UNA JUVENTUD QUE NO PASA NUNCA
I.- El mundo de hoy busca halagar y adular a la juventud a base de ofrecerle sIogans, valores falsos, ídolos y doctrinas de todo tipo, un verdadero universo de diversiones, espectáculos y literatura, en el que predomina la permisividad moral, y todo con vistas a unos fines sociales, comerciales y políticos. Con mensajes mesiánicos e ilusorias promesas se pretende llegar a convertirla en producto de explotación.
A duras penas encuentran muchos jóvenes en la sociedad de hoy su puesto y, si pudieran, se evadirían de la misma con la misma facilidad con que escapan de la casa paterna y rompen con sus raíces más ancestrales.
Como consecuencia se presenta el fenómeno de un envejecimiento psicológico prematuro, con pérdida de ilusión ante el futuro, ya que el panorama que les presenta la sociedad moderna no les resulta nada prometedor.
II.- Lo que más necesita el joven de hoy es que se le ofrezcan razones para vivir, luchar y tener esperanza: hallar el verdadero sentido de la vida.
Nosotros cristianos afirmamos rotundamente que para esto es necesario que, sin rodeos ni disimulos, sepamos presentarles a Cristo Jesús, único Salvador y Señor, con todo el mensaje del Evangelio y sus exigencias. El joven no puede ser verdaderamente feliz hasta que no encuentre a Jesucristo y empiece a sentirse amado por El y amarle. Sólo en El encuentran los tesoros de la sabiduría, la ciencia, la paz y el gozo que todos buscan.
III.- A los jóvenes de hoy no hay que condenarlos porque no son peores que los adultos de hoy, sino, en parte, un producto de los mismos. Tampoco hay que temerlos ni tratarlos con paternalismo, sino acercarse a ellos con amor. Agradecen que se le hable claro, sin caer en el simplismo, con la misma sinceridad que ellos acostumbran y partiendo de sus problemas y sufrimientos.
Juan Pablo II, en el mensaje que dirigió en París a los jóvenes de Francia, les hacía este diagnóstico: "cierta inestabilidad inherente a vuestra edad y aumentada por la aceleración de los cambios de la historia: cierta desconfianza respecto a las verdades adquiridas, exacerbada por las enseñanzas recibidas en la escuela y el clima frecuente de crítica sistemática; la inquietud por el futuro y las dificultades de inserción profesional; la excitación y superabundancia de deseos en una sociedad que hace del placer el objetivo de la vida; la sensación penosa de impotencia para dominarlas consecuencias equívocas o nefastas del progreso, las tentaciones de revuelta, de evasión o de abandono. Todo esto como vosotros bien sabéis ha 1legado hasta la saturación" (L 'Osservatore R. ed. española, 15 Junio 1980 p. 9)
Para representarles el verdadero rostro de Dios es necesario que lo puedan reconocer en nuestras comunidades y en cada uno de nosotros, que no se lo desfiguremos. Es el gran servicio y testimonio que corresponde a los adultos.
Se requieren líderes que les ofrezcan seguridad, confianza, orientación y perspectivas. Ayudarles a descubrir su verdadera vocación es quizá la más bella labor que se pueda realizar con ellos. No podemos ignorar que a muchos de ellos dirige el Señor una llamada específica para entregarse a un servicio generoso a los demás, para el sacerdocio, la vida consagrada o el trabajo en las misiones. No escuchar y seguir esta llamada supone tener que marchar triste por la vida (Mc 10,22).
IV.- La fuerza del Señor que salva y transforma al hombre se manifiesta de forma extraordinaria en aquellos jóvenes que se abren a su Espíritu, y entonces nos admiramos de la generosidad y capacidad de entrega a la que pueden llegar.
Esta es la juventud que no pasa. Que nuestros jóvenes la puedan conservar como un estado de su espíritu más allá de una época de la vida.
MENSAJE DE LA R C. PARA LA JUVENTUD DE HOY
Por el Dr. Eusebio Martínez, O.P.
Jesús dice mi nombre.
Actualmente algunos jóvenes parece que viven aprisa, quemando etapas, pero a veces las experiencias con el entorno les golpean con cantinelas, indiferencias, rechazos ... que incrementan la búsqueda de la evasión en donde sea, con quien sea y como sea. Se preguntan un por qué y para qué estudian, están en familia, viven. Y empiezan a sentirse sin protagonismo en sus propios acontecimientos y extrañarse de sí mismos. El entorno no lo soportan, considerándolo una dictadura burda o fina, pero dictadura.
Algunos deciden vivir de espaldas al ambiente, sumergidos en un pasotismo no significante, pero en donde encuentran bastantes gratificaciones eróticas y hasta experimentan un protagonismo exacerbado mediante el consumo de drogas. Un porro, por ejemplo, soluciona el problema de la soledad disminuyendo o eliminando la conciencia de la misma, o sumergiéndoles en un solipsismo excitante, con soliloquios fantásticos, experimentados a veces como creaciones geniales.
En grupo, cada palabra del colega hace reír a pleno pulmón, aunque los pulmones estén vacíos de aire puro. La presencia de otros colegas no significa intercomunicación: "la vasca" no es un grupo social, sino una presencia, la mínima de estímulos para cada uno, según su estado de ánimo y la calidad de cómo sus neurotransmisores puedan, por lo libre, dejar resonar en sí mismo, los estímulos que se presenten. En la "vasca" cada uno se comporta como si tuviera un micrófono averiado con un altavoz también desajustado. Esta calidad de comunicación permite un máximo de subjetividad en la emisión y percepción de los estímulos, respetando así y facilitando el solipsismo evasionista. Se siente uno pasota frente a los rollos de la sociedad. La agrupación de la vasca se percibe como lugar de expresión ideal. Se idealiza hasta la comida: es frecuente soñar allí con montones de pasteles, porque la exagerada actividad cerebral consume mucho glucógeno. De todos modos se vive sin nombre: lo más que puedo pronunciar es el nombre de mi "vasca".
La primera vez que se va a un grupo de oración, sin tener realmente un nombre propio, suele gustar porque la persona que nos lleva nos introduce en algo realmente nuevo: me llaman por mi nombre, me dicen que Jesús -presidente nato y único de la asamblea- me ama: los hermanos con quienes tropiezo sienten interés por mí, se tiene la impresión de que todos me dan algo de estima personal, y nadie me pide nada. Esto es grande y parece demasiado. Se suele salir con la impresión de que no se creía que eso pudiera existir. En las reuniones de oración, los otros van configurando un entorno con mucho relieve y el joven pasota no siente el deseo de pasar del grupo, porque el relieve es muy significativo para él: se siente respetado por su nombre, experimenta que él tiene un relieve significativo para los demás, que es tan importante que Jesús ha dado su vida por él; que el Espíritu Santo, el mismo Espíritu que dirigió los pasos de Jesús en su paso por la tierra, puede y quiere dirigir sus pasos. Y suelen confesar lo que todos confesamos: el deseo de sentirnos amados con gratuidad.
Este tipo de joven en el fondo, fondo, siempre creyó en el desprecio que los otros hacían de él, en que había perdido su nombre propio, él mismo no creía en él. Pasaba de los acontecimientos porque se sentía golpeado por los mismos. En los grupos de oración de la Renovación Carismática Jesús quiere detenerse delante de cada uno, nos llama por nuestro nombre, me siento algo importante: Hijo de Dios y esto deja fuera de juego toda huella de pasotismo. La fraternidad se funda en esta experiencia gratuita de ser hijos de Dios todos, de poder experimentar en cada uno de los hermanos la misma imagen de hijos de Dios. Esto engendra en mí un respeto por mí mismo y por los demás que me transforma en el ser mas dinámicamente movido a construir un mundo justo, a ser en cada hermano un motivo para salir de mí mismo a un encuentro creador, en donde la transparencia no se enturbia por egoísmos que crean tensiones malsanas en las relaciones interpersonales.
El vacile.
La dinámica del vacile forma parte de un núcleo de jóvenes disconformes con el mundo que les toca vivir. Las sesiones vacilonas crea una risa en los colegas muy gratificante en apariencia, pero también nerviosa porque incluso las carcajadas son entrecortadas, no son fluidas ni relajantes. Frecuentemente las carcajadas de los otros son zumbonas, molestas; pero no se puede hacer nada más que acompañarlas sin consentirlas, porque forman parte del mogollón social del grupo. Tengo que evitar que los otros se den cuenta que me molestan, a no ser que pueda ser contundente con ellos. Generalmente esa molestia se pretende apagar con "caladas" más profundas, hasta que no salga fuera de mí nada de lo que había aspirado, aunque sí salen los efectos, sin darme cuenta de ellos. Hay toda una psicología del vacile que llega a veces a producir una cierta seguridad, cuando el vacilón se convierte -con un cierto grado de conciencia- en protagonista de los hechos. Protagonista de una comedia cómica para los otros y frecuentemente de un drama para el sujeto que lo protagoniza, llegando a veces incluso a mutilarse.
El ser "colega" es un conjunto de presiones escapistas que nos quieren hacer protagonistas, pero que en realidad nos conduce a un vacile más morboso. En las sesiones de vacile, cada uno se encuentra con un rol que poco a poco configura un personaje llegando a sustituir al individuo natural. Parecen una representación psicodramática o psicocómica de educación donde entran en juego, entrecruzándose, sistemas de aspiraciones y frustraciones, hondamente arraigadas en la historia de los sujetos.
Jesús fue el polo opuesto del vacilón. Tenía y manifestaba una seguridad sin asomo de dudas, en sus gestos y palabras. Sabía de dónde venía y a dónde iba. Y ni la preocupación de su Madre, ni el desplante de Pedro, le hicieron desviar su camino.
En los grupos de la Renovación Carismática, el encuentro experiencial con Jesús, proporciona una seguridad de medios y fines de tal manera que permite positivizar los acontecimientos del creyente -tanto a nivel de aspiraciones, como a nivel de ejecuciones-. Diríamos que el vacile es sustituido por una seguridad que, a veces, puede parecer exhibicionista, cuando dejamos actuar al Espíritu Santo derramado en la Iglesia, cuando se experimenta un impulso interior que se prodiga en manifestaciones verbales y en conductas concretas de reorganización de la vida individual y relacional, a través -sobre todo- de la alabanza y del compromiso que la caridad suscita en los que la experimentan. La caridad no es el amor humano, sino el Amor mismo de Dios, que a Jesús le dio toda la seguridad en su vida misteriosa como Salvador.
Sentirse totalmente amados, de modo incondicional, con la lealtad y fidelidad de Jesús, significa experimentar seguridad en todos los niveles en donde la persona ha sido redimida por el amor. Un amor así, entraña un complejo de finalidades y medios para conseguirlo, hondamente significantes para el sujeto y para aquellos con los que se relaciona. Por eso no puedo vacilar. A medida que el Amor de Jesús nos hace descubrir en nosotros y en los demás la imagen que en lo profundo del ser imprimiera un día el Creador, encontramos con gran gozo, la significación más profunda de nuestro ser y la motivación más dinámica y poderosa para nuestros comportamientos; dejando la duda y el vacile, frutos de la ignorancia y de la desmotivación personal.
Sentirse realmente libres.
Cuando uno actúa motivado por lo que "me da la gana", como no expresa nada que no esté motivado por pulsiones interiores o por presiones externas, nunca hace lo que realmente quiere, sino solamente lo que puede. Hacer lo que uno le da la gana, es vivir empobrecido en un sistema sin opciones varias, aparece como un paquete de impulsos sin posibilidad de freno, porque no interviene un juicio critico, que pueda analizar diversas opciones y decidirse por la más conveniente. Solamente decimos que hacemos lo que nos da la gana, expresando con ello una forma tardía de negativismo, frente a unas exigencias de la realidad del entorno que me asustan y que superan mis posibilidades, amenazándome con una experiencia de fracaso. Ese negativismo de hacer lo que me dé la gana o el amodorramiento son las únicas salidas.
El que hace lo que le da la gana no tiene ansias de libertad, ni tiene fe en la libertad de los demás. Sólo cree que cada uno tiene su rollo. La libertad les da mucho miedo, porque significa entre otras cosas una renuncia consciente a gratificaciones impulsivas inmediatas: sin ellas parece que no pueden vivir. Por eso la libertad se convierte, paradógicamente, en una amenaza. En el fondo se tiene conciencia de estar atado y vendido a su rollo. Si leí "el Juan Salvador Gaviota", me pudo hacer soñar, pero sólo éso, o tampoco creí en él, considerándolo como otro rollo.
Cuando en una comunidad de oración "Cristo rompe las cadenas y me da la libertad", se llega a sentir uno libre para saber discernir y optar, para no seguir las determinaciones de los paquetes de impulsos, ni los empujes y rollazos de los colegas más machos. Se siente uno libre para vivir consigo mismo y con los demás, para estar a gusto dentro de mí y fuera de mí; para amarme y amar, sin ser narcisista ni exhibicionista; para soñar esperanzado con un mundo personal y social más intenso y con un abanico de posibilidades cada vez más extenso. Esta experiencia de libertad parte de una fuerza interior cada vez más rica en conocimiento propio y ajeno, en metas siempre abiertas a nuevas realidades.
El que no es libre necesariamente está condenado a repetirse incluso en los golpes; es reiterativo; carece de experiencia de novedad. La experiencia del Espíritu de Jesús se caracteriza básicamente por la novedad, realmente es un mundo nuevo, estreno vida todos los días. No veo a los otros como competidores o posibles enemigos; ante ellos, al menos en los grupos de oración, puedo transparentarme, yo abro mi vida y ellos me abren la suya, adquiriendo constantemente nuevas posibilidades de realizarme, nuevos caminos de expresión de vida, que anteriormente ni sospechaba.
Los psicólogos aplican con éxito un método de aprendizaje mediante modelos (Bandura). En los grupos de transparencia de la Renovación Carismática, se aprende a vivir en profundidad y se observa modelos variados de cómo Cristo rompe cadenas y libera de ataduras, de cómo se conquista la libertad frente a determinismos de otro modo infranqueables. Es una maravilla pedagógica para sentirse libres y siempre esperanzados. Se sabe hacia dónde se camina y se quiere sobre todo caminar.
Se puede soñar en el futuro.
Es muy difícil a un joven, que tiene mucha más vida por delante que la que ha vivido, soñar en el futuro. Actualmente se desconfía hasta de la preparación académica para poder soñar, con cierto realismo, en un futuro. Cuando en la sociedad se empieza a respirar la copla de que "cualquier tiempo pasado fue mejor", cuando el joven percibe en el entorno una creciente inquietud por el futuro, que necesariamente será suyo; pues se le quitan las ganas de soñar y prefiere amodorrarse como sea. Como hacer camino.... Las contradicciones del mundo actual son muy fuertes. Hacen crisis los tres pilares fundamentales que durante muchos siglos han cimentado la seguridad de la mayoría: La Familia. La Patria, La Iglesia. El ocaso de las ideologías: la proliferación de las opiniones y la alergia frente a las certezas -dogmático, por ejemplo, ya suena hasta mal-. El predominio de una técnica consumista en medio de una crisis económica. Algunos jóvenes tuvieron ilusión en movimientos políticos de liberación sociopolítica, pero ahora se han visto atrapados por el mismo movimiento, por la disciplina de partidos. En fin, el joven encuentra motivos de desengaño, y sin embargo a un joven sano le hierve la sangre cuando se ve frenado en su futuro, porque es más futuro que presente y pasado. Sin futuro, su presente carece de sentido porque todas sus estructuras psicológicas y dinámicas internas apuntan hacia el futuro. El fuego de sus funciones, sin futuro se amortigua hasta cesar y no querer vivir, "en el porro está la solución".
