Seminario sobre el crecimiento espiritual I

INTRODUCCION GENERAL

Después de haber hecho el Seminario sobre la Vida en el Espíritu es necesario que todos los hermanos sigan recibiendo una formación sólida sobre todo aquello que resulta más imprescindible para un crecimiento y desarrollo de la vida espiritual, como pueden ser, por ejemplo, algunos temas fundamentales sobre las verdades de la fe, de la Iglesia, de la vida en el Espíritu, de la comunidad cristiana, etc. La lista de temas resultaría interminable, pero tendremos que optar por aquellos que consideramos más básicos y urgentes.

En el Seminario de iniciación hemos presentado, en la primera parte, los temas centrales del kerygma cristiano, y en la segunda parte, la obra del Espíritu de Jesús resucitado en nosotros; todo de acuerdo con lo que exige una primera .evangelización para llegar a la conversión cristiana y empezar a caminar en la vida del Espíritu. , .

El que inicia esta nueva vida debe seguir creciendo en conocimiento, en Amor, en compromiso, no solo para vivir más el misterio cristiano, sino también para capacitarse ante la llamada que el Señor y la Iglesia le dirigen respecto a la tarea de evangelizar a otros.

¿QUE NOS PIDE LA IGLESIA?

El Vaticano II, en el Decreto sobre el apostolado de los laicos, N. 28, exige "una formación multiforme y completa" para una plena eficacia del apostolado, de acuerdo con las siguientes pautas:
- "completa formación humana, acomodada al carácter y cualidades de cada uno";

- aprender a "cumplir la misión de Cristo y de la Iglesia"; "esta formación debe considerarse como fundamento y condición de todo apostolado fecundo";

- además de la formación espiritual, se requiere "una sólida preparación doctrinal, teológica, moral, filosófica, según la diversidad de edad, condición, talento";

- fomentar los "auténticos valores humanos, sobre todo el arte de la convivencia y de la colaboración fraterna, así como el cultivo del diálogo";

- aprender a "verlo, a juzgarlo y a hacerlo todo a la luz de la fe, a formarse y a perfeccionarse a sí mismo por la acción con los demás y a entrar así en el servicio activo de la Iglesia”,

- para cumplir todas estas exigencias de la formación "hay que tener siempre muy presentes la unidad y la integridad de la persona humana",

Al hablar después de los "grupos y asociaciones cuyo fin sea el apostolado u otros fines sobrenaturales", reconoce que "en ellos se da la formación doctrinal, espiritual y práctica", por la que "cada uno debe prepararse diligentemente" (N34).

Esta doctrina tan nítida y segura que la Iglesia ofrece para todos, adquiere en la R.C. un mayor sentido de exigencia. Baste tan sólo recordar las orientaciones que dos grandes Papas dedicaron a la R.C.C. de todo el mundo en dos momentos solemnes.

Pablo VI, en el discurso que dirigió el 19 de Mayo de ?1975 al III Congreso Mundial de la R.C.C.. decía:

“Por eso sentís la necesidad de una formación doctrinal cada vez más profunda: bíblica, espiritual, teológica. Sólo una formación así, cuya autenticidad tiene que garantizar la jerarquía, os preservará de desviaciones siempre posibles y os proporcionará la certeza y el gozo de haber servido a la causa del Evangelio, “no como quien azota al aire'" (KOlNONIA, Nº 24, pag. 20-21).

Juan Pablo II, en la audiencia que el 7 de Mayo de 1981 concedió en los jardines del Vaticano al IV Congreso Mundial de Líderes de la R.C.C. proponía lo siguiente:

"Debéis preocuparos de suministrar sólido alimento para la nutrición espiritual mediante el partir del pan de la verdadera doctrina... Procurad, pues, que como líderes busquéis una formación teológica sana que pueda asegurar para vosotros y para todos los que dependan de vuestra orientación una comprensión madura y completa de la palabra de Dios" (KOINONIA, Nº 29, Pág. 6-7).

Formación, por tanto, multiforme y completa, que sea a la vez doctrinal, espiritual y práctica, formación teológica sana.


NUESTRO PLAN: EL SEMINARIO SOBRE CRECIMIENTO ESPIRITUAL

Partiendo de lo que ya se ha dado en el Seminario sobre la vida en el Espíritu, cuya doctrina habrá que seguir recordando porque siempre es básica, hemos elaborado un plan en tres ciclos en el que se pretende dar de forma unitaria y sistemática algunos de los temas más fundamentales para el crecimiento espiritual y para nuestro compromiso cristiano.

Es lo que hemos llamado el Seminario sobre el crecimiento de la vida en el Espíritu, que vendría a completar la enseñanza que se dio en el Seminario de iniciación.

Este plan se puede desarrollar a lo largo de todo un curso, y aún durante más tiempo, dada la extensión e importancia de los temas.

Lo hemos distribuido en tres ciclos. En este número de la Revista ofrecemos el Ciclo I. Y los otros dos irán apareciendo sucesivamente.

El Ciclo I se centra en la relación personal con Dios. El Ciclo II aborda la dimensión eclesial.

El Ciclo III presenta la comunidad como el lugar de la verdadera maduración y crecimiento en el compromiso cristiano.

DIOS-IGLESIA-COMUNIDAD: diríamos, sintetizando todo en tres palabras. Nos relacionamos con el Señor integrados en su Iglesia en la que recibimos la Palabra, la fe, la vida divina, el Espíritu. Pero en la Iglesia nos reconocemos desde la vivencia de una comunidad concreta en la que como miembros de un mismo cuerpo compartimos la presencia del Señor y crecemos juntos en total interdependencia.


METODOLOGIA A SEGUIR

El Seminario sobre el crecimiento ha de ser como una continuación y complemento del Seminario de iniciación. En más de una ocasión habrá que remitirnos a alguno de los temas de éste. No temamos pecar de reiterativos en cualquier punto fundamental que tratemos, pues la repetición es la clave para una asimilación profunda. No interesa ofrecer muchas cosas ni muchos temas, sino profundizar más y adquirir unas ideas muy claras sobre cada una de las cuestiones.

Cada Ciclo tiene cierta unidad entre sus siete semanas. Durante el tiempo que dure el desarrollo de un ciclo se han de relacionar siempre unos temas con otros, haciendo ver la gran unidad que existe en toda la vida espiritual.

Aunque cada ciclo consta de siete semanas, hemos de decir aquí lo mismo que se dijo del Seminario de iniciación: para la exposición de todos los puntos son necesarias más de siete semanas.

Hay unos temas que son más prácticos y otros más teóricos. Creemos, sin embargo, que a todos hay que darles una orientación más teológica que moralista, y con un matiz vivencial que supere el frío planteamiento teórico. En la vida cristiana se necesita saber y obrar, pensar bien y actuar rectamente. Pensar bien quiere decir tener rectos criterios cristianos de acuerdo con la Palabra de Dios, tal como nos fue revelada, y con la doctrina que la Iglesia nos ofrece en su Magisterio.

El cristiano se encuentra hoy inmerso en una sociedad abiertamente pagana y hostil al pensamiento de Cristo y de su Iglesia, y el ambiente que le rodea ejerce una constante presión contra los principios del Evangelio. Es más, en ciertos sectores cristianos predominan planteamientos y actitudes que están en abierta contradicción con la doctrina de la "Iglesia de Dios vivo, columna y fundamento de la verdad" (1 Tm 3,15).

Es necesario, siguiendo el ejemplo del Papa Juan Pablo II, que ofrezcamos orientaciones claras, firmes y seguras, y que tengamos una gran preocupación por la formación de buenos criterios.

Tal como presentamos los temas, podemos ver que a algunos, que son de los que menos hemos tratado hasta ahora, se les dedica una exposición más completa, y que en cambio otros solamente se da un esquema o un material que se ha de saber utilizar siguiendo las indicaciones y las citas que nos remiten a otros números de la Revista en los que ya se han desarrollado. El catequista debe tomar su tiempo y documentarse todo lo posible.

