El acompañamiento espiritual ha existido siempre en la Historia de la Iglesia a lo largo de los tiempos. Con el objetivo de ayudar a que la persona consiga su plenitud humana y cristiana a través de un camino concreto y bajo la guía de una persona experimentada espiritualmente. Por eso, la finalidad de esta relación "acompañante-acompañado" es ayudar a que el acompañado saque de sí todos los recursos posibles, lo mejor que hay en él mismo para ser más dócil al Espíritu Santo.
De ahí que el "acompañante" deba de despertar en el acompañado lo mejor que hay en él. Sacar lo mejor que hay en él, y esto es imposible si no es por el amor.
El amor es lo esencial, el amor misericordioso es lo más importante para el acompañamiento. Si esto abundara en nuestra sociedad, seguro que los psicólogos, seguro que tanta terapia no sería necesaria, estarían muchos psiquiatras y muchos psicólogos en paro. Desde las entrañas de misericordia del Señor es el único modo de servir y acompañar a nuestros hermanos.
EL ACOMPAÑAMIENTO DESDE LA PALABRA.
Decíamos que el acompañamiento espiritual ha existido siempre aunque se le haya llamado de distintos modos, y lo podemos fundamentar en la misma Palabra de Dios. En el libro del Génesis dice Dios: "No es bueno que el hombre esté solo". Y ya le da una compañera. Y ya se dice el hombre: "Tengo con quien caminar, tengo con quienproseguir mi camino, tengo con quien compartir, tengo con quien estar". Luego, fijaros, el Señor ha puesto en lo más profundo de la entraña la necesidad de estar acompañados, no solo de ser acompañados, no sólo a ratos, sino siempre, de estar acompañados. "Dios bajaba todas las tardes a pasear, a estar con el hombre", seguimos leyendo. Dios mismo es el que nos acompaña. Dios mismo es el gran compañero del hombre y eso lo notamos porque a veces si estamos muy rodeados de personas e incluso de hermanos, pero como no esté el Señor en mi hermano, como no esté el Señor en mi, es algo que no me vale, que no me sirve. Es el mismo Señor el que tiene que estar relacionándonos, quien tiene que estar fundamentando este acompañamiento y esta relación.
El Señor manda también sus ángeles para que acompañen al hombre, para que el hombre no esté solo, para que ilumine al hombre y le guíe. En el libro de Tobías el arcángel Rafael es caminante y guía de Tobías. También a nosotros se nos da un ángel, el ángel de la guarda. Ojalá sigamos teniendo esa sencillez, esa ingenuidad de corazón de los limpios, de los sencillos, de ser pequeños, creyendo toda nuestra vida en el ángel de la guarda. Luego, hermanos, huyan de esa tentación que nos muerde con más frecuencia de lo que pensamos, la tentación de creer que estamos solos, de que vivimos solos, de que nadie nos entiende, de que en los momentos más duros subimos solos a Getsemaní, subimos solos a Jerusalén. No es cierto, allí mismo en Getsemaní el Padre envió un ángel que confortase al Señor. En Jerusalén también tuvo algún discípulo que le acompañase y su misma Madre, la acompañante.
María corre a la montaña sin tener en cuenta de que está en los primeros meses de su embarazo y que puede correr riesgo el mismo Hijo de Dios. Ella sabe que ha puesto esta inquietud de acompañar a su prima el mismo que a Ella la fecundó, el mismo Espíritu Santo. y por eso corre a la montaña a acompañar y a servir a su prima Isabel.
Ella sique acompañando a su Hiio en su misión y por eso adelanta de alguna manera los signos del Reino: "Mira, no tienen vino". Con esa fe, con esa confianza, con esa intuición, con esa espera Ella mira a los servidores y les dice: "Haced lo que El os diga", y Jesús se rinde, no tiene más remedio. Siempre estamos acompañados.
También a través de la Palabra se nos habla del acompañamiento por la amistad. En el libro primero de Samuel la amistad de David v Jonatán. ¡Qué maravilla que todos conocemos, qué lealtad! Y nos dice el Eclesiástico: "El que ha encontrado un amigo ha encontrado un tesoro".
En el libro del Deuteronomio, cap. 31, "Yavéh marchará delante de ti, Él estará contigo, no te dejará no te abandonará. No temas ni te asustes". Dios cercano e íntimo.
NECESIDAD DEL ACOMPAÑAMIENTO.
Es necesario, sigue siendo necesario en nuestros días el acompañamiento, porque lo ha sido siempre. El hombre es un ser que madura en el espacio, que madura en el tiempo a través de relaciones de la que la persona es protagonista. Esta relación personalizada se hace cada vez más urgente, dado que nuestra sociedad masifica, nos quiere meter a todos en un mismo molde, en un mismo saco. Nos despersonaliza v así nos dificulta e impide que asumamos nuestra propia responsabilidad, que llevemos a cabo opciones personales. No le interesa, quiere que seamos tan borregos.. . porque le interesa eso a nuestra sociedad.
Hermanos, estad atentos al Espíritu, abiertos a esas relaciones que nos personalizan, que nos hacen sabernos únicos, diferentes a todos los demás. Y es que los aspectos más importantes de la vida, los que la fundamentan, no se reciben así, no aparecen de cualquier manera ni por el azar, sino que exigen de nuestra parte búsqueda, reflexión,acompañamiento y toma de decisiones.
Para ello es necesario que nosotros asumamos nuestra condición de humanos, que somos limitados, lo cual quiere decir que somos necesitados, que somos personas que continuamente nos estamos recibiendo por el amor de Dios, que continuamente estamos siendo creados y recreados por la fuerza del Espíritu y que tenemos una historia personal, única, nuestra, más bonita o más fea que no debemos querer borrarla.
