¿ELEGIMOS PASTOR, FORMAMOS UN EQUIPO?
BERNARD DE FORNEL, Toulouse
¿Convendrá elegir un pastor y un equipo en un grupo de oración que no los tiene? Si la respuesta es afirmativa ¿cómo se ha de proceder? Si el grupo ya tiene un pastor y un núcleo, ¿se debe afrontar después de cierto tiempo su sustitución de una forma regulada y periódica? ¿Qué prácticas se usan hoy en los grupos de oración y qué elementos de reflexión podemos compartir para mejorar, siempre que sea necesario, nuestras formas de elección?
Para tratar de responder a estas preguntas pedí a un gran número de grupos que compartiesen conmigo sus experiencias en este campo. Recibí de regiones diferentes un número significativo de respuestas, que me han servido para formular algunas indicaciones sobre la práctica de los grupos en la elección de pastores y en la formación de un núcleo o equipo.
Paso a concretar algunos aspectos, no exhaustivos, que explican la perduración de ciertos pastores y equipos más allá de lo deseable.
1. Actuaciones desde dentro del grupo.
Muchos grupos en sus respuestas subrayan sus métodos de renovación del pastor y del equipo. Otros grupos, tal vez porque no utilizan el cambio, omitieron su contestación. La elección del pastor y de su equipo se efectúa, de ordinario, según los siguientes esquemas:
Unas veces, los miembros del grupo proceden a la elección de un núcleo o equipo, después de invitar a proponer algunos nombres. Cuando unas personas han obtenido una mayoría significativa, hasta igualar el número previsto para el núcleo, éste queda constituido sin más. En un momento posterior, el núcleo o equipo nombra de su seno a un pastor.
Otras veces se procede a la elección de un pastor, y éste posteriormente elige algunos hermanos o hermanas para formar un núcleo o equipo.
En alguna ocasión, aunque cada vez con menor frecuencia, el pastor y el equipo son elegidos en la misma votación, determinándose el pastor deseado desde la misma lista de los nombres propuestos.
Con unas semanas de anterioridad, se advierte en el grupo el término del mandato y se les invita a prepararse en oración. He de subrayar que, en la mayoría de los casos, la votación se realiza en medio de una asamblea de oración o en un rato de adoración ante el Santísimo Sacramento.
Algunas veces la votación va precedida por una enseñanza sobre el pastor y su equipo y sobre su ministerio, y, con frecuencia, se invita una persona ajena al grupo para impartir esta enseñanza y proceder al recuento de los votos. Esta última precaución facilita que los miembros del equipo, reelegidos o no, no conozcan el número de votos que obtuvieron, evitándose así las consiguientes amarguras.
Exceptuando a los grupos muy reducidos, en los demás sólo se invita a la elección las personas con una relativa antigüedad en el grupo, y, con frecuencia, la votación queda reservada a los que ya han recibido la efusión del Espíritu. No obstante, cuando se procede así, la votación definitiva puede ir precedida por una consulta general al grupo, incluyendo a los nuevos. Esta consulta indicativa permite establecer una primera lista de nombres. A estos se les pregunta entonces si pueden aceptar o no su eventual participación en el equipo o núcleo. Más tarde, la votación para la constitución del equipo se puede hacer a partir de la lista y limitándose a los que han dado su aceptación. Este procedimiento en dos fases puede parecer complicado, pero ofrece la ventaja en los grandes grupos de reservar la elección a los antiguos, pero a la vez se consulta a todo el grupo, de modo que quede más implicado en la votación definitiva.
Durante los primeros años de la Renovación Carismática, la práctica más extendida consistió en la incorporación sucesiva de personas al núcleo por invitación y así se accedía a la función de pastor, mirando las necesidades del grupo y los carismas de las personas. Esta práctica aún perdura en algunos grupos, donde se invita a tal hermano o hermana por tener un carisma de profecía, de enseñanza o de discernimiento para que robustezca al equipo poniendo al servicio de todo el grupo los carismas correspondientes.
