MES DE OCTUBRE DEL 2002.
Todos deseamos la salud y cuando nos enfermamos, buscamos la sanación tanto acudiendo a los médicos como pidiendo que oren por nosotros. Y no siempre vemos resultados en ello; más aún, con el tiempo los males se agravan. "Hay pocas cosas que sean una barrera mayor para la sanación que la falta de perdón. Muchas veces la gente con poca fe se sana por la tremenda fe de la comunidad, pero si las personas por las cuales se ora albergan falta de perdón, no serán sanadas hasta que no hayan perdonado. El poder sanador de nuestro Señor Jesucristo no puede penetrar a través de la falta de perdón". ("Ministerio de sanación" del P. Roberto De Grandis.)
De la misma manera, en nuestra vida espiritual sentimos sequedades, noches obscuras, poca atracción en la oración y a pesar de nuestros esfuerzos, poco o nada adelantamos. Es cierto que muchas veces las sequedades y el no sentir gusto en la oración, son una prueba de Dios; pero en la mayoría de los casos, es porque tenemos bloqueos en nuestro interior que no nos dejan abrirnos al amor de Dios.
Una de las raíces de nuestras enfermedades tanto físicas como espirituales, la encontramos en la falta de perdón.
Ante alguien que nos ataca, que viene para hacernos daño, tanto en forma real como desde nuestra percepción subjetiva, surge en nosotros el miedo, el enojo, el creernos culpables, el replegarnos dentro de nosotros mismos para defendernos. "Cuando hemos sufrido, conscientemente o no, hemos culpado a alguien por nuestro dolor o por nuestro fracaso. Y la falta de perdón a ese que culpamos es lo que ha trastocado nuestra armonía interior, y sigue siendo una espina que no nos deja vivir libres. El perdón es lo que desata el nudo interior y libera al hombre angustiado." ("Sanar un amor herido" de Víctor Manuel Fernández).
"¿Cómo manejo el enojo, o la culpa? El enojo y la culpa son buenos en tanto me ayuden a odiar el mal en una situación dada, de modo que pueda cambiar lo que deba ser cambiado. Pero el enojo y la culpa me pueden enfermar si me llevan también a odiar más que a perdonar al que hace el mal. Si me enojo necesito perdonar al otro, y si me siento culpable necesito perdonarme a mí mismo. El perdón es la clave para la salud física y emocional.". ("Curso de oración" de los hermanos Linn).
EFECTOS DE LA FALTA DE PERDÓN.
Están bien reconocidos tanto por psicólogos como por directores espirituales.
A nivel espiritual. Toda la vida espiritual gira alrededor del amor de Dios. S. Juan, en su primera carta (4, 7-10), nos manifiesta que el amor nos viene de Dios y no que nosotros hayamos amado a Dios.
Cuando no perdonamos, cuando negamos nuestro amor al hermano, estamos poniendo trabas al amor de Dios, y entonces nos quedamos secos de amor y por más que hagamos y luchemos, no adelantamos. "Al estar llenos de odio hacia nuestros semejantes, no podemos recibir el amor de Dios que nos llega por medio de ellos. Jesús está allí en nuestro prójimo (Mat. 24, 45), y al alejarnos del prójimo nos alejamos de Jesús". (Hermanos Linn)
En donde más se nota en este alejarnos de Jesús es en la oración. Hay mucha dificultar para orar y cuando se ora no vemos respuestas; y no solo en el pedir nos encontramos a obscuras, sino también en la alabanza, en donde se traduce en un repetir frases de boca y nada más; nuestro corazón queda cerrado por la falta de perdón.
El mayor bloqueo que ponemos en nuestra vida espiritual es la falta de perdón, aunque no tengamos conciencia de esa falta de perdón. Oigamos las palabras de S. Juan: "Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor". No olvidemos que solo tendremos una vida espiritual viviendo en Dios y con Dios. ¿Cómo podremos tener contacto con Dios si no lo conocemos? Podremos volver a orar y recibir de nuevo el amor sanador del Padre cuando podamos perdonar.
