CRECIMIENTO DE UN GRUPO

Alejandro BALBÁS SINOBAS

“De los grupos de oración surgen igualmente células y grupos de profundización de personas con una mayor exigencia espiritual y de vida cristiana, pero con una realidad entroncada dentro de la Renovación Carismática Católica". (R.C.C. en España 27.4).

Comencemos recordando el texto de San Lucas respecto de Jesús: "Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres". (Lc 2,52). El crecimiento es síntoma de vitalidad y necesita un alimento y unos cauces que favorezcan su desarrollo y su maduración, merecedora de toda atención. Todo ello exige un querer, que a su vez lleva consigo una actitud, una disponibilidad firme para recorrer el camino ya emprendido o para vivir una vida, cuya novedad ha podido comenzar a inquietar.

EXPERIENCIA DEL ESPÍRITU SANTO

La experiencia de haber recibido el Espíritu Santo, es decir, el bautismo o la efusión del Espíritu Santo ha de ser el punto de partida para cada hermano ya estable en el grupo. El Amor de Dios fue derramado sobre él y se atreve a gritar con toda verdad y conciencia “Abba", Padre. Consecuentemente suscita en él un amor filial que le produce una sensación tan llena de gozo que le hace estallar en una alegría permanente. Jesús, el Cristo, ha sido también el fruto que le ha sido revelado por el mismo Espíritu, haciéndole sentir la necesidad de conocerle más y de imitarle. Ha comenzado una vida nueva con exigencias de más y de un crecimiento, aunque no sepa expresarse con claridad.

En contacto con algunos hermanos del grupo se comunican sus inquietudes y ven que individualmente no pueden lo necesario y echan en falta algo más en común además de la reunión semanal. Necesitan más frecuentemente ponerse a los pies del Señor, escucharle y así poder adelantar más en sus vidas.

EN CÉLULA DE INICIACIÓN

¿Cómo comenzar? No necesariamente tiene que surgir un grupo de profundización llevados de la buena voluntad y menos cuando el grupo no es numeroso. Pudiera ser muy conveniente dar algunos pasos antes. El alma que se ha encontrado con el Señor y siente el gozo de habérsele manifestado gratuitamente desea comunicarse con alguien. No me refiero ahora a un alguien nuevo sino a otro hermano del grupo y que fácilmente está viviendo la misma experiencia del Señor.

Comunicarse es una necesidad. Son dos o tres hermanos que de una manera informal, es decir, sin programar y casi casualmente, con espontaneidad, se van haciendo partícipes de sus cosas espirituales. El amor fraterno va apareciendo entre ellos, sintiéndose más que a gusto con cierta exigencia normal.

Se va rompiendo el cerco de su yo encerrado en sí mismo, se rompe el silencio interior y se abre a un tú que a su vez abunda en los mismos sentimientos y deseos. La vergüenza y los miedos van desapareciendo ante la experiencia nueva de relacionarse. Por el contrario, la sinceridad y la libertad interior van proporcionando una satisfacción humana y espiritual manifiesta.

El Espíritu Santo está trabajando en cada uno de ellos que, aparte del gozo, va dándoles una fidelidad y un ver con claridad que se sienten llamados de manera especial por el Señor.

Es un entrenamiento del que irán saliendo airosos y fortalecidos en su fe y entrega a Cristo. Simplemente como un entrenamiento práctico que, sIn darse cuenta, les sitúa en una antesala de algo más que progresivamente irán sintiendo.

Naturalmente que no estarán exentos de dificultades que, en realidad, habrán de considerarse como pruebas para su asentamiento personal y su ilusión. El tiempo de duración no tiene un límite determinado sino que dependerá de su progreso y exigencias internas. Lo que sí es cierto es que durante esta etapa se producirá una mayor conversión y una decisión más firme de seguir a Cristo con una apertura al Espíritu Santo y a los demás.
EN GRUPO DE PROFUNDIZACIÓN

Los que han vivido provechosamente esta etapa, diríamos, celular o germinal, estarán ahora no solamente en deseos sino también en disposición y capacitación de vida para pasar a formar seriamente un grupo de profundización. Ya puede constar de ocho a diez personas, hermanos, bien definidos personalmente según su ritmo de crecimiento y sabiendo lo que quieren. Así lo irán demostrando en su vivir y en sus actuaciones.