La bibliografía que se da es muy fácil y asequible para cualquiera, pues aquí no escribimos para profesionales de la teología o de la pastoral, sino para cualquier laico que no puede manejar tratados más profundos. Esto no obsta para que el catequista utilice otras obras que le ayuden a aclarar y completar cualquier punto.


CICLO I:

Relación personal con Dios


En este Ciclo I nos centramos en la vida espiritual del cristiano considerada preferentemente en la relación personal con el Señor, la cual se ha de mantener pujante en constante desarrollo.

No se trata de una visión individualista de la vida cristiana, sino de ayudar a tomar conciencia de lo que es la vida del Espíritu y de los medios más urgentes e imprescindibles para su crecimiento, sin olvidar que este Ciclo 1 supone y exige los otros dos siguientes en los que se presenta la dimensión eclesial y comunitaria. Al desarrollarlo hay que tener en cuenta que en sí solo considerado resultaría incompleto e insuficiente, y que es por razones prácticas o de método por lo que seguimos este orden.



LOS TEMAS

1º.- La oración personal. Alabanza. Oración en lenguas.

2°.- Vida sacramental: Eucaristía.

3°.- Sacramento de la penitencia.

4°.- La Palabra de Dios:
-lectura espiritual de la Biblia,
-formación bíblica y teológica.

5°.- Dirección espiritual. Acompañamiento espiritual. Discernimiento.

6°._ Orden y ascesis en la propia vida:
a) sueño-alimentación-ocio y diversión,

7°.- b) Sobriedad- y austeridad: sentido de los bienes materiales.
Oración-sacramentos-Palabra-guía espiritual-ascesis: son los pilares sobre los que se asienta el cultivo de la vida espiritual. De ninguno se puede prescindir.



Tema 1: La oración personal.
Alabanza. Oración en lenguas.


NOTA: Para una persona que ha pasado por la experiencia de una nueva efusión del Espíritu, que le ha abierto a una vida cristiana más intensa, es importante que desde las primeras semanas se pongan las bases para que pueda perseverar y crecer en la gracia recibida. El primer punto es conseguir introducirse en la práctica diaria de la oración personal y mantener el entusiasmo de la entrega mediante la alabanza, para lo que ocupa un lugar importante la oración en lenguas

I. ORACION PERSONAL

Presentación personalizada de la experiencia de la comunidad:
- La efusión del Espíritu nos ha llevado a un ansia de alabar al Señor en todo momento.

- Son breves instantes en que a lo largo de la jornada nuestro espíritu se eleva hacia el Señor, y le decimos "Gloria a ti, Señor", "Gracias, Señor", etc.

- Dos momentos de la jornada han adquirido una especial significación: la primera hora de la mañana, con la alabanza para el nuevo día, la acción de gracias por todo lo que nos dará; y la última hora antes de acostarnos, pidiéndole perdón y agradeciéndole todo lo que nos ha dado.

- También la bendición de la mesa ha adquirido una nueva dimensión. En las familias es un brevísimo momento de oración comunitaria.

- Pero además de todo esto, hemos experimentado que nuestra entrega al Señor y a los demás no se mantiene si no dedicamos unos momentos especiales diarios a la oración.

¿Qué hacer en este momento de oración?

- Lo importante es estar unidos al Señor. Por lo tanto, no existen métodos fijos. Si hemos entrado en la oración, dejemos que el propio impulso del Espíritu nos lleve.

- Démosle mucha importancia a la alabanza, no nos quedemos pidiendo cosas al Señor. Pongamos nuestra mirada en él.

- Orar es escuchar a Dios

- Orar es ponerse ante Dios, mirarle y dejarse mirar.

• Orar es hablar a Dios como un amigo.

- Orar es salir de uno mismo.

- Algunas experiencias concretas que pueden ayudar en la oración:

. Utilizar algún salmo.
. leer las lecturas de la misa del día,
. cantar algún canto conocido
. empezar alabando a Dios
. ir presentando al Señor a cada una de las personas de la familia, comunidad, grupo, etc.

Si queremos hacer oración cada día

- Hemos de determinar de antemano a qué hora la haremos
- hemos de determinar cuánto tiempo vamos a hacer
- hemos de revisarnos de cuando en cuando sobre este punto.

Algunos escritos:

J. LAPLACE. La oración, búsqueda y encuentro, Marova, Madrid. 1978

A. BLOOM, Comenzar a orar. PPC, Madrid, 1980

M. QUOIST, Oraciones para rezar por la calle, Ed. Sígueme, Salamanca, 1981

J. ESQUERDA BIFET, Prisionero del Espíritu, Ed. Sígueme, Salamanca, 1978

KOINONIA, núm. 19, dedicado al tema de la Oración.



II. ALABANZA

Uno de los aspectos más importantes de la experiencia de la Renovación es el redescubrimiento de la alabanza.

Alabar a Dios es poner los ojos en él, sin fijarnos en nosotros. En la petición o en la acción de gracias, aún tenemos puesta nuestra atención en lo que nos pasa. En la alabanza nos dirigimos hacia Dios por lo que él es.

La alabanza supone un volcarse de todo nuestro ser hacia Dios. Por eso se expresa con las palabras, con el gesto, con el canto. Pero nada de esto puede expresar todo lo que es Dios. De ahí que la alabanza tienda hacia la "oración en lenguas" y hacia la adoración en silencio.

Para mantenernos en la alabanza es muy importante vivir entusiasmados y dar mucha importancia a la expresión. Frases como "Gloria al Señor", "Aleluya", ayudan a mantenerse en alabanza.

La alabanza no se encuentra sólo en los labios, sino que ha de brotar de lo más profundo del ser. Es toda la vida, nuestro comportamiento, el que ha de convertirse en una alabanza a Dios.

Hay que alabar a Dios en todo momento, aún en los momentos de dificultad y en que aparece algún problema grave.

La alabanza nos hace salir de nosotros mismos y purifica nuestra intención, haciéndonos más dóciles a la Palabra de Dios o a la aceptación de su voluntad.

La alabanza, en cuanto nos coloca en el abandono en la voluntad del Padre, es fuente de curación.

Algunos escritos:

J. M. MARTIN-MORENO, Alabaré a mi Señor, Ed. Paulinas, Madrid, 1982

M.R. CAROTHERS, El poder de la alabanza, Editorial Vida. Miami, 1977



III. ORACION EN LENGUAS

Es una de las cosas que pueden chocar más a los que se acercan a la experiencia de la Renovación. Por eso es importante tener ideas claras.

Es algo muy sencillo. Se trata de una forma de oración.

Normalmente oramos con la boca diciendo palabras, o bien oramos en silencio. Cuando oramos no todo son palabras o ideas, sino que también hay sentimientos y "algo" que no se puede expresar con palabra. La "oración en lenguas" es una mezcla de estos dos tipos de oración: por una parte se expresan con la boca unos sonidos o una melodía, por otra no se dice nada. Es un emitir sonidos sin decir palabras.

No es nada prodigioso o milagroso, todos lo podemos hacer. ?El niño, antes de aprender a hablar, ya lo hace; lo hace también el que da un grito de alegría, o el que improvisa una melodía porque está contento. La importancia está en utilizarlo como forma de oración.

Ayuda mucho a la oración, y sobre todo la forma de "canto en lenguas" ayuda a la oración comunitaria.

Uno debe mantenerse siempre dueño de su forma de orar y debe procurar estar unido a los demás, sin molestados con gritos o cantando fuera de tono.

Esta forma de oración se empleaba mucho en la Iglesia primitiva, como atestigua san Pablo en la primera carta a los Corintios (1 Co 12 y 14). Luego se ha ido manteniendo de una forma u otra en la vida de la Iglesia. Es lo que san Agustín llamaba el "canto de júbilo", san Francisco el “arrullo", santa Teresa la "algarabía", san Ignacio la "locuela”... El alargar las vocales en el canto gregoriano no es más que restos de esta forma de oración.

