rebeldías: "Tu mano alcanzará a todos tus enemigos" (Salmo 21,9). Ante el Faraón, que esclaviza al pueblo de Israel, Yahvéh afirma: "Yo pondré mi mano sobre Egipto" (Ex 7,4), es decir, castigará a Egipto. "La mano de Yahvéh caerá sobre tus ganados del campo" (Ex 9,3), afirma Moisés al Faraón. "La mano de Yahvéh cayó pesadamente sobre los asdodeos" (1 S 5,6), que retuvieron en su ciudad el Arca de la alianza. También "la mano de Yahvéh pesó sobre los filisteos" (1 S 7,13). Si el pueblo de Israel y su rey se rebelan contra Dios, "la mano de Yahvéh pesará sobre vosotros y sobre vuestro rey" (1 S 12,15). Dios castiga a los rebeldes.
Según avanza la revelación se va conociendo mejor el corazón misericordioso de Dios, incluso cuando castiga. El libro de Job descubre: "Él es el que llaga y luego cura con su mano" (Job 5,8). Y añade, dirigiéndose a Dios: "¿Acaso te está bien mostrarte duro y menospreciar la obra de tus manos?" (Job 10,3). Dios castigará a Israel, pero para purificarle: "Voy a volver mi mano contra ti y purificaré tu escoria" (Is 11,25). David mismo prefería el castigo de Dios antes que el de los hombres: "Caigamos en manos de Yahvéh, que grande es su misericordia" (2 S 24,14). Y el Sirácida repite el mismo argumento: "Caeremos en manos del Señor y no en manos de los hombres, pues como es su grandeza, tal es su misericordia" (Si 2,18) . La piedad de Dios para con los hombres es infinita como su grandeza. Bueno es para nosotros caer en las manos misericordiosas de Dios.
LA MANO QUE NOS PROTEGE
Cuando Dios extiende su mano o nos cubre con su mano, cuando nos esconde en su mano o nos guía con ella, siempre está la Palabra de Dios significando algún modo de protección paternal de Dios con el hombre. David describía el cuidado paternal de Dios con él de esta manera: "Extiende su mano de lo alto para asirme, para sacarme de las aguas profundas" (2 S 22,17). A Moisés Dios le promete una ayuda especial cuando le dice: "Te cubriré con mi mano hasta que Yo haya pasado" (Ex 32,22).
Dios tiene una providencia especialísima con los justos y muestra su agrado en ellos, dándoles su protección amorosa. "He visto que los justos y los sabios y sus obras están en las manos de Dios" (Qo/Eclo 9,1), dice con una frase profunda y consoladora Qohéler, el autor del Eclesiastés. En el Deuteronomio ya se había recogido una parecida realidad: "Tú amas a los antepasados; todos los santos están en tu mano"(Dt 33,3). El libro de la Sabiduría recalca: Los justos "unánimes celebran tu mano protectora" (Sb 18,20).
El Salmista reconoce la ayuda de Dios frente a sus enemigos: "Sepan ellos que tu mano es ésta, que Tú, Yahvéh, lo has hecho" (Salmo 109,27); por tu amor me has salvado (Salmo 109,26). Isaías recuerda la acción protectora de Dios: 'A la sombra de su mano me escondió" (Is 49,2). Ezequiel proclama el poder extraordinario de Dios, cuando dice: "La mano de Dios fue sobre mí, y me llevó allá", (Ez. 40,1), hasta la tierra de Israel, de modo prodigioso.
La mano de Dios derrama bienes y bendiciones sobre sus hijos: "Abres Tú la mano y sacias a todo viviente" (Salmo 145,16). Esta bendición llega también a las fieras del campo y a los peces del mar: 'Abres tu mano y se saciaron de bienes" (Salmo 104,28).
La mano de Dios tiene un papel especial en la elección y en la guía de los profetas. Así se nos muestra que "la mano de Yahvéh vino sobre Elías" (1 R 18,16). Con Elíseo acontece algo parecido: "vino sobre él la mano de Yahvéh" (2 R 3,15). Esdras nos dice: "cobré ánimo porque la mano de Yahvéh mi Dios estaba conmigo" (Esd. 7,28). Nehemías declara: "La mano bondadosa de mi Dios estaba conmigo" (Ne. 2,8). Ezequiel reconoce: "fue sobre mí la mano de Yahvéh" (Ez 3,22; 8,1; 37,1).
El salmo 80 anuncia: "Esté tu mano sobre el hombre de tu diestra" (Salmo 80,18). En cualquier elegido de Dios se cumple esta bendición. De Juan el Bautista se dijo que "la mano del Señor estaba con él" (Lc 1,66). Pero con nadie estuvo la mano protectora de Dios Padre como con su Hijo bien amado, Jesús. "El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano" (Jn 3,35). La mano protectora del Hijo se identifica en sus funciones con la mano del Padre. "Nadie arrebatará de mi mano" a mis ovejas (Jn 10,28), dice Jesús. Y añade: "Nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre" (Jn 10,29) . La protección del Padre y del Hijo se extienden conjuntamente sobre los protegidos de Dios. Estamos seguros en las benditas manos paternales del Hijo y del Padre.