Sabernos únicos y necesitados del hermano, necesitados de esta relación que nos personaliza. Cada persona ha de trabajar por descubrir esa voluntad de Dios y eso no es tan fácil hacerlo solos. Hablamos mucho de fraternidad, de hermandad, de amistad, pero nos encontramos con personas o muy autosuficientes, que dicen: "Yo nonecesito. Yo ya tengo a Dios. Yo ya tengo al E.S.". Pues, malo, hermano, eso no huele muy bien. Hay mucha autosuficiencia. Porque también el Espíritu del Señor habla a través de los hermanos.
Por lo tanto, no es fácil discernir la voluntad de Dios solos, no es tampoco fácil porque tengamos un grupo, discernirlo en grupo, en la oración en grupo. Es necesario, es importante este acompañamiento también personal.
MISION DEL ACOMPAÑANTE.
¿Qué misión tiene, pues, el acompañante en esta relación? Partiendo de que el acompañamiento tiene componentes de relación de ayuda, pero que principalmente esta relación está abierta a la acción del Espíritu. Esto es lo característico, lo genuino del cristiano y no digamos de la R.C. y esto tiene que estar orientado a la apertura al Espíritu para buscar la voluntad de Dios para cada uno.
De este modo, la persona que acompaña se convierte en mediación sacramental para el acompañado. Que busca el sentido de su vida desde una coherencia interna. Por eso se trata más de vida que de palabras. Por eso, si no está el Señor como estaba en el seno de María y por eso quedó ya santificado el Precursor, si no está el Señor ennuestra entraña y en la entraña de mi hermano, no sirve esa relación, no hay tal acompañamiento. Habrá otra cosa, pero no acompañamiento que ilumine los caminos, la voluntad del Señor. Tenemos que estar llenos de la presencia del Señor y así seremos esa mediación sacramental. La tarea de ser testigo excepcional de la obra de Dios en una persona solo se puede asumir sintiéndose servidor de Jesucristo y enviado de su Iglesia. Los dirigentes de los grupos hemos sido llamados a "acompañar a los hermanos y de buscar los medios o las personas para que se sientan acompañados.
Y es una tarea delicada, por eso no la elegimos nosotros. Malo sería que eligiéramos nosotros acompañar.. . Somos enviados del Señor. La aceptamos como siervos inútiles que ponen los talentos que han recibido al servicio del Reino.
Vamos a ver también algo de qué actitudes debe tener el acompañante para esta tarea, para este servicio. Las actitudes del acompañante tienen que posibilitar el acompañamiento puesto que hemos dicho que se trata, sobre todo, de vida y vida coherente, mas que de palabra. Más de actitud, que de lo que podamos decir, y esto implica varios aspectos: Aceptación y acogida.
LA ACTITUD DE ACEPTACIÓN INCONDICIONAL AL OTRO.
Lo más importante es el amor misericordioso que el Señor ponga en nuestra entraña para el otro y sin él no es posible el acompañamiento. Si este amor está en nosotros, la aceptación incondicional del otro es una consecuencia, porque no le aceptaremos si es de tal forma o de tal otra forma, si piensa así o de otra manera, si habla bien o habla mal, si me da mucho la lata o poco, si es muy pelma o poco pelma, si se sonríe o es serio... Si mi corazón está lleno del amor misericordioso de Dios la aceptación es incondicional y aparece por sí mismo.
Y esa aceptación se demuestra en la acogida. En una escucha atenta a lo que el hermano nos dice. La persona es una unidad de alma y cuerpo y no podemos tampoco olvidarlo, sino que de alguna manera tenemos que tenerlo en cuenta.
Escuchar al otro no es solamente oír solamente lo que dice con su palabra, sino escucharle también a través de sus gestos, de su mirada, de su cambio de color en un momento, de su actitud, de su gesticulación con las manos, con los pies... ¡Yo qué sé! Es decir, estar muy atentos a todo su ser, porque nos está hablando con todo su ser.
Aunque no queramos, siempre que estamos delante de un hermano, delante de alguien, nos estamos comunicando, le estamos diciendo algo de nosotros mismos. Lo mismo que yo ahora os estoy diciendo algo de mí mismo no sólo con lo que os digo, sino por mi forma de decirlo, por mi gesto, y vosotros me lo decís a mí también con vuestros rostros, con vuestra actitud. Pues es importante escuchar también a través de todo esto.
Se requiere calidad de vida, madurez, estar impregnada de Espíritu Santo. Estar preñada, llena de Espíritu Santo.
NECESIDAD DE LA FE EN EL ACOMPAÑAMIENTO.
Otro aspecto a tener en cuenta es la fe en el dinamismo humano del crecimiento. La persona es un ser humano que tiende siempre a desarrollarse, a madurar, a crecer, enel espacio y en el tiempo. Pues el acompañante ha de mantener siempre fe en que es posible ese crecimiento, pase lo que pase, sea lo que sea, y esté como esté elacompañado. Nunca puede pensar "esta persona nunca cambiará". En ese momento ha dejado de amarla.