Este grupo ha de ser limitado a los hermanos que se hayan comprometido y han de sentirse impulsados por la llamada interior del Espíritu Santo que les está susurrando interiormente y que les lleva a responder con generosidad. Todo es porque el Señor lo quiere, nada se han de atribuir a sí mismos y, por tanto, les lleva a andar en humildad y responsabilidad. Se reunirán una vez por semana, aparte de la del grupo general, sin que nada obstaculice las luces y la acción del Espíritu Santo, sin caer en las técnicas o dinámicas de grupo que le desfiguren y desnaturalicen. Es un grupo carismático de profundización dentro del grupo de Renovación Carismática.

Algunas orientaciones de cómo puede desarrollarse la reunión:

a.- La oración, en cuyo ambiente han de situarse, ha de exigir silencio e intimidad donde escuchen al Señor y le alaban.

b.- La Palabra de Dios habrá de ser su alimento favorito e imprescindible. Podrán orar con ella, podrán tener sus comentarios y se abrirán a ella para su interiorización y personalización. Toda la Biblia es Palabra de Dios, pero los evangelios serán la proyección de Jesús en la realidad y santidad de sus vidas.

c.- Apertura a los carismas. El Espíritu Santo se irá manifestando a cada uno en orden a identificarse carismáticamente a sí mismo para ayudar y servir a sus hermanos tanto, del grupo de profundización como, de todo el grupo.

d.- El amor sea el mayor y mejor carisma al que aspiren todos de manera especial y en cuya atmósfera se desenvuelvan.

e.- El compromiso les tiene que ir cogiendo, cada vez más fuertemente, en generosidad de entrega a Dios en su vida personal y en servicio a los demás. No se trata de algo obligatorio o impositivo sino que ha de fluir lógica y alegremente de su vida interior y del Espíritu Santo. Cristo es el camino a seguir.

f.- Con toda esta experiencia se irán convirtiendo en testigos de un mensaje nuevo para lo que no les faltará oportunidad.

g.- La formación se irá haciendo cada vez más necesaria en aras de dar razón de su fe en toda su amplitud, acomodada a su maduración, en asegurarse en el camino emprendido, en prepararse bien para la realización de su vocación carismática.

h.- El compartir sus experiencias y testimonios en este grupo reducido habrá de ser imprescindible, y será un dar gracias interminable a Dios, acarreará sus bendiciones, y constituirá un enriquecimiento mutuo. Se irá transparentando la criatura nueva engendrada por el Espíritu Santo y cuyos frutos irán apareciendo con gran contento de todos.

i.- Es muy consecuente que, quien trate de llevar una vida de estas características y generosidad de entrega, necesite de un acompañamiento espiritual. Este servirá para discernir la marcha de su vida, si realmente va siendo ajustada a la voluntad de Dios y se corresponde con su llamada y sus propias exigencias. Es necesario escuchar la voz del Espíritu y secundarla.
PARA UN CRECIMIENTO

Ni la célula ni el grupo de profundización son una meta sino más bien unos cauces de maduración y crecimiento y no pueden quedarse en sí mismos. En la medida en que los hermanos se vean transformados y vayan encontrándose a sí mismos en su vida real, irán creciendo y adentrándose con seguridad y conocimiento de la naturaleza y fines de la Renovación Carismática. Estas formas de crecimiento necesitan un pastoreo que se traduce en el alimento espiritual adecuado y en buen discernimiento que abarca desde su iniciación y profundización, siguiendo con su afianzamiento y maduración que siempre será relativa.

Por último no sería necesario, pero por si acaso, decir que ni las células ni los grupos de profundización suplen, ni tampoco sustituyen, el grupo en sí, ni su asamblea de oración semanal, antes al contrario, y sin ningún orgullo ni vanagloria, han de servir de fermento y enriquecimiento para todos. Todos están bautizados en un solo y mismo Espíritu y no forman sino un solo cuerpo.

Un grupo de profundización ha de verse en un constante devenir, que va dejando un substrato de vida con una capacidad insospechable como es la acción del Espíritu Santo en muchos casos. Es necesario ver y constatar el ritmo y el nivel de vida.