A principios de siglo, cuando empezó el movimiento Pentecostal, y aún ahora algunas personas, creen que se trata de hablar en una lengua no aprendida. Aun sin negar la posibilidad de tal milagro, ha de quedar muy claro que no se trata de esto cuando se utiliza en los grupos de "oración en lenguas".

Algunos escritos:

R. PUIGDOLLERS, ¿Qué es la oración en lenguas?, en "Koinonia", núm. 5, pp. 11-13

F. BENOIT, Significado espiritual de la oración en lenguas. en “Koinonia", núm. 8. pp. 8-10

J.M. MARTIN-MORENO, La oración en lenguas: carisma de alabanza, cap 10 de "Alabaré a mi Señor", pp. 85-93.

L. J. SUENENS, Orar y hablar en lenguas, en" ¿Un nuevo Pentecostés?", DDB, Bilbao, 1975, pp. 102-107


Tema 2:
Vida sacramental: La Eucaristía.



Nota: No todas las personas que se acercan a un grupo de oración tienen una fuerte experiencia de vida cristiana. En muchos de los casos el descubrimiento de la oración comunitaria no va acompañado de una conciencia eclesial y sacramental. Por eso es muy importante ayudarles a un redescubrirniento de la vida sacramental, empezando en primer lugar por la Eucaristía.

* La oración comunitaria y la vida del grupo nos está ayudando a redescubrir el sentido de la comunidad cristiana. Venimos gozosos a la oración, sentimos la alegría de reunirnos con los hermanos, nos sabemos solidarios con los hermanos que están en otros lugares.

* Estamos redescubriendo el sentido de la comunidad cristiana, el sentido de Iglesia. Experimentamos a Cristo presente y actuante en medio de la comunidad. Pero hay unos momentos fuertes de la vida de la comunidad cristiana, en que Cristo actúa de un modo especial. Así, por ejemplo, cuando nos reunimos para celebrar la Eucaristía, cuando una persona entra en la comunidad por medio del Bautismo, cuando por medio del sacerdote recibimos el perdón de Dios, cuando dos cristianos que se aman se unen en matrimonio ante toda la comunidad, etc. Estos momentos fuertes de la vida de la comunidad es lo que llamamos las celebraciones sacramentales, los sacramentos.

* La Eucaristía es la asamblea de la comunidad, y es el centro de toda la vida cristiana. Si queremos redescubrir el sentido de la Eucaristía hemos de tener en cuenta estos dos aspectos: a) que es asamblea; y b) de la comunidad cristiana. Si no existe comunidad cristiana o la eucaristía no se celebra como una verdadera asamblea difícilmente podemos encontrarle su verdadero sentido.

* Desde los principios de la Iglesia primitiva, la comunidad cristiana se reúne en asamblea una vez por semana, el domingo. Por eso la Eucaristía dominical es el centro que hay que redescubrir, en la medida en que va habiendo comunidades cristianas.

* Podemos recordar cuatro textos que nos muestran esa ?costumbre unánime de las comunidades cristianas:

El primero es de los Hechos de los Apóstoles y nos habla de la visita que S. Pablo hizo a la comunidad de Tróada hacia el año 56: "El primer día de la semana (el domingo), estando nosotros reunidos para la fracción del pan... "(Hch 20,7).

El segundo es una breve frase de la Didajé, uno de los escritos cristianos más antiguos (siglo 1): "Reuníos en el día dominical del Señor" (Did. 14).

El tercero es un texto no cristiano de la carta del gobernador de Bitinia, Plinio el Joven, al emperador Trajano (año 111/113) hablándole del resultado de unos interrogatorios a cristianos: ''Afirmaban que... tenían la costumbre de reunirse un día fijo (el domingo) antes de salir el sol... "

El cuarto es un fragmento de la Apología que S. Justino escribe en el año 150 al emperador Antonino: en ella nos describe la asamblea dominical: "El día que se llama día del sol (el domingo), todos los que viven en las ciudades y en el campo se reúnen en un mismo lugar: se leen las Memorias de los Apóstoles y los escritos de los profetas. Cuando el lector ha acabado, el que preside la asamblea pronuncia un discurso para advertir y exhortar a los presentes para que cumplan estas enseñanzas. A continuación nos levantamos todos y rezamos en voz alta. Después... cuando la oración está terminada, se trae pan con vino y agua. El que preside eleva al cielo las plegarias y las acciones de gracias y todo el pueblo responde exclamando Amén. Después se lleva a cabo la distribución y el reparto de la eucaristía y se envía su parte a los ausentes mediante el ministerio de los diáconos" (Apol. 1, 67).

* En el grupo de oración hemos redescubierto la importancia de encontrarnos y de ir formando comunidad. La reunión de la comunidad cristiana es la asamblea eucarística dominical.

* En el grupo de oración hemos redescubierto la importancia de escuchar la Palabra de Dios y que el Señor nos da unos textos con una palabra muy concreta y directa para cada uno de nosotros. En la asamblea eucarística, por medio de la Iglesia, el Señor nos da su Palabra y unos textos concretos para aquel día. Hemos de acoger esos textos como la Palabra de Dios para nosotros.

* En el grupo de oración hemos redescubierto la importancia de la alabanza. La Eucaristía es el momento más alto de la alabanza; el momento en que nos unimos de un modo más pleno a la alabanza que Cristo dirige al Padre.

* En el grupo de oración hemos redescubierto la importancia de la intercesión. En la asamblea eucarística esta intercesión se hace con la fuerza de toda la Iglesia (la oración universal, intercesión por la Iglesia y por los difuntos en la oración eucarística).

* No se trata sólo de "ir a Misa los domingos" , sino de redescubrir la asamblea eucarística como centro y cúlmen de toda la vida de la comunidad cristiana

* De este modo la oración de la semana y todas nuestras ?actividades se van uniendo poco a poco a la celebración de la asamblea dominical. Ella ha de ser la expresión y la fuerza de todo lo que hacemos.

* La participación en la comunión durante la semana es la continuación de la Asamblea dominical y de la comunión con los hermanos.

Algunos escritos:

J .M. MARTIN-MORENO. La asamblea eucarística, centro de la comunidad y de la manifestación de los carismas, en "Koinonia" Nº 16, pp. 7-11.



Tema 3:

El sacramento de la penitencia. ?¿Qué es el pecado?


Nota: Para que sea posible un verdadero camino de conversión es muy importante que el creyente tenga abiertas las puertas hacia la Reconciliación. Muchas veces hay temores, rechazo, desconocimiento de este sacramento. Normalmente es por falta de una buena catequesis, de una práctica renovada y de una clara conciencia de lo que es el pecado.

A) La voluntad de Dios

* A medida que nos vamos abriendo a la escucha de la Palabra de Dios, vamos experimentando lo que Dios quiere de nosotros y lo que nos va pidiendo: vamos conociendo la voluntad de Dios.

* Toda la vida de Jesús no es más que un continuo cumplir la voluntad del Padre.
- "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado"(Jn 4,34)

- "no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado" (J n 5,30)

- "he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado"(Jn 6,38)

- "Si este cáliz no puede pasar, hágase tu voluntad" (Mt 26,42)

• Por eso él quiere que también nosotros vivamos en la voluntad del Padre.

- "No todo el que me diga: Señor, Señor, sino el que haga la voluntad de mi Padre" (M t 7,21)

- "Todo el que cumpla la voluntad de mi Padre, ése es mi hermano" (Mt 12,50)

- "Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo"(Mt 6,10)

B) ¿Qué es el pecado?

• ¿Qué es el pecado? A veces nos creemos que cometer un pecado es hacer algo que está prohibido o hacer alguna cosa mala. El pecado es no hacer la voluntad de Dios. Esto queda reflejado muy claramente en la frase de S. Pablo "todo lo que no procede de la fe es pecado"(R, 14, 23).