¿Qué se me ofrece en la Renovación Carismática? Si no se experimenta es difícil comprenderlo, pero ofrece un futuro, con nuevas coordenadas, en donde el más allá toca con la eternidad. El horizonte no se ve, porque es muy fuerte el barrunto del más allá. La Renovación Carismática es como una pirámide cuyos puntos de apoyo no están, paradógicamente, en la base, sino en el vértice, afincado en la vida misma de Dios. Esta paradoja parece una locura irreal, si la realidad se agotara en lo que se palpa y se siente en la base. Sí, amigo, vamos un poco al revés de lo que dicen los partidos políticos democráticos, que parece que se apoyan en la base, al revés de lo que constituye un futuro apoyado exclusivamente o principalmente en la seguridad económica, en la máxima capacidad de consumo, en la máxima cuantía de propiedades.
Pero todo esto es normal que nos digan los que nos ven sin entendernos que estamos "pirados", que somos un grupo -muchos grupos ya- de espiritualistas chalados, sin contacto con la realidad. Para nosotros la insensatez es apoyarse exclusivamente o buscar un máximun de apoyo en esas bases, que un viento fuerte puede destruir, dejando todo en el aire a merced de su propia gravedad y como el punto de gravedad está en la base, pues todo se viene abajo. Hace años, por ejemplo, teníamos los nuevos ricos: ahora aparecen los nuevos pobres con depresión, excluyo a los obreros parados, me refiero a sujetos que habían puesto su seguridad futura en la economía y ahora se ven con X millones, menos Y, siendo el valor de X mucho mayor que el de Y, con un síndrome parecido al de los ricos de la gran recesión de los años 30.
La democracia en la Renovación Carismática es perfecta, todos tenemos el mismo rango: todos somos hijos de Dios y este rango nos ha sido regalado. Cada uno tendrá sus dones, pero no son para él sino para la comunidad. Hasta los que la gente llama "dirigentes", nosotros llamamos servidores, y si su carácter no les juega una mala pasada, realmente lo son siempre. Con este esquema democrático, se puede soñar en una sociedad justa, como las primeras comunidades cristianas, en donde nadie pase hambre. Y además no estamos sometidos a las nomenclaturas, que las hay en todas partes, en donde la propiedad de bienes y de dones sea exclusivista e individualista.
En esta comunidad de fieles se puede soñar porque existe una fuerza que nos impulsa a ir más allá y en cierto modo estamos condenados a vivir con la tensión del más allá, descubriendo la imagen original que Dios puso en cada uno de los hombres, y modificando las lógicas actitudes de bienes y servicios frente a los que vayamos descubriendo en el camino y experimentalmente como hijos de Dios.
El futuro, lleno de verdades que el Espíritu Santo nos va descubriendo condiciona los pasos de cada uno, tiene que condicionarlos. Aquí sin futuro no se puede caminar, el pararse o el amodorrarse nos desclasifica. ¿Vivimos de una ilusión? Pues sí, pero es que hay ilusiones, que se dan, porque son verdad. A veces nos llaman "ilusos", yo ya los he oído. La ilusión aquí es poder ir cada vez más allá, despojándose de todo aquello que pesa y entorpece el caminar, de todo aquello que ata y no deja moverse, de todo aquello que atontona y no deja ver. Y se puede ver hasta en la oscuridad, porque vivir en fe es esperar conseguir lo que no se ve: bueno, siempre se barrunta algo, aún en las llamadas noches obscuras, la noche de por sí, ya es bastante obscura. Hay siempre un reflejo de la Resurrección de Jesús que tira pantallas y tapias.
. Si te quieres comprometer…
Hace un tiempo tuve la oportunidad de dialogar con una persona muy comprometida con un cambio social y político. Es increíble, pero es verdad, el motivo de todo ese compromiso era recuperar la estima de la madre, que de niña no había tenido.
Y es que en esto de los compromisos tenemos que tener en cuenta un dicho de un filósofo de hace dos mil años: "agere sequitur esse" el hacer sigue al ser. Si yo llego a experimentar que soy un puro don de Dios, que todo lo que tengo es un don de Dios, que soy hijo de Dios, que la fraternidad humana está enraizada en la presencia de la imagen y semejanza de Dios en cada uno de los hombres, no puedo quedarme indiferente ante la injusticia o el sufrimiento de los demás, tiene que surgir fluidamente, el intentar reparar, en la medida de mis posibilidades -que suelen ser más de las que queremos que sean- la injusticia o el sufrimiento. Tengo que ser capaz de amar al que sufre, al que se encuentra marginado, acortando algo la marginación y denunciar claramente al que comete la injusticia. La conciencia de la imagen de Dios en el hombre y la fraternidad radical y original de todos los hombres, no me permiten odiar a nadie. Sólo podré denunciar clara y públicamente la injusticia si soy capaz de amar de veras, y demostrar que los amo, a los que denuncio. Si no es así mi denuncia se puede convertir en una nueva injusticia. Jesús que denunció sin miedo a muchos, murió por amor de aquellos a los que denunciaba.
El compromiso del carismático es ineludible, pero tiene su estilo y su talante, que no puedo conscientemente ser instrumento de salvación para un miembro del cuerpo místico y de condenación para otro.
Dr. EUSEBIO MARTINEZ (Del grupo "Rosa de Sarón" de Madrid)
EVANGELIZANDO ENTRE JÓVENES
Por Alejandro Balbás Sinobas
Sobre los jóvenes se ha hablado y escrito mucho. Yo mismo hace años me inclinaba con gusto hacia todo lo que fuera este tema. Recuerdo los pensamientos, variedad y posibilidades, por ejemplo, de "LOS JOVENES, NUESTRO FRENTE DE EVANGELIZACION" en Misión Abierta. Y otros más. Hoy me encuentro ya en un campo muy concreto, el de la Renovación Carismática, y pudieran ser buenas estas aportaciones.
Cuando se pregunta y se comenta sobre la situación de nuestros grupos, aflora casi siempre la cuestión de los jóvenes. ¿Hay jóvenes? ¿Son muchos los jóvenes? Si la respuesta no es un "no" rotundo con una pizca o mucho de pena, surge animada conversación entre ansiedad y satisfacción, entre preguntas y respuestas y no faltando, a pesar de todo, sus correspondientes interrogantes.
Por que los jóvenes
El abordar directamente este tema no responde a una medio psicosis que pudiera tenerse sobre su necesidad, ni mucho menos a una mentalidad hecha de criterios humanos con cuyo cumplimiento se reviste y adorna, e incluso anima, cualquier reunión o cualquier grupo. No. En la Iglesia tienen cabida todos. Todos somos Iglesia. Se trata de una renovación de la Iglesia. Y la Iglesia ha de expresarse en toda su dimensión humana de los hombres, sin exclusivismos, sin acepción de clases ni de personas. En este sentido los jóvenes han de ser expresión y signo, entre otros, de la vida eclesial. Espero llegue a tratarse también el tema de los niños.
Papel de los adultos.
Por otra parte, ¿no necesitan los jóvenes de los adultos? Qué bueno y qué sorprendente el oír a jóvenes, por ejemplo: "Nosotros queremos también saber de los mayores y convivir con ellos, porque así aprendemos". O el caso del joven entonces que hoy se arrepiente de aquella su pretendida independencia en base de que "el joven es joven".
Efectivamente, todas las personas que forman el grupo-comunidad, y ésta como tal, han de estar abiertas siempre y a cualquiera, en este caso, a los jóvenes. De una manera especial, mientras no se produzca la integración efectiva, habrán de crearles un ambiente de acogida constante, de calor aleccionador y de testimonio edificante. Habrán, igualmente, de prestarles toda la atención y facilidad en orden al conocimiento del Señor, ordenación de su vida y ejercicio del poder del Señor, siempre que sea necesario y un buen discernimiento lo aconseje.
Los adultos, para los jóvenes, han de ser caminos de vida abiertos, ofreciéndoles permanentemente ilusiones y esperanzas, así como respuestas claras y reales a sus vidas, inmaduras aún, a sus vidas en desarrollo e incluso, pueden ser a vidas prematuramente rotas.
Naturalmente que allí, en los adultos, ha de vivirse ya una vida en el Espíritu clara y fecunda, capaz de traslucir la presencia del Señor con todo su poder y capaz, así mismo, de absorber y transformar cuanto el joven sea y lleve consigo. Se ha de llegar así a una unidad, bien que variada y multicolor. El testimonio eclesial, en medio y con la complejidad de personas, ha de ser claro y manifiesto. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo que nos haga a todos un solo rebaño, una sola Iglesia.
Ante una situación.
El mundo de los jóvenes de un tiempo a esta parte ha entrado en una nueva experiencia respecto de la religión. Se observa una desafección religiosa, que no la podemos enmarcar ingenuamente en el simple y lógico proceso evolutivo de la persona. Pasó aquella edad de crisis y nos encontramos con el problema agudo y muy extendido.
Ese problema se traduce realmente en un indiferentismo religioso por el que la religión queda reducida a lo superfluo, a lo que ni sirve ni, por tanto, importa.
Y es por eso mismo, por lo que a veces se expresan en una animosidad contra las instituciones religiosas, que a uno le hace exclamar: ¿por qué?
La ignorancia religiosa es tremenda. Hay un vacío y un no saber que deshumanizan al hombre, al joven, de tal manera que para él lo religioso constituye otro mundo, que podría fácilmente dejar de existir y no pasar nada. ¿Dónde ha quedado la formación religiosa? ¿Cómo ha sido y cómo se ha impartido? ¿Dónde están los frutos? Realmente es preocupante, lo suficiente como para no dejarlo pasar por alto.
Y ¿qué decir del quietismo religioso? ¿Esa religión que deja "tranquilos" a tanta gente o esa gente que se queda "tranquila" con una religión superficial, que no compromete a nadie ni a nada? ¿Qué decir de la situación o caso de los que ya "cumplen"?
Existe mucha masa. Hay jóvenes, entre abúlicos y alienados, viviendo de prestado, de una forma totalmente impersonal, dejándose llevar y arrastrar con perspectivas nada claras y sí muchos riesgos impensable. El mundo del pecado existe. Y con nombrarlo basta para nuestro caso.
Digo todo esto, esta situación, en apuntes sin más enredos y explicaciones porque hemos de arrancar de la realidad, y estos derroteros existen y están extendidos de tal modo que no pocos jóvenes pueden discurrir por ellos.
Pistas para una iniciación pastoral
Y sin embargo, son necesarios los jóvenes. Quisiera ofrecer algunas aportaciones sacadas de la misma experiencia, que pudieran servir de posibles pistas en orden a una acción pastoral juvenil.
Lo primero que uno piensa es cómo conectar con los jóvenes, cómo llegar a un encuentro, al menos inicial. Varios factores y elementos pueden influir.
Nos lo cuentan Roberto, Cristina y Javi:
"Nos hizo tomar contacto con la Renovación Carismática motivos como: el que conocíamos a personas que conocían la Renovación Carismática y nos invitaron. También porque quisimos enterarnos de qué era la R.C. o al menos de qué es lo que hacían las personas que iban allí, a las que nasotras conocíamos. Después tuvimos el primer contacto de diferentes formas: un contacto en la Asamblea Nacional; a través de una fiesta de cumpleaños: a través de una Eucaristía. A partir de esto nos incorporamos al grupo de jóvenes unos antes y otros un poco después".
Otros jóvenes hablan en concreto de las personas que intervinieron para el conocimiento o primer contacto. Fueron hermanos (as), amigos (as), y no falta quien acudió por invitación de su propia madre.
Expresando el relato de una amiga hoy en el grupo, dicen:
"Ella quería divertirse. La invitaron a una fiesta de Navidad, (un encuentro de jóvenes). No sabía de qué iba la cosa. La gente le pareció maja y decidió meterse".
Hemos de resaltar dos cosas en este comienzo. Primeramente la acción sencilla de invitar de unas personas, adultas o no, para ofrecer a otras la oportunidad de participar de algo que ellas estaban viviendo, de algo tal vez extraño, tal vez nuevo. Las personas que invitan están realizando un compromiso de evangelización de tú a tú. Es el Señor que envía operarios. Es el Reino que se extiende. En segundo lugar, es la fuerza de convocatoria que encierra en sí un acto comunitario. Son celebraciones del paso del Señor, del amor de los hermanos por el Señor, de la presencia del Señor en la Eucaristía y manifestada en sus amigos, de cualquier fiesta en nombre del Señor, del poder del Señor. Todos estos acontecimientos, o tiempos fuertes, en realidad constituyen un auténtico pregón, al cual responden en expresión de interés, a veces de curiosidad interesada y siempre la gracia del Señor que llama y llama.
Mas ese pregón ha de convertirse en un verdadero "pregón kerigmático". Quizás comenzó a serlo ya. Por eso es necesario más explicitación del mismo, más claridad en la llamada y más sinceridad en la respuesta. Hacía yo esta pregunta al grupo de jóvenes ya en marcha por los caminos de la R.C.: ¿"Qué motivación última impulsó tu decisión de continuar o integrarte en el grupo "? El grupo de Begoña, Lourdes, Roberto, José A. e Isaac responde:
"Mi motivo fue el seguir conociendo a Jesús a través de ese grupo que me lo había descubierto por primera vez. El nuevo sentido que dio a mi vida y a las relaciones con los demás hizo que quisiera vivir de ese modo diferente en unión con los demás hermanos que compartían ese mismo Jesús. Mi motivo fue que en el grupo encontré a Jesús, sencillo, humilde, sin todo el ornamento del que me le habían rodeado y por el que había perdido el significado para mí. Aquí encontré la Verdad.
Mi decisión última de integrarme en el grupo que no fue mía, sino de EL. Una vez que había comenzado a conocerle y a amarle, no podía cerrarme a su Amor. No podía olvidar que EL me estaba esperando. El grupo fue el que me mostró a este Jesús-Amor del que ya no puedo separarme. En el grupo es donde estoy aprendiendo a plasmar el amor de Jesús en los demás hermanos. Bueno, pues lo que me impulsó a seguir viniendo, aunque a veces haya faltado, fue después de la acampada de este año, que he visto que Jesús me ayuda y me guía".
Nos damos cuenta cómo es Jesús el que se hace presente, el que se hace cercano, hablando, llamando, Jesús es la motivación última y principal. Y fuera de Jesús o al margen de Jesús no se puede caminar, ni comenzar bien. Jesús ha de ser el que se convierta en la auténtica llamada eficaz. No quita el manifestarse Jesús en los hermanos del grupo, para que la motivación sea la misma. Por ejemplo, el grupo de Goyi, Begoña, Mª Ángeles y José Luís contesta a la misma pregunta:
"Nos gustó la forma de cómo se vivía la religión católica, ya que ésta era muy distinta a la que habíamos vivido anteriormente. Frente al mundo exterior viven en unión con los hermanos. Por ejemplo, todos participan de las alegrías y penas de los demás. El Jesús que conocimos aquí no era un Jesús de ocasiones, sino que era toda la vida y le daba sentido. La gente con cariño a todo el que va. Buscábamos, un grupo y vimos que éste era lo que buscábamos, porque habíamos estado en otros, pero no nos llenaban".