Puede ocurrir que no se esté dando en la medida que nosotros quisiéramos, pero puede estar oculto por circunstancias, y lo que le ha de ayudar en esos momentos al acompañado, lo que ha de mantener que no se rompa, es que sienta que el acompañante crea. Y si no decidme, ¿no tenéis vosotros experiencia de que por muy mal que estéis, por muy rotos que estéis, por muy defraudados y fracasados que os sintáis, si habéis encontrado una persona en la que habéis podido descansar, todo ese rompimiento vuestro y esa persona os ha dicho con su actitud y con su palabra "Yo creo en ti, a pesar de todo creo en ti". Esa fe, esa creencia en nosotros nos ha salvado, nos ha ganado, nos ha curado. Que en definitiva es la fe que Dios tiene en nosotros.Es la confianza que a pesar de los pesares Dios pone en nosotros. Nosotros una y otra vez fallamos, nosotros nos arrepentimos, vamos con los mismos rollos a pedir perdón a través del Sacramento de la Reconciliación y una y otra vez el Padre que nos conoce y nos estrecha y nos abraza y no nos dice: "mira, son ya demasiadas veces, ya no creo en ti." No, pone de nuevo en nosotros la fe y la confianza de que Él nos cree y se fía de nosotros. ¡Qué maravilla, hermanos! Por eso, también el acompañante tiene que estar lleno de este don de la fe, que una cosa es quererlo y otra cosa es vivirlo. Por eso tenemos que pedirlo cada día, cada mañana.
Esta fe nos llevará también a esta coherencia de la que hablábamos antes. Ese despertar lo mejor en el otro, en el acompañado. A respetar la autonomía del otro. Tenemos mucho peligro de creer los acompañantes ya tenemos en nuestras manos la solución de todos los problemas y tenemos el peligro de aplicar unas normas, incluso morales, y eso impide crecer a la persona. Dejar que opte ella, que sea ella misma. El acompañante tiene que estar atento a no crear dependencia, a ser como el Precursor, Juan Bautista, que señala y apunta al Señor. Y nosotros no somos dignos de desatarle la correa de su sandalia.
Si el acompañado siente que se ataca su autonomía, despierta resistencia v se bloquea. Debe de ser el acompañante lo más posible una persona humanamente integrada y madura en la fe. No por el hecho de ser servidores ya somos humanamente integrados y maduros en la fe, caminamos hacia ello, pero en la medida en que el acompañante se conoce y se acepta tal y como es, conoce que también se rompe, conoce sus fallos, los asume, los acepta, en esa medida puede ayudar a otra persona. En la medida en que su fe es madura, en esa medida puede acompañar el proceso de otra persona. En la medida en que su vida tiene esa coherencia que decimos, estimulará sin necesidad incluso de palabras a desear esa plenitud de vida en espíritu y en verdad.
Imaqinaos que el acompañante le dice a la persona: "mira, es necesario que ores, es necesario que ores personalmente, que tengas trato de amistad con el Señor cada día, que te relaciones personalmente con El. "No basta el grupo". O que le diga: "Debes de tener vida de Sacramentos. Estás muy lejos de esto y es necesario que te alimentes de los Sacramentos. La Iglesia es madre; es necesario que tus relacionesinterpersonales tengan calidad". Pero luego el acompañado vea que eso no es así en la persona que se lo está diciendo. Que no hay tal calidad de relaciones interpersonales, que esa persona se conforma con ir al grupo, "bueno, que la vida de Sacramentos no es tanto". Pues no puede surgir ningún efecto en el acompañado. Al contrario, le hará daño. Por eso es necesario esa coherencia de vida, esa madurez de fe, esa integración humana.
Si el acompañamiento espiritual trata de ayudar a la persona a situar la fe como lo más importante (porque puede haber un acompañamiento personal que se quede en lo humano, que no sea espiritual, no hablaríamos entonces de fe). Es necesario ayudarle a situar la fe como lo más importante. La labor del acompañante para ello es hacer caer en la cuenta, ayudar a poner en marcha todos los dinamismos contando siempre con la ayuda del Espíritu. Pobres de nosotros si creemos que lo podemos hacer nosotros.
PASOS A TENER EN CUENTA.
Tres pasos nos pueden ayudar a hacer caer en la cuenta, a ayudar a poner en marcha todos estos dinamismos:
1) Puede ocurrir que la persona esté como desorientada, como en un bosque perdida y tenga necesidad de tomar conciencia, de centrar su problema, de descubrir el punto clave. Al acompañante le puede ayudar el servir de espejo, el repetir con palabras distintas lo que el acompañado le dice, para que al verlo fuera de sí pueda retomarlo, pueda enfocarlo y le sea más fácil juzgarlo y tomarlo en su mano. También el acompañante tiene que ayudarle a leer desde la fe los signos de Dios en su vida.
2) Otro paso sería ayudarle al desenredo emocional y aquí sí que caemos mucho. Tantas veces un problema o una cosa nos coge de tal manera el corazón que ya no sabemos por donde andamos, pues el acompañante debe de ayudar a desenredar esa madeja de sentimientos para que sea capaz de integrarlos y razonar desapasionadamente. Y es cierto que muchas veces cuando ya le comunicamos a un hermano qué me está pasando y ese hermano me ayuda a darle nombre, casi desaparece ya el problema. ¡Qué descanso, qué respiro! Entraremos en proceso pero ya estamos en camino. Ayudar al desenredo emocional.
3) Ayudar también a la toma de decisiones. Decimos que en la medida que una persona es capaz de tomar decisiones que vayan dando sentido a su vida, esa persona es madura, es adulta. Y es que los momentos de tomar una decisión son los momentos en que la persona siente más su autonomía, aunque también su soledad. Ahí el acompañante tiene un peligro que debe evitar: evitar caer en la trampa de la sustitución. No, hay que llevar al acompañante quien sea él quien decida o quien no decida, que es otra manera de decidir, y que vea ahí el riesgo que corre. No entrar nosotros en esa ansiedad de querer evitar la soledad a toda costa, el riesgo de tomar decisiones, porque también es el único modo de que vaya creciendo en autonomía. Es muy importante tener muy claro que la labor del acompañante, el objetivo también, aunque el central sea buscar la voluntad de Dios, como persona es ayudarle a crecer, hacer que él mismo se sienta único. Debe por eso evitar el acompañante indicar caminos: "este es el camino". No. Si no confrontar los pasos que va dando y ayudarle a asumir el riesgo de la fe.