Que un profeta, por ejemplo, no participe en el grupo, puede facilitarle el ejercer su carisma con mayor libertad y servir así mejor al grupo, con tal de que esté sometido a los profetas.
2. Análisis comparativo de estas prácticas
Ofrecer un dictamen comparativo sobre las diversas prácticas usadas para elegir pastores en los grupos de oración, no implica elegir una sola fórmula y rechazar las demás; porque conviene que todo se matice en función del desarrollo e historia del grupo y también según el compromiso comunitario que une a sus miembros entre sí y, ocasionalmente, según otros criterios. La incorporación al pastoreo por invitación presenta, a mi entender, un doble peligro:
Existe el riesgo de que se abra un foso - entre el grupo de una parte y de otra el pastor y su equipo- si a los participantes de un grupo no se les pide nunca su opinión. Espontáneamente el equipo o núcleo existente tenderá a elegir con preferencia a personas con las que se entiendan mejor y que apoyen las mismas ideas sobre la dirección del grupo. Así, las opiniones diversas no se manifestarán y se corre un peligro de esterilización.
A veces, se eligen los miembros de gobierno en función de ciertos talentos y carismas, como antes dije, y puede arrumbarse la invitación a otros hermanos y hermanas con talentos y carismas menos espectaculares, pero que podrían aportar al grupo un enriquecimiento complementario con su participación en el equipo.
Bastantes grupos dan testimonio de que la elección hace que emerjan con regularidad personas nuevas a las que sin ella no se hubiese prestado atención. Estas razones me inclina a preferir la elección de un núcleo o equipo, que a continuación escoge de entre ellos un pastor, en vez del segundo procedimiento, donde el pastor elegido es quien posteriormente escoge a su equipo.
La primera práctica, por añadidura, subraya la importancia de la "dirección" confiada a un grupo de servidores y, por tanto, la dimensión "comunitaria" y colegial de los animadores, mientras que el segundo procedimiento insiste más en el "carisma de pastor". .
Es verdad que poner de relieve el 'carisma de pastor' como participación en la misión del único y exclusivo Pastor que es Cristo, puede ser fuente de una unión profunda del grupo en torno a su pastor; pero, por contra, se puede caer en el ejercicio de un poder autoritario, más o menos manifiesto, sobre el grupo, donde los miembros del equipo se reducen a mera "comparsa" del pastor.
Finalmente, la elección simultánea del pastor y del núcleo no me parece deseable, porque no asegura la unidad entre el pastor y su equipo, puesto que los dos son elegidos por el grupo sin buscar su coordinación.
Me parece útil subrayar algunos criterios, estimados por los grupos cuando proceden a la elección del pastor y su núcleo, como esenciales para ayudarnos a aceptar la elección de Dios:
Dar una gran importancia a la oración antes de la elección y durante ella,
Evitar toda campaña electoral, que podría desnaturalizar la votación y las motivaciones de las personas que han de acoger la llamada del Señor para servir a sus hermanos.
Fijar una duración limitada para los "manatos", ocasionalmente renovables, de modo que se facilite que un número grande de hermanos y hermanas puedan aceptar este servicio con los consiguientes sacrificios en su vida familiar y profesional por un tiempo limitado.
Asegurarse en el curso de la votación de que las personas elegidas tengan un amplio apoyo, de modo que el pastor y su equipo sean aceptados por la casi totalidad del grupo (la mayoría de un 50,5% solamente, no es deseable).
3. Situaciones inmovilistas.
Si bien, como señalé antes, un gran número de grupos carismáticos tiene determinadas las modalidades para asegurar la renovación de sus "cuadros"; sin embargo, existen situaciones en las que nada está previsto para realizar los cambios y donde se constata que hay grupos en los que el pastor o la pastora siguen siéndolo después de 10, 15 o más años. Hay grupos que no saben qué hacer en estos casos. También se observa, en ocasiones, una clara resistencia a dejar el puesto.