A nivel físico. La falta de perdón engendra odio, venganza, resentimiento, tristeza y ellos envuelven toda nuestra vida emotiva. Tal estado produce tensión en nuestro sistema nervioso y a través de los años esta tensión influye en nuestra parte física; muchas enfermedades son fruto de estos estados de tensión y sufrimiento. No hay que olvidar que el hombre forma una unidad en su parte física, espiritual y psíquica; cualquier parte de ellas que esté enferma, repercute en las demás. En la práctica lo vemos cada día, cuando alguien dice: "Se me encoge el estómago cuando pienso en mi marido, o cuando pienso en mi mujer, o cuando pienso en esta o aquella persona"; el recuerdo de una persona que nos ha herido y no la hemos perdonado nos revuelve las entrañas y nos afecta la parte física.
Muchas personas continuamente están pidiendo oración por sus enfermedades físicas y no encuentran resultados positivos. Pero cuando se han abierto al perdón, vieron con sorpresa que sus enfermedades físicas también sanaban. Incluso de artrosis profundas se han visto librados cuando a través de Jesús han perdonado, tal como transcribe un testimonio el P. Emiliano Tardif en su libro "Jesús está vivo". La deducción es clara; estas enfermedades estaban causadas por la falta de perdón.
NECESIDAD DE PERDONAR PARA SANAR.
El perdón es la clave para la salud física y espiritual. Qué triste es ver a tantas personas que viven y conviven con odio, con rencor, sin perdonar a los que en un momento de su vida les ofendieron y les causaron daño. Pero mucho más triste es ver que esas mismas personas rezan continuamente el Padre nuestro que Jesús nos enseñó, sin tomar en cuenta sus palabras. "Perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden". No podemos recibir el perdón de Dios, su amor, si nosotros no perdonamos. Bien claramente nos lo dice Jesús: "Cuando os pongáis a orar, si tenéis algo contra alguien, perdonádselo, para que también vuestro Padre celestial os perdone vuestros pecados. Pues si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre celestial os perdonará vuestras culpas." (Mc. 11, 25-26)
El Señor nos habla con gran claridad. Si no perdonas, serás incapaz de recibir perdón por estar resistiendo a la Luz. No perdonar es permanecer en la obscuridad y sin amor con lo que se impide obtener el perdón de Dios.
La relación de nuestros pecados y ofensas que nosotros cometemos contra Dios no tienen nada que ver en magnitud con las ofensas que un hermano nos puede causar. Y a pesar de ello, Dios nos perdona nuestros pecados que son mucho más grandes, con tal que nosotros perdonemos a nuestro hermano, en cosas tan pequeñas. El mismo Jesús nos da un ejemplo práctico para que mejor lo entendamos, cuando nos presenta aquel señor que perdona a su siervo una deuda inmensa que no podía pagar, solo porque se lo pidió, y este mismo siervo no es capaz de perdonar a un compañero que le debía una suma irrisoria. Conocemos cual fue la reacción del señor: que su siervo sea llevado a la cárcel hasta saldar su cuenta, hasta siempre. (Mt. 18, 23-35))
Perdonar, perdonar, perdonar siempre y ante cualquier circunstancia y ofensa. Jesús, dándonos ejemplo, desde la cruz perdonó a sus verdugos: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". (Lc. 23, 34) Y Jesús era completamente inocente. ¿Y yo soy siempre inocente ante la ofensa de otro?
"Muchos piensan que perdonar es perder y no se dan cuenta que es ganar porque nos libera de nuestros odios y resentimientos; nos asemeja a Jesús que amó y perdonó a sus enemigos y nos abre el perdón y la gracia de Dios. Perdonar es resucitar en nosotros la nueva vida traída por Jesús. Perdonar y pedir perdón es como un relámpago que anuncia una lluvia fecunda". (P. Emiliano Tardif).
¿QUÉ DEBEMOS HACER PARA PERDONAR?
La respuesta nos la da el mismo Jesús; "Amad a vuestros enemigos; haced el bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen; orad por los que os calumnian" (Lc.6, 27 - 28). Cuando captamos la necesidad de perdonar estas son las tres cosas que hay que hacer, según Jesús: Amar, hacer el bien a la persona y orar.
El primer paso es amar. El amor no significa un sentimiento superficial y efusivo; el amor es una decisión. No resulta fácil amar a quien nos causó daño; a nivel humano es casi imposible. Es posible, con todo, si amamos con Jesús, tal cual Él la ama.
El siguiente paso, es hacer algo, a la persona que nos dañó, con amor junto con Jesús. Pronto nos daremos cuenta que lo que no deseábamos hacer antes, empezamos a desearlo.