OTROS PUNTOS NECESARIOS.
1) Desde ahí únicamente ya decir algún punto muy breve, dado que el acompañamiento también se lleva a cabo a través de entrevistas. Que en esas entrevistas el personaje principal es el acompañado, por lo tanto es él quien tiene que hablar y el acompañante, sobre todo, escuchar y ser muy breve cuando tome la palabra. Esto los que tenemos un temperamento de hablar mucho tenemos que tenerlo muy en cuenta, porque si no cuando vienen a nosotros lo que hacemos es darles una charla, pero no tenemos una relación, una comunicación y lo más importante es que se exprese el acompañado.
2) También renunciar el acompañante a ser protagonista. Si acaso el único protagonista es el Espíritu Santo, porque lo hemos visto en la misma madre de Dios, es Él el que le hizo saltar a Juan en las entrañas de Isabel, es Él el que lleva a María, el que la hace correr, el que la hace salir de su casita. Fue el Espíritu Santo y Ella es dócil y Ella es instrumento.
3) Y tenemos que ser sencillos y reconocer que también en la Renovación se nos meten mucho los protagonismos y ponernos muy delante del Señor y orar mucho delante del Señor. Tenemos que ser personas que oran para que nos haga sencillos y humildes.
4) No debe tener el acompañante miedo a los silencios, también lo decimos en los Grupos de Oración. Porque en esos silencios el acompañado puede estar ordenando sus ideas, puede estar removiéndose algo dentro de él y al acompañante le da la oportunidad de leer y de escuchar más allá de las palabras.
5) Evitar también no caer en el estancamiento. Llegamos a un punto en que ya no hay salida, pues ayudar con preguntas "¿por qué creer tú que te está ocurriendo esto? ¿Por qué piensas que tienes necesidad de tal cosa? ¿Cómo piensas tú que va a ser tu futuro y por qué? Arrancar de ese estancamiento con alguna pregunta. A veces es la persona acompañada la que hace preguntas y el acompañante debe de responder pero brevemente y destacando siempre el carácter teórico, porque no se trata de recetas ni de normas, para que sea la misma persona quien haga la aplicación a su realidad.
6) Las actitudes cristianas son muy importantes en esta relación, en este acompañamiento espiritual y no podemos silenciarlas ni dejar hablar, aunque dicho algo de paso, de la fe, de la oración, de la búsqueda de la voluntad de Dios. La fe en la fuerza salvadora del Espíritu es la que mantendrá constantemente renovado al acompañante. Este Espíritu que todo lo recrea y lo hace nuevo y es esta fe la que le sitúa en esta actitud que hemos estado diciendo positiva, paciente, confiada. Tendrá, por tanto, que expresarla el acompañante, unas veces para alentar a las personas inseguras. ¿No os habéis encontrado con personas que ante una pared que es toda blanca y resulta que hay un puntito negro y se empeña en decir que le hace daño aquella pared porque es negra, porque ve lo negro, porque ve lo negro... y por más que uno se empeña en decir: "no mira, ¿no ves que es blanca? Únicamente hay este puntito negro... Pues estas personas que son bajas de ánimo hay que alentarlas expresándoles la fe, estas personas que son tan inseguras hay que alentarlas y sacudirlas desde la fe. Pero también hay que sacudir a los que son excesivamente seguros en ellos mismos, los que se apoyan tanto en ellos mismos que son protagonistas de su propia historia, pero no lo es el Señor, no lo es el Espíritu, y ya hemos dicho que el único protagonista es el Señor, no nosotros.
7) Orar sin desfallecer, si queremos acompañar. Si queremos ser instrumentos de ese amor misericordioso de Dios. Las entrañas de Dios siempre están rotas y abiertas para acogernos. Ahí nos podemos ver siempre, por muy pecadores que seamos realmente, no solo que nos sintamos. El hombre siempre está acompañado por Dios, por ese Corazón abierto y roto, y nosotros no siempre tenemos esas entrañas misericordiosas. Para tenerlas es necesario orar sin desfallecer, tenemos que reflejar esa identificación con Cristo que es fruto de una relación asidua y prolongada con el Señor. Si no oramos cada día personalmente, personalmente, y buscamos el mejor tiempo del día y buscamos un tiempo lo suficientemente largo para decirle al Señor nuestro amor y que Él nos diga, como decía Juan Pablo II, no podremos acompañar anadie, ni casi podremos decir que estamos en el Señor. Desde luego no podremos reflejar el rostro de Cristo.
8) Es muy importante también que en esa oración tengamos muy presentes,intercedamos, le presentemos al Señor a todos esos hermanos que pone a nuestro lado para que nosotros acompañemos, para que nosotros de alguna manera sirvamos. Quizá lo más que podemos hacer por ellos, sobre todo cuando ya no se sabe qué hacer o qué decir cuando tú te sientes mucho más pobre o más rota que ese hermano que viene como a pedir una limosna a mí lo que me sale, lo que digo es: "mira hermano lo que más puedo hacer por ti es presentarte ante el Señor y te estoy presentando. ¿No lo notas? Pues ten paciencia conmigo y sigamos orando.
9) Y ya, por último, esa búsqueda y obediencia a la voluntad de Dios. Este es el objetivo central del acompañamiento espiritual. Nunca se debe perder de vista. Y así,acompañante y acompañado, implicados cada uno en su papel en esta búsqueda del cumplimiento de la voluntad de Dios, siempre mayor que nosotros y Señor de nuestras vidas. Por eso, a Él la gloria. De algún modo, todos somos acompañantes y todos somos acompañados. ¡GLORIA AL SEÑOR!