Cuando un pastor sigue en su cargo después de mucho tiempo, los miembros de su grupo van identificando poco a poco el servicio con la persona que lo ejerce y no se imaginan que otra persona pueda desempeñarlo.
No ven posible encontrar otro pastor tan perfecto, tan entregado y tan lleno de carismas. Se oye incluso hablar del grupo del señor O o de la señora Z. Se desemboca así en una serie de culto a la personalidad, que ahoga todo intento de cambio. Nadie ataca la buena voluntad, la dedicación y la generosidad de una persona concreta ni duda de ellas; incluso estas buenas cualidades sirven de argumentos añadidos para mantener todo sin cambios. Esta permanencia proporciona la seguridad que muchos hermanos y hermanas buscan y así, de forma muy sutil y más o menos consciente, el grupo, culpabilizado de algún modo, presiona a su pastor y a su equipo para que mantengan la situación. El miedo a una elección, que pueda parecer una desaprobación o un castigo al equipo en el poder, actúa también de freno.
Cuando el pastor y los miembros de su equipo vean la necesidad de un cambio, una solución posible consistiría en que el pastor presente su renuncia al cargo y ayude al grupo para que prepare la elección, que le sustituya a él y a su equipo. A veces el pastor se retrae de dar este paso porque teme que su grupo quede huérfano, cuando una explicación pertinente y un tiempo de preparación llevarán al grupo a compartir su propuesta.
Una de las razones contrarias a un cambio regular reside en una concepción falsa del carisma y del servicio equiparados a los ministerios de la ordenación sagrada. Recibí un testimonio que ilustra esta posición y del que cito un fragmento: "Yo diría a todos los que se disponen a acoger a un pastor: Mirad lo que pasa en la Iglesia; mirad cómo se acoge al Papa y al Obispo... ¿Se trata acaso de una elección en el sentido laico del término? No; es el Espíritu Santo, es el Señor el que da pastores a su Iglesia... y estos pastores se eligen de por vida. ¿Con qué derecho se determina en un grupo que un pastor sea elegido por 3 años para que cada uno tenga su oportunidad? ¿Qué oportunidad? ¿Inspira el Señor estas decisiones? La Iglesia no es una democracia. No existen en ella mandatos renovables cada 3, 4, 5 o 7 años. Ni estamos eligiendo un presidente del gobierno. Muchos monasterios, cuando escogen sus Abades o Abadesas, saben que van a serlo de por vida, a no ser que medie una renuncia siempre posible. Ser pastor es un carisma concedido por el Espíritu Santo y no se le da indistintamente a todos". Me parece que esta postura se apoya en errores de base, bastante difundidos, aunque no siempre se formulen de modo caricaturesco:
El carisma lo otorga el Espíritu Santo a quien quiere y cuando quiere, pero por un tiempo determinado y a una comunidad determinada y no de por vida.El carisma puede preceder y fundamentar un envío, pero el ministerio y el envío quedan sostenidos por los carismas necesarios dados en ese momento para asegurar con eficacia ese ministerio. No hay que confundir "carisma" gracia pasajera, con ministerio "ordenado", que es "el vinculo sacramental que une la acción litúrgica a lo que dijeron y realizaron los Apóstoles y por ellos a lo que dijo y realizó Cristo, fuente y fundamento de los sacramentos" (Catecismo de la Iglesia Católica, n° 1120).
En la mayoría de las comunidades religiosas los superiores son elegidos por un tiempo limitado y con un número limitado de reelecciones.
¿Por qué no puede el Espíritu Santo actuar en una elección realizada según los criterios enumerados al final del apartado 2? ¿Acaso los medios humanos han de ser necesariamente rechazados en el campo del Espíritu?
Existen situaciones mucho más graves cuando el pastor y su equipo han tomado posesión del grupo y de su dirección sin participación alguna. Algunas veces se utiliza un simulacro de elección para dar la impresión de que se consulta al grupo. Esta situación se parece a la denunciada por el profeta Ezequiel, donde los malos pastores saquean al rebaño que les ha sido confiado.