Viene a la mente la parábola del sembrador. El final de la primera parte termina diciendo: "Otras (semillas) cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta" (Mt 13,8).

Los frutos son proporcionados a la calidad de tierra (ya la semilla es en sí buena), que quiere decir en nuestro caso que la vida carismática puede discurrir por niveles de más o menos profundidad. No obstante, el ideal de lo perfecto, la utopía de lo lejano y sobre todo las exigencias inagotables de vida pueden coincidir con la llamada permanente del Espíritu Santo.

Corresponde esta ley interna de crecimiento a los deseos de Jesús, hablando de “sus ovejas”: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia»(Jn 10,10). Esta vida, como el amor, no tienen límites, pueden rebosarlos todos y se entenderá mucho mejor al considerar la vida movida por el Espíritu Santo.

La experiencia que se va adquiriendo según el grado de madurez la podemos clasificar, todo es relativo, en tres categorías fundamentales y que pueden quedar poco más que consignadas de esta manera.

-1- EXPERIENCIA DE DIOS

Ha de ser ya constatable que la experiencia de Dios ha tomado cuerpo y lugar experimental carismático en la persona. Sin abandonar, por supuesto, la parte religiosa externa, que podríamos llamar más institucional, ahora se experimenta más el fondo que ocupa Dios en un encuentro de verdadero amor.

El alma ha entrado en una relación muy directa con el amor de Dios, la salvación y estilo de vida de Jesucristo y la santificación y guía del Espíritu Santo. Cuanta más experiencia haya del Espíritu Santo, tanta más habrá del Padre y de Cristo y consecuentemente de una vida mística y cristiana. La oración, los sacramentos y la Biblia serán su alimento imprescindible.

El que así viva será capaz de exclamar «Abbá», Padre, con un amor filial connatural y consciente, de vivir enamorado de Cristo y de sentir el gozo exuberante del Espíritu Santo. Como un caudal incontenible, sus actos religiosos serán manifestación y celebración de su fe y a la vez medios de un mayor crecimiento interior.

La persona de Cristo ocupará el centro de la vida, se convertirá en verdadero «Camino, Verdad y Vida» hasta verse cautivado y asociado como cierto y evidente discípulo suyo. Estará en actitud de apropiarse las palabras de San Pablo: «¿Quién nos separará del amor de Cristo?

¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre? , ¿la desnudez? , ¿los peligros? , ¿la espada? , como dice la Escritura: Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al matadero. Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó»(Rm 8,35-37). Y termina diciendo que nada, absolutamente nada, "podrá separamos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro"(v 39).

Como puede verse, es toda una experiencia de amor íntimo y profundo donde el alma se encuentra con Dios de una manera personal, abierta y decidida. Es un Dios uno y trino y la persona será real y con todas sus circunstancias.

- 2 - EXPERIENCIA DE HERMANOS

Las reuniones y las celebraciones van adquiriendo un carácter comunitario no corriente y de un amor tal que les hace exclamar: "¡Oh, qué bueno y qué dulce habitar los hermanos todos juntos!(Sal 133). La vida misma se ve entretejida de un amor fraternal en la que los lazos de la fe superan incluso a los humanos.

Cuando uno se encuentra verdaderamente con Dios, se encuentra necesariamente con el hermano ya que los que son hijos de un mismo Padre son hermanos entre sí, respondiendo de esta manera a la pregunta no solamente por qué los tengo que amar sino por qué no he de amarlos. Es lo que dice San Juan: «Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios porque Dios es Amor»(1 Jn 4,7-8).

La experiencia de hermanos se manifiesta, además de la exultación celebrativa de la fe juntos con gran efusión de amor del Espíritu Santo, en la mutua ayuda y cooperación tanto en las necesidades espirituales como en las materiales. «Ante todo, tened entre vosotros intenso amor, pues el amor cubre multitud de pecados. Sed hospitalarios unos con otros sin murmurar. Que cada cual ponga al servicio de los demás la gracia que ha recibido, como buenos administradores de las gracias de Dios»( 1 P 4,8-10). Se hace norma de su comportamiento.