El tercer paso, es orar compartiendo nuestro corazón con Jesús y tomando el suyo para hacer el bien de esa persona y de nosotros.
"Mientras más hagamos esto, más agradecidos estaremos, no por el mal mismo sino por el desarrollo que se genera o puede generarse de él, cuando amamos sin egoísmos y sin esperar recompensa. En el grado en que sabemos agradecer un daño, somos sanados".(Hermanos Linn)
¿A QUIEN DEBEMOS PERDONAR?
En el fondo de toda herida interior hay un sufrimiento que nos hace culpar a alguno de ese mal. Pueden ser los propios padres, hermanos, personas allegadas; puede ser igualmente que a quien culpamos sea el mismo Dios; Y muchas veces nos culpamos a nosotros mismo.
Perdonar al próximo. En nuestra relación unos con otros, cada día nos herimos y nos dañamos. Y cada día nos debemos perdonar unos a otros para que no se vayan acumulando en nuestro interior bloqueos y ataduras.
Perdonar no significa dejar de ser hombres y perder la propia psicología, o convertirse en un ángel. No hay que entender el perdonar como una anulación del pasado y de la propia sensibilidad. A una madre a quien le han matado a su hijo no se le puede pedir que tenga cariño por el asesino, si bien es una meta a la que se llega después de un largo camino.
El perdón es un acto de la voluntad y no del sentimiento. Por eso el primer paso que hay que dar es "querer" perdonar. Hay que rechazar todo sentimiento de odio, de venganza, de rencor, de desear el mal a quien nos ha herido, que pague, que no pase inadvertido lo que nos hizo. Mientras quede un mínimo y velado deseo de venganza, será como un veneno que nos carcome lentamente, nos quita la alegría de vivir, nos deja sin fuerzas para luchar, no permite que maduremos, que demos amor, etc.
Debemos pedir a Dios la gracia de salir de esa cárcel asfixiante, pedir la gracia de "querer" perdonar.
Muchas veces el perdón es superficial, solo aparente, no brota del corazón. Ese perdón no libera, Sabremos que no hemos perdonado de verdad si deseamos que la persona que nos hizo daño le vaya mal, trato de criticarlo, no soporto que hablen bien de él, no quiero recordarlo, me molesta mucho si lo veo pasar o lo encuentro en una reunión.
El verdadero perdón cristiano es incondicional; es liberar al otro de tener que sufrir por lo que me hizo. El perdón auténtico incluye la decisión de amar al otro tal cual es. (Extracto del libro "Sanar un amor herido" de V. M. Fernández).
Perdonarse a sí mismos. Muchos cristianos pueden perdonar fácilmente a otros, pero no a sí mismos. Tal vez éste sea uno de los aspectos más difíciles para algunos. Aunque comprenden que Jesús les ha perdonado, no son capaces de perdonarse a sí mismos por sus pecados y ofensas; por errores cometidos, por haber sido infieles a los propios ideales, por haber defraudado a otros, por haber fracasado en algo, por no ser perfectos, etc.
La situación se agrava, si en nuestra infancia o adolescencia se burlaron de nosotros y ahora queremos demostrarnos que somos superiores.
Para recuperar el equilibrio interior es necesario perdonarse a sí mismo. Para ello hay que reconocer que no somos perfectos, que cometeremos errores, que somos limitados, que tenemos luz y tinieblas, que no somos ángeles, etc. Pero también hay que reconocer que somos una criatura creada por Dios y que Él nos ama, que nos ha llenado de dones y cualidades, y que nos debemos amar como Él nos ama, aceptar como Él nos acepta, perdonar como Él nos perdona. El amar a Dios incluye no olvidarse de sí mismo, dándonos los pequeños y sanos gustos de la vida.
Perdonar a Dios. Otro de los obstáculos en la oración de sanación es el resentimiento subconsciente hacia Dios. Esto es más común de lo que imaginamos. Si bien reconocemos que Dios es perfecto y que no puede equivocarse, sin embargo subjetivamente nos revelamos contra Él cuando, ante ciertas circunstancias de la vida, lo vemos injusto, malo con nosotros, castigador. Ante la muerte de un ser querido o de una persona joven, cuando nuestra oración creemos que no es escuchada, ante una enfermedad o una contrariedad, principalmente si nos creemos buenos y creemos injusto lo que nos hace.