Se asiste impotentes ante 'desaguisados' que hieren a las personas y que constituyen verdaderos antitestimonios, que crean en otros prejuicios contra la Renovación en su conjunto. Las relaciones autoritarias son tales, que resulta imposible intervenir en el grupo sin ser invitado. La única salida previsible a mi entender sería acudir a instancias superiores y externas al grupo (delegado diocesano, animador diocesano o regional...), de modo que tales situaciones no sigan prolongándose.
El cambio periódico de pastores y de equipos en los grupos de oración los considero no sólo necesario, sino vital por diversos motivos:
Aunque el pastor y su equipo sean nombrados para un nuevo mandato, el hecho de ser reelegidos por el grupo les añade un apoyo inestimable para continuar el servicio que se les confía, sobre todo, en aquellas ocasiones en que el desaliento o el cansancio espiritual les tienten.
La llegada de nuevos servidores es una oportunidad para el grupo, pues aporta sangre nueva, nuevas ideas, actitudes y carismas. No es conveniente que estos cambios conduzcan a prescindir de los dones, las experiencias y las capacidades de los "antiguos". Mostremos imaginación para emplear a los anteriores pastores y miembros del equipo en otros servicios de acompañamiento espiritual o de formación según sus carismas. ¡Cuántos abandonan los grupos al sentirse inútiles e inactivos después de largos años de leales y provechosos servicios!
Una renuncia al cargo reglamentada y en manos de los hermanos facilita una vida en desprendimiento, un reconocimiento de que el cargo no me pertenece en propiedad y que me fue confiado por el Señor para un período determinado.
Con frecuencia, un grupo de oración se encuentra sin recursos para elegir un pastor y constituir un núcleo o equipo. El acompañamiento continuo del grupo por una persona de discernimiento reconocido, con experiencia de animación en grupos de oración y que no esté directamente implicado en él (pero sí en el acompañamiento de algunos de sus miembros), puede ser una gran ayuda para poner en marcha al nuevo pastor y a su equipo.
(Traducido de TYCHIQUE, N° I I I, Septiembre] 994.)
BERNARD DE FORNEL, Toulouse
¿Convendrá elegir un pastor y un equipo en un grupo de oración que no los tiene? Si la respuesta es afirmativa ¿cómo se ha de proceder? Si el grupo ya tiene un pastor y un núcleo, ¿se debe afrontar después de cierto tiempo su sustitución de una forma regulada y periódica? ¿Qué prácticas se usan hoy en los grupos de oración y qué elementos de reflexión podemos compartir para mejorar, siempre que sea necesario, nuestras formas de elección?
Para tratar de responder a estas preguntas pedí a un gran número de grupos que compartiesen conmigo sus experiencias en este campo. Recibí de regiones diferentes un número significativo de respuestas, que me han servido para formular algunas indicaciones sobre la práctica de los grupos en la elección de pastores y en la formación de un núcleo o equipo.
Paso a concretar algunos aspectos, no exhaustivos, que explican la perduración de ciertos pastores y equipos más allá de lo deseable.
1. Actuaciones desde dentro del grupo.
Muchos grupos en sus respuestas subrayan sus métodos de renovación del pastor y del equipo. Otros grupos, tal vez porque no utilizan el cambio, omitieron su contestación. La elección del pastor y de su equipo se efectúa, de ordinario, según los siguientes esquemas:
Unas veces, los miembros del grupo proceden a la elección de un núcleo o equipo, después de invitar a proponer algunos nombres. Cuando unas personas han obtenido una mayoría significativa, hasta igualar el número previsto para el núcleo, éste queda constituido sin más. En un momento posterior, el núcleo o equipo nombra de su seno a un pastor.
Otras veces se procede a la elección de un pastor, y éste posteriormente elige algunos hermanos o hermanas para formar un núcleo o equipo.
En alguna ocasión, aunque cada vez con menor frecuencia, el pastor y el equipo son elegidos en la misma votación, determinándose el pastor deseado desde la misma lista de los nombres propuestos.