Más, mirada esta iniciación o este anuncio kerigmático desde una posición personal, el grupo de Javi, Cristina y Roberto contesta:
"Al haber estado buscando durante cierto tiempo el motivo de mi vida y no encontrarlo, me di cuenta de que en la R.C. había algo especial, algo distinto a todo lo demás. Ese algo era Jesús, que podía ser la razón de una vida bastante completa y por eso me integré en el grupo.
El hecho de haber asistido con otros jóvenes a una acampada durante una semana, me impulsó a pensar en algo que me hacía ser diferente, en algo, o mejor, en Alguien que era capaz de transformar mi modo de ser, mi timidez ante los demás, mi irresponsabilidad, etc. Empecé a buscar ese Alguien y me di cuenta de que estaba a mi lado, pero no le conocía. Me di cuenta de que era Jesús, pero que no sabía mucho de El, sólo lo que me habían contado y decidí conocerle y entablar una relación más profunda con EL.
Me impulsó a seguir el ambiente que había y el intentar averiguar el por qué de ese ambiente y de esa alegría que no era frecuente encontrar".
Es cierto, la fe no es algo que la sola persona o se inventa o se crea. La fe surge de un pregón o anuncio, que puede revestir diversas formas, o que se traduce en una comunicación y muy bueno también en un testimonio personal o comunitario. Y Dios tiene mil formas, por supuesto. Estamos constatando una experiencia.
Perseverancia y mantenimiento de la vida comenzada.
Si para todos constituye problema el perseverar o no, mantenerse en el seguimiento de Jesús más o menos, para los jóvenes mucho más. El joven está sujeto de ordinario a altibajos en su conducta. Las crisis y sus estados de ánimo lo zarandean, intentan apartarlo, ponerle el hoyo del hundimiento a sus pies, amén de otras tentaciones y obstáculos. He aquí algunas respuestas que contestan a este planteamiento:
"Mi vida ha ido cambiando desde que conozco a Cristo. Ha cambiado día a día en la relación con el grupo y fuera del grupo. Ha cambiado mi forma de pensar y toda la escala de valores. Te sientes protegida por una serie de hermanos en los que me puedo apoyar porque sé que me los ha dado Jesús, que es en quien verdaderamente me apoyo. Incluso cuando me siento apartar de Jesús, son los hermanos los que me ayudan a volver a El. Ahora me doy más cuenta de que quien verdaderamente sostiene mi vida es Jesús, porque cuando me siento alejar de El, todo se viene abajo.
También he descubierto que a Jesús lo necesito no solo en los malos momentos, sino siempre, porque es el único que puede hacer que tu vida valga algo. Estar con Jesús no es estar "atado" a Jesús, es ser libre y encontrar la libertad con Jesús. Jesús no te hace esclavo, te hace libre.
Me siento incorporado a un grupo de hermanos y, por tanto, esto me hace ser más responsable y consecuente con este grupo y con Jesús en el que todos vamos caminando día a día en una renovación personal y comunitaria .
También mi vida está sostenida por una gran esperanza en Jesús. Desearía todavía una relación más completa entre todos los hermanos y que Cristo fuera todavía más el Señor de mi vida". (Javi, Cristina, Alberto).
Es Jesús el que continúa sosteniendo su vida. Naturalmente que ahora mucho más en profundidad y mucho más conscientes. Su vida ha de ser cristocéntrica, llegando a constituir Jesús su gran ideal. Es de notar el cómo se dan cuenta de la posible separación, del riesgo del abandono, que a su vez puede ser un estímulo constante. Igualmente se busca el apoyo en los demás. El individualismo y la soledad les hunden.
Y en la misma línea se expresan el grupo de Begoña, etc.:
"Mi vida la sostiene Jesús. Es quien la da sentido en la necesidad, en la alegría, en la angustia, en cada momento de mi vida: El está presente, El lo vive conmigo. Mi desarrollo debería ser el que Jesús vaya marcando en el grupo. El va haciéndome más persona, más cristiana verdadera. Este es un caminar lento, porque EL sabe mis limitaciones y me va exigiendo según la medida de mis posibilidades. Desearía que en mi andadura en el grupo me fuera abriendo cada vez más al amor que Jesús me pide tenga a los hermanos.
Mi vida la sostiene Jesús. El es quien me guía por el camino que ha elegido para mí. Dentro del grupo El me ayuda a seguir sus pasos con ayuda de los hermanos y quisiera que El me guiase siempre”.
En cambio hay una orientación distinta en la respuesta del grupo de Goyi, ete. A la pregunta, que era: "qué sostiene tu vida y cómo se desarrolla en el grupo". Se explaya más en los resultados prácticos de tener a Jesús como centro de su vida y que pudiera constituir como el programa de su vida en crecimiento: contestan escuetamente:
- "Fe mayor.
- Mayor relación con las tres personas de la Santísima Trinidad.
- Tenemos a Jesús como un amigo que está siempre a nuestro lado.
- Al tener a Jesús como amigo, tenemos mayor confianza y nos dirigimos más a EL con la oración. Para acercarnos más a Jesús acudimos a los sacramentos.
- Utilizamos la Biblia, porque en ella está la Palabra de Dios y la vemos más clara.
- En las canciones de la R.C. nos fijamos más en el contenido que en la música.
- Jesús nos ayuda en todos los acontecimientos de nuestra vida:
. estudios
. y relaciones con nuestros amigos
y familia.
- Muchas más alegrías, porque vemos las cosas de otro modo.
- Mayor comunicación dentro de nuestras ideas, problemas con los demás hermanos del grupo.
- Más compañerismo con los demás"
Su vida va discurriendo así por cauces realistas, se va traduciendo en algo muy concreto y su propia religión, su cristianismo, va personalizándose y el joven se va haciendo y madurando.
Naturalmente que todo esto ha de ser un proceso que necesita mucha atención y orientación. En la práctica ha de convertirse en un auténtico catecumenado, donde haya una enseñanza que vaya vertebrando sus ideas e iluminando su vida; una vivencia y celebración de su propia fe individual y de grupo: un cambio en su vida y comportamiento, signo de que son portadores de algo trascendental, de un mensaje que es factible y a la vez atractivo.
Su vida va siendo una respuesta personal en línea de fe, de seguir a Jesús, de dejarse guiar por el Espíritu Santo. Es momento, así mismo, de sentirse muy unidos entre sí y al mismo tiempo considerarse Iglesia y en activo, no solo de mente. Igualmente la Virgen María ha de ir ocupando su puesto en la propia vida del joven, conforme a los planes de Dios y por tanto de su propia necesidad. Ha de ser su Madre que le lleve de la mano, que interceda por él, que le de ejemplo de vida.
Otros tiempos y momentos.
Una atención especial ha de dirigirse también a algo de lo que el joven, sobre todo el más joven, el adolescente, necesita en su propio desarrollo integral. Me refiero a saber emplear tiempos libres o dedicar un tiempo especial a ciertas actividades o al esparcimiento
Podrían, por consiguiente, entusiasmarse por ciertas actividades o trabajos manuales. No sería suplantar ninguna labor institucional, pero sí ir más allá, educando, por ejemplo el tiempo de ocio, fomentar la creatividad, crear formas nuevas de expresión religiosa bien en objetos, escenificaciones personales, música, etc. etc. Estamos en unos tiempos de comunicación, de expresión y de anunciar de mil formas y maneras nuestras vivencias.
Igualmente, la alegría y la necesidad de convivir deben llevar a los responsables a proporcionarles tiempos hábiles para ello: convivencias, marchas, fiestas de santos, cantos, etc.
Todo ello podría convertirse también en lugar y cita para otros jóvenes. Oportunidad de compañerismo, de apertura, de anuncio, de descubrimiento de otra vida. Los que, tal vez, pasaron por esta experiencia, la pueden ofrecer generosamente y con toda satisfacción y alegría.
Posible sin desearlo.
No se nos ha de ocultar el temor de algunos abandonos. Es que...? Sí, nunca hay una confirmación definitiva en un proceso un tanto contingente y en una edad tan voluble. La respuesta personal ha de ser una disposición, y a veces tensión, constante. Exige lucha y esfuerzo ante un mundo por otra parte asfixiante y tentador.
Se imponen manos alzadas al Señor en una oración permanente por unos y otros, por jóvenes y adultos. Se impone saber prevenir o curar, saber acoger y perdonar, saber advertir y corregir. Por la inestabilidad natural conviene no abandonar a los abandonados ni alejarse de los alejados. Ah, y buena tarea de compañerismo y de evangelización entre los mismos jóvenes.
Hacia una nueva experiencia cristiana
Toda esta vida tan aleccionadora y prometedora naturalmente que ha de realizarse en una experiencia personal. Por ella han de hacer pasar cuanto ven, oyen y hacen. Es necesario que el amor de Dios y su poder se hagan experiencia, vivan y se sientan los jóvenes, en verdad, amados, perdonados, alegrados, enriquecidos, transformados. Que algo haya pasado en sus vidas. Que puedan pasar, para ello, de lo que pudieran ser simples emociones a verdaderas vivencias y éstas, compartidas. Pasar de una pasividad cansina a una vida cristiana en acción, a un protagonismo (no peyorativa) eficiente, a una personalización de la fe responsable y comprometida. Vivan los compromisos de tal manera que se vea que su vida se traduce en eficacia o que da frutos. Esto es algo que, al mismo joven le hace vivir más y mejor. Sepan, igualmente, llevar amor, alegría, fe en Jesús, de tal manera, que a su alrededor y en sus ambientes haya fraternidad, comunión, compartir. Y todo ello porque el Señor actúa con su Espíritu y ellos se sienten útiles para su obra.
Hay oportunidad para que celebren su propia fe. Cómo hay que cuidar la celebración de los sacramentos. Cómo hay que contar con la fuerza de la Palabra de Dios y del Espíritu. Y en ese contacto y celebración y con esa luz es donde se ha de encontrar a sí mismo, donde hará fiesta de su propia vida renovada, reconfortada, animada, respondida generosamente por el poder del Señor.
Cuando el empeño de un sacrificio se impone y cuando la fuerza de un Cristo crucificado entran en su vida, podemos decir adelante y cantar victoria en nombre del Señor. Se necesita madurez fraguada en el sacrificio y en el vencimiento de obstáculos.
Y un joven así, que se va entendiendo, que va penetrando en la vida, en la amistad de Jesús, ora, orará, encontrará gusto en orar. Entenderá lo que es hablar con Dios, salir fortalecido de haber estado con Dios. Sí, que Dios escucha a los humildes y de sincero corazón.
Es mucho y campo abierto el de los jóvenes. El Señor ante todo. A nosotros nos toca plantar, regar. La obra es del Señor y por eso me lleva a creer en los cambios de vida. He aquí algunos en expresión de los mismos jóvenes:
"Me doy más cuenta de lo que hago y de mis relaciones con los demás e intento mejorarlas lo más posible y tengo una mayor fortaleza para afrontar las cosas. Mi timidez se va superando. Miro la vida a través de otro prisma distinto. No es que sea mejor o peor que antes, pero intento renovarme".
"Mi intento de conocer más a Jesús se ve traducido en un conocerle más a través de la oración tanto personal como comunitaria. También en un mayor intento de transformarme en el mundo en que vivo. Sin querer aspirar a hacer grandes y fenomenales cosas, sino cambiar dentro de mi pequeño mundo.
Vemos la Misa de otra manera. No nos fijamos tanto en lo superficial, sino que intentamos profundizar más y ver a Jesús realmente en la Eucaristía y no solo al sacerdote.
También podemos dar testimonio de Jesús en los estudios, no quizás como quisiéramos, pero algo sí".
"Jesús ha cambiado mi forma de ver a los demás. Cuando trato a las personas, las busco a ellas en sus problemas, en sus preocupaciones y alegrías. He dejado de buscarme a mi misma y mi satisfacción personal. Cuando sabes que esa persona que tienes a tu lado, es tu hermano y en él está Jesús, todo cambia: sus fallos, sus manías, sus virtudes adquieren una dimensión distinta. Deja de importar el tiempo cuando en un hermano ves a Jesús, ya no se pierde, no se desperdicia nada, todo es útil y es válido. He aprendido a hacer las cosas con alegría, con un desprendimiento que es fruto de vivir con Jesús".
"Tengo un punto de vista del mundo, distinto del que el mundo nos quiere hacer ver. El hecho de ver a las personas su punto positivo y valorar con los ojos del amor que Jesús pone en mí. He cambiado a nivel personal, me he liberado de varios complejos, ha nacido en mí una esperanza y una dedicación a las personas que me rodean, a llevar esa esperanza a los demás y hacerles partícipes de mi alegría en el Señor".
"El cambio de mi vida ha sido muy grande, pues EL me ha ayudado a seguir por un camino del que me había desviado antes, había perdido lo importante que tiene la vida y con EL lo he vuelto a encontrar. Ahora lo siento dentro de mí. Aunque como cualquier persona tengo mis altibajos, en él vuelvo a encontrar lo que había perdido y lo que es importante para estar contenta y feliz. Me ayudo a comprender y ayudar a las personas que me necesitan y procuro ayudarlas”.
De esta manera también los jóvenes podrían pasar por la experiencia de convertirse en profetas ante su mismo mundo. A este respecto, sobre qué haría o diría un joven, uno contesta:
"Intentaría preguntarle (a otro joven): ¿Qué es para él Jesús? Y después le daría más o menos mi testimonio de lo que significa para mí el conocer a Jesús, al menos en la forma que lo conozco. Le contaría cómo era antes y cómo soy ahora, lo que ha cambiado mi vida, cómo Jesús puede llenar la vida de una persona, sin necesitar cosas que te solucionan algo en un momento, como la droga, el alcohol o en definitiva sin necesitar algo material, algo del mundo que al final no sirve para nada.
También le diría que Jesús no es un Jesús lejano, sino un Jesús cercano a nosotros y que Jesús está en todas las cosas que palpamos y que vivimos. Le contaría cosas concretas que El ha hecho en mi vida más que muchas teorías y que viese que Jesús ha influido en mi vida.
Sobre todo trataríamos de conocer a Jesús y no tanto de dar a conocer a la Renovación ya que lo importante verdaderamente es Jesús. Sobre todo no trataríamos de convencerle, sino de presentarle a algo o Alguien que le pueda y que de hecho nos ha ayudado a nosotros, como es JESUS”.
JÓVENES: ¿QUÉ NOS PIDEN? ¿QUÉ LES OFRECEMOS?
Por Pedro José Cabrera
"Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la Verdad y la verdad os hará libres" (Jn 8, 31-32)
Ríos de tinta han corrido, y seguirán corriendo, en torno a la situación actual de la juventud en nuestras sociedades industriales avanzadas. Desde todas las instancias (políticas, comerciales, eclesiásticas, etc.) se han vertido sobre los jóvenes multitud de proclamas, bandos y promesas más o menos alentadoras: el colectivo juvenil ha sido y es, objeto de la atención más desmesurada por parte de todos los que desde una posición u otra se han considerado parte interesada en el asunto.
En todos los casos, ha existido, por lo general, un mismo denominador común, se ha hecho a los jóvenes objeto de interés (cuando no baluarte a conquistar) y muy pocas veces se les ha considerado como sujeto con intereses propios.
Como podríamos prever el resultado lógico ha sido que hemos llegado a un momento en el que no son ya palabras lo que los jóvenes están dispuestos a escuchar. Hoy por hoy, se "pasa" de cualquier rollo; a los jóvenes de hoy se les han contado todos los cuentos,... y ya saben todos los cuentos.