Principalmente, la experiencia fraternal llega a conjuntar sus esfuerzos y aunar su dedicación en las mismas tareas del Evangelio por el Reino de Dios. Más, «pues, a vosotros se os ha concedido la gracia de que por Cristo... no sólo que creáis en él, sino que también padezcáis por él» (Flp 1,29) . El espíritu comunitario debe subsistir y aflorar constantemente, «siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos»(Flp 2,2).La unidad entre los hermanos es un presupuesto necesario para vivir en cristiano, con mucha más exigencia en renovación, para emprender cualquier tarea hacia dentro o hacia fuera del grupo y para secundar toda inspiración del Espíritu Santo. La unidad es la prueba de fuego de todo grupo para su crecimiento y posibilidad de dar frutos.

Y además, el amor traducido en caridad va muy lejos y al que no se le van poniendo límites ni respecto a personas ni a cosas, tiempos ni lugares.

- 3 - EXPERIENCIA DE VIDA CARISMÁTICA

De la experiencia de Dios bien entendida se deduce la gratuidad de la vida nueva, ya que no es sino la autocomunicación y manifestación absolutamente libre de Dios. Se revela en su Hijo Jesucristo y en el Espíritu Santo y es acogida por el sí, también libre y generoso, por la criatura creyente, que es hijo de Dios, por el cristiano ungido por el Espíritu Santo. Es la vida carismática.

Magnífico ejemplo el de San Pablo que atribuye toda su vida a la gracia de Dios tanto en lo que era como en lo que hacía. Para él, pero con él, todo era gratuidad y poder de Dios. «Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy; y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Pero no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo»(l Cor 15, 10). Como engendrado por Dios, a él atribuye también su obra de apóstol.

La vida carismática, don y gracia de Dios, es y va siendo protagonizada por el Espíritu de Dios, dado en los sacramentos de iniciación, notándose más su presencia y actuación, llegando a mayor relevancia por la experiencia y la madurez de las personas en nuestro caso. El "carismático" es el sujeto paciente de toda esa vida y a su vez colaborador dócil y entregado.

Hay efectos o manifestaciones del Espíritu Santo totalmente gratuitos que escapan al querer de las personas, a cualquier instancia, incluso eclesial, y que tampoco se dan necesariamente con los sacramentos. Son los carismas.

Los da el Espíritu Santo, "distribuyéndoles a cada uno en particular según su voluntad" (1 Cor 12,1 I). El mismo Espíritu Santo es quien ha querido que en estos tiempos se manifiesten los carismas de manera especial y nosotros somos testigos y nadie puede excluirse sino abrirse a ellos.

Aun dependiendo libremente del Espíritu Santo, quienes vayan viviendo la vida carismática con apertura, agradecimiento y generosidad, podrán ser sujetos de ellos y sentirán además la necesidad de ser útiles a los demás y su inclinación vocacional es según el mismo Espíritu.

Así se irá demostrando el crecimiento real y verdadero de quienes vivan en grupo carismático de profundización.

PROYECCIÓN DE VIDA

Quienes vayan viviendo su vida en profundidad irán sintiendo, además de todo lo dicho como vida, la necesidad de un futuro nuevo, el deseo y la inclinación hacia otras experiencias. No se trataría de la aspiración a nuevos sentimientos ni de novedades superficiales veleidosas.

Veamos algunos síntomas o experiencia de realidades concretas.

-A- LIBRES, DISPONIBLES Y CORRESPONSABLES

Se entiende que a estas alturas de vivir en profundización los verdaderamente interesados han llegado a una liberación suficiente tanto en su interior como en su libertad personal. Pueden aplicarse lo que dice San Pablo: "Para ser libres nos libertó Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud". «Comenzasteis bien vuestra carrera, ¿quién os puso obstáculo para no seguir la verdad»? «Porque, hermanos, habéis sido llamados a la libertad» (Gál 5, 1.7.13).

Siendo así, ser libres equivale a estar libres, es decir, disponibles para vivir de una manera concreta, para llevar a cabo una tarea, para secundar unas iniciativas o para seguir los impulsos del Espíritu Santo.