También en este aspecto necesitamos perdonar. Para ello nos puede ayudar lo siguiente. Dios nunca manda cosas malas, solo las "permite". Dios respeta el curso natural de las cosas, y ordinariamente no hace milagros. Que muchas de las cosas malas que nos suceden son obra de nuestra condición humana y que Dios no las quiere. Que hay cosas negativas en la vida que a la larga pueden producir algo bueno, aunque nosotros no lo veamos. Y sobre todo, pensar que Dios nos ama con el más puro amor de Padre y que Él todo lo ordena para nuestro bien, siempre que nosotros no lo desviemos.
No permitamos quedarnos con el sentimiento de que Dios es injusto. Presentémonos ante Dios y digámosle que nos sentimos "ofendidos". Vayamos a Él como amigo y digámosle las cosas claras porque sabemos que con el amigo todo tiene una solución. Si no somos sinceros no podremos sanarnos y nuestra relación con Dios se irá debilitando. Dios mismo nos invita a presentarle nuestras quejas, a discutir con Él. "Vengan y discutamos, dice Yahvé" (Is. 1, 18)
Señor Jesús, derrama tu Espíritu sobre mí, para que pueda entender la necesidad de perdonar y dame la fuerza necesaria para que yo, en Tu nombre, "quiera" perdonar a los que tanto me han ofendido. Amén.
Si te puede ayudar para pedir perdón, te presento una oración que presenta diversas circunstancias de la vida en donde pudo haber ofensa, pero tú déjate llevar por el Espíritu para que te guíe a personas o grupos que tu necesitas perdonar.
PINCHA AQUÍ.
Para terminar, transcribimos un testimonio que trae el P. Roberto de Grandis en "Sana a tu hermano". En él se ve el poder sanador del perdón en nombre de Jesús.
"Querido Padre: Hace dos días, se me pidió ir a orar con una señora que ha estado enferma por varios años; su condición se iba haciendo cada vez peor. Ella había sido operada, y en ese tiempo estaba bajo estricto control médico para permanecer de espaldas en cama lo más que pudiese. Tenía serios problemas domésticos en su hogar. "Cuando llegué a la casa de la señora, estaba echada de espaldas con fuertes dolores en la cabeza, la columna y las rodillas. Hizo esfuerzos para sentarse llorando y con tanto dolor, que tuvieron que ayudarle a echarse de nuevo con mucha suavidad. Sabiendo que tenía problemas domésticos comencé a orar por su sanación psicológica. Estaba llena de resentimientos acerca de muchas cosas y a pesar de encontrar difícil perdonar a su esposo y a sus hijos que la trataban mal, después de usar la imaginación creadora y de pedirle que pensara en el Señor Jesús, amándoles y perdonándoles, e invitándole a que ella hiciese lo mismo, ella por fin pudo perdonarles. Pero cuando llegamos al momento de perdonar a la mujer con la que su esposo estaba viviendo, ella empezó a temblar y a rechinar sus dientes fuertemente. También se quejó de que los dolores de cabeza se hacían más intensos. No podía decir "yo perdono" a aquella mujer. Cuanto más resistía en perdonarla temblaba más fuertemente y sus dientes rechinaban aun más, y sus gritos por su dolor de cabeza eran más altos. Yo oré para que ella se liberara del espíritu de falta de perdón y de sus resentimientos, y sólo después de diez minutos, ella empezó a sollozar y finalmente dijo: "Yo te perdono porque Jesús te ama". Inmediatamente se tranquilizó, y entró en lo que parecía ser un sueño profundo.
Oré para que el Señor le sanara, le devolviese la integridad de su salud y para que el Señor la llenase de paz, y pocos minutos después le pregunté cómo se sentía. Todos los dolores de cabeza, de la columna y de las rodillas habían desaparecido. Se levantó de su cama, nos sirvió refrescos y en ese momento participó lo que había sentido. Alabado sea Dios.
"Yo he estudiado Consejería aplicada a la Pastoral en los Estados Unidos, en verdad yo puedo decir que lo que se realizó allí por el poder del Señor y por medio de la sanación interior, hubiese tomado por lo menos veinte a veinticinco horas de consejería para lograr la sanación. ALABADO SEA DIOS.