1.- El Anuncio
Sin embargo, frente a todas las palabras, frente a todos los discursos y teorías, nosotros sabemos que hay una palabra, la Palabra, de la cual una vez oída, es imposible pasar, porque lo cambia todo, lo remueve todo, lo trastoca y lo transfigura todo. Es la Palabra que, sabiéndolo o no, ansiándola o no, esperan escuchar hoy los jóvenes, lo mismo o más que los mayores. La Palabra es: Jesucristo. No hay otra.
2.- Autenticidad
Creo honradamente, que las personas jóvenes esperan encontrarse con alguien que pronuncie con claridad y sin miedo esta palabra: Jesucristo. Lo que sucede es que ésta es una palabra que no puede ser escuchada por los jóvenes de nuestro mundo, a los que se les ha forzado a vivir en el escepticismo a fuerza de decepciones, esta Palabra ha de ser pronunciada desde el corazón, y poniendo la vida entera como garantía de que es cierto lo que se dice.
El primer paso por tanto es la Autenticidad, que ha de acompañar al anuncio dándole fuerza y credibilidad.
3.- Libertad
En la Renovación Carismática, hemos sentido todos, el gozo inmenso que supone poder expresar colectivamente con libertad nuestra fe, con "salmos, himnos y cánticos inspirados" (Ef 5. 19), con nuestros brazos y nuestro cuerpo entero. Pero quizás por eso mismo estamos especialmente llamados por el Señor a vivir con libertad nuestra fe, dándole a ésta un contenido cada vez mayor, acompañando con gestos concretos, vitales, aquellos otros más externos que de no ser así se convertirán en pura palabrería vana.
Los jóvenes nos piden (pedimos) a la R. C., como a la Iglesia entera, que se esfuerce en el intento de construir espacios en los cuales sea posible poder vivir y expresar con libertad la relación que nos une a nuestro Padre Dios. Espacios desde los que poder proclamar con libertad que Jesús es el Señor, que Cristo ha resucitado en medio de nosotros.
Estos espacios de libertad, no son otra cosa que comunidades, los jóvenes necesitan encontrar comunidades donde se viva, la libertad que da el Espíritu, aquella que nace de la verdad acompañada del amor, la libertad de los hijos de Dios. Comunidades donde "ofrezcamos nuestra vida entera como un culto en el Espíritu, como un sacrificio de alabanza de la gloria del Padre".
Comunidades con capacidad de acogida; donde se practique la escucha, y en donde, llegado e] momento, se pueda escuchar la única palabra que verdaderamente importa: la Palabra que nos hace libres.
Comunidades fieles, donde se viva el compromiso con Dios y con los hermanos: aprovechando y enriqueciéndose de los tesoros existentes en la Iglesia, en su tradición y en su realidad presente.
Comunidades comprometidas y estables. Se dice de los jóvenes que son inconstantes, pero esto quizás sea porque les gusta buscar detenidamente; una vez que encuentran la perla preciosa, el tesoro escondido en el campo, sienten tanto como cualquier hombre la llamada a comprar ese campo y establecerse en él.
Comunidades católicas, es decir universales. Y esto es siempre obra de Dios, los hombres tendemos siempre a poner límites, a formar partido, a hacer "rancho aparte" con aquellos que nos agradan, olvidando e incluso odiando, a los que nos parecen "de fuera", de otro grupo, otra iglesia, otra comunidad. La universalidad nos hace semejantes a Dios, que "hace salir el sol sobre justos y pecadores”.
Comunidades luminosas que reflejen la Luz, que es Cristo. No es nuestra la luz pero nos ha sido concedido poder reflejarla. No son nuestros los dones y carismas, pero nos han sido concedidos para crecimiento de la comunidad.
Comunidades sencillas y pobres. Con la sencillez de Jesús, amigo de los pequeños, obediente y sumiso al Padre, con la pobreza de los que lo han dado todo (de verdad, sin metáforas) por seguirlo, confiados en su promesa: “Yo os aseguro que nadie que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos por el Reino de Dios, quedará sin recibir mucho más al presente y, en el mundo venidero, vida eterna" (Lc 18,29-30).
Y sin embargo, si las dos notas que marcan más positivamente a la juventud actual son el deseo de autenticidad y de libertad, valores éstos de por sí tremedamente positivos, también es cierto que en su intento de conseguirlos corren el riesgo, de moverse en la más infeliz de las contradicciones, adoptando comportamientos que en lugar de acercarlos a la meta que pretenden les alejan de ella, o los encierran en laberintos de los que luego es muy difícil salir.
Pero al fin y al cabo nadie nace sabiendo. Lo terrible del caso presente, es que a los jóvenes de hoy todo nos invita a soltar amarras desligándonos totalmente, a cortar las cadenas (y junto a ellas los vínculos) que nos atan al pasado, un pasado que se ha mostrado incapaz de resolver los grandes problemas del hombre (la guerra, el hambre). Se nos obliga casi a vivir sin raíces, despojados de todo, como cometas arrancadas por el viento. El joven se encuentra frente a un mundo que él no ha construido, no se puede esperar que sin resistencias, lo acepte todo, tal y como se le presenta. ¿Por qué comprometerme con una sociedad injusta y que pretende "devorarme"?
Surge entonces el problema ¿cómo encontrar razones para explicar a los jóvenes los errores ajenos? Probablemente sólo las propias equivocaciones sean un remedio eficaz. Llegado a este punto, la visión de la propia limitación, de la propia pobreza, es lo que hace volver los pasos hacia la casa del Padre. En ese momento es preciso que los hijos que ya nos encontramos conviviendo en la casa con el Padre, nos mostremos dispuestos a celebrar la fiesta por el que regresa.
4.- Compromiso
Una vez aquí, ha de haber posibilidad de insertarse efectivamente en la Iglesia (en la R.C.), para ello se necesitan vías concretas, progresivas, adaptadas a la situación de cada uno, por medio de las cuales se pueda nacer y, una vez nacidos, crecer en la Vida en el Espíritu. ¿De qué serviría un momento de gracia abundantísima, durante un seminario de las siete semanas, si esto no se puede prolongar en una vida entera conformada y acorde con esta experiencia cumbre?
Es necesario ofrecer a los jóvenes vías de compromiso, gradual, creciente, por medio de las cuales llegar a ser un día hombres plenamente consagrados al Señor.
El compromiso es necesario porque introduce en la fidelidad de Dios. El compromiso es posible no porque nosotros seamos fieles (que no lo somos, aunque lo intentamos) sino porque "fiel es quien nos llama y es El quien lo hará" (1 Ts S, 24). El compromiso, la alianza, nos hace permanecer en Dios, en la Vida Nueva, y sólo si "permanecemos en su palabra, seremos verdaderamente sus discípulos, los que dejándolo todo le seguían día a día en su peregrinar.
Durante un tiempo quizás largo, y sin duda doloroso, los jóvenes han dejado y dejarán aún muchos la casa del Padre, la Iglesia, mientras esto dure a nosotros se nos pedirá que participemos entretanto de la paciencia de Dios, de la misericordia y la ternura entrañable de Dios, de la caridad y el amor de Dios que "todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta" ( 1 Co 13, 1), de manera que el participar día a día del amor de Dios, vaya configurando en nosotros al mismo Cristo, y sea El quien convoque, y llame, y se de a conocer a los jóvenes, y a todos los hombres.
PEDRO JOSE CABRERA Comunidad Magnificat. Madrid.
LA CURACIÓN DE LOS JÓVENES
Por Antonio Viguri, O. C. D
Jesús vive. Sigue curando. Y los jóvenes sienten esa presencia viva del Señor. En Lc 7.11-17 nos encontramos con el joven de Naín. En Lc 8.49-56 con la Hija de Jairo. Nos encontramos hoy con muchos jóvenes naturales de Naín y con muchos jóvenes hijas de Jairo, que van por la vida encerradas en sus féretros o adormecidos en su sueño de muerte.
Y Jesús sigue "tocando" los féretros y "levantando" de la cama. El Señor es la alegría de la juventud.
El Señor los hace libres. El Señor les cambia el corazón. Les da un corazón nuevo.
En mi experiencia con jóvenes he palpado esa presencia del Señor. Sobre todo y de una manera más ágil, más patente, más bonita en estos últimos tres años; desde que el Señor me fue llevando por donde ÉI quiso.
Voy a contaros un poco esa experiencia.
Necesidad de curación
Es muy frecuente encontrarte con jóvenes aparentemente alegres. Acampadas, grupos, convivencias. Chicas con cara de felicidad, derrochando sonrisas, cantando, levantando los brazos. Todo muy bonito, pero quizá detrás de todo eso hay un corazón enfermo. Necesita ser curado. O ese chico, derroche de simpatía, abierto y detrás de esa falsa seguridad hay un corazón triste y vacío. Jóvenes que han recibido la efusión del Espíritu. Y no están curados.
Mientras los jóvenes y lo mismo los adultos no se sientan totalmente curados es muy difícil que los grupos marchen con fuerza en el Señor.
Todos sabemos las heridas de los jóvenes.
No se han sentido arropados en su infancia. Otros pensaban que sus hermanos eran más queridos por sus padres que ellos. Vivieron una infancia solos. Nunca se han sentido con amigos. No han experimentado el cariño. Han tenido envidias. Les han comparado con sus hermanos y primos ó tal vez con sus vecinos o compañeros de clase.
Y ya problemas más serios para ellos como han podido ser experiencias de tipo sexual sin importancia, pero que para ellos fue causa de un trauma. Familias rotas. Padres que riñen y el hogar es un pequeño infierno. Droga. Alcohol.
Y otras muchas heridas que han marcado al joven desde que era muy niño.
Por el Sacramento de la Penitencia
Pero los jóvenes se curan. ¿Cómo? Al encontrarse con el Señor en el Sacramento de la Liberación. En la Confesión. Sacramento de Sanación.
La Oración de Sanación sobre los jóvenes a nivel de grupo es fabulosa. Hace tres semanas viví una experiencia muy fuerte. Eran 34 chicas. Una noche oramos por algunas. Una llevaba tres años en grupos de oración. Pero tenía una herida desde pequeñita. Oramos por ella. Y antes de un minuto el Señor se manifestó. Y quedó curada. Después se confesó y su corazón era "otro".
Hay quienes se preguntan qué es lo primero, la oración de sanación y a continuación la confesión o primero la confesión y después la sanación. Depende. Si el joven es creyente quizá las dos cosas pueden ir juntas. Si el joven no tiene experiencia de Dios pero busca algo es mejor orar por él, pues esa oración prepara y abre puertas al sacramento.
Pero más bien me voy a fijar en esa sanación dentro del Sacramento.
Desde que sigo este camino el Señor está haciendo maravillas.
Hay que comenzar por decir que el corazón de un joven es apasionante.
Es alguien muy querido por Jesús y que debe ser mi amigo.
El joven se acerca al sacerdote con miedo, nervioso, con cierta desconfianza. Pero con la esperanza. Y le molesta que tengamos prisa. A veces en las grandes aglomeraciones defraudamos a los jóvenes.
Hay que abrirle al Señor. Charlar de todo un poco. No limitarnos a una estadística de pecados. Que nos cuente su vida.
Y dialogar con él. Preguntarle. Meternos en su vida. Así como suena. Pero dando tiempo al tiempo y sin brusquedades. Son muy pocos los jóvenes que se molestan cuando te metes en su vida. Están deseando.
Los jóvenes me han enseñado a no tener miedo a preguntar ayudarles a meterse en esas zonas que les duelen, pero que no saben como llegar a ellas.
Cuando el joven está con ganas de liberarse es una pena que por miedo, por un respeto mal entendido no descubramos con él sus heridas.
Un método muy eficaz es invitarles a que escriban sus recuerdos. Desde que eran pequeñitos hasta el momento presente. Lo considero el camino más directo para la sanación. Que escriban todo lo que recuerde y que no dejen de escribir eso que para ellos piensan que son tonterías. No hay ninguna tontería subjetiva cuando nos ha venido al montón de nuestros recuerdos.
Cuando veo que el joven está dispuesto y tiene confianza le suelo preguntar: ¿Me dejas que te pregunte todo lo que me dé la gana. ¿Estás dispuesto? Si el joven aunque le cueste dice que sí. "me tiro a matar". Y le pregunto hasta la marca de la papilla que tomó de crío. Si el joven está dispuesto, no me consta que haya herido a nadie en estos dos últimos años con mis preguntas, que a veces son muy delicadas sobre todo en el terreno sexual que es donde precisamente más heridas se encuentran.
Necesidad del Sacerdote
Es una exigencia de los jóvenes. Me decía Mari Carmen Velasco, del grupo de Pamplona: "Mire el sacerdote a la persona y conózcala, vea si es sensible o dura, tímida o abierta para poder meterse en su terreno de la manera más adecuada y profundizar". "Rompa con el esquema y haga preguntas ni más ni menos que indiscretas de todo lo que sea necesario". Ella ha tenido esa bonita experiencia. "Tengo la seguridad de que Jesús está conmigo, me ayuda a ser más pobre para servir a los demás".
Su hermana Mariví apunta: "Que el sacerdote sea decidido, que no tenga miedo ni sienta reparo de confesar a un joven. Que no piense que por ser jóvenes vamos a ser todos iguales,"
Y su amiga Anabel Jaurrieta añade:
"Me ayudó mucho la confianza que me dio. Me fue sacando todo por medio de preguntas sencillas que en la vida ordinaria carecen de importancia y otras que parecían ser “indiscretas”.
Y cientos de jóvenes van encontrando esa paz en Jesús.
Cuando han terminado de exponer sus heridas, su vida, sus proyectos, cuando ya parece que no les queda nada oramos. Les impongo la mano con cariño y vamos orando al Señor. Le pedimos que vaya acariciando las heridas de aquel joven en medio de la alabanza y gracias al Señor. Es maravilloso.
Por otra parte el Señor se manifiesta claramente en los jóvenes que en ese momento se van liberando. Algunos se curan rápidamente de cosas concretas. Otros requieren más tiempo. Es obra del Señor.
Hay que animar al joven a dejarse querer por el Señor y a creer que el Señor está ahí, curándole.
Llevaría mucho espacio el llegar a casos concretos de curaciones, que han hecho que los jóvenes hayan comenzado una nueva vida, llena de gozo y esperanza a pesar de seguir con los mismos problemas o a veces mayores, pero ya no están solos nunca más. El Señor Jesús está con ellos.
Debemos orar mucho para que los sacerdotes se liberen ellos mismos del miedo. No somos nosotros los que curamos. Es el Señor Jesús quien cura. Dejemos que trabaje. Prestémosle nuestras manos vacías y nuestros labios pobres de palabras.
Los jóvenes nos esperan. Los jóvenes quieren la libertad. Y esa libertad solo la da el Señor Jesús. ¡Gloria a Tí, Señor!
P. Antonio Viguri O.C.D.
(Si algún hermano sacerdote le interesa, le puedo enviar a título privado la serie de preguntas y de posibles heridas que he encontrado en mi largo trato con jóvenes. Algunas son inverosímiles, pero a pesar de que parecen cosas absurdas e irreales a algún joven le han ocurrido. Y le herían mucho).
LA SEÑAL DE LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU
(Adaptación de un texto de Abdicho Chassaja, monje del siglo VII)
¿Cómo reconocer al Espíritu Santo que obra en nosotros, en qué se descubre su poder, cuáles son las señales que revelan su obrar en nosotros?