De ahí que el "acompañante" deba de despertar en el acompañado lo mejor que hay en él. Sacar lo mejor que hay en él, y esto es imposible si no es por el amor.
El amor es lo esencial, el amor misericordioso es lo más importante para el acompañamiento. Si esto abundara en nuestra sociedad, seguro que los psicólogos, seguro que tanta terapia no sería necesaria, estarían muchos psiquiatras y muchos psicólogos en paro. Desde las entrañas de misericordia del Señor es el único modo de servir y acompañar a nuestros hermanos.
EL ACOMPAÑAMIENTO DESDE LA PALABRA.
Decíamos que el acompañamiento espiritual ha existido siempre aunque se le haya llamado de distintos modos, y lo podemos fundamentar en la misma Palabra de Dios. En el libro del Génesis dice Dios: "No es bueno que el hombre esté solo". Y ya le da una compañera. Y ya se dice el hombre: "Tengo con quien caminar, tengo con quienproseguir mi camino, tengo con quien compartir, tengo con quien estar". Luego, fijaros, el Señor ha puesto en lo más profundo de la entraña la necesidad de estar acompañados, no solo de ser acompañados, no sólo a ratos, sino siempre, de estar acompañados. "Dios bajaba todas las tardes a pasear, a estar con el hombre", seguimos leyendo. Dios mismo es el que nos acompaña. Dios mismo es el gran compañero del hombre y eso lo notamos porque a veces si estamos muy rodeados de personas e incluso de hermanos, pero como no esté el Señor en mi hermano, como no esté el Señor en mi, es algo que no me vale, que no me sirve. Es el mismo Señor el que tiene que estar relacionándonos, quien tiene que estar fundamentando este acompañamiento y esta relación.
El Señor manda también sus ángeles para que acompañen al hombre, para que el hombre no esté solo, para que ilumine al hombre y le guíe. En el libro de Tobías el arcángel Rafael es caminante y guía de Tobías. También a nosotros se nos da un ángel, el ángel de la guarda. Ojalá sigamos teniendo esa sencillez, esa ingenuidad de corazón de los limpios, de los sencillos, de ser pequeños, creyendo toda nuestra vida en el ángel de la guarda. Luego, hermanos, huyan de esa tentación que nos muerde con más frecuencia de lo que pensamos, la tentación de creer que estamos solos, de que vivimos solos, de que nadie nos entiende, de que en los momentos más duros subimos solos a Getsemaní, subimos solos a Jerusalén. No es cierto, allí mismo en Getsemaní el Padre envió un ángel que confortase al Señor. En Jerusalén también tuvo algún discípulo que le acompañase y su misma Madre, la acompañante.
María corre a la montaña sin tener en cuenta de que está en los primeros meses de su embarazo y que puede correr riesgo el mismo Hijo de Dios. Ella sabe que ha puesto esta inquietud de acompañar a su prima el mismo que a Ella la fecundó, el mismo Espíritu Santo. y por eso corre a la montaña a acompañar y a servir a su prima Isabel.
Ella sique acompañando a su Hiio en su misión y por eso adelanta de alguna manera los signos del Reino: "Mira, no tienen vino". Con esa fe, con esa confianza, con esa intuición, con esa espera Ella mira a los servidores y les dice: "Haced lo que El os diga", y Jesús se rinde, no tiene más remedio. Siempre estamos acompañados.
También a través de la Palabra se nos habla del acompañamiento por la amistad. En el libro primero de Samuel la amistad de David v Jonatán. ¡Qué maravilla que todos conocemos, qué lealtad! Y nos dice el Eclesiástico: "El que ha encontrado un amigo ha encontrado un tesoro".
En el libro del Deuteronomio, cap. 31, "Yavéh marchará delante de ti, Él estará contigo, no te dejará no te abandonará. No temas ni te asustes". Dios cercano e íntimo.
NECESIDAD DEL ACOMPAÑAMIENTO.
Es necesario, sigue siendo necesario en nuestros días el acompañamiento, porque lo ha sido siempre. El hombre es un ser que madura en el espacio, que madura en el tiempo a través de relaciones de la que la persona es protagonista. Esta relación personalizada se hace cada vez más urgente, dado que nuestra sociedad masifica, nos quiere meter a todos en un mismo molde, en un mismo saco. Nos despersonaliza v así nos dificulta e impide que asumamos nuestra propia responsabilidad, que llevemos a cabo opciones personales. No le interesa, quiere que seamos tan borregos.. . porque le interesa eso a nuestra sociedad.
Hermanos, estad atentos al Espíritu, abiertos a esas relaciones que nos personalizan, que nos hacen sabernos únicos, diferentes a todos los demás. Y es que los aspectos más importantes de la vida, los que la fundamentan, no se reciben así, no aparecen de cualquier manera ni por el azar, sino que exigen de nuestra parte búsqueda, reflexión,acompañamiento y toma de decisiones.
Para ello es necesario que nosotros asumamos nuestra condición de humanos, que somos limitados, lo cual quiere decir que somos necesitados, que somos personas que continuamente nos estamos recibiendo por el amor de Dios, que continuamente estamos siendo creados y recreados por la fuerza del Espíritu y que tenemos una historia personal, única, nuestra, más bonita o más fea que no debemos querer borrarla.