Con unas semanas de anterioridad, se advierte en el grupo el término del mandato y se les invita a prepararse en oración. He de subrayar que, en la mayoría de los casos, la votación se realiza en medio de una asamblea de oración o en un rato de adoración ante el Santísimo Sacramento.
Algunas veces la votación va precedida por una enseñanza sobre el pastor y su equipo y sobre su ministerio, y, con frecuencia, se invita una persona ajena al grupo para impartir esta enseñanza y proceder al recuento de los votos. Esta última precaución facilita que los miembros del equipo, reelegidos o no, no conozcan el número de votos que obtuvieron, evitándose así las consiguientes amarguras.
Exceptuando a los grupos muy reducidos, en los demás sólo se invita a la elección las personas con una relativa antigüedad en el grupo, y, con frecuencia, la votación queda reservada a los que ya han recibido la efusión del Espíritu. No obstante, cuando se procede así, la votación definitiva puede ir precedida por una consulta general al grupo, incluyendo a los nuevos. Esta consulta indicativa permite establecer una primera lista de nombres. A estos se les pregunta entonces si pueden aceptar o no su eventual participación en el equipo o núcleo. Más tarde, la votación para la constitución del equipo se puede hacer a partir de la lista y limitándose a los que han dado su aceptación. Este procedimiento en dos fases puede parecer complicado, pero ofrece la ventaja en los grandes grupos de reservar la elección a los antiguos, pero a la vez se consulta a todo el grupo, de modo que quede más implicado en la votación definitiva.
Durante los primeros años de la Renovación Carismática, la práctica más extendida consistió en la incorporación sucesiva de personas al núcleo por invitación y así se accedía a la función de pastor, mirando las necesidades del grupo y los carismas de las personas. Esta práctica aún perdura en algunos grupos, donde se invita a tal hermano o hermana por tener un carisma de profecía, de enseñanza o de discernimiento para que robustezca al equipo poniendo al servicio de todo el grupo los carismas correspondientes.
Que un profeta, por ejemplo, no participe en el grupo, puede facilitarle el ejercer su carisma con mayor libertad y servir así mejor al grupo, con tal de que esté sometido a los profetas.
2. Análisis comparativo de estas prácticas
Ofrecer un dictamen comparativo sobre las diversas prácticas usadas para elegir pastores en los grupos de oración, no implica elegir una sola fórmula y rechazar las demás; porque conviene que todo se matice en función del desarrollo e historia del grupo y también según el compromiso comunitario que une a sus miembros entre sí y, ocasionalmente, según otros criterios. La incorporación al pastoreo por invitación presenta, a mi entender, un doble peligro:
Existe el riesgo de que se abra un foso - entre el grupo de una parte y de otra el pastor y su equipo- si a los participantes de un grupo no se les pide nunca su opinión. Espontáneamente el equipo o núcleo existente tenderá a elegir con preferencia a personas con las que se entiendan mejor y que apoyen las mismas ideas sobre la dirección del grupo. Así, las opiniones diversas no se manifestarán y se corre un peligro de esterilización.
A veces, se eligen los miembros de gobierno en función de ciertos talentos y carismas, como antes dije, y puede arrumbarse la invitación a otros hermanos y hermanas con talentos y carismas menos espectaculares, pero que podrían aportar al grupo un enriquecimiento complementario con su participación en el equipo.
Bastantes grupos dan testimonio de que la elección hace que emerjan con regularidad personas nuevas a las que sin ella no se hubiese prestado atención. Estas razones me inclina a preferir la elección de un núcleo o equipo, que a continuación escoge de entre ellos un pastor, en vez del segundo procedimiento, donde el pastor elegido es quien posteriormente escoge a su equipo.
La primera práctica, por añadidura, subraya la importancia de la "dirección" confiada a un grupo de servidores y, por tanto, la dimensión "comunitaria" y colegial de los animadores, mientras que el segundo procedimiento insiste más en el "carisma de pastor". .