1. Ansia de Dios
La primera señal de que el Espíritu obra y actúa en nosotros es el ansia del amor de Dios, ardiente como un ascua, en el corazón del hombre. De ahí nace en ese corazón el apartarse del mal, el morir a sí mismo, el amor a su condición de peregrino en esta tierra, y la renuncia, que hace brotar toda virtud.
2. Humildad
La segunda señal en la que verás palpablemente que obra en ti el Espíritu que has recibido en el bautismo, es la aparición en tu interior de la verdadera humildad; esa humildad que nace del Espíritu y que lleva al hombre a considerarse como nada, a pesar de las obras y maravillas que realice en él el Espíritu Santo. Un hombre así considera a todos como más grandes y santos; para él no hay buenos y malos, justos y pecadores. De esa humildad brota espontáneamente en el corazón la paz, la sumisión y la perseverancia en las tribulaciones.
3. Misericordia
El tercer distintivo de la obra que realiza en ti el Espíritu Santo es esa misericordia que tiende a reproducir en ti la imagen de Dios, que es el rostro de Cristo. Cuando tu espíritu abraza mentalmente a todos los hombres, brotan las lágrimas y, en cierto modo, todos entran en tu corazón; tú los abrazas y los besas con un amor lleno de misericordia, y derramas mentalmente sobre todos ellos tu benevolencia. Al acordarte de ellos, tu corazón se enciende como una brasa por el fuego del Espíritu Santo que mora y obra en ti. De ahí brota en tu corazón la bondad y la amabilidad, hasta el punto de que en adelante resulta imposible que dirijas a nadie una palabra ofensiva ni te permitas pensar mal de ninguno; todo tu afán es hacer bien a todos, de pensamiento y de obra.
4. Amor
La cuarta señal en la que reconocerás que obra en ti el Espíritu Santo es el verdadero amor, que si no es verdadero aleja de tu interior la presencia de Dios. Esa es la llave espiritual que te permitirá abrir la puerta secreta del corazón en que se oculta Cristo nuestro Señor. De este modo nace la fe que nos hace contemplar lo que sólo el Espíritu conoce y que no se puede expresar con palabras. El Apóstol llama a esta fe "garantía de los bienes que esperamos" (Hb 11, 1). Los ojos de la carne no pueden percibir estas cosas, pero para los ojos del Espíritu resplandecen claras y luminosas en el fondo del corazón.
5. Discernimiento
La quinta señal característica de que obra en ti el Espíritu Santo -ese Espíritu que has recibido en el bautismo- es la mirada luminosa de tu espíritu, que brilla en tu corazón como una lente que concentra la luz recibida de la Santísima Trinidad. Esta sabiduría te lleva a elevarte hacia las cosas espirituales, cuando contemplas las cosas materiales, y así entrar en la contemplación de Dios. De esta contemplación nace luego en ti ese lenguaje espiritual y ese conocimiento de la voluntad de Dios, ese olfato y gusto espiritual, esas palabras profundas del discernimiento espiritual: el gozo y la alegría, el júbilo y la transfiguración, el canto de salmos, himnos y alabanzas, la comunión con toda la Iglesia y con toda la creación.
MENSAJE EPISCOPAL A LOS DIRIGENTES DE R C. DE CANADÁ
Por Mons. Luis Gonzaga Langevin
Mons. Langevin es actualmente obispo de la diócesis de Saint-Hyacinthe (Canadá) y responsable episcopal de la Renovación Carismática en Québec. Ha sido misionero en Uganda y Provincial de los Padres Blancos en Canadá. El siguiente mensaje fue dirigido al Congreso de dirigentes diocesanos de la R.C. de lengua francesa de Canadá, celebrado en Montreal los días 24 - 26 de abril de 1981. Lo reproducimos para los lectores de KO1NON1A por su validez en la situación actual de la Renovación en nuestro país.
Queridos amigos:
Es para mí una gran alegría estar hoy en medio de vosotros en este congreso de dirigentes diocesanos de la Renovación Carismática de lengua francesa de nuestro país. Es un acontecimiento que hay que resaltar y del que hay que felicitar a su promotor, el presidente de la Asamblea Canadiense Francófona de la Renovación Carismática Católica, M, Jean-Noel Carpentier. Desde hace tiempo y desde distintas partes, se deseaba un encuentro de este tipo y me alegra constatar que sois numerosos los que habéis contestado a la invitación. Demos gracias al Señor. Yo quiero aportaros mi apoyo y mi ánimo con alegría y Esperanza.
El camino emprendido en este fin de semana es importante, a pasar de quo el tiempo de que disponéis es corto. Es una puesta en marcha que deberá continuarse de diversas formas que, sin duda, tendréis que precisar. Después dc diez años de existencia de la Renovación Carismática y preguntándoos qué espera el Señor de vosotros, qué os dice el Espíritu a través de los acontecimientos pasados y presentes, por qué caminos el Espíritu os conduce.
En este contexto, me habéis pedido que os diga hoy lo que creo ver dibujarse en el horizonte de la Renovación. Comprenderéis que no habiendo podido participar en vuestros intercambios desde el principio, pido disculpas por adelantado si toco algún punto que ya ha sido abordado. Me consolaré pensando que es el mismo Espíritu quien inspira al pueblo de Dios y a un obispo!
Antes de contestar a la pregunta que me hacéis, quisiera insistir en un punto. Cuando somos llamados a revisar un trozo de vida, como es el caso hoy en el camino emprendido, se pueden adoptar tres actitudes.
La primera actitud consiste en no querer ver sino lo positivo, los logros, los éxitos, sin ni siquiera echar una mirada o admitir que pueda existir algo negativo, errores de recorrido, o hasta deformaciones.
La segunda actitud, opuesta a la primera, se centra tanto en lo negativo, en los obstáculos o hasta en las aberraciones, que las sombras casi escondan completamente la luz. Una y otra actitud, lo comprendéis perfectamente, pecan de falta de objetividad, escrutan la realidad a través de una mirada deformada que se expone a engendrar o la exaltación o el abatimiento.
La tercera actitud intenta mirar la realidad con una mirada lo más objetiva posible, es decir, una mirada que percibe las sombras y las luces, lo positivo y lo negativo. Tal mirada permite una justa visión de las cosas, permite también avanzar desarrollando lo que es bueno y corrigiendo lo que debe ser corregido.
Frente a la Renovación, somos llamados, según una frase que tomo del Cardenal Suenens, a decir SI a la Renovación que es un don de Dios a la Iglesia y al mundo de nuestro tiempo, y a decir NO a la desviación de la Renovación. Volvemos siempre a la frase de Pablo a los Tesalonicenses: "No apaguéis el Espíritu... verificadlo todo: guardad lo que es bueno: preservaos de toda clase de mal' (1 Ts 5,19).
I- RETROSPECTIVA DE LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA
A) Aspectos positivos.
Igual que la Renovación hizo correr tinta en sus comienzos, igual se puede decir hoy, me parece, que esta Renovación forma parte de la vida de la Iglesia, aunque encuentra aún aquí y allá resistencias, tanto entre los laicos como entre los religiosos, religiosas y sacerdotes. Toda clase de documentos del Magisterio han señalado los aspectos positivos de la Renovación. Basta recordar el mensaje de los obispos canadienses en abril de 1975, el mensaje de Pablo VI a los congresistas de la Renovación reunidos en Roma con motivo del Pentecostés de mayo de 1975, las numerosas declaraciones de Conferencias Episcopales de diversos países, etc. Al leer estos documentos, se ve que la Renovación forma parte de la vida de la Iglesia.
Los aspectos positivos de la Renovación son muy numerosos y siempre válidos "el gusto por una oración profunda, personal y comunitaria, una vuelta a la contemplación y un acento puesto en la alabanza a Dios, el deseo de darse totalmente a Cristo, una gran disponibilidad a las llamadas del Espíritu Santo, una mayor asiduidad a la lectura de la Sagrada Escritura, una generosa entrega fraterna, la voluntad de concurrir al servicio de la Iglesia. En todo esto podemos reconocer la obra misteriosa y discreta del Espíritu, que es el alma de la Iglesia". Estas palabras de Pablo VI a los dirigentes de la Renovación Carismática, en noviembre de 1973, han sido citadas por muchos obispos de todo el mundo. Cada uno de estos aspectos positivos podría ser ilustrado con numerosos ejemplos.
En su documento de mayo de 1979, los responsables diocesanos de la Renovación Carismática, preguntándose sobre la vida de la Renovación entre nosotros, han señalado algunos puntos concretos que manifiestan la madurez de la Renovación en nuestro ambiente: profundización de la fe que va unida a una devoción mariana descubierta, purificada e integrada en una visión renovada de la Iglesia; una vida contemplativa atraída hacia el silencio y que tiene sed de mayor formación doctrinal y bíblica; perseverancia y constancia de muchos en la oración; renovación vocacional que orienta a algunas personas hacia el sacerdocio, el diaconado, la vida religiosa o los ministerios laicos en los diferentes sectores de la Pastoral. "En esto, dicen los responsables, reconocemos la obra del Espíritu que devuelve a la Iglesia de Jesucristo el rostro que el mundo necesita para encontrar de nuevo el camino de la verdad y de la vida".
Cuando miramos las aportaciones positivas de la Renovación Carismática, no podemos sino reafirmar con los obispos canadienses que "la Renovación Carismática emerge como una llamada... dirigida a la conciencia cristiana para estimularla y renovarla en profundidad. Brota del corazón de la comunidad eclesial como un himno de confianza incondicional en la presencia todopoderosa del Espíritu en el mundo".
Si no insisto en desarrollar más estos aspectos positivos, es porque estoy convencido que obráis dentro de la Renovación, porque constatáis cotidianamente, si se puede decir, las aportaciones positivas de esta Renovación a la vida de la Iglesia. Hacéis vuestras las palabras de Pablo VI en el Pentecostés de 1975:
"Esta Renovación ¿no será una oportunidad para la Iglesia y para el mundo?".
B) Las sombras
Lo que acabamos de decir, aun permaneciendo en nuestra memoria, no debe, sin embargo, empujarnos a una euforia que nos haga olvidar que haya algunas sombras en este cuadro. Esto no debe extrañarnos; es lo contrario lo que debería inquietarnos. Toda la vida de la Iglesia, no lo olvidemos, comprendido el período primitivo de que nos hablan los Hechos de los Apóstoles, ha tenido sus problemas y dificultades, sus sombras y sus luces. El Espíritu, que es el alma de la Iglesia, hoy como ayer, ha sabido siempre servirse de las sombras para hacer resaltar la luz y conducir a la Iglesia en una marcha hacia adelante. Las recriminaciones de las viudas que se creían heridas en el servicio de las mesas nos trajo la institución de los diáconos. Las tensiones suscitadas por los judaizantes bien intencionados llevaron al Concilio de Jerusalén, que hizo saltar los moldes demasiado estrechos del judaísmo, lo cual permitió que la Buena Nueva fuera accesible al mundo entero.
Por nuestra parte, debemos revisar todo lo vivido en la Renovación para discernir por qué caminos nos lleva el Espíritu. No se puede decir, como se oye a veces, que algunos líderes no son carismáticos simplemente porque tienen la valentía de atraer la atención sobre algunos puntos que presentan dificultad o de emitir reservas sobre algunas prácticas que pueden llevar a desviaciones o hasta poner en juego la credibilidad misma de la Renovación. Permitidme ser más precisos y señalar algunos puntos.
1. Sensacionalismo y maravilloso. La Renovación Carismática aparecerá como una gracia hecha a la Iglesia de nuestro tiempo para la toma de conciencia experiencial de la acción del Espíritu, tanto en la profundidad de la persona como en la vida de la Iglesia, la cual es invitada a acoger toda la gama de dones del Espíritu que éste reparte entre los cristianos de toda condición. La acogida y el ejercicio de estos carismas están ordenados a la construcción del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia.
En los principios de la Renovación hubo, al menos en algunos lugares, un afán desmesurado de lo maravilloso y de lo sensacional. Por esta razón los obispos canadienses hablaron sobre este punto. Hoy, aunque la reacción ha disminuido mucho, sin embargo, queda aún quizá algo. Todos vosotros conocéis personas que en la práctica rechazan toda clase de enseñanza y de profundización seria bajo el pretexto de que no es suficientemente carismática; estas mismas personas, por el contrario, van por todas partes donde hay imposición de manos, profecías, etc. "Esta forma de actuar muestra una mentalidad de consumidor y una búsqueda de sensacionalismo"(R 18).
Hay que estar abierto a los dones del Espíritu y acogerlos con gratitud cuando han sido autentificados, pero hay que recordar también que estos dones están ordenados a la construcción del Cuerpo de Cristo y que lo esencial es la caridad que nos introduce en el misterio de Cristo y hace de nosotros testigos del Evangelio. Es lo que Juan Pablo II recordaba recientemente a los 18.000 peregrinos de la Renovación reunidos en Roma: "La Renovación en el Espíritu tendrá una verdadera fecundidad en la Iglesia, no en la medida en que suscite carismas extraordinarios, sino más bien en la medida en que lleve al mayor número posible de fieles, en los caminos de la vida cotidiana, al esfuerzo humilde, paciente, perseverante por conocer siempre y mejor el misterio de Cristo y testimoniarlo" (KOINONIA, nº 27, p.14).
2. Falta de discernimiento. Todos vosotros os habéis encontrado seguramente, un día u otro, personas que pretenden tener tal o cual carisma y que se ponen a ejercer un ministerio que ellas califican de "carismático", pero que se podría calificar de inoportuno porque se ejerce fuera de todo control de personas autorizadas y competentes. Generalmente, estas personas rechazan todo discernimiento eclesial, rechazan todo lo que no va en su línea. Se podría decir lo mismo con respecto a las personas que se lanzan en aventuras de todas clases en nombre de pretendidos mensajes recibidos del cielo.
Quizá sería bueno recordar que la obra del Espíritu se mide por sus frutos y que uno de los grandes signos del Espíritu es la humildad que da la convicción de que uno se puede equivocar y que no es el único que posee el Espíritu.
Quizá sería bueno recordar que cuanto más una cosa pueda alcanzar a un número mayor de personas, más se tendrá que someter esta cosa al discernimiento de un mayor número de personas. De este modo se explica el papel de los responsables diocesanos a nivel de las diócesis, el papel de la Asamblea Canadiense Francófona de la R.C.C., de su Ejecutiva y del Comité de pastoral de la R.C. a nivel nacional; de este modo igualmente se explica, ¿por qué no?, el papel de los obispos. A ellos corresponde en última instancia el juzgar por sí mismos, ayudados por personas intermediarias, la autenticidad y la puesta en obra de los dones del Espíritu, tal como recuerda la Lumen Gentium en el nº 12.
El discernimiento no debe ser hecho únicamente por nuestros amigos que piensan como nosotros, sino debe ser también el de la comunidad eclesial. He aquí, me parece, un punto en el que la Renovación tiene aún mucho camino que recorrer y esto se refiere tanto a los miembros de la base como a los grupos de oración y a los líderes.