Hna. Paul, O.P.".
Todos deseamos la salud y cuando nos enfermamos, buscamos la sanación tanto acudiendo a los médicos como pidiendo que oren por nosotros. Y no siempre vemos resultados en ello; más aún, con el tiempo los males se agravan. "Hay pocas cosas que sean una barrera mayor para la sanación que la falta de perdón. Muchas veces la gente con poca fe se sana por la tremenda fe de la comunidad, pero si las personas por las cuales se ora albergan falta de perdón, no serán sanadas hasta que no hayan perdonado. El poder sanador de nuestro Señor Jesucristo no puede penetrar a través de la falta de perdón". ("Ministerio de sanación" del P. Roberto De Grandis.)
De la misma manera, en nuestra vida espiritual sentimos sequedades, noches obscuras, poca atracción en la oración y a pesar de nuestros esfuerzos, poco o nada adelantamos. Es cierto que muchas veces las sequedades y el no sentir gusto en la oración, son una prueba de Dios; pero en la mayoría de los casos, es porque tenemos bloqueos en nuestro interior que no nos dejan abrirnos al amor de Dios.
Una de las raíces de nuestras enfermedades tanto físicas como espirituales, la encontramos en la falta de perdón.
Ante alguien que nos ataca, que viene para hacernos daño, tanto en forma real como desde nuestra percepción subjetiva, surge en nosotros el miedo, el enojo, el creernos culpables, el replegarnos dentro de nosotros mismos para defendernos. "Cuando hemos sufrido, conscientemente o no, hemos culpado a alguien por nuestro dolor o por nuestro fracaso. Y la falta de perdón a ese que culpamos es lo que ha trastocado nuestra armonía interior, y sigue siendo una espina que no nos deja vivir libres. El perdón es lo que desata el nudo interior y libera al hombre angustiado." ("Sanar un amor herido" de Víctor Manuel Fernández).
"¿Cómo manejo el enojo, o la culpa? El enojo y la culpa son buenos en tanto me ayuden a odiar el mal en una situación dada, de modo que pueda cambiar lo que deba ser cambiado. Pero el enojo y la culpa me pueden enfermar si me llevan también a odiar más que a perdonar al que hace el mal. Si me enojo necesito perdonar al otro, y si me siento culpable necesito perdonarme a mí mismo. El perdón es la clave para la salud física y emocional.". ("Curso de oración" de los hermanos Linn).
EFECTOS DE LA FALTA DE PERDÓN.
Están bien reconocidos tanto por psicólogos como por directores espirituales.
A nivel espiritual. Toda la vida espiritual gira alrededor del amor de Dios. S. Juan, en su primera carta (4, 7-10), nos manifiesta que el amor nos viene de Dios y no que nosotros hayamos amado a Dios.
Cuando no perdonamos, cuando negamos nuestro amor al hermano, estamos poniendo trabas al amor de Dios, y entonces nos quedamos secos de amor y por más que hagamos y luchemos, no adelantamos. "Al estar llenos de odio hacia nuestros semejantes, no podemos recibir el amor de Dios que nos llega por medio de ellos. Jesús está allí en nuestro prójimo (Mat. 24, 45), y al alejarnos del prójimo nos alejamos de Jesús". (Hermanos Linn)
En donde más se nota en este alejarnos de Jesús es en la oración. Hay mucha dificultar para orar y cuando se ora no vemos respuestas; y no solo en el pedir nos encontramos a obscuras, sino también en la alabanza, en donde se traduce en un repetir frases de boca y nada más; nuestro corazón queda cerrado por la falta de perdón.
El mayor bloqueo que ponemos en nuestra vida espiritual es la falta de perdón, aunque no tengamos conciencia de esa falta de perdón. Oigamos las palabras de S. Juan: "Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor". No olvidemos que solo tendremos una vida espiritual viviendo en Dios y con Dios. ¿Cómo podremos tener contacto con Dios si no lo conocemos? Podremos volver a orar y recibir de nuevo el amor sanador del Padre cuando podamos perdonar.