* Sólo estando a la escucha de la voluntad de Dios podemos tomar conciencia de lo que es verdaderamente el pecado. Por eso S. Pablo nos dice: “No os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto" (Rm 12, 2).

* Dios nos va mostrando su voluntad de muchas formas, a través de sus pensamientos, de las normas éticas, a través del magisterio de la Iglesia, etc.

• A veces se oye la expresión "es que yo no tengo pecados", "yo no sé de qué confesarme". ¿Diríamos lo mismo si se nos preguntara si estamos cumpliendo en todo momento la voluntad de Dios? A medida que Dios va entrando en nuestra vida y nos vamos haciendo sensibles a su Palabra, vamos descubriendo nuestra dimensión pecadora. Chesterton decía que "un santo es uno que se sabe pecador".


C) El sacramento de la Reconciliación

• El sacramento de la Reconciliación es la celebración comunitaria del amor de Dios que nos perdona.

• Consta de cuatro partes principales:

1) Escucha de la Palabra de Dios. Sólo la Palabra de Dios puede invitarnos a la Reconciliación y anunciarnos el amor de Dios. La Palabra de Dios es así Buena Nueva para nosotros.

2) Reconocimiento de nuestro pecado. Nuestra respuesta a la Palabra de Dios es reconocer que somos pecadores. Lo más importante es ponernos ante la presencia de Dios y poder decir "soy pecador". La manifestación de nuestros actos concretos en los que hemos pecado no es más que la expresión de este "soy pecador”. Hemos de expresar todo lo que es un "pecado mortal'. Es conveniente expresar todo lo que sentimos como un peso.

3) Absolución de nuestro pecado. La oración del sacerdote es la oración de Cristo y de toda la Iglesia. Es una nueva efusión del Espíritu Santo que se derrama sobre nosotros como amor de Dios y perdón de los pecados. Esta oración es fuente de perdón, de curación y de fortalecimiento.

4) Acción de gracias. Es la respuesta nuestra al perdón de Dios y a su amor.

* Es muy importante poder superar todas las dificultades psicológicas, nuestros temores, nuestra vergüenza, nuestro no saber cómo hacer, para que no quede taponada esta fuente de gracia que es este sacramento.

* En los grupos de oración hemos descubierto la importancia de la intercesión y de la oración de unos por otros. Si es importante la oración de unos hermanos, ¿qué no será la oración de toda la Iglesia en el sacramento de la Reconciliación? El sacramento de la Reconciliación es la cumbre del monte de la intercesión y de la curación interior.

* En la renovación actual de la Liturgia hay tres formas de celebrar este sacramento:

a) reconciliación de un solo penitente: b) celebración comunitaria con absolución individual: c) celebración comunitaria con absolución colectiva. Esta última forma se utiliza sólo en circunstancias excepcionales, cuando hay mucha gente y pocos sacerdotes. La comunidad cristiana ha de tener su ritmo de celebraciones comunitarias a lo largo del año litúrgico (Adviento, Cuaresma. etc.). Es muy conveniente que sigamos este ritmo de la comunidad. Pero al mismo tiempo hemos de llevar nuestro ritmo personal según nuestras propias necesidades.

* Es conveniente confesarse, no sólo cuando tenemos alguna falta grave, sino también cuando nos encontramos en la preparación de algo importante en nuestra vida espiritual o cuando nos encontramos en una situación de apatía o turbación en que necesitamos volver a empezar.

Algunos escritos:

M. SCANLAN, La fuerza de la reconciliación, en "Koinonia" Nº 16, pp. 7-11.



Tema 4:
La Palabra de Dios.

1.- La Palabra de Dios es un elemento imprescindible en el Ciclo I sobre el crecimiento de la vida espiritual.

Por sí misma, para todo el que la acoge con fe es:

a) La ley y regla de la vida, que nos enseña cómo vivir y por dónde caminar. De ella se nutre la fe.

b) La manifestación o revelación de Dios. Con su Palabra Dios nos comunica toda su intimidad, por lo que su Palabra es donación y gracia, luz que revela e ilumina.

c) Pero no sólo ilustra, sino que por sí misma, en todo el que la lee con la debida disposición, produce gracia, santifica, transforma, comunica vida. Es viva y operante por ser "una realidad dinámica, un poder que opera infaliblemente los efectos pretendidos por Dios" (León-Dufour). En el Nuevo Testamento se la llama ''palabra de salvación" (Hch 13, 26), "palabra viva y eficaz" (Hb 4, 12), "palabra de vida"(Flp 2, 16). Jesús dice que sus palabras son "espíritu y vida" (Jn 6 ,63), de forma que todo el que escucha su palabra y cree en el que le ha enviado "tiene vida eterna, y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida" (Jn 5, 24): "si permanecéis en mi y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis" (Jn 15, 7).

Luz que revela y poder que opera: la Palabra de Dios produce siempre lo que anuncia.

2'-La Biblia, por tanto, debe ocupar el primer puesto entre todos nuestros libros, y su lectura debe ser alimento diario de nuestra vida espiritual. Ignorar tan gran tesoro y auxilio de Dios, aunque nada más sea que un solo día, sería prácticamente ignorar y menospreciar su Amor.

Benedicto XV escribió en su encíclica Espíritus Paráclitos:

"Jamás dejaremos de exhortar a todos los fieles cristianos para que lean diariamente las Sagradas Escrituras, sobre todo los Evangelios, los Hechos y las Epístolas de los Apóstoles, tratando de convertirlos en savia de su espíritu y sangre de sus venas”.

El Vaticano II ha dedicado gran atención a la Palabra de Dios y en muchos pasajes insiste sobre la necesidad de su lectura. Baste citar dos textos:

"Solamente con la luz de la fe y con la meditación de la Palabra divina es posible reconocer siempre y en todo lugar a Dios, en quien vivimos, nos movemos y existimos (Hch 17. 28), buscar su voluntad en todos los acontecimientos, contemplar a Cristo en todos los hombres, próximos o extraños, y juzgar con rectitud sobre el verdadero sentido y valor de las realidades temporales, tanto en sí mismas como en orden al fin del hombre" (Decrt. Apostolado de los laicos, N. 4).

"El Santo Sínodo recomienda insistentemente a todos los fieles, especialmente a los religiosos, la lectura asidua de la Escritura para que adquieran la conciencia suprema de Jesucristo (Flp 3, 8), “pues desconocer la Escritura es desconocer a Cristo". Acudan de buena gana al texto mismo: en la liturgia, tan llena del lenguaje de Dios; en la lectura espiritual, o bien en otras instituciones o con otros medios... Recuerden que la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues “a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos su palabras'" (Dei Verbum, N.25).



1.-. Lectura espiritual de la Biblia

¿COMO LEER?

Se trata de una lectura completamente distinta del que lee por curiosidad científica, histórica, literaria, cultural. Son muchos los que leen así la Biblia, y no buscan ni esperan otra cosa más que satisfacer este interés.

Pero para que produzca los efectos que hemos de esperar, "la Escritura se ha de leer con el mismo Espíritu con que fue escrita" (VAT. n, Dei Verbum, N.12).

Es necesario que a la lectura acompañe la oración: es así como se podrá entrar en diálogo con el Señor y se podrá escuchar su voz.

No lees un libro cualquiera, sino que te hallas ante Dios. ?Ponte por tanto, en actitud de fe y recogimiento en su presencia, sintiéndote ignorante ante la sabiduría y misterio de Dios, y clama con humildad: "Habla, Señor, que tu siervo escucha" (1 S 3,10), "enséñame tu camino para que siga tu verdad, mantén mi corazón entero en el temor de tu nombre" (Sal 86,11), "para mis pies antorcha es tu palabra, luz para mi sendero" (Sal 119,105).

Lee despacio, con profundo respeto, en actitud de escucha, a la expectativa de lo que el Señor te quiera revelar interiormente, pues El quiere instruirte y enseñarte "el camino de la vida, hartura de goces, delante de su rostro" (Sal 16).

¿QUE EFECTOS PODEMOS ESPERAR?