3. Orgullo carismático. Los obispos canadienses, en el número 22 de su declaración, hablaron, con mucha caridad, de un "exceso referente a la pertenencia a la Renovación Carismática". "No es necesario, decían los obispos, formar parte de un grupo carismático para recibir los carismas del Espíritu que sopla donde quiere". Fruto del Espíritu, esta Renovación no posee ningún monopolio, y no todos están llamados a formar parte necesariamente de los grupos de oración para estar bajo el movimiento del Espíritu. Algunas formas de actuar o de expresarse, algunas insistencias inoportunas pueden explicar en parte estas resistencias que se encuentran en personas que ven a los "carismáticos" como fanáticos que se pasean con la Biblia en la mano con la pretensión de tener respuesta a todas las preguntas. Difícilmente se puede evitar pensar en la parábola del fariseo y el publicano.
Otra forma de este orgullo se encuentra en el comportamiento de ciertas personas que creen tener el monopolio de la verdad y que resuelven los interrrogantes más difíciles y más delicados, rechazan categóricamente la posibilidad de que pueda haber otros puntos de vista distintos de los suyos y que, para triunfar, no dudan en esparcir sospechas y falsos rumores sobre los que no piensan como ellos. Esta forma de orgullo, con toda seguridad no viene del Espíritu. Uno se tiene que preguntar sobre cuáles son los verdaderos motivos que empujan a estas personas a actuar de esta forma.
4. Falta de formación. Desde hace algunos años se han realizado grandes esfuerzos en las distintas diócesis para asegurar un resurgimiento espiritual, una formación bíblica y doctrinal. Todo esto es excelente y merecéis una felicitación por este trabajo. Es algo positivo. Pero, de todos modos, quedan interrogantes cuando uno ve grupos que vegetan o que encuentran toda clase de dificultades porque los dirigentes y los miembros de los ministerios no quieren esforzarse en buscar una verdadera profundización espiritual. ¿Cómo podéis llegar a nivel diocesano o local, a estos animadores para hacerles salir de su ghetto?
5. La cuestión demonológica. Quisiera, aunque sólo fuese mencionar, aun sabiendo que me meto en un terreno resbaladizo, esta tan delicada cuestión que choca a tantas personas dentro y fuera de la Renovación y que, me atrevo a decirlo, divide las fuerzas vivas de la Renovación Carismática.
Sabéis perfectamente, y esto es muestra de un malestar notado por muchos de vosotros, que el primer dossier entregado al Comité de pastoral de la Renovación Carismática se refería a estas difíciles cuestiones de demonología, ocultismo, exorcismo, liberación, etc. Sabéis quizás que un arzobispo africano fue avisado por Roma, en tiempos del Papa Pablo VI, para que cesase los numerosos exorcismos que practicaba en su diócesis. Sabéis quizás también que, contestando a cartas publicadas en el periódico inglés "The Times", el Cardenal Suenens, en octubre de 1980, escribió un artículo en la revista "The Tablet", artículo en el que el Cardenal se inquieta por la multiplicación abusiva de sesiones de exorcismo, bajo distintas formas, con o sin el nombre, que se encuentran en grupos carismáticos de diversas tradiciones. Se trata, dice el Cardenal, de un campo en el que debemos entrar, y cito: "con extrema reserva, prudencia y humildad. Recordando que los exorcismos solemnes están reservados al obispo o a su delegado, el Cardenal pide al Magisterio que dé directrices pastorales puestas al día, "actualizadas", que permitan poner orden en la "vulgarización abusiva" que procede de personas bien intencionadas pero que se aventuran sin preparación y sin unión estrecha con la autoridad eclesial en un campo extremadamente difícil. Hay que recordar que, en este campo, más vale ser demasiado prudente que poco. (Cf KOINONIA, nº 31, pp. 12-13).
Sin querer elaborar más, quisiera simplemente hacer una pregunta: ¿No será que el Maligno es tan sutil que es capaz de crear divisiones entre vosotros por causa suya?
II.- MIRADA HACIA EL FUTURO.
De toda esta experiencia de la Renovación que acabo de evocar rápidamente, ¿qué rasgos podemos retener para el futuro? ¿Cuáles son los obstáculos que pueden surgir? ¿Cuáles son las líneas de fuerza que estáis llamados a desarrollar?
1.- Una renovación de la oración.
Fundamental y esencialmente, me parece que la Renovación como tal está basada en la oración. Esta es su aportación original a la vida de la Iglesia de hoy. No debéis apartaros de esta línea. No digo que no haya lugar para otra cosa, sino que la oración es y debe permanecer en el corazón de la vida de la Renovación. Debéis trabajar para que la oración sea cada vez más profunda, resplandeciente y vivificante para toda la vida de la Iglesia.
Desde el principio, la Renovación ha sido requerida regularmente por toda clase de organizaciones que querían meter a la Renovación en cruzadas de todo tipo. La Renovación como tal, me parece que no debe "dejar la oración por el servicio de las mesas" (Hch 6,2). Los miembros de la Renovación, a título personal, son llamados a comprometerse allí donde el Señor les llama en su medio respectivo, sea en obras eclesiales o extraclesiales, pero la Renovación como tal debe permanecer centrada en la oración.
2. El trabajo de formación.
Cuanto más progrese la Renovación, más descubriréis que los miembros de la Renovación tienen necesidad de una sólida formación bíblica, doctrinal, etc. Ya se ha hecho una buena labor en las diversas diócesis y hay que continuarla e intensificarla intentando alcanzar a los que tienen más necesidad, especialmente a los dirigentes y miembros de los ministerios. La Iglesia necesita hoy más que nunca creyentes que sean signo, capaces de hablar de su fe. Tened cuidado que no sean siempre las mismas personas las que frecuentan las sesiones de oración y los retiros. Incitad a estas personas a que atraigan a otras. Este trabajo de formación contribuirá, por una parte, a dar sólidas bases a la Renovación y, por otra, a atenuar los efectos del sensacionalismo y de la búsqueda de lo maravilloso.
3.- Apertura al Espíritu y discernimiento.
La Renovación es una toma de conciencia existencial de la acción del Espíritu tanto en el corazón de la vida de las personas como en el corazón de la vida de la Iglesia; esta toma de conciencia se acompaña de una apertura y de una acogida de los diversos dones que el Espíritu reparte entre los fieles de toda condición para la construcción del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Si no queréis que la Renovación se esclerotice, hay que permanecer abiertos a la acción del Espíritu, abiertos a las sorpresas del Espíritu Santo.
Esta apertura y esta acogida debe sin cesar ir acompañadas de un discernimiento juicioso. Este discernimiento, para el que hay que formar seriamente a los miembros de la Renovación, deberá vivirse a todos los niveles. Tendréis que encontrar los mecanismos necesarios para que este discernimiento pueda ejercerse eficazmente en lo concreto de la vida cotidiana según los diversos niveles de la vida de la Renovación. Una apertura al Espíritu que no vaya acompañada de un sólido discernimiento lleva necesariamente al iluminismo y al orgullo. Por el contrario, una apertura al Espíritu que acepte humildemente el discernimiento eclesial es necesariamente benéfico para todos.
4. Sostener a los que avanzan.
Muchas personas han encontrado en la Renovación al camino de la fe, la vuelta a la práctica religiosa o, simplemente, un dinamismo nuevo en su vida con el Señor. Realizado este arranque o este nuevo arranque, es preciso que la Renovación pueda acompañar a estas personas y ayudarlas a progresar espiritualmente. Ya han aparecido algunas iniciativas buenas, pero hay que desarrollarlas y suscitar nuevas para que todos estos cristianos, felices de creer en Jesucristo, no pierdan ánimo o se desanimen por no encontrar el alimento sólido que necesitan o no comprender las etapas del caminar espiritual al que han sido llamados.
5. Evitar la trampa de la demonología.
Aunque no se trate de un tema que se dé mucho entre nosotros, hay que recordar que tocamos un punto que puede comprometer la credibilidad misma de la Renovación Carismática. Se están haciendo estudios serios sobre todo estas cuestiones delicadas y difíciles. No nos comportemos como aficionados y vayamos a desarrollar fanatismos malsanos. Hasta que no tengamos más luz, os pido que hagáis una presentación positiva, es decir, que introduzcáis a las personas en el amor de Dios el cual, apoderándose cada vez más de sus vidas, quitara todo lo que obstaculiza a este amor. En Jesucristo es en quien somos salvados, él es nuestro liberador. Recordad, finalmente, que, según nuestra fe, los sacramentos son la primera fuente de liberación y de curación.
6. Unidad de los líderes.
Desde hace diez años, la Renovación se está desarrollando entre nosotros y, con el tiempo, se ha dotado y se dotará aún más de los instrumentos que necesita para responder eficazmente a esta acción del Espíritu en la Iglesia de hoy. El presente encuentro de líderes diocesanos de la R. C. marca un momento importante. ¿Seréis llamados a repetir este encuentro? Sois vosotros quienes tenéis que decidir. Por mi parte, y con esto termino, deseo que vuestra unidad crezca cada vez más, porque el Espíritu que os reúne es un Espíritu de Amor y, allí donde está presente, crea la unidad, apretando los lazos que nos hacen hijos de la gran familia de Dios. Que crezcan en vosotros, cada vez más, estos auténticos frutos del Espíritu que son la fe, la esperanza y la caridad auténticas. Amén. Aleluya.
Texto francés en Selon sa Parole, juinjuillet 1981; traducción de KOINONIA
I.- El mundo de hoy busca halagar y adular a la juventud a base de ofrecerle sIogans, valores falsos, ídolos y doctrinas de todo tipo, un verdadero universo de diversiones, espectáculos y literatura, en el que predomina la permisividad moral, y todo con vistas a unos fines sociales, comerciales y políticos. Con mensajes mesiánicos e ilusorias promesas se pretende llegar a convertirla en producto de explotación.
A duras penas encuentran muchos jóvenes en la sociedad de hoy su puesto y, si pudieran, se evadirían de la misma con la misma facilidad con que escapan de la casa paterna y rompen con sus raíces más ancestrales.
Como consecuencia se presenta el fenómeno de un envejecimiento psicológico prematuro, con pérdida de ilusión ante el futuro, ya que el panorama que les presenta la sociedad moderna no les resulta nada prometedor.
II.- Lo que más necesita el joven de hoy es que se le ofrezcan razones para vivir, luchar y tener esperanza: hallar el verdadero sentido de la vida.
Nosotros cristianos afirmamos rotundamente que para esto es necesario que, sin rodeos ni disimulos, sepamos presentarles a Cristo Jesús, único Salvador y Señor, con todo el mensaje del Evangelio y sus exigencias. El joven no puede ser verdaderamente feliz hasta que no encuentre a Jesucristo y empiece a sentirse amado por El y amarle. Sólo en El encuentran los tesoros de la sabiduría, la ciencia, la paz y el gozo que todos buscan.
III.- A los jóvenes de hoy no hay que condenarlos porque no son peores que los adultos de hoy, sino, en parte, un producto de los mismos. Tampoco hay que temerlos ni tratarlos con paternalismo, sino acercarse a ellos con amor. Agradecen que se le hable claro, sin caer en el simplismo, con la misma sinceridad que ellos acostumbran y partiendo de sus problemas y sufrimientos.
Juan Pablo II, en el mensaje que dirigió en París a los jóvenes de Francia, les hacía este diagnóstico: "cierta inestabilidad inherente a vuestra edad y aumentada por la aceleración de los cambios de la historia: cierta desconfianza respecto a las verdades adquiridas, exacerbada por las enseñanzas recibidas en la escuela y el clima frecuente de crítica sistemática; la inquietud por el futuro y las dificultades de inserción profesional; la excitación y superabundancia de deseos en una sociedad que hace del placer el objetivo de la vida; la sensación penosa de impotencia para dominarlas consecuencias equívocas o nefastas del progreso, las tentaciones de revuelta, de evasión o de abandono. Todo esto como vosotros bien sabéis ha 1legado hasta la saturación" (L 'Osservatore R. ed. española, 15 Junio 1980 p. 9)
Para representarles el verdadero rostro de Dios es necesario que lo puedan reconocer en nuestras comunidades y en cada uno de nosotros, que no se lo desfiguremos. Es el gran servicio y testimonio que corresponde a los adultos.
Se requieren líderes que les ofrezcan seguridad, confianza, orientación y perspectivas. Ayudarles a descubrir su verdadera vocación es quizá la más bella labor que se pueda realizar con ellos. No podemos ignorar que a muchos de ellos dirige el Señor una llamada específica para entregarse a un servicio generoso a los demás, para el sacerdocio, la vida consagrada o el trabajo en las misiones. No escuchar y seguir esta llamada supone tener que marchar triste por la vida (Mc 10,22).
IV.- La fuerza del Señor que salva y transforma al hombre se manifiesta de forma extraordinaria en aquellos jóvenes que se abren a su Espíritu, y entonces nos admiramos de la generosidad y capacidad de entrega a la que pueden llegar.
Esta es la juventud que no pasa. Que nuestros jóvenes la puedan conservar como un estado de su espíritu más allá de una época de la vida.
MENSAJE DE LA R C. PARA LA JUVENTUD DE HOY
Por el Dr. Eusebio Martínez, O.P.
Jesús dice mi nombre.
Actualmente algunos jóvenes parece que viven aprisa, quemando etapas, pero a veces las experiencias con el entorno les golpean con cantinelas, indiferencias, rechazos ... que incrementan la búsqueda de la evasión en donde sea, con quien sea y como sea. Se preguntan un por qué y para qué estudian, están en familia, viven. Y empiezan a sentirse sin protagonismo en sus propios acontecimientos y extrañarse de sí mismos. El entorno no lo soportan, considerándolo una dictadura burda o fina, pero dictadura.
Algunos deciden vivir de espaldas al ambiente, sumergidos en un pasotismo no significante, pero en donde encuentran bastantes gratificaciones eróticas y hasta experimentan un protagonismo exacerbado mediante el consumo de drogas. Un porro, por ejemplo, soluciona el problema de la soledad disminuyendo o eliminando la conciencia de la misma, o sumergiéndoles en un solipsismo excitante, con soliloquios fantásticos, experimentados a veces como creaciones geniales.
En grupo, cada palabra del colega hace reír a pleno pulmón, aunque los pulmones estén vacíos de aire puro. La presencia de otros colegas no significa intercomunicación: "la vasca" no es un grupo social, sino una presencia, la mínima de estímulos para cada uno, según su estado de ánimo y la calidad de cómo sus neurotransmisores puedan, por lo libre, dejar resonar en sí mismo, los estímulos que se presenten. En la "vasca" cada uno se comporta como si tuviera un micrófono averiado con un altavoz también desajustado. Esta calidad de comunicación permite un máximo de subjetividad en la emisión y percepción de los estímulos, respetando así y facilitando el solipsismo evasionista. Se siente uno pasota frente a los rollos de la sociedad. La agrupación de la vasca se percibe como lugar de expresión ideal. Se idealiza hasta la comida: es frecuente soñar allí con montones de pasteles, porque la exagerada actividad cerebral consume mucho glucógeno. De todos modos se vive sin nombre: lo más que puedo pronunciar es el nombre de mi "vasca".
La primera vez que se va a un grupo de oración, sin tener realmente un nombre propio, suele gustar porque la persona que nos lleva nos introduce en algo realmente nuevo: me llaman por mi nombre, me dicen que Jesús -presidente nato y único de la asamblea- me ama: los hermanos con quienes tropiezo sienten interés por mí, se tiene la impresión de que todos me dan algo de estima personal, y nadie me pide nada. Esto es grande y parece demasiado. Se suele salir con la impresión de que no se creía que eso pudiera existir. En las reuniones de oración, los otros van configurando un entorno con mucho relieve y el joven pasota no siente el deseo de pasar del grupo, porque el relieve es muy significativo para él: se siente respetado por su nombre, experimenta que él tiene un relieve significativo para los demás, que es tan importante que Jesús ha dado su vida por él; que el Espíritu Santo, el mismo Espíritu que dirigió los pasos de Jesús en su paso por la tierra, puede y quiere dirigir sus pasos. Y suelen confesar lo que todos confesamos: el deseo de sentirnos amados con gratuidad.