LA INTIMIDAD CON DIOS
La cercanía amorosa de las manos de Dios refleja la intimidad de Dios con el hombre. "Somos el rebaño de su mano" (Salmo 95,7), dice el Salmista. "Dad la mano a Yahvéh y venid a su Santuario" (2 Cor 30,8), es la invitación del rey Ezequías a su pueblo. Isaías reconoce que Dios tendrá cercanía y amistad con sus hijos: "La mano de Yahvéh se dará a conocer a sus siervos" (Is 66,14). Dios va intimar con sus sabios de modo que puedan decir: "Nosotros y nuestras palabras en sus manos estamos" (Sb 7,16).
La intimidad del hombre con Dios queda reflejada en aquella hermosa frase que recoge Isaías: "Yo no te olvidaré. Míralo: en la palma de mis manos te tengo tatuada" (Is 49,16). O en aquella otra: "Serás corona de adorno en la mano de Yahvéh" (Is 62,3).
Para nosotros el gran modelo de intimidad con Dios Padre es su mismo Hijo Jesús, que en su pasión y muerte "se ponía en manos de Aquél que juzga con justicia" (1 P 2,23) y, en un acto de amor y confianza filial, exclamaba al morir en cruz: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23,46).
Cristo se abandona con amor en las manos de su Padre, vive, muere y resucita en las manos de su Padre Dios, con Él camina, trabaja y ora, en sus manos reposa para siempre.
CONCLUSIONES DE HIJOS
Después de nuestra meditación sobre las manos benditas y amorosas de Dios, nuestro Padre, podríamos sacar algunas conclusiones filiales, apoyándonos en la letra de algunos cantos religiosos.
1 a Conclusión: Tenemos que tener el gozo filial de sentirnos en las manos amorosas de Dios Padre:
Qué gozo siento al estar
en los brazos de mi Padre;
canto y alabo tu amor porque curas al enfermo.
2a Conclusión: Será el abandono confiado en las manos poderosas de Dios:
Padre: me pongo en tus manos. Haz de mí lo que quieras;
sea lo que sea.
Te doy las gracias. Lo acepto todo con tal de que tu voluntad
se cumpla en mí y en todas
las criaturas.
No deseo nada más, Padre,
no deseo nada más.
Yo te ofrezco mi alma y te la doy con todo el amor de que
soy capaz,
porque deseo darme, ponerme en tus manos
sin medida,
con infinita confianza, porque Tú eres mi Padre".
3a Conclusión: La Acción de gracias ha de brotar continua y amorosa por las manos de Dios que nos formaron, que nos cuidan, que nos perdonan, que nos aman.
Gracias, Padre; mi vida es tu vida, tus manos amasan mi barro;
mi alma es tu aliento divino,
tu sonrisa en mis ojos esta.
Te damos gracias, Seño,
porque has depuesto la ira
y has detenido ante el pueblo
la mano que lo castiga.
4a Conclusión: Proclamación y anuncio de la liberación recibida de las manos de Dios:
Tú eres el Dios que nos salva,
la luz que nos ilumina,
la mano que nos sostiene y el techo que nos cobija.
Extendiste tu diestra, se los tragó la tierra,
guiaste a tu pueblo
hasta tu santa morada.
Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos:
La diestra del Señor es poderosa, es excelsa la diestra del Señor.
5a Conclusión: Intimidad con el Padre y docilidad ante Él:
Siento que tus ojos me miran, siento que me están mirando;
sé que me tienes esculpido
en la palma de tus manos.
Cuando camino yo triste, cansado y en soledad,
Tú me tiendes tu mano,
me ayudas a caminar.
O cambiando, la letra del "Tomado de la mano con Jesús yo voy", decir "Tomado de la mano con Dios Padre voy", a donde Él va.
6a Conclusión: Declarar nuestro amor a las manos paternas de Dios. Podríamos cambiar una frase del canto mariano:
Y pensé para mí:
me pondré en sus manos,
Manos de Padre,
me dejaré en su amor...
Sería un bello ideal desear vivir, amar, trabajar, orar, servir, caminar, sufrir y morir en las manos de Dios nuestro Padre. Dejarlo todo en sus manos poderosas, providentes, paternas y amorosas. "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu y toda mi vida. En tus manos pongo mi cuerpo, con la salud y la enfermedad, con la vida y con la muerte. Pongo en tus manos mi alma, con todo su mundo interior y con tus dones; pongo en tus manos mi mente con todos sus pensamientos, con sus planes, sus luces y sus oscuridades; te entrego mi memoria y sus recuerdos positivos o desagradables; encomiendo a tus manos mi afectividad y mi subconsciente a donde no llega mi poder, pero sí llega el tuyo. Entrego en tus manos mi voluntad con sus decisiones para que Tú las endereces según tu querer santo; mis ministerios y relaciones con los demás, mis errores y mis faltas, todo mi ser y mi poseer. Todo es tuyo. Todo lo dejo en tus manos de Padre y en tu corazón de amor. Amén.
("Nuevo Pentecostes" N.60)