Es verdad que poner de relieve el 'carisma de pastor' como participación en la misión del único y exclusivo Pastor que es Cristo, puede ser fuente de una unión profunda del grupo en torno a su pastor; pero, por contra, se puede caer en el ejercicio de un poder autoritario, más o menos manifiesto, sobre el grupo, donde los miembros del equipo se reducen a mera "comparsa" del pastor.
Finalmente, la elección simultánea del pastor y del núcleo no me parece deseable, porque no asegura la unidad entre el pastor y su equipo, puesto que los dos son elegidos por el grupo sin buscar su coordinación.
Me parece útil subrayar algunos criterios, estimados por los grupos cuando proceden a la elección del pastor y su núcleo, como esenciales para ayudarnos a aceptar la elección de Dios:
Dar una gran importancia a la oración antes de la elección y durante ella,
Evitar toda campaña electoral, que podría desnaturalizar la votación y las motivaciones de las personas que han de acoger la llamada del Señor para servir a sus hermanos.
Fijar una duración limitada para los "manatos", ocasionalmente renovables, de modo que se facilite que un número grande de hermanos y hermanas puedan aceptar este servicio con los consiguientes sacrificios en su vida familiar y profesional por un tiempo limitado.
Asegurarse en el curso de la votación de que las personas elegidas tengan un amplio apoyo, de modo que el pastor y su equipo sean aceptados por la casi totalidad del grupo (la mayoría de un 50,5% solamente, no es deseable).
3. Situaciones inmovilistas.
Si bien, como señalé antes, un gran número de grupos carismáticos tiene determinadas las modalidades para asegurar la renovación de sus "cuadros"; sin embargo, existen situaciones en las que nada está previsto para realizar los cambios y donde se constata que hay grupos en los que el pastor o la pastora siguen siéndolo después de 10, 15 o más años. Hay grupos que no saben qué hacer en estos casos. También se observa, en ocasiones, una clara resistencia a dejar el puesto.
Cuando un pastor sigue en su cargo después de mucho tiempo, los miembros de su grupo van identificando poco a poco el servicio con la persona que lo ejerce y no se imaginan que otra persona pueda desempeñarlo.
No ven posible encontrar otro pastor tan perfecto, tan entregado y tan lleno de carismas. Se oye incluso hablar del grupo del señor O o de la señora Z. Se desemboca así en una serie de culto a la personalidad, que ahoga todo intento de cambio. Nadie ataca la buena voluntad, la dedicación y la generosidad de una persona concreta ni duda de ellas; incluso estas buenas cualidades sirven de argumentos añadidos para mantener todo sin cambios. Esta permanencia proporciona la seguridad que muchos hermanos y hermanas buscan y así, de forma muy sutil y más o menos consciente, el grupo, culpabilizado de algún modo, presiona a su pastor y a su equipo para que mantengan la situación. El miedo a una elección, que pueda parecer una desaprobación o un castigo al equipo en el poder, actúa también de freno.
Cuando el pastor y los miembros de su equipo vean la necesidad de un cambio, una solución posible consistiría en que el pastor presente su renuncia al cargo y ayude al grupo para que prepare la elección, que le sustituya a él y a su equipo. A veces el pastor se retrae de dar este paso porque teme que su grupo quede huérfano, cuando una explicación pertinente y un tiempo de preparación llevarán al grupo a compartir su propuesta.