Este tipo de joven en el fondo, fondo, siempre creyó en el desprecio que los otros hacían de él, en que había perdido su nombre propio, él mismo no creía en él. Pasaba de los acontecimientos porque se sentía golpeado por los mismos. En los grupos de oración de la Renovación Carismática Jesús quiere detenerse delante de cada uno, nos llama por nuestro nombre, me siento algo importante: Hijo de Dios y esto deja fuera de juego toda huella de pasotismo. La fraternidad se funda en esta experiencia gratuita de ser hijos de Dios todos, de poder experimentar en cada uno de los hermanos la misma imagen de hijos de Dios. Esto engendra en mí un respeto por mí mismo y por los demás que me transforma en el ser mas dinámicamente movido a construir un mundo justo, a ser en cada hermano un motivo para salir de mí mismo a un encuentro creador, en donde la transparencia no se enturbia por egoísmos que crean tensiones malsanas en las relaciones interpersonales.
El vacile.
La dinámica del vacile forma parte de un núcleo de jóvenes disconformes con el mundo que les toca vivir. Las sesiones vacilonas crea una risa en los colegas muy gratificante en apariencia, pero también nerviosa porque incluso las carcajadas son entrecortadas, no son fluidas ni relajantes. Frecuentemente las carcajadas de los otros son zumbonas, molestas; pero no se puede hacer nada más que acompañarlas sin consentirlas, porque forman parte del mogollón social del grupo. Tengo que evitar que los otros se den cuenta que me molestan, a no ser que pueda ser contundente con ellos. Generalmente esa molestia se pretende apagar con "caladas" más profundas, hasta que no salga fuera de mí nada de lo que había aspirado, aunque sí salen los efectos, sin darme cuenta de ellos. Hay toda una psicología del vacile que llega a veces a producir una cierta seguridad, cuando el vacilón se convierte -con un cierto grado de conciencia- en protagonista de los hechos. Protagonista de una comedia cómica para los otros y frecuentemente de un drama para el sujeto que lo protagoniza, llegando a veces incluso a mutilarse.
El ser "colega" es un conjunto de presiones escapistas que nos quieren hacer protagonistas, pero que en realidad nos conduce a un vacile más morboso. En las sesiones de vacile, cada uno se encuentra con un rol que poco a poco configura un personaje llegando a sustituir al individuo natural. Parecen una representación psicodramática o psicocómica de educación donde entran en juego, entrecruzándose, sistemas de aspiraciones y frustraciones, hondamente arraigadas en la historia de los sujetos.
Jesús fue el polo opuesto del vacilón. Tenía y manifestaba una seguridad sin asomo de dudas, en sus gestos y palabras. Sabía de dónde venía y a dónde iba. Y ni la preocupación de su Madre, ni el desplante de Pedro, le hicieron desviar su camino.
En los grupos de la Renovación Carismática, el encuentro experiencial con Jesús, proporciona una seguridad de medios y fines de tal manera que permite positivizar los acontecimientos del creyente -tanto a nivel de aspiraciones, como a nivel de ejecuciones-. Diríamos que el vacile es sustituido por una seguridad que, a veces, puede parecer exhibicionista, cuando dejamos actuar al Espíritu Santo derramado en la Iglesia, cuando se experimenta un impulso interior que se prodiga en manifestaciones verbales y en conductas concretas de reorganización de la vida individual y relacional, a través -sobre todo- de la alabanza y del compromiso que la caridad suscita en los que la experimentan. La caridad no es el amor humano, sino el Amor mismo de Dios, que a Jesús le dio toda la seguridad en su vida misteriosa como Salvador.
Sentirse totalmente amados, de modo incondicional, con la lealtad y fidelidad de Jesús, significa experimentar seguridad en todos los niveles en donde la persona ha sido redimida por el amor. Un amor así, entraña un complejo de finalidades y medios para conseguirlo, hondamente significantes para el sujeto y para aquellos con los que se relaciona. Por eso no puedo vacilar. A medida que el Amor de Jesús nos hace descubrir en nosotros y en los demás la imagen que en lo profundo del ser imprimiera un día el Creador, encontramos con gran gozo, la significación más profunda de nuestro ser y la motivación más dinámica y poderosa para nuestros comportamientos; dejando la duda y el vacile, frutos de la ignorancia y de la desmotivación personal.
Sentirse realmente libres.
Cuando uno actúa motivado por lo que "me da la gana", como no expresa nada que no esté motivado por pulsiones interiores o por presiones externas, nunca hace lo que realmente quiere, sino solamente lo que puede. Hacer lo que uno le da la gana, es vivir empobrecido en un sistema sin opciones varias, aparece como un paquete de impulsos sin posibilidad de freno, porque no interviene un juicio critico, que pueda analizar diversas opciones y decidirse por la más conveniente. Solamente decimos que hacemos lo que nos da la gana, expresando con ello una forma tardía de negativismo, frente a unas exigencias de la realidad del entorno que me asustan y que superan mis posibilidades, amenazándome con una experiencia de fracaso. Ese negativismo de hacer lo que me dé la gana o el amodorramiento son las únicas salidas.
El que hace lo que le da la gana no tiene ansias de libertad, ni tiene fe en la libertad de los demás. Sólo cree que cada uno tiene su rollo. La libertad les da mucho miedo, porque significa entre otras cosas una renuncia consciente a gratificaciones impulsivas inmediatas: sin ellas parece que no pueden vivir. Por eso la libertad se convierte, paradógicamente, en una amenaza. En el fondo se tiene conciencia de estar atado y vendido a su rollo. Si leí "el Juan Salvador Gaviota", me pudo hacer soñar, pero sólo éso, o tampoco creí en él, considerándolo como otro rollo.
Cuando en una comunidad de oración "Cristo rompe las cadenas y me da la libertad", se llega a sentir uno libre para saber discernir y optar, para no seguir las determinaciones de los paquetes de impulsos, ni los empujes y rollazos de los colegas más machos. Se siente uno libre para vivir consigo mismo y con los demás, para estar a gusto dentro de mí y fuera de mí; para amarme y amar, sin ser narcisista ni exhibicionista; para soñar esperanzado con un mundo personal y social más intenso y con un abanico de posibilidades cada vez más extenso. Esta experiencia de libertad parte de una fuerza interior cada vez más rica en conocimiento propio y ajeno, en metas siempre abiertas a nuevas realidades.
El que no es libre necesariamente está condenado a repetirse incluso en los golpes; es reiterativo; carece de experiencia de novedad. La experiencia del Espíritu de Jesús se caracteriza básicamente por la novedad, realmente es un mundo nuevo, estreno vida todos los días. No veo a los otros como competidores o posibles enemigos; ante ellos, al menos en los grupos de oración, puedo transparentarme, yo abro mi vida y ellos me abren la suya, adquiriendo constantemente nuevas posibilidades de realizarme, nuevos caminos de expresión de vida, que anteriormente ni sospechaba.
Los psicólogos aplican con éxito un método de aprendizaje mediante modelos (Bandura). En los grupos de transparencia de la Renovación Carismática, se aprende a vivir en profundidad y se observa modelos variados de cómo Cristo rompe cadenas y libera de ataduras, de cómo se conquista la libertad frente a determinismos de otro modo infranqueables. Es una maravilla pedagógica para sentirse libres y siempre esperanzados. Se sabe hacia dónde se camina y se quiere sobre todo caminar.
Se puede soñar en el futuro.
Es muy difícil a un joven, que tiene mucha más vida por delante que la que ha vivido, soñar en el futuro. Actualmente se desconfía hasta de la preparación académica para poder soñar, con cierto realismo, en un futuro. Cuando en la sociedad se empieza a respirar la copla de que "cualquier tiempo pasado fue mejor", cuando el joven percibe en el entorno una creciente inquietud por el futuro, que necesariamente será suyo; pues se le quitan las ganas de soñar y prefiere amodorrarse como sea. Como hacer camino.... Las contradicciones del mundo actual son muy fuertes. Hacen crisis los tres pilares fundamentales que durante muchos siglos han cimentado la seguridad de la mayoría: La Familia. La Patria, La Iglesia. El ocaso de las ideologías: la proliferación de las opiniones y la alergia frente a las certezas -dogmático, por ejemplo, ya suena hasta mal-. El predominio de una técnica consumista en medio de una crisis económica. Algunos jóvenes tuvieron ilusión en movimientos políticos de liberación sociopolítica, pero ahora se han visto atrapados por el mismo movimiento, por la disciplina de partidos. En fin, el joven encuentra motivos de desengaño, y sin embargo a un joven sano le hierve la sangre cuando se ve frenado en su futuro, porque es más futuro que presente y pasado. Sin futuro, su presente carece de sentido porque todas sus estructuras psicológicas y dinámicas internas apuntan hacia el futuro. El fuego de sus funciones, sin futuro se amortigua hasta cesar y no querer vivir, "en el porro está la solución".
¿Qué se me ofrece en la Renovación Carismática? Si no se experimenta es difícil comprenderlo, pero ofrece un futuro, con nuevas coordenadas, en donde el más allá toca con la eternidad. El horizonte no se ve, porque es muy fuerte el barrunto del más allá. La Renovación Carismática es como una pirámide cuyos puntos de apoyo no están, paradógicamente, en la base, sino en el vértice, afincado en la vida misma de Dios. Esta paradoja parece una locura irreal, si la realidad se agotara en lo que se palpa y se siente en la base. Sí, amigo, vamos un poco al revés de lo que dicen los partidos políticos democráticos, que parece que se apoyan en la base, al revés de lo que constituye un futuro apoyado exclusivamente o principalmente en la seguridad económica, en la máxima capacidad de consumo, en la máxima cuantía de propiedades.
Pero todo esto es normal que nos digan los que nos ven sin entendernos que estamos "pirados", que somos un grupo -muchos grupos ya- de espiritualistas chalados, sin contacto con la realidad. Para nosotros la insensatez es apoyarse exclusivamente o buscar un máximun de apoyo en esas bases, que un viento fuerte puede destruir, dejando todo en el aire a merced de su propia gravedad y como el punto de gravedad está en la base, pues todo se viene abajo. Hace años, por ejemplo, teníamos los nuevos ricos: ahora aparecen los nuevos pobres con depresión, excluyo a los obreros parados, me refiero a sujetos que habían puesto su seguridad futura en la economía y ahora se ven con X millones, menos Y, siendo el valor de X mucho mayor que el de Y, con un síndrome parecido al de los ricos de la gran recesión de los años 30.
La democracia en la Renovación Carismática es perfecta, todos tenemos el mismo rango: todos somos hijos de Dios y este rango nos ha sido regalado. Cada uno tendrá sus dones, pero no son para él sino para la comunidad. Hasta los que la gente llama "dirigentes", nosotros llamamos servidores, y si su carácter no les juega una mala pasada, realmente lo son siempre. Con este esquema democrático, se puede soñar en una sociedad justa, como las primeras comunidades cristianas, en donde nadie pase hambre. Y además no estamos sometidos a las nomenclaturas, que las hay en todas partes, en donde la propiedad de bienes y de dones sea exclusivista e individualista.
En esta comunidad de fieles se puede soñar porque existe una fuerza que nos impulsa a ir más allá y en cierto modo estamos condenados a vivir con la tensión del más allá, descubriendo la imagen original que Dios puso en cada uno de los hombres, y modificando las lógicas actitudes de bienes y servicios frente a los que vayamos descubriendo en el camino y experimentalmente como hijos de Dios.
El futuro, lleno de verdades que el Espíritu Santo nos va descubriendo condiciona los pasos de cada uno, tiene que condicionarlos. Aquí sin futuro no se puede caminar, el pararse o el amodorrarse nos desclasifica. ¿Vivimos de una ilusión? Pues sí, pero es que hay ilusiones, que se dan, porque son verdad. A veces nos llaman "ilusos", yo ya los he oído. La ilusión aquí es poder ir cada vez más allá, despojándose de todo aquello que pesa y entorpece el caminar, de todo aquello que ata y no deja moverse, de todo aquello que atontona y no deja ver. Y se puede ver hasta en la oscuridad, porque vivir en fe es esperar conseguir lo que no se ve: bueno, siempre se barrunta algo, aún en las llamadas noches obscuras, la noche de por sí, ya es bastante obscura. Hay siempre un reflejo de la Resurrección de Jesús que tira pantallas y tapias.
. Si te quieres comprometer…
Hace un tiempo tuve la oportunidad de dialogar con una persona muy comprometida con un cambio social y político. Es increíble, pero es verdad, el motivo de todo ese compromiso era recuperar la estima de la madre, que de niña no había tenido.
Y es que en esto de los compromisos tenemos que tener en cuenta un dicho de un filósofo de hace dos mil años: "agere sequitur esse" el hacer sigue al ser. Si yo llego a experimentar que soy un puro don de Dios, que todo lo que tengo es un don de Dios, que soy hijo de Dios, que la fraternidad humana está enraizada en la presencia de la imagen y semejanza de Dios en cada uno de los hombres, no puedo quedarme indiferente ante la injusticia o el sufrimiento de los demás, tiene que surgir fluidamente, el intentar reparar, en la medida de mis posibilidades -que suelen ser más de las que queremos que sean- la injusticia o el sufrimiento. Tengo que ser capaz de amar al que sufre, al que se encuentra marginado, acortando algo la marginación y denunciar claramente al que comete la injusticia. La conciencia de la imagen de Dios en el hombre y la fraternidad radical y original de todos los hombres, no me permiten odiar a nadie. Sólo podré denunciar clara y públicamente la injusticia si soy capaz de amar de veras, y demostrar que los amo, a los que denuncio. Si no es así mi denuncia se puede convertir en una nueva injusticia. Jesús que denunció sin miedo a muchos, murió por amor de aquellos a los que denunciaba.
El compromiso del carismático es ineludible, pero tiene su estilo y su talante, que no puedo conscientemente ser instrumento de salvación para un miembro del cuerpo místico y de condenación para otro.
Dr. EUSEBIO MARTINEZ (Del grupo "Rosa de Sarón" de Madrid)
EVANGELIZANDO ENTRE JÓVENES
Por Alejandro Balbás Sinobas
Sobre los jóvenes se ha hablado y escrito mucho. Yo mismo hace años me inclinaba con gusto hacia todo lo que fuera este tema. Recuerdo los pensamientos, variedad y posibilidades, por ejemplo, de "LOS JOVENES, NUESTRO FRENTE DE EVANGELIZACION" en Misión Abierta. Y otros más. Hoy me encuentro ya en un campo muy concreto, el de la Renovación Carismática, y pudieran ser buenas estas aportaciones.
Cuando se pregunta y se comenta sobre la situación de nuestros grupos, aflora casi siempre la cuestión de los jóvenes. ¿Hay jóvenes? ¿Son muchos los jóvenes? Si la respuesta no es un "no" rotundo con una pizca o mucho de pena, surge animada conversación entre ansiedad y satisfacción, entre preguntas y respuestas y no faltando, a pesar de todo, sus correspondientes interrogantes.