Es vivir en la actitud de «aquí estoy», «he aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra» (Lc 1, 3-8).

De este modo se sentirá responsable y corresponsable. La vida y los compromisos que correspondan a cada uno él lo tendrá que hacer por su parte. Lo que le haya encomendado el Señor y lo que los demás puedan exigirle, él lo tendrá que hacer. Tiene que convivir, tiene que colaborar, tiene que corresponsabilizarse con los demás. En solitario nada y siempre estar dispuestos a la corrección y a la ayuda. «Hermanos, aun cuando alguno incurra en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado. Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo» (Gál 6, 1-2).

-B- SEGUIR LOS IMPULSOS DEL ESPÍRITU SANTO

Siendo el centro de toda su vida Cristo, su Espíritu, el Espíritu Santo, es quien ha de iluminarles todo y guiarlos a todos. Estar ungidos es no solamente estar habitados sino impulsados por el Espíritu, según su disponibilidad generosa. Él «habla» y él «manda" y a él se le responde con prontitud y alegría. He aquí un texto: «El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate y ponte junto a ese carro." Felipe corrió hasta él". «El Espíritu del Señor arrebató a Felipe,,(Hch 8,29.30.39). La unción del Espíritu es para una misión, lo cual quiere decir que el agente principal es el Espíritu Santo a quien hay que obedecer y seguir.

Dios puede hablar y manifestarse por su Espíritu de muchas maneras y otras tantas oír su voz. La Biblia es la Palabra de Dios abierta permanentemente. El magisterio y los acontecimientos de la Iglesia son expresión del Espíritu Santo que la conduce. Los signos de los tiempos, las personas, ciertos hechos, etc. pueden convertirse con recta interpretación y significado en otras tantas voces a escuchar y secundar.

Es muy frecuente también que ciertos hechos o cosas se vayan sucediendo conforme a la voluntad de Dios, determinando así los pasos a dar por quien se deja llevar por el Espíritu Santo y que va implicando su nueva vida. De esta manera y como sin una búsqueda expresa el Espíritu de Dios se va manifestando y marcando nuevos rumbos.

-C- FORMACIÓN

La formación ha de ser permanente y por eso se ha de reiterar en todas las edades y etapas. En una vida de entrega a Cristo y de ciertos compromisos la formación viene exigida por la misma experiencia que se está viviendo.

Es más que conveniente seguir respondiendo al por qué se cree y al por qué se vive de esta manera. El sentido de la vida personal y en común quedará aclarada y justificada.

No se han de escatimar sino buscar y poner todos los medios que conduzcan a este fin. Al interior del mismo grupo pueden darse lecturas estudiadas y comentadas de libros, revistas, artículos. Se pueden escuchar cintas, ver y comentar vídeos, aprender en informática y aprovechar cuantas iniciativas sean posibles.

Se pueden también beneficiar de enseñanzas de otras instituciones, p. e. diocesanas, congregacionales o a cualquier otro nivel. Incluso se pueden servir de cursos a distancia en distintas materias cuyos resultados pueden ser muy útiles y provechosos. Así mismo, podrían crearse, para ser utilizados, otros medios de formación a distintos niveles.

-D- EVANGELIZACIÓN

Si en algo se tienen que especializar, y dedicarse ya, salvo que se dé una vocación muy especial y personal, es a la evangelización. Ante todo no pueden por menos dejar de hablar de aquello que han visto y oído, es decir, de su experiencia, como Pedro y Juan, aun cuando les habían prohibido hablar y enseñar acerca de Jesús: "No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído" (Hch 4,20).

Naturalmente que pueden organizarse con el debido orden eficaz y testimonial. Las catequesis de las 7 Semanas o seminarios de la vida en el Espíritu son un medio muy propio y con excelentes resultados para evangelizar, cuando se imparten adecuadamente, como estamos palpando.

El Espíritu ha de seguir hablando a las Iglesias con buenos y escogidos portavoces.

La evangelización, cada vez más necesaria y urgente, presupone unas exigencias de vida tanto a nivel personal como comunitario. Es lo que queda consignado. Pero también todo ello ha de desembocar lógicamente en la evangelización.

(Nuevo Pentecostés, n.61 y 65)