Una de las razones contrarias a un cambio regular reside en una concepción falsa del carisma y del servicio equiparados a los ministerios de la ordenación sagrada. Recibí un testimonio que ilustra esta posición y del que cito un fragmento: "Yo diría a todos los que se disponen a acoger a un pastor: Mirad lo que pasa en la Iglesia; mirad cómo se acoge al Papa y al Obispo... ¿Se trata acaso de una elección en el sentido laico del término? No; es el Espíritu Santo, es el Señor el que da pastores a su Iglesia... y estos pastores se eligen de por vida. ¿Con qué derecho se determina en un grupo que un pastor sea elegido por 3 años para que cada uno tenga su oportunidad? ¿Qué oportunidad? ¿Inspira el Señor estas decisiones? La Iglesia no es una democracia. No existen en ella mandatos renovables cada 3, 4, 5 o 7 años. Ni estamos eligiendo un presidente del gobierno. Muchos monasterios, cuando escogen sus Abades o Abadesas, saben que van a serlo de por vida, a no ser que medie una renuncia siempre posible. Ser pastor es un carisma concedido por el Espíritu Santo y no se le da indistintamente a todos". Me parece que esta postura se apoya en errores de base, bastante difundidos, aunque no siempre se formulen de modo caricaturesco:
El carisma lo otorga el Espíritu Santo a quien quiere y cuando quiere, pero por un tiempo determinado y a una comunidad determinada y no de por vida.El carisma puede preceder y fundamentar un envío, pero el ministerio y el envío quedan sostenidos por los carismas necesarios dados en ese momento para asegurar con eficacia ese ministerio. No hay que confundir "carisma" gracia pasajera, con ministerio "ordenado", que es "el vinculo sacramental que une la acción litúrgica a lo que dijeron y realizaron los Apóstoles y por ellos a lo que dijo y realizó Cristo, fuente y fundamento de los sacramentos" (Catecismo de la Iglesia Católica, n° 1120).
En la mayoría de las comunidades religiosas los superiores son elegidos por un tiempo limitado y con un número limitado de reelecciones.
¿Por qué no puede el Espíritu Santo actuar en una elección realizada según los criterios enumerados al final del apartado 2? ¿Acaso los medios humanos han de ser necesariamente rechazados en el campo del Espíritu?
Existen situaciones mucho más graves cuando el pastor y su equipo han tomado posesión del grupo y de su dirección sin participación alguna. Algunas veces se utiliza un simulacro de elección para dar la impresión de que se consulta al grupo. Esta situación se parece a la denunciada por el profeta Ezequiel, donde los malos pastores saquean al rebaño que les ha sido confiado.
Se asiste impotentes ante 'desaguisados' que hieren a las personas y que constituyen verdaderos antitestimonios, que crean en otros prejuicios contra la Renovación en su conjunto. Las relaciones autoritarias son tales, que resulta imposible intervenir en el grupo sin ser invitado. La única salida previsible a mi entender sería acudir a instancias superiores y externas al grupo (delegado diocesano, animador diocesano o regional...), de modo que tales situaciones no sigan prolongándose.
El cambio periódico de pastores y de equipos en los grupos de oración los considero no sólo necesario, sino vital por diversos motivos:
Aunque el pastor y su equipo sean nombrados para un nuevo mandato, el hecho de ser reelegidos por el grupo les añade un apoyo inestimable para continuar el servicio que se les confía, sobre todo, en aquellas ocasiones en que el desaliento o el cansancio espiritual les tienten.
La llegada de nuevos servidores es una oportunidad para el grupo, pues aporta sangre nueva, nuevas ideas, actitudes y carismas. No es conveniente que estos cambios conduzcan a prescindir de los dones, las experiencias y las capacidades de los "antiguos". Mostremos imaginación para emplear a los anteriores pastores y miembros del equipo en otros servicios de acompañamiento espiritual o de formación según sus carismas. ¡Cuántos abandonan los grupos al sentirse inútiles e inactivos después de largos años de leales y provechosos servicios!
Una renuncia al cargo reglamentada y en manos de los hermanos facilita una vida en desprendimiento, un reconocimiento de que el cargo no me pertenece en propiedad y que me fue confiado por el Señor para un período determinado.
Con frecuencia, un grupo de oración se encuentra sin recursos para elegir un pastor y constituir un núcleo o equipo. El acompañamiento continuo del grupo por una persona de discernimiento reconocido, con experiencia de animación en grupos de oración y que no esté directamente implicado en él (pero sí en el acompañamiento de algunos de sus miembros), puede ser una gran ayuda para poner en marcha al nuevo pastor y a su equipo.
(Traducido de TYCHIQUE, N° I I I, Septiembre] 994.)