Sabernos únicos y necesitados del hermano, necesitados de esta relación que nos personaliza. Cada persona ha de trabajar por descubrir esa voluntad de Dios y eso no es tan fácil hacerlo solos. Hablamos mucho de fraternidad, de hermandad, de amistad, pero nos encontramos con personas o muy autosuficientes, que dicen: "Yo nonecesito. Yo ya tengo a Dios. Yo ya tengo al E.S.". Pues, malo, hermano, eso no huele muy bien. Hay mucha autosuficiencia. Porque también el Espíritu del Señor habla a través de los hermanos.
Por lo tanto, no es fácil discernir la voluntad de Dios solos, no es tampoco fácil porque tengamos un grupo, discernirlo en grupo, en la oración en grupo. Es necesario, es importante este acompañamiento también personal.
MISION DEL ACOMPAÑANTE.
¿Qué misión tiene, pues, el acompañante en esta relación? Partiendo de que el acompañamiento tiene componentes de relación de ayuda, pero que principalmente esta relación está abierta a la acción del Espíritu. Esto es lo característico, lo genuino del cristiano y no digamos de la R.C. y esto tiene que estar orientado a la apertura al Espíritu para buscar la voluntad de Dios para cada uno.
De este modo, la persona que acompaña se convierte en mediación sacramental para el acompañado. Que busca el sentido de su vida desde una coherencia interna. Por eso se trata más de vida que de palabras. Por eso, si no está el Señor como estaba en el seno de María y por eso quedó ya santificado el Precursor, si no está el Señor ennuestra entraña y en la entraña de mi hermano, no sirve esa relación, no hay tal acompañamiento. Habrá otra cosa, pero no acompañamiento que ilumine los caminos, la voluntad del Señor. Tenemos que estar llenos de la presencia del Señor y así seremos esa mediación sacramental. La tarea de ser testigo excepcional de la obra de Dios en una persona solo se puede asumir sintiéndose servidor de Jesucristo y enviado de su Iglesia. Los dirigentes de los grupos hemos sido llamados a "acompañar a los hermanos y de buscar los medios o las personas para que se sientan acompañados.
Y es una tarea delicada, por eso no la elegimos nosotros. Malo sería que eligiéramos nosotros acompañar.. . Somos enviados del Señor. La aceptamos como siervos inútiles que ponen los talentos que han recibido al servicio del Reino.
Vamos a ver también algo de qué actitudes debe tener el acompañante para esta tarea, para este servicio. Las actitudes del acompañante tienen que posibilitar el acompañamiento puesto que hemos dicho que se trata, sobre todo, de vida y vida coherente, mas que de palabra. Más de actitud, que de lo que podamos decir, y esto implica varios aspectos: Aceptación y acogida.
LA ACTITUD DE ACEPTACIÓN INCONDICIONAL AL OTRO.
Lo más importante es el amor misericordioso que el Señor ponga en nuestra entraña para el otro y sin él no es posible el acompañamiento. Si este amor está en nosotros, la aceptación incondicional del otro es una consecuencia, porque no le aceptaremos si es de tal forma o de tal otra forma, si piensa así o de otra manera, si habla bien o habla mal, si me da mucho la lata o poco, si es muy pelma o poco pelma, si se sonríe o es serio... Si mi corazón está lleno del amor misericordioso de Dios la aceptación es incondicional y aparece por sí mismo.
Y esa aceptación se demuestra en la acogida. En una escucha atenta a lo que el hermano nos dice. La persona es una unidad de alma y cuerpo y no podemos tampoco olvidarlo, sino que de alguna manera tenemos que tenerlo en cuenta.
Escuchar al otro no es solamente oír solamente lo que dice con su palabra, sino escucharle también a través de sus gestos, de su mirada, de su cambio de color en un momento, de su actitud, de su gesticulación con las manos, con los pies... ¡Yo qué sé! Es decir, estar muy atentos a todo su ser, porque nos está hablando con todo su ser.
Aunque no queramos, siempre que estamos delante de un hermano, delante de alguien, nos estamos comunicando, le estamos diciendo algo de nosotros mismos. Lo mismo que yo ahora os estoy diciendo algo de mí mismo no sólo con lo que os digo, sino por mi forma de decirlo, por mi gesto, y vosotros me lo decís a mí también con vuestros rostros, con vuestra actitud. Pues es importante escuchar también a través de todo esto.
Se requiere calidad de vida, madurez, estar impregnada de Espíritu Santo. Estar preñada, llena de Espíritu Santo.
NECESIDAD DE LA FE EN EL ACOMPAÑAMIENTO.
Otro aspecto a tener en cuenta es la fe en el dinamismo humano del crecimiento. La persona es un ser humano que tiende siempre a desarrollarse, a madurar, a crecer, enel espacio y en el tiempo. Pues el acompañante ha de mantener siempre fe en que es posible ese crecimiento, pase lo que pase, sea lo que sea, y esté como esté elacompañado. Nunca puede pensar "esta persona nunca cambiará". En ese momento ha dejado de amarla.
Puede ocurrir que no se esté dando en la medida que nosotros quisiéramos, pero puede estar oculto por circunstancias, y lo que le ha de ayudar en esos momentos al acompañado, lo que ha de mantener que no se rompa, es que sienta que el acompañante crea. Y si no decidme, ¿no tenéis vosotros experiencia de que por muy mal que estéis, por muy rotos que estéis, por muy defraudados y fracasados que os sintáis, si habéis encontrado una persona en la que habéis podido descansar, todo ese rompimiento vuestro y esa persona os ha dicho con su actitud y con su palabra "Yo creo en ti, a pesar de todo creo en ti". Esa fe, esa creencia en nosotros nos ha salvado, nos ha ganado, nos ha curado. Que en definitiva es la fe que Dios tiene en nosotros.Es la confianza que a pesar de los pesares Dios pone en nosotros. Nosotros una y otra vez fallamos, nosotros nos arrepentimos, vamos con los mismos rollos a pedir perdón a través del Sacramento de la Reconciliación y una y otra vez el Padre que nos conoce y nos estrecha y nos abraza y no nos dice: "mira, son ya demasiadas veces, ya no creo en ti." No, pone de nuevo en nosotros la fe y la confianza de que Él nos cree y se fía de nosotros. ¡Qué maravilla, hermanos! Por eso, también el acompañante tiene que estar lleno de este don de la fe, que una cosa es quererlo y otra cosa es vivirlo. Por eso tenemos que pedirlo cada día, cada mañana.