Siempre que te pones a leer la Palabra de Dios con estas disposiciones entras en contacto con el Señor. La Palabra de Dios es la "presencia verbal de Cristo".

Este contacto te transforma y te hace más parecido al Señor, y va modelando tu mente conforme a su mentalidad y a sus mismos sentimientos. Ese pálpito de la vida de Dios que allí se encierra necesariamente impregna tu corazón de la sabiduría divina.

Unas veces bastará que escuches al Señor, pues "a Dios escuchamos cuando leemos su Palabra" (Vat. II), como María que "sentada a los pies del Señor, escuchaba" (Lc 10,39).

Otras veces será recibir luz, inspiración, seguridad, aliento, "el consuelo que dan las Escrituras" (Rm 15, 4). Y otras, se encenderá tu corazón, como cuando el Señor hablaba en el camino a los discípulos de Emaús y les explicaba las Escrituras (Lc 24, 32).

Además de todo esto, le vas conociendo a El cada vez más y mejor, familiarizándote con la manera de ser de Dios.

La lectura asidua de la Palabra de Dios vitalizará tu oración y contribuirá al desarrollo en ti de los diversos dones y carismas que el Espíritu te quiera otorgar: sabiduría divina, don de inteligencia y de revelación interna, crecimiento más profundo de la fe, de la esperanza y del amor, discernimiento, profecía, unción para la enseñanza y la evangelización.

Será así como su Palabra estará siempre presente en tu memoria y en tu corazón, de forma que ante cualquier situación, sea para ti o sea para ayudar a otros, enseguida acuda a tu mente la respuesta adecuada.

FRECUENCIA Y PROCEDIMIENTO EN LA LECTURA

Siendo un tesoro de tan incalculable valor, cuyas palabras encierran tan divina sabiduría, ¿cómo podemos justificar el que se nos pasen los días sin leer las Sagradas Escrituras? ¿No supone esto una gran desconsideración para con el Señor?

Cada día hemos de leer algo. Aquí más que nunca cumple seguir el lema: nulla dies sine linea (ningún día sin leer una línea).

Deberíamos hacer este compromiso como un obsequio al Señor.

¿Qué orden conviene seguir?

Puede ser leer diariamente algo así como un capítulo, siguiendo con el mismo libro hasta acabarlo, para después empezar con otro .

Otra modalidad sería atenerse a la lectura continuada de la Palabra de Dios que sigue la Iglesia en la celebración de la Eucaristía y en la Liturgia de las horas. Esta forma supone dar importancia a la Palabra de Dios que para ese día nos ofrece la Iglesia, la cual "siempre ha venerado la Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo, pues sobre todo en la Sagrada Liturgia nunca ha cesado de tomar y repartir a sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo" (Vat. II, Dei Verbum, N.21). "Cuando se lee en la iglesia la Sagrada Escritura es el Señor quien habla" (Const. de Liturgia, N.7).

Conviene subrayar en el libro aquellas frases que más personal y directamente nos hablen, pues así resultará fácil volver de nuevo sobre ellas en otro momento.

UNA ADVERTENCIA

No se debe abusar en la utilización de la Biblia como medio de consulta de la voluntad de Dios, tal como hacen algunos que en momentos de duda abren la Biblia al azar para ver qué les dice el Señor.

Ante esto hay que decir que:

- Dios es siempre un misterio inabarcable para nosotros, que en este mundo nunca podremos comprender, mucho menos acomodar a nuestra voluntad.

- Dios no se ha obligado a darnos respuesta a través de la Biblia precisamente en el momento en que lo necesitamos siguiendo este procedimiento.

- No es esta la forma como se ha de utilizar la Biblia. ?Supone cierta ligereza, presunción y en el fondo es una manipulación y hasta tentar a Dios, aunque en la mayoría de los casos se obre con muy buena intención y con espíritu de fe y sencillez.

- Esta no es la forma. Más bien, leyendo la Palabra de Dios tal como se ha dicho antes llegarás siempre a "distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto" (Rm 12, 2) con el discernimiento y la sabiduría que el Señor te quiera comunicar.

II.- Formación bíblica y teológica

INICIACION Y FORMACION BIBLICA

Necesitamos un mínimo de iniciación bíblica para poder adentrarnos en la lectura de la Sagrada Escritura sin tropezar con dificultades insalvables que terminarían por desanimarnos y hacernos abandonar nuestro intento. Ello nos facilitará el sacar más fruto del abundante contenido que encierran estas páginas inspiradas por el Espíritu Santo.

La ignorancia de ciertos conocimientos introductorios a la Sagrada Escritura, de algunos principios y normas, por lo demás muy sencillos, de interpretación, puede llevarnos a caer en muchos engaños, manipulaciones y aun disparates enormes al leer la Biblia.

Baste saber que no sólo estamos distanciados hasta treinta siglos del tiempo en que se escribieron algunos libros de la Biblia, sino que también la geografía y la cultura occidental nos han configurado conforme a una mentalidad racional o cartesiana, que se expresa preferentemente a base de ideas abstractas, a diferencia del alma oriental que utiliza más bien la parábola, la ficción, las imágenes coloristas y atrevidas.

Al leer la Biblia hemos de tener en cuenta el género literario en que está escrito el pasaje en cuestión, y cómo hay que distinguir entre el fondo y la forma literaria, es decir, entre lo principal (el contenido doctrinal, los hechos salvíficos fundamentales, el mensaje que encierra) y lo secundario (el ropaje literario empleado, las expresiones, las imágenes, las representaciones animadas y hasta antropomórficas, muy propias de la literatura oriental).

Esto significa que nunca podemos atribuir al texto sagrado un sentido que no tiene. O sea, no lo acomodemos a nuestra forma de entenderlo, sino que tratemos nosotros de acomodarnos al sentido que tiene, al sentido que quiso dar el autor sagrado, porque de lo contrario no hallaríamos en la Biblia la Palabra de Dios, sino la palabra puramente humana.

Para esto necesitamos unas nociones sobre lo que es la inspiración bíblica, los géneros literarios y los diversos sentidos, la forma tan distinta a la de hoy en que se escribieron cada uno de los libros de la Biblia, y cuál es el mensaje central que encierra, cuáles son las ideas fundamentales del Antiguo Testamento (la elección, la Promesa, la Ley, la Alianza, el Reino, el Exilio, la espera del Mesías) que nos facilitan la clave para comprender el conjunto de la Biblia y cada uno de los acontecimientos y personajes principales, todos los cuales confluyen y se orientan hacia una misma meta: Jesucristo. Toda la Biblia directa o indirectamente nos habla de El, y su misterio centra toda la historia de la salvación.

Apreciaremos así cómo los dos Testamentos constituyen dos etapas distintas en la realización del mismo misterio de salvación.

El Antiguo Testamento es una etapa lenta y paciente de preparación, de pedagogía divina para disponer al hombre a recibir libremente al Salvador. En sus páginas, a pesar de los elementos caducos que podamos encontrar y que a nosotros en la etapa del cristianismo ya nos dicen poco, admiraremos el plan de revelación, de aproximación y de amor que Dios ha seguido siempre con el hombre a pesar de la actitud rebelde y obstinada con que responde en constantes avances y retroce?sos. Es una historia del hombre con todas sus miserias, sufrimientos y anhelos, y una historia del Amor misericordioso de Dios: en este profundo misterio reconocemos nuestra propia historia, nuestro pecado y nuestra salvación.

El Nuevo Testamento es la plena manifestación de "la bondad de Dios nuestro Salvador y de su amor a los hombres" (Tt 3, 4). Dios nos revela su grandioso misterio realizándolo en la encarnación y en el sacrificio redentor de su Hijo Amado.


¿COMO EMPEZAR A LEER LA BIBLIA?

En esta formación bíblica que pretendemos tiene gran importancia el orden como empezamos a leer la Biblia por primera vez.

No es aconsejable comenzar desde el principio hasta el final como hacemos al leer otro libro cualquiera o una novela.