A nivel físico. La falta de perdón engendra odio, venganza, resentimiento, tristeza y ellos envuelven toda nuestra vida emotiva. Tal estado produce tensión en nuestro sistema nervioso y a través de los años esta tensión influye en nuestra parte física; muchas enfermedades son fruto de estos estados de tensión y sufrimiento. No hay que olvidar que el hombre forma una unidad en su parte física, espiritual y psíquica; cualquier parte de ellas que esté enferma, repercute en las demás. En la práctica lo vemos cada día, cuando alguien dice: "Se me encoge el estómago cuando pienso en mi marido, o cuando pienso en mi mujer, o cuando pienso en esta o aquella persona"; el recuerdo de una persona que nos ha herido y no la hemos perdonado nos revuelve las entrañas y nos afecta la parte física.
Muchas personas continuamente están pidiendo oración por sus enfermedades físicas y no encuentran resultados positivos. Pero cuando se han abierto al perdón, vieron con sorpresa que sus enfermedades físicas también sanaban. Incluso de artrosis profundas se han visto librados cuando a través de Jesús han perdonado, tal como transcribe un testimonio el P. Emiliano Tardif en su libro "Jesús está vivo". La deducción es clara; estas enfermedades estaban causadas por la falta de perdón.
NECESIDAD DE PERDONAR PARA SANAR.
El perdón es la clave para la salud física y espiritual. Qué triste es ver a tantas personas que viven y conviven con odio, con rencor, sin perdonar a los que en un momento de su vida les ofendieron y les causaron daño. Pero mucho más triste es ver que esas mismas personas rezan continuamente el Padre nuestro que Jesús nos enseñó, sin tomar en cuenta sus palabras. "Perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden". No podemos recibir el perdón de Dios, su amor, si nosotros no perdonamos. Bien claramente nos lo dice Jesús: "Cuando os pongáis a orar, si tenéis algo contra alguien, perdonádselo, para que también vuestro Padre celestial os perdone vuestros pecados. Pues si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre celestial os perdonará vuestras culpas." (Mc. 11, 25-26)
El Señor nos habla con gran claridad. Si no perdonas, serás incapaz de recibir perdón por estar resistiendo a la Luz. No perdonar es permanecer en la obscuridad y sin amor con lo que se impide obtener el perdón de Dios.
La relación de nuestros pecados y ofensas que nosotros cometemos contra Dios no tienen nada que ver en magnitud con las ofensas que un hermano nos puede causar. Y a pesar de ello, Dios nos perdona nuestros pecados que son mucho más grandes, con tal que nosotros perdonemos a nuestro hermano, en cosas tan pequeñas. El mismo Jesús nos da un ejemplo práctico para que mejor lo entendamos, cuando nos presenta aquel señor que perdona a su siervo una deuda inmensa que no podía pagar, solo porque se lo pidió, y este mismo siervo no es capaz de perdonar a un compañero que le debía una suma irrisoria. Conocemos cual fue la reacción del señor: que su siervo sea llevado a la cárcel hasta saldar su cuenta, hasta siempre. (Mt. 18, 23-35))
Perdonar, perdonar, perdonar siempre y ante cualquier circunstancia y ofensa. Jesús, dándonos ejemplo, desde la cruz perdonó a sus verdugos: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". (Lc. 23, 34) Y Jesús era completamente inocente. ¿Y yo soy siempre inocente ante la ofensa de otro?
"Muchos piensan que perdonar es perder y no se dan cuenta que es ganar porque nos libera de nuestros odios y resentimientos; nos asemeja a Jesús que amó y perdonó a sus enemigos y nos abre el perdón y la gracia de Dios. Perdonar es resucitar en nosotros la nueva vida traída por Jesús. Perdonar y pedir perdón es como un relámpago que anuncia una lluvia fecunda". (P. Emiliano Tardif).
¿QUÉ DEBEMOS HACER PARA PERDONAR?
La respuesta nos la da el mismo Jesús; "Amad a vuestros enemigos; haced el bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen; orad por los que os calumnian" (Lc.6, 27 - 28). Cuando captamos la necesidad de perdonar estas son las tres cosas que hay que hacer, según Jesús: Amar, hacer el bien a la persona y orar.
El primer paso es amar. El amor no significa un sentimiento superficial y efusivo; el amor es una decisión. No resulta fácil amar a quien nos causó daño; a nivel humano es casi imposible. Es posible, con todo, si amamos con Jesús, tal cual Él la ama.
El siguiente paso, es hacer algo, a la persona que nos dañó, con amor junto con Jesús. Pronto nos daremos cuenta que lo que no deseábamos hacer antes, empezamos a desearlo.