Esta fe nos llevará también a esta coherencia de la que hablábamos antes. Ese despertar lo mejor en el otro, en el acompañado. A respetar la autonomía del otro. Tenemos mucho peligro de creer los acompañantes ya tenemos en nuestras manos la solución de todos los problemas y tenemos el peligro de aplicar unas normas, incluso morales, y eso impide crecer a la persona. Dejar que opte ella, que sea ella misma. El acompañante tiene que estar atento a no crear dependencia, a ser como el Precursor, Juan Bautista, que señala y apunta al Señor. Y nosotros no somos dignos de desatarle la correa de su sandalia.
Si el acompañado siente que se ataca su autonomía, despierta resistencia v se bloquea. Debe de ser el acompañante lo más posible una persona humanamente integrada y madura en la fe. No por el hecho de ser servidores ya somos humanamente integrados y maduros en la fe, caminamos hacia ello, pero en la medida en que el acompañante se conoce y se acepta tal y como es, conoce que también se rompe, conoce sus fallos, los asume, los acepta, en esa medida puede ayudar a otra persona. En la medida en que su fe es madura, en esa medida puede acompañar el proceso de otra persona. En la medida en que su vida tiene esa coherencia que decimos, estimulará sin necesidad incluso de palabras a desear esa plenitud de vida en espíritu y en verdad.
Imaqinaos que el acompañante le dice a la persona: "mira, es necesario que ores, es necesario que ores personalmente, que tengas trato de amistad con el Señor cada día, que te relaciones personalmente con El. "No basta el grupo". O que le diga: "Debes de tener vida de Sacramentos. Estás muy lejos de esto y es necesario que te alimentes de los Sacramentos. La Iglesia es madre; es necesario que tus relacionesinterpersonales tengan calidad". Pero luego el acompañado vea que eso no es así en la persona que se lo está diciendo. Que no hay tal calidad de relaciones interpersonales, que esa persona se conforma con ir al grupo, "bueno, que la vida de Sacramentos no es tanto". Pues no puede surgir ningún efecto en el acompañado. Al contrario, le hará daño. Por eso es necesario esa coherencia de vida, esa madurez de fe, esa integración humana.
Si el acompañamiento espiritual trata de ayudar a la persona a situar la fe como lo más importante (porque puede haber un acompañamiento personal que se quede en lo humano, que no sea espiritual, no hablaríamos entonces de fe). Es necesario ayudarle a situar la fe como lo más importante. La labor del acompañante para ello es hacer caer en la cuenta, ayudar a poner en marcha todos los dinamismos contando siempre con la ayuda del Espíritu. Pobres de nosotros si creemos que lo podemos hacer nosotros.
PASOS A TENER EN CUENTA.
Tres pasos nos pueden ayudar a hacer caer en la cuenta, a ayudar a poner en marcha todos estos dinamismos:
1) Puede ocurrir que la persona esté como desorientada, como en un bosque perdida y tenga necesidad de tomar conciencia, de centrar su problema, de descubrir el punto clave. Al acompañante le puede ayudar el servir de espejo, el repetir con palabras distintas lo que el acompañado le dice, para que al verlo fuera de sí pueda retomarlo, pueda enfocarlo y le sea más fácil juzgarlo y tomarlo en su mano. También el acompañante tiene que ayudarle a leer desde la fe los signos de Dios en su vida.
2) Otro paso sería ayudarle al desenredo emocional y aquí sí que caemos mucho. Tantas veces un problema o una cosa nos coge de tal manera el corazón que ya no sabemos por donde andamos, pues el acompañante debe de ayudar a desenredar esa madeja de sentimientos para que sea capaz de integrarlos y razonar desapasionadamente. Y es cierto que muchas veces cuando ya le comunicamos a un hermano qué me está pasando y ese hermano me ayuda a darle nombre, casi desaparece ya el problema. ¡Qué descanso, qué respiro! Entraremos en proceso pero ya estamos en camino. Ayudar al desenredo emocional.
3) Ayudar también a la toma de decisiones. Decimos que en la medida que una persona es capaz de tomar decisiones que vayan dando sentido a su vida, esa persona es madura, es adulta. Y es que los momentos de tomar una decisión son los momentos en que la persona siente más su autonomía, aunque también su soledad. Ahí el acompañante tiene un peligro que debe evitar: evitar caer en la trampa de la sustitución. No, hay que llevar al acompañante quien sea él quien decida o quien no decida, que es otra manera de decidir, y que vea ahí el riesgo que corre. No entrar nosotros en esa ansiedad de querer evitar la soledad a toda costa, el riesgo de tomar decisiones, porque también es el único modo de que vaya creciendo en autonomía. Es muy importante tener muy claro que la labor del acompañante, el objetivo también, aunque el central sea buscar la voluntad de Dios, como persona es ayudarle a crecer, hacer que él mismo se sienta único. Debe por eso evitar el acompañante indicar caminos: "este es el camino". No. Si no confrontar los pasos que va dando y ayudarle a asumir el riesgo de la fe.