Es recomendable empezar por los cuatro Evangelios, con atención preferente a la historia de Jesús y a los acontecimientos narrados según las etapas de su misterio (Encarnación, infancia, vida de ministerio, pasión, muerte y glorificación), así como a las ideas centrales de su enseñanza (el Padre, su Amor a los hombres, envío y donación del Hijo, la Buena Nueva del Reino ofrecido a todos, el envío del Espíritu Santo).

Seguir después con el Libro de Los Hechos de los Apóstoles, para pasar a continuación a las Epístolas de San Pablo, como complemento y comentario del Evangelio, que nos transmiten la vivencia que tuvieron los primeros cristianos del Cristo resucitado, de su presencia invisible y la efusión de su Espíritu.

Terminar el Nuevo Testamento con las Epístolas Católicas (las siete que no son de S. Pablo), llamadas así desde antiguo porque no van dirigidas a una comunidad o personaje particular, sino a los cristianos en general, y el Apocalipsis, que es una visión profética, en forma de símbolos, de la gloria futura y del destino final de la Iglesia, que pasando por diversos sufrimientos y tribulaciones vive en la espera de la glorificación representada en la imagen de la Nueva Jerusalén.

Leído todo el Nuevo Testamento, se puede empezar el Antiguo por los libros históricos, con atención especial a la vida de los Patriarcas, a la de Moisés y a la de David, y siguiendo la elección de Israel, el desarrollo de la Alianza, el contraste entre la infidelidad del pueblo y la eterna misericordia de Yahvé.

Los Libros sapienciales y Los Salmos, a continuación, no resultarán difíciles.

Conocida ya la historia de Israel, el comportamiento de Dios y el constante anuncio de salvación, se puede pasar a los Profetas y comprender ya en cierta manera sus distintos oráculos y visiones.

Después de una lectura así, sería bueno hacer otra segunda lectura desde el principio hasta el final de toda la Biblia, la cual contribuiría a darnos una visión más clara del conjunto de la historia de la salvación.

MEDIOS DE FORMACION

Otros medios que están también a tu alcance para llegar a obtener una formación bíblica adecuada pueden ser:

1º.- La lectura de algún tratado fácil que te sirva de introducción a la Biblia. He aquí algún título:

-JESUS SAN CLEMENTE IDIAZABAL, Iniciación a la Biblia para seglares, Descleé de Brouwer, Bilbao 1979.

-De la Colección CONOCE LA BIBLIA, editada por Ediciones Mensajero y Editorial "Sal Terrae", algunos como:
Introducción al Pentateuco, Temas principales del A. T. Introducción a los libros proféticos. Introducción a la literatura sapiencial. Introducción al N. T.

-ETIENNE CHARPENTlER, Para leer el Antiguo Testamento, y Para leer el Nuevo Testamento, Editorial Verbo Divino, ambos de 132 pgs. cada uno.

2º.- El hacer algún curso bíblico, o bien matriculándote en algún centro de estudios, o siguiendo algún curso por correspondencia, como por ejemplo:

-Cursos Bíblicos de la Casa de la Biblia, Santa Engracia, 20. Madrid 10. TEL (91) 4487835


FORMACION TEOLOGICA

A la formación bíblica ha de ir unida una formación teológica.

Esto no debe asustar a nadie. Teología es reflexión sobre la verdad contenida en la Palabra de Dios.

Todo el que se relaciona de verdad con Dios, de una u otra forma reflexiona y saca conclusiones de la Palabra de Dios: hace teología, aunque nada más sea en un grado muy elemental. La teología en los ocho primeros siglos de la vida de la Iglesia fue patrimonio de grandes santos o amigos de Dios. Fueron los Padres de la Iglesia que conjugaron la santidad de vida y la ciencia acerca de Dios.

Como hemos visto en la introducción a este Seminario sobre el crecimiento, pag. 4-5, la Iglesia espera de nosotros "una formación bíblica, espiritual y científica" (Pablo VI).

Qué grado de formación?

El que podamos alcanzar según nuestros medios y posibilidades.

Para ello hemos de valernos de los siguientes recursos:

a) La lectura de libros de sólida doctrina espiritual y teológica al alcance de nuestro nivel intelectual. Cada año deberíamos leer unas cuantas obras.

Leamos no solamente libros de testimonios o de temas relacionados con la R.C., sino de todas las materias: documentos del Magisterio (Concilios, encíclicas, alocuciones papales), tratados de autores clásicos y modernos de sana doctrina, libros de consulta, diccionarios, artículos de revistas, etc. Si tenemos inquietud, siempre encontraremos qué leer.

b) Aprovechemos siempre que se nos brinde la oportunidad de hacer algún curso catequético, o catequesis para adultos, o cualquier ciclo de conferencias.

c) Si podemos hagamos algún curso de teología para seglares, tal como en muchos lugares se organizan.

d) Añadamos a esto todas las oportunidades que encontramos en la R.C.: encuentros de dirigentes, retiros, la instrucción semanal al grupo, y hasta se puede organizar alguna vez jornadas de reflexión o algún cursillo o seminario sobre cuestiones determinadas.

Si en el grupo faltan personas preparadas para la enseñanza, lo podremos suplir a base de leer y comentar artículos, y hasta fragmentos escogidos de algún libro.


Tema 5:

Dirección o acompañamiento espiritual. Discernimiento


En la vida espiritual, para poder crecer de verdad, necesitamos de alguien a quien dar cuenta de las dificultades, avances o retrocesos que vamos experimentando.

Por mucho que uno sepa, y por muy grande que sea la experiencia que se tenga, nadie se basta a sí mismo. Uno puede ser buen maestro espiritual para los demás, pero para sí mismo necesitará de otro guía. Nadie puede ser juez o médico de sí mismo.

El ejemplo de los grandes santos nos lo confirma, pues nadie como ellos buscaron siempre un guía espiritual en la vida del Espíritu.

Esta ayuda puede ser: o el acompañamiento espiritual, o la dirección espiritual.

1.- EL ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL

El acompañamiento espiritual es algo que ha surgido en varios movimientos espirituales nuevos y que en algunas comunidades y grupos de la R. C. ha tenido especial importancia.

El objetivo es que cada hermano se sienta acompañado en su camino espiritual por otro hermano, un poco, en cierta manera, en nombre de la comunidad y como signo de la presencia amorosa del Señor.

El Señor se manifiesta a través de este ministerio humilde de acogida, de misericordia, de asistencia al hermano en su deseo y esfuerzos por ser fiel al Espíritu y querer cumplir en todo la voluntad del Padre.

No es una dirección espiritual, ni un sucedáneo de la misma, sino algo mucho más sencillo, ya que no debe tratar asuntos íntimos de conciencia, que se deben más bien presentar al confesor o a un director espiritual.

Se puede dar cuenta al acompañante de los siguientes puntos:

-vida de oración: si se hace, tiempo, dificultades;

-cómo se cumplen otros compromisos con el Señor: sa?cramentos, lectura de la Palabra de Dios;

-cómo se integra en la vida de la comunidad o del grupo, asistencia y participación activa en los distintos actos, como la asamblea de oración, convivencias, retiros; relaciones interpersonales, actuación en los diversos ministerios y servicios:

-orden y cambios que introduce en su propia vida, de acuerdo con las exigencias de la conversión.

El acompañante, que puede muy bien ser un laico, debe ser persona de madurez humana y espiritual, que lleve cierto tiempo en la Renovación, que tenga discernimiento, vida de oración y que sea del mismo sexo.

Cada encuentro ha de limitarse a tratar estrictamente de los asuntos concernientes al acompañamiento, en clima de oración y presencia de Dios.

Para más información sobre este tema recomendamos:

-Revista TYCHIQUE. N° 26, publicada bajo la responsabilidad de la Communauté du Chemin Neuf. 10, rue Henri IV - 69002 LYON (Francia). Este número está dedicado al acompañamiento. Leer sobre todo el artículo Qu'est ce qu´accompagner?, de Régine Marie-Besser, pgs. 12-20.