El tercer paso, es orar compartiendo nuestro corazón con Jesús y tomando el suyo para hacer el bien de esa persona y de nosotros.
"Mientras más hagamos esto, más agradecidos estaremos, no por el mal mismo sino por el desarrollo que se genera o puede generarse de él, cuando amamos sin egoísmos y sin esperar recompensa. En el grado en que sabemos agradecer un daño, somos sanados".(Hermanos Linn)
¿A QUIEN DEBEMOS PERDONAR?
En el fondo de toda herida interior hay un sufrimiento que nos hace culpar a alguno de ese mal. Pueden ser los propios padres, hermanos, personas allegadas; puede ser igualmente que a quien culpamos sea el mismo Dios; Y muchas veces nos culpamos a nosotros mismo.
Perdonar al próximo. En nuestra relación unos con otros, cada día nos herimos y nos dañamos. Y cada día nos debemos perdonar unos a otros para que no se vayan acumulando en nuestro interior bloqueos y ataduras.
Perdonar no significa dejar de ser hombres y perder la propia psicología, o convertirse en un ángel. No hay que entender el perdonar como una anulación del pasado y de la propia sensibilidad. A una madre a quien le han matado a su hijo no se le puede pedir que tenga cariño por el asesino, si bien es una meta a la que se llega después de un largo camino.
El perdón es un acto de la voluntad y no del sentimiento. Por eso el primer paso que hay que dar es "querer" perdonar. Hay que rechazar todo sentimiento de odio, de venganza, de rencor, de desear el mal a quien nos ha herido, que pague, que no pase inadvertido lo que nos hizo. Mientras quede un mínimo y velado deseo de venganza, será como un veneno que nos carcome lentamente, nos quita la alegría de vivir, nos deja sin fuerzas para luchar, no permite que maduremos, que demos amor, etc.
Debemos pedir a Dios la gracia de salir de esa cárcel asfixiante, pedir la gracia de "querer" perdonar.
Muchas veces el perdón es superficial, solo aparente, no brota del corazón. Ese perdón no libera, Sabremos que no hemos perdonado de verdad si deseamos que la persona que nos hizo daño le vaya mal, trato de criticarlo, no soporto que hablen bien de él, no quiero recordarlo, me molesta mucho si lo veo pasar o lo encuentro en una reunión.
El verdadero perdón cristiano es incondicional; es liberar al otro de tener que sufrir por lo que me hizo. El perdón auténtico incluye la decisión de amar al otro tal cual es. (Extracto del libro "Sanar un amor herido" de V. M. Fernández).
Perdonarse a sí mismos. Muchos cristianos pueden perdonar fácilmente a otros, pero no a sí mismos. Tal vez éste sea uno de los aspectos más difíciles para algunos. Aunque comprenden que Jesús les ha perdonado, no son capaces de perdonarse a sí mismos por sus pecados y ofensas; por errores cometidos, por haber sido infieles a los propios ideales, por haber defraudado a otros, por haber fracasado en algo, por no ser perfectos, etc.
La situación se agrava, si en nuestra infancia o adolescencia se burlaron de nosotros y ahora queremos demostrarnos que somos superiores.
Para recuperar el equilibrio interior es necesario perdonarse a sí mismo. Para ello hay que reconocer que no somos perfectos, que cometeremos errores, que somos limitados, que tenemos luz y tinieblas, que no somos ángeles, etc. Pero también hay que reconocer que somos una criatura creada por Dios y que Él nos ama, que nos ha llenado de dones y cualidades, y que nos debemos amar como Él nos ama, aceptar como Él nos acepta, perdonar como Él nos perdona. El amar a Dios incluye no olvidarse de sí mismo, dándonos los pequeños y sanos gustos de la vida.
Perdonar a Dios. Otro de los obstáculos en la oración de sanación es el resentimiento subconsciente hacia Dios. Esto es más común de lo que imaginamos. Si bien reconocemos que Dios es perfecto y que no puede equivocarse, sin embargo subjetivamente nos revelamos contra Él cuando, ante ciertas circunstancias de la vida, lo vemos injusto, malo con nosotros, castigador. Ante la muerte de un ser querido o de una persona joven, cuando nuestra oración creemos que no es escuchada, ante una enfermedad o una contrariedad, principalmente si nos creemos buenos y creemos injusto lo que nos hace.