OTROS PUNTOS NECESARIOS.
1) Desde ahí únicamente ya decir algún punto muy breve, dado que el acompañamiento también se lleva a cabo a través de entrevistas. Que en esas entrevistas el personaje principal es el acompañado, por lo tanto es él quien tiene que hablar y el acompañante, sobre todo, escuchar y ser muy breve cuando tome la palabra. Esto los que tenemos un temperamento de hablar mucho tenemos que tenerlo muy en cuenta, porque si no cuando vienen a nosotros lo que hacemos es darles una charla, pero no tenemos una relación, una comunicación y lo más importante es que se exprese el acompañado.
2) También renunciar el acompañante a ser protagonista. Si acaso el único protagonista es el Espíritu Santo, porque lo hemos visto en la misma madre de Dios, es Él el que le hizo saltar a Juan en las entrañas de Isabel, es Él el que lleva a María, el que la hace correr, el que la hace salir de su casita. Fue el Espíritu Santo y Ella es dócil y Ella es instrumento.
3) Y tenemos que ser sencillos y reconocer que también en la Renovación se nos meten mucho los protagonismos y ponernos muy delante del Señor y orar mucho delante del Señor. Tenemos que ser personas que oran para que nos haga sencillos y humildes.
4) No debe tener el acompañante miedo a los silencios, también lo decimos en los Grupos de Oración. Porque en esos silencios el acompañado puede estar ordenando sus ideas, puede estar removiéndose algo dentro de él y al acompañante le da la oportunidad de leer y de escuchar más allá de las palabras.
5) Evitar también no caer en el estancamiento. Llegamos a un punto en que ya no hay salida, pues ayudar con preguntas "¿por qué creer tú que te está ocurriendo esto? ¿Por qué piensas que tienes necesidad de tal cosa? ¿Cómo piensas tú que va a ser tu futuro y por qué? Arrancar de ese estancamiento con alguna pregunta. A veces es la persona acompañada la que hace preguntas y el acompañante debe de responder pero brevemente y destacando siempre el carácter teórico, porque no se trata de recetas ni de normas, para que sea la misma persona quien haga la aplicación a su realidad.
6) Las actitudes cristianas son muy importantes en esta relación, en este acompañamiento espiritual y no podemos silenciarlas ni dejar hablar, aunque dicho algo de paso, de la fe, de la oración, de la búsqueda de la voluntad de Dios. La fe en la fuerza salvadora del Espíritu es la que mantendrá constantemente renovado al acompañante. Este Espíritu que todo lo recrea y lo hace nuevo y es esta fe la que le sitúa en esta actitud que hemos estado diciendo positiva, paciente, confiada. Tendrá, por tanto, que expresarla el acompañante, unas veces para alentar a las personas inseguras. ¿No os habéis encontrado con personas que ante una pared que es toda blanca y resulta que hay un puntito negro y se empeña en decir que le hace daño aquella pared porque es negra, porque ve lo negro, porque ve lo negro... y por más que uno se empeña en decir: "no mira, ¿no ves que es blanca? Únicamente hay este puntito negro... Pues estas personas que son bajas de ánimo hay que alentarlas expresándoles la fe, estas personas que son tan inseguras hay que alentarlas y sacudirlas desde la fe. Pero también hay que sacudir a los que son excesivamente seguros en ellos mismos, los que se apoyan tanto en ellos mismos que son protagonistas de su propia historia, pero no lo es el Señor, no lo es el Espíritu, y ya hemos dicho que el único protagonista es el Señor, no nosotros.
7) Orar sin desfallecer, si queremos acompañar. Si queremos ser instrumentos de ese amor misericordioso de Dios. Las entrañas de Dios siempre están rotas y abiertas para acogernos. Ahí nos podemos ver siempre, por muy pecadores que seamos realmente, no solo que nos sintamos. El hombre siempre está acompañado por Dios, por ese Corazón abierto y roto, y nosotros no siempre tenemos esas entrañas misericordiosas. Para tenerlas es necesario orar sin desfallecer, tenemos que reflejar esa identificación con Cristo que es fruto de una relación asidua y prolongada con el Señor. Si no oramos cada día personalmente, personalmente, y buscamos el mejor tiempo del día y buscamos un tiempo lo suficientemente largo para decirle al Señor nuestro amor y que Él nos diga, como decía Juan Pablo II, no podremos acompañar anadie, ni casi podremos decir que estamos en el Señor. Desde luego no podremos reflejar el rostro de Cristo.
8) Es muy importante también que en esa oración tengamos muy presentes,intercedamos, le presentemos al Señor a todos esos hermanos que pone a nuestro lado para que nosotros acompañemos, para que nosotros de alguna manera sirvamos. Quizá lo más que podemos hacer por ellos, sobre todo cuando ya no se sabe qué hacer o qué decir cuando tú te sientes mucho más pobre o más rota que ese hermano que viene como a pedir una limosna a mí lo que me sale, lo que digo es: "mira hermano lo que más puedo hacer por ti es presentarte ante el Señor y te estoy presentando. ¿No lo notas? Pues ten paciencia conmigo y sigamos orando.
9) Y ya, por último, esa búsqueda y obediencia a la voluntad de Dios. Este es el objetivo central del acompañamiento espiritual. Nunca se debe perder de vista. Y así,acompañante y acompañado, implicados cada uno en su papel en esta búsqueda del cumplimiento de la voluntad de Dios, siempre mayor que nosotros y Señor de nuestras vidas. Por eso, a Él la gloria. De algún modo, todos somos acompañantes y todos somos acompañados. ¡GLORIA AL SEÑOR!