-KOINONIA, N° 27, El acompañamiento espiritual, medio de crecimiento, por Xavier Quincoces, ps. 17-19.



II- . LA DIRECCION ESPIRITUAL

SU IMPORTANCIA

En la vida espiritual puede haber dificultades, tentaciones, peligros, decaimientos, retrocesos. El mal actúa en nosotros de múltiples maneras y la debilidad humana está expuesta a cualquier ilusión o desviación. Cuántas veces comprobamos que no nos comprendemos a nosotros mismos, ni tenemos objetividad ante nuestro egoísmo, los engaños de la imaginación, la soberbia espiritual, el subjetivismo, el iluminismo de que podemos ser víctimas, por no mencionar los desequilibrios y enfermedades que nos pueden aquejar.

Necesitamos alguien que conozca los caminos de la vida en el Espíritu, los principios de la teología dogmática, de la moral, de la ascética y mística, y que de vez en cuando nos guíe señalando la ruta que hemos de llevar y los peligros a evitar.

A lo largo de la historia de la Iglesia se ha ido acumulando toda una ciencia y tradición extraída de la experiencia abundante de los grandes santos y maestros espirituales que antes que nosotros vivieron a fondo la vida del Espíritu.

¿Cómo despreciar este tesoro? En la tradición Oriental tienen la Filocalía o colección de textos de los Padres orientales sobre la vida espiritual. En Occidente hay una pléyade de santos, doctores y místicos que nos han legado una gran sabiduría, que hoy tenemos decantada en normas y principios muy claros de dirección espiritual.

Todos ellos, de acuerdo con la práctica universal de la Iglesia, se valieron de la dirección espiritual. Esta, sin embargo, aunque es moralmente necesaria según la providencia ordinaria de Dios, no es absolutamente indispensable para aquellos que, a pesar de su buena voluntad, no pueden encontrar la persona indicada.

Esto admitido, siempre hay que dejar por sentado un principio innegable: El Espíritu Santo es el que verdaderamente nos guía interiormente. El director espiritual no tiene más que secundar la acción divina, contribuyendo a orientar siempre a una fidelidad constante al Espíritu, a descubrir y ayudar a superar los obstáculos que surjan.

¿QUIEN PUEDE SER DIRECTOR ESPIRITUAL?

De ordinario será un sacerdote, ya que por los estudios de teología, biblia y moral que ha hecho, así como por la gracia de estado que recibió en la ordenación puede tener la competencia necesaria y un mayor discernimiento. Aunque no pocas veces, por desgracia, no todo sacerdote puede ser el guía espiritual que cabría esperar por su estado y preparación, pues a su competencia debe unir el ser hombre de oración y vida interior profunda, tener cierta experiencia y sana formación teológica.

Si decimos que de ordinario será un sacerdote, es porque excepcionalmente puede ser otra persona formada y experimentada, como, por ejemplo, tenemos el caso de Santa Teresa de Jesús, Santa Catalina de Sena, los Padres del Desierto, San Francisco de Asís, los cuales ejercieron también la dirección espiritual de otras personas.

El director espiritual puede ser distinto del confesor, pues son dos funciones distintas y pueden separarse, aunque es recomendable que sea una misma persona por la relación que hay entre ambos ministerios y la importancia que tiene para la unidad de la vida espiritual.

¿QUE DONES HA DE REUNIR?

De ordinario ha de ser un director espiritual que posea la ciencia habitual del sacerdote bien formado y equilibrado en su vida de oración y de acción.

El sacerdote se puede encontrar con casos que se salen de lo ordinario y que le exigen una mayor competencia. Siempre debe estar preparado para atender a los casos ordinarios y a los extraordinarios o fuera de lo común. Con todo, no siempre ocurre esto y en todos los tiempos se han lamentado los grandes santos de no encontrar el guía espiritual adecuado. Hay que escoger uno entre mil, decía San Juan de Ávila.

San Juan de la Cruz escribe:
"Adviértase que para este camino, a lo menos para lo más subido de él y aun para lo mediano, apenas se hallará un guía cabal según todas las partes que ha menester, porque además de ser sabio y discreto, es menester que sea experimentado" (Llama, Canc. 3,30).

Sabio, discreto y experimentado, por tanto:

a) De buena formación bíblica, teológica, moral y espiritual, sin excluir también la psicológica para saber al menos distinguir entre lo que son casos normales de la vida espiritual avanzada y lo que son enfermedades nerviosas o mentales.

En este mismo sentido decía Santa Teresa de Jesús:
"Importa mucho ser el maestro avisado, digno de buen entendimiento y que tenga experiencia: si con esto tiene letras, es grandísimo negocio. Mas si no se puede hallar estas tres cosas juntas, las dos primeras importan más... “(Vida, 13,16). "Buen letrado nunca me engaño" (Vida 5.3).

b) Discreto: es decir hombre de discernimiento, que sepa distinguir lo verdadero de lo falso, lo recto de lo torcido, que sepa aconsejar y exigir sin cortar el vuelo, porque el Espíritu Santo actúa a veces de forma que rebasa nuestra comprensión humana y hasta las luces ordinarias de la fe.

c) Experimentado, es decir, que reúna la experiencia de su propia vida espiritual y también la experiencia ajena, pues en muchos casos, cuando el Espíritu actúa en firme, se hallará desconcertado sin saber de qué se trata, a no ser que tenga cierta experiencia.

d) A esto habría que añadir buena voluntad de querer ayudar, bondad de carácter, con el amor de hermano y los sentimientos de Jesús, humildad para desconfiar siempre de sí, desprendimiento afectivo para no buscarse a sí mismo ni esperar agradecimiento.

EL DIRIGIDO

Es el más interesado en la guía espiritual. Para que resulte bien debe ser sincero, dócil, obediente, perseverar y observar discreción.

No ha de buscar la dirección espiritual como un desahogo psicológico, mucho menos por amistad puramente natural y sensible. Si se llega a una situación así, es mejor cambiar de director y cortar por lo sano antes de seguir adelante. Todo lo que pase de amor sobrenatural de hermanos en el Señor es un retroceso y engaño.


III.- DISCERNIMIENTO

Relacionado con los dos puntos anteriores está el tema del discernimiento.

Discernimiento es saber juzgar y decidir a la luz del Espíritu Santo cualquier acontecimiento o situación que se nos presente.

Juzgar, es decir, saber reconocer el origen de lo que sucede en la vida espiritual de una persona o de una comunidad, examinando los signos exteriores y las mociones internas.

El origen puede ser: a) o el Señor. b) o nuestra naturaleza (imaginación, subconsciente, fuerzas naturales desconocidas). c) o el espíritu del mal.

Decidir, o sea, saber escoger el camino que nos marca la Palabra de Dios, o la insinuación del Espíritu. O también, saber escoger en cada caso la voluntad de Dios.

Las reglas que se dan para el discernimiento están sacadas de la Palabra de Dios, de la Tradición de la Iglesia y de la experiencia de los grandes guías espirituales.

Hay algunas muy generales, pero muy seguras, que se deben aplicar ante cualquier situación:

a) Conformidad con la Palabra de Dios: cualquier manifestación que vaya contra la Palabra de Dios, no es cosa del Espíritu, pues éste nunca se contradice.

b) Conformidad con la enseñanza de la Iglesia en materia de fe y de moral. Cuando en materia de fe y costumbres algo es definido por la Iglesia o enseñado por el conjunto de los obispos en comunión con el Papa, estamos ante la infalibilidad de la Iglesia. Cualquier afirmación que vaya en contra de esta enseñanza constante de la Iglesia está en contradicción con el Espíritu Santo.

c) Nunca se puede ir en contra del deber de estado: por ningún motivo se puede contradecir las obligaciones de estado que se han contraído por el Sacramento del matrimonio, del orden, o de la profesión religiosa.