También en este aspecto necesitamos perdonar. Para ello nos puede ayudar lo siguiente. Dios nunca manda cosas malas, solo las "permite". Dios respeta el curso natural de las cosas, y ordinariamente no hace milagros. Que muchas de las cosas malas que nos suceden son obra de nuestra condición humana y que Dios no las quiere. Que hay cosas negativas en la vida que a la larga pueden producir algo bueno, aunque nosotros no lo veamos. Y sobre todo, pensar que Dios nos ama con el más puro amor de Padre y que Él todo lo ordena para nuestro bien, siempre que nosotros no lo desviemos.
No permitamos quedarnos con el sentimiento de que Dios es injusto. Presentémonos ante Dios y digámosle que nos sentimos "ofendidos". Vayamos a Él como amigo y digámosle las cosas claras porque sabemos que con el amigo todo tiene una solución. Si no somos sinceros no podremos sanarnos y nuestra relación con Dios se irá debilitando. Dios mismo nos invita a presentarle nuestras quejas, a discutir con Él. "Vengan y discutamos, dice Yahvé" (Is. 1, 18)
Señor Jesús, derrama tu Espíritu sobre mí, para que pueda entender la necesidad de perdonar y dame la fuerza necesaria para que yo, en Tu nombre, "quiera" perdonar a los que tanto me han ofendido. Amén.
Si te puede ayudar para pedir perdón, te presento una oración que presenta diversas circunstancias de la vida en donde pudo haber ofensa, pero tú déjate llevar por el Espíritu para que te guíe a personas o grupos que tu necesitas perdonar.
PINCHA AQUÍ.
Para terminar, transcribimos un testimonio que trae el P. Roberto de Grandis en "Sana a tu hermano". En él se ve el poder sanador del perdón en nombre de Jesús.
"Querido Padre: Hace dos días, se me pidió ir a orar con una señora que ha estado enferma por varios años; su condición se iba haciendo cada vez peor. Ella había sido operada, y en ese tiempo estaba bajo estricto control médico para permanecer de espaldas en cama lo más que pudiese. Tenía serios problemas domésticos en su hogar. "Cuando llegué a la casa de la señora, estaba echada de espaldas con fuertes dolores en la cabeza, la columna y las rodillas. Hizo esfuerzos para sentarse llorando y con tanto dolor, que tuvieron que ayudarle a echarse de nuevo con mucha suavidad. Sabiendo que tenía problemas domésticos comencé a orar por su sanación psicológica. Estaba llena de resentimientos acerca de muchas cosas y a pesar de encontrar difícil perdonar a su esposo y a sus hijos que la trataban mal, después de usar la imaginación creadora y de pedirle que pensara en el Señor Jesús, amándoles y perdonándoles, e invitándole a que ella hiciese lo mismo, ella por fin pudo perdonarles. Pero cuando llegamos al momento de perdonar a la mujer con la que su esposo estaba viviendo, ella empezó a temblar y a rechinar sus dientes fuertemente. También se quejó de que los dolores de cabeza se hacían más intensos. No podía decir "yo perdono" a aquella mujer. Cuanto más resistía en perdonarla temblaba más fuertemente y sus dientes rechinaban aun más, y sus gritos por su dolor de cabeza eran más altos. Yo oré para que ella se liberara del espíritu de falta de perdón y de sus resentimientos, y sólo después de diez minutos, ella empezó a sollozar y finalmente dijo: "Yo te perdono porque Jesús te ama". Inmediatamente se tranquilizó, y entró en lo que parecía ser un sueño profundo.
Oré para que el Señor le sanara, le devolviese la integridad de su salud y para que el Señor la llenase de paz, y pocos minutos después le pregunté cómo se sentía. Todos los dolores de cabeza, de la columna y de las rodillas habían desaparecido. Se levantó de su cama, nos sirvió refrescos y en ese momento participó lo que había sentido. Alabado sea Dios.
"Yo he estudiado Consejería aplicada a la Pastoral en los Estados Unidos, en verdad yo puedo decir que lo que se realizó allí por el poder del Señor y por medio de la sanación interior, hubiese tomado por lo menos veinte a veinticinco horas de consejería para lograr la sanación. ALABADO SEA DIOS.
Hna. Paul, O.P.".