Pablo VI, en el discurso que el 19 de Mayo de 1975 dirigió en la Basí1ica de S. Pedro al III Congreso Internacional de la R.C., señalaba como criterios de discernimiento la doctrina de San Pablo sobre los carismas reduciéndola a los siguientes puntos:

-fidelidad a la doctrina auténtica de la fe: lo que contradice a esta doctrina no viene del Espíritu Santo;

-todos los dones han de ser recibidos con gratitud;

-todo debe contribuir al Amor: "el Espíritu Santo pue?de conferir toda clase de dones sin estar presente El mismo: en cambio, si concede el Amor, prueba que El mismo está presente por la gracia". Y terminaba con otra gran regla de discernimiento que nos da el Evangelio:

-por los frutos se conoce el árbol.

Esta misma regla explicita San Pablo un poco más en un célebre pasaje de la Epístola a los Gálatas, al que hay que recurrir muchas veces para hacer discernimiento:

- "la carne tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne, como que son entre sí antagónicos... En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí .. ." (Ga 5, 17-23).

Las célebres reglas de discernimiento que nos ofrece San Ignacio de Loyola concuerdan bastante con el pasaje de la Epístola a los Gálatas y con la del Evangelio; y hoy se las formula de muy variadas formas, pero en general siempre hay que decir lo mismo: es acción de Dios lo que trae paz, Amor a El y a los demás, gozo interior, lo que busca la luz y huye de las tinieblas, lo que se somete humildemente al juicio de la autoridad, de la comunidad.


Bibliografía sobre el discernimiento

RENE LAURENTlN, Trois Charismes: Discernement, Guerison. Don de science, Pneumatheque, París 1982, p.

JACQUES CUSTEAU, SJ. El Carisma de discernimiento, Ediciones Paulinas, Chile 1979, 32 pgs.

KOIN01A, N° 3, Tema doctrinal: El discernimiento

DOCUMENTO DE MALINAS I, en la Renovac. Carismática. Documentación, Secretariado Trinitario, Salamanca 1978, pg. 179.

El discernimiento espiritual en una asamblea de oración de la Renovaci, por ETIENNE GARIN, en Presencia de la Renovac. Carismática, Colec. Nuevo Pentecostés, Edit. Roma, Barcelona 1981. pgs. 123-141.

Cfr. CARDENAL L. J. SUENENS Documento de Malinas 2, Ecumenismo y Renovación Carismática, Colec. Nuevo Pentecostés, Roma 1979, pgs. 78-97.

HERIBERT MUHLEN, Catequesis para la renovación carismática, Secretariado Trinitario, Salamanca 1979, pgs. 219-231.

REGINE MAIRE-BESSER, Pour "discerner le meilleur", en TYCHIQUE, N° 26. pgs. 45-55.


Tema 6 y 7:

Orden y ascesis en la propia vida.



Nota: Muchas personas no permanecen en la gracia recibida por falta de orden y ascesis en su vida. Hay que recordar la explicación de la parábola del sembrador "al oír la Palabra, al punto la reciben con alegría, pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes..., las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las demás concupiscencias les invaden y ahogan la Palabra, y queda sin fruto" (Mc 4, 16-19). El tema se presenta dividido en dos, para una mayor profundización.


I.- Sueño, alimentación, ocio y diversión.


Nota: Este tema no tiene contenido doctrinal, por lo tanto hay que evitar dar un discurso moralizante y unos consejos siempre discutibles. Lo mejor es tratar el tema en forma de preguntas y de compartir. Se trata de revisar estos puntos.

* El seguimiento de Jesús y la escucha de su Palabra no es algo que puede quedar encerrado en un ámbito "religioso", sino que ha de influir en toda nuestra vida. Son todas las áreas de nuestra vida que hemos entregado al señorío de Jesús. Si hay desorden en alguna de estas áreas, nuestra vida espiritual y de entrega a los demás se verá paralizada.

* Algunos textos nos pueden ayudar a comprender cómo esto queda ya reflejado en las comunidades primitivas:

- "Nos hemos enterado que hay entre vosotros algunos que viven desordenadamente, sin trabajar nada, pero metiéndose en todo. A ésos les mandamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo a que trabajen con sosiego para comer su propio pan" (I T ts 3, 11-12).

- (I Tm 3, 5)."Si alguno no es capaz de gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios?"

- “Pueda también llegar con alegría a vosotros por la voluntad de Dios, y disfrutar de algún reposo entre vosotros" (Rm 15, 32).

- "Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco. Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer" (Mc 6, 31).

* Algunas preguntas:

- ¿Quito innecesariamente horas al descanso diario? ¿Duermo demasiado?

- ¿Mantengo un orden en las comidas y como suficientemente? ¿Como o bebo demasiado?

- ¿Soy una persona trabajadora o permanezco ocioso demasiado tiempo? ¿Soy responsable en el trabajo? ¿Dedico a la vida familiar el tiempo que ésta requiere? ¿Dedico tiempo a mis hijos? ¿Y a mi esposa o a mi esposo?

- ¿Dedico demasiado tiempo al ocio? ¿A la televisión? ¿Al deporte? ¿Asisto a demasiadas reuniones?

Algunas sugerencias concretas:

- Para mantener un mayor orden en nuestra vida puede ser conveniente hacernos un horario del día, para saber cómo vamos a distribuirlo. Esto es bueno hacerlo teniendo en cuenta toda la semana.

- A algunas familias les ha ayudado mucho el dedicar un día (una tarde, unas horas) especialmente a la familia, a estar todos reunidos, hablar, salir juntos, jugar. Es conveniente que el ritmo sea semanal.

- A muchos matrimonios les ha ayudado el dedicar un día (una tarde, unas horas, una noche) especialmente a la pareja: hablar, festejar, estar juntos, salir. El ritmo también ha de ser semanal.

II.- Sobriedad y austeridad.

Sentido de los bienes materiales.


Nota: La experiencia carismática en que se va contemplando todas las cosas como un don de Dios es el modo más apto para descubrir el sentido cristiano de los bienes materiales.


* La experiencia carismática nos hace descubrir poco a poco todas las cosas como un don de Dios. Las cualidades naturales que hemos recibido, nuestro arte o nuestro saber, lo vamos considerando como un don de Dios para el servicio de los hermanos, según la expresión de S. Pablo "cada uno ha recibido la manifestación del Espíritu para el provecho común" (1 Co 12, 7).

* Pero este mirar todas las cosas como un don para el servicio de los demás no debe quedar reducido a los dones espirituales o naturales, sino que debe extenderse también a los dones materiales. Así nos lo muestran las parábolas de Jesús:

- nos dice que somos administradores (Lc 16, 1ss)

- nos dice que nos ha dado unos talentos para que los hagamos fructificar y de los que nos pedirá cuenta (Mt 25, 14ss)

Así lo entendieron los primeros cristianos:

"La multitud de los creyentes no tenia sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos" (Hch 4,32)

* Todos los bienes materiales que nosotros tenemos son un don que Dios nos ha dado para que lo utilicemos todo al servicio de los demás. Quien retiene para sí los bienes, es el don de Dios el que retiene. Quien derrocha los bienes materiales, es el don de Dios el que derrocha. Quien pone los bienes materiales al servicio de los demás, se ha hecho servidor del don de Dios.

* El reconocimiento de los bienes materiales como un don de Dios al servicio de los demás nos ha de llevar a la no acumulación de riquezas y a poner al servicio de los demás todo lo que tenemos.

* Esto impide todo tipo de lujo y nos invita a introducirnos en el campo de la austeridad. Sólo la austeridad nos ayuda a quitar las barreras que nos separan unos de otros y a estar siempre dispuestos al servicio.

* La austeridad simplifica mucho nuestra vida, abriéndola más al servicio de los demás: nos da más posibilidades de tiempo, nos da más posibilidades económicas, nos da más posibilidades comunitarias.

* El camino de la comunidad cristiana sólo es posible mediante el compartir y éste sólo es posible si vivimos en la austeridad.