Por que los jóvenes
El abordar directamente este tema no responde a una medio psicosis que pudiera tenerse sobre su necesidad, ni mucho menos a una mentalidad hecha de criterios humanos con cuyo cumplimiento se reviste y adorna, e incluso anima, cualquier reunión o cualquier grupo. No. En la Iglesia tienen cabida todos. Todos somos Iglesia. Se trata de una renovación de la Iglesia. Y la Iglesia ha de expresarse en toda su dimensión humana de los hombres, sin exclusivismos, sin acepción de clases ni de personas. En este sentido los jóvenes han de ser expresión y signo, entre otros, de la vida eclesial. Espero llegue a tratarse también el tema de los niños.
Papel de los adultos.
Por otra parte, ¿no necesitan los jóvenes de los adultos? Qué bueno y qué sorprendente el oír a jóvenes, por ejemplo: "Nosotros queremos también saber de los mayores y convivir con ellos, porque así aprendemos". O el caso del joven entonces que hoy se arrepiente de aquella su pretendida independencia en base de que "el joven es joven".
Efectivamente, todas las personas que forman el grupo-comunidad, y ésta como tal, han de estar abiertas siempre y a cualquiera, en este caso, a los jóvenes. De una manera especial, mientras no se produzca la integración efectiva, habrán de crearles un ambiente de acogida constante, de calor aleccionador y de testimonio edificante. Habrán, igualmente, de prestarles toda la atención y facilidad en orden al conocimiento del Señor, ordenación de su vida y ejercicio del poder del Señor, siempre que sea necesario y un buen discernimiento lo aconseje.
Los adultos, para los jóvenes, han de ser caminos de vida abiertos, ofreciéndoles permanentemente ilusiones y esperanzas, así como respuestas claras y reales a sus vidas, inmaduras aún, a sus vidas en desarrollo e incluso, pueden ser a vidas prematuramente rotas.
Naturalmente que allí, en los adultos, ha de vivirse ya una vida en el Espíritu clara y fecunda, capaz de traslucir la presencia del Señor con todo su poder y capaz, así mismo, de absorber y transformar cuanto el joven sea y lleve consigo. Se ha de llegar así a una unidad, bien que variada y multicolor. El testimonio eclesial, en medio y con la complejidad de personas, ha de ser claro y manifiesto. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo que nos haga a todos un solo rebaño, una sola Iglesia.
Ante una situación.
El mundo de los jóvenes de un tiempo a esta parte ha entrado en una nueva experiencia respecto de la religión. Se observa una desafección religiosa, que no la podemos enmarcar ingenuamente en el simple y lógico proceso evolutivo de la persona. Pasó aquella edad de crisis y nos encontramos con el problema agudo y muy extendido.
Ese problema se traduce realmente en un indiferentismo religioso por el que la religión queda reducida a lo superfluo, a lo que ni sirve ni, por tanto, importa.
Y es por eso mismo, por lo que a veces se expresan en una animosidad contra las instituciones religiosas, que a uno le hace exclamar: ¿por qué?
La ignorancia religiosa es tremenda. Hay un vacío y un no saber que deshumanizan al hombre, al joven, de tal manera que para él lo religioso constituye otro mundo, que podría fácilmente dejar de existir y no pasar nada. ¿Dónde ha quedado la formación religiosa? ¿Cómo ha sido y cómo se ha impartido? ¿Dónde están los frutos? Realmente es preocupante, lo suficiente como para no dejarlo pasar por alto.
Y ¿qué decir del quietismo religioso? ¿Esa religión que deja "tranquilos" a tanta gente o esa gente que se queda "tranquila" con una religión superficial, que no compromete a nadie ni a nada? ¿Qué decir de la situación o caso de los que ya "cumplen"?
Existe mucha masa. Hay jóvenes, entre abúlicos y alienados, viviendo de prestado, de una forma totalmente impersonal, dejándose llevar y arrastrar con perspectivas nada claras y sí muchos riesgos impensable. El mundo del pecado existe. Y con nombrarlo basta para nuestro caso.
Digo todo esto, esta situación, en apuntes sin más enredos y explicaciones porque hemos de arrancar de la realidad, y estos derroteros existen y están extendidos de tal modo que no pocos jóvenes pueden discurrir por ellos.
Pistas para una iniciación pastoral
Y sin embargo, son necesarios los jóvenes. Quisiera ofrecer algunas aportaciones sacadas de la misma experiencia, que pudieran servir de posibles pistas en orden a una acción pastoral juvenil.
Lo primero que uno piensa es cómo conectar con los jóvenes, cómo llegar a un encuentro, al menos inicial. Varios factores y elementos pueden influir.
Nos lo cuentan Roberto, Cristina y Javi:
"Nos hizo tomar contacto con la Renovación Carismática motivos como: el que conocíamos a personas que conocían la Renovación Carismática y nos invitaron. También porque quisimos enterarnos de qué era la R.C. o al menos de qué es lo que hacían las personas que iban allí, a las que nasotras conocíamos. Después tuvimos el primer contacto de diferentes formas: un contacto en la Asamblea Nacional; a través de una fiesta de cumpleaños: a través de una Eucaristía. A partir de esto nos incorporamos al grupo de jóvenes unos antes y otros un poco después".
Otros jóvenes hablan en concreto de las personas que intervinieron para el conocimiento o primer contacto. Fueron hermanos (as), amigos (as), y no falta quien acudió por invitación de su propia madre.
Expresando el relato de una amiga hoy en el grupo, dicen:
"Ella quería divertirse. La invitaron a una fiesta de Navidad, (un encuentro de jóvenes). No sabía de qué iba la cosa. La gente le pareció maja y decidió meterse".
Hemos de resaltar dos cosas en este comienzo. Primeramente la acción sencilla de invitar de unas personas, adultas o no, para ofrecer a otras la oportunidad de participar de algo que ellas estaban viviendo, de algo tal vez extraño, tal vez nuevo. Las personas que invitan están realizando un compromiso de evangelización de tú a tú. Es el Señor que envía operarios. Es el Reino que se extiende. En segundo lugar, es la fuerza de convocatoria que encierra en sí un acto comunitario. Son celebraciones del paso del Señor, del amor de los hermanos por el Señor, de la presencia del Señor en la Eucaristía y manifestada en sus amigos, de cualquier fiesta en nombre del Señor, del poder del Señor. Todos estos acontecimientos, o tiempos fuertes, en realidad constituyen un auténtico pregón, al cual responden en expresión de interés, a veces de curiosidad interesada y siempre la gracia del Señor que llama y llama.
Mas ese pregón ha de convertirse en un verdadero "pregón kerigmático". Quizás comenzó a serlo ya. Por eso es necesario más explicitación del mismo, más claridad en la llamada y más sinceridad en la respuesta. Hacía yo esta pregunta al grupo de jóvenes ya en marcha por los caminos de la R.C.: ¿"Qué motivación última impulsó tu decisión de continuar o integrarte en el grupo "? El grupo de Begoña, Lourdes, Roberto, José A. e Isaac responde:
"Mi motivo fue el seguir conociendo a Jesús a través de ese grupo que me lo había descubierto por primera vez. El nuevo sentido que dio a mi vida y a las relaciones con los demás hizo que quisiera vivir de ese modo diferente en unión con los demás hermanos que compartían ese mismo Jesús. Mi motivo fue que en el grupo encontré a Jesús, sencillo, humilde, sin todo el ornamento del que me le habían rodeado y por el que había perdido el significado para mí. Aquí encontré la Verdad.
Mi decisión última de integrarme en el grupo que no fue mía, sino de EL. Una vez que había comenzado a conocerle y a amarle, no podía cerrarme a su Amor. No podía olvidar que EL me estaba esperando. El grupo fue el que me mostró a este Jesús-Amor del que ya no puedo separarme. En el grupo es donde estoy aprendiendo a plasmar el amor de Jesús en los demás hermanos. Bueno, pues lo que me impulsó a seguir viniendo, aunque a veces haya faltado, fue después de la acampada de este año, que he visto que Jesús me ayuda y me guía".
Nos damos cuenta cómo es Jesús el que se hace presente, el que se hace cercano, hablando, llamando, Jesús es la motivación última y principal. Y fuera de Jesús o al margen de Jesús no se puede caminar, ni comenzar bien. Jesús ha de ser el que se convierta en la auténtica llamada eficaz. No quita el manifestarse Jesús en los hermanos del grupo, para que la motivación sea la misma. Por ejemplo, el grupo de Goyi, Begoña, Mª Ángeles y José Luís contesta a la misma pregunta:
"Nos gustó la forma de cómo se vivía la religión católica, ya que ésta era muy distinta a la que habíamos vivido anteriormente. Frente al mundo exterior viven en unión con los hermanos. Por ejemplo, todos participan de las alegrías y penas de los demás. El Jesús que conocimos aquí no era un Jesús de ocasiones, sino que era toda la vida y le daba sentido. La gente con cariño a todo el que va. Buscábamos, un grupo y vimos que éste era lo que buscábamos, porque habíamos estado en otros, pero no nos llenaban".
Más, mirada esta iniciación o este anuncio kerigmático desde una posición personal, el grupo de Javi, Cristina y Roberto contesta:
"Al haber estado buscando durante cierto tiempo el motivo de mi vida y no encontrarlo, me di cuenta de que en la R.C. había algo especial, algo distinto a todo lo demás. Ese algo era Jesús, que podía ser la razón de una vida bastante completa y por eso me integré en el grupo.
El hecho de haber asistido con otros jóvenes a una acampada durante una semana, me impulsó a pensar en algo que me hacía ser diferente, en algo, o mejor, en Alguien que era capaz de transformar mi modo de ser, mi timidez ante los demás, mi irresponsabilidad, etc. Empecé a buscar ese Alguien y me di cuenta de que estaba a mi lado, pero no le conocía. Me di cuenta de que era Jesús, pero que no sabía mucho de El, sólo lo que me habían contado y decidí conocerle y entablar una relación más profunda con EL.
Me impulsó a seguir el ambiente que había y el intentar averiguar el por qué de ese ambiente y de esa alegría que no era frecuente encontrar".
Es cierto, la fe no es algo que la sola persona o se inventa o se crea. La fe surge de un pregón o anuncio, que puede revestir diversas formas, o que se traduce en una comunicación y muy bueno también en un testimonio personal o comunitario. Y Dios tiene mil formas, por supuesto. Estamos constatando una experiencia.
Perseverancia y mantenimiento de la vida comenzada.
Si para todos constituye problema el perseverar o no, mantenerse en el seguimiento de Jesús más o menos, para los jóvenes mucho más. El joven está sujeto de ordinario a altibajos en su conducta. Las crisis y sus estados de ánimo lo zarandean, intentan apartarlo, ponerle el hoyo del hundimiento a sus pies, amén de otras tentaciones y obstáculos. He aquí algunas respuestas que contestan a este planteamiento:
"Mi vida ha ido cambiando desde que conozco a Cristo. Ha cambiado día a día en la relación con el grupo y fuera del grupo. Ha cambiado mi forma de pensar y toda la escala de valores. Te sientes protegida por una serie de hermanos en los que me puedo apoyar porque sé que me los ha dado Jesús, que es en quien verdaderamente me apoyo. Incluso cuando me siento apartar de Jesús, son los hermanos los que me ayudan a volver a El. Ahora me doy más cuenta de que quien verdaderamente sostiene mi vida es Jesús, porque cuando me siento alejar de El, todo se viene abajo.
También he descubierto que a Jesús lo necesito no solo en los malos momentos, sino siempre, porque es el único que puede hacer que tu vida valga algo. Estar con Jesús no es estar "atado" a Jesús, es ser libre y encontrar la libertad con Jesús. Jesús no te hace esclavo, te hace libre.
Me siento incorporado a un grupo de hermanos y, por tanto, esto me hace ser más responsable y consecuente con este grupo y con Jesús en el que todos vamos caminando día a día en una renovación personal y comunitaria .
También mi vida está sostenida por una gran esperanza en Jesús. Desearía todavía una relación más completa entre todos los hermanos y que Cristo fuera todavía más el Señor de mi vida". (Javi, Cristina, Alberto).
Es Jesús el que continúa sosteniendo su vida. Naturalmente que ahora mucho más en profundidad y mucho más conscientes. Su vida ha de ser cristocéntrica, llegando a constituir Jesús su gran ideal. Es de notar el cómo se dan cuenta de la posible separación, del riesgo del abandono, que a su vez puede ser un estímulo constante. Igualmente se busca el apoyo en los demás. El individualismo y la soledad les hunden.
Y en la misma línea se expresan el grupo de Begoña, etc.:
"Mi vida la sostiene Jesús. Es quien la da sentido en la necesidad, en la alegría, en la angustia, en cada momento de mi vida: El está presente, El lo vive conmigo. Mi desarrollo debería ser el que Jesús vaya marcando en el grupo. El va haciéndome más persona, más cristiana verdadera. Este es un caminar lento, porque EL sabe mis limitaciones y me va exigiendo según la medida de mis posibilidades. Desearía que en mi andadura en el grupo me fuera abriendo cada vez más al amor que Jesús me pide tenga a los hermanos.
Mi vida la sostiene Jesús. El es quien me guía por el camino que ha elegido para mí. Dentro del grupo El me ayuda a seguir sus pasos con ayuda de los hermanos y quisiera que El me guiase siempre”.
En cambio hay una orientación distinta en la respuesta del grupo de Goyi, ete. A la pregunta, que era: "qué sostiene tu vida y cómo se desarrolla en el grupo". Se explaya más en los resultados prácticos de tener a Jesús como centro de su vida y que pudiera constituir como el programa de su vida en crecimiento: contestan escuetamente:
- "Fe mayor.
- Mayor relación con las tres personas de la Santísima Trinidad.
- Tenemos a Jesús como un amigo que está siempre a nuestro lado.
- Al tener a Jesús como amigo, tenemos mayor confianza y nos dirigimos más a EL con la oración. Para acercarnos más a Jesús acudimos a los sacramentos.
- Utilizamos la Biblia, porque en ella está la Palabra de Dios y la vemos más clara.
- En las canciones de la R.C. nos fijamos más en el contenido que en la música.
- Jesús nos ayuda en todos los acontecimientos de nuestra vida:
. estudios
. y relaciones con nuestros amigos
y familia.
- Muchas más alegrías, porque vemos las cosas de otro modo.
- Mayor comunicación dentro de nuestras ideas, problemas con los demás hermanos del grupo.
- Más compañerismo con los demás"
Su vida va discurriendo así por cauces realistas, se va traduciendo en algo muy concreto y su propia religión, su cristianismo, va personalizándose y el joven se va haciendo y madurando.
Naturalmente que todo esto ha de ser un proceso que necesita mucha atención y orientación. En la práctica ha de convertirse en un auténtico catecumenado, donde haya una enseñanza que vaya vertebrando sus ideas e iluminando su vida; una vivencia y celebración de su propia fe individual y de grupo: un cambio en su vida y comportamiento, signo de que son portadores de algo trascendental, de un mensaje que es factible y a la vez atractivo.
Su vida va siendo una respuesta personal en línea de fe, de seguir a Jesús, de dejarse guiar por el Espíritu Santo. Es momento, así mismo, de sentirse muy unidos entre sí y al mismo tiempo considerarse Iglesia y en activo, no solo de mente. Igualmente la Virgen María ha de ir ocupando su puesto en la propia vida del joven, conforme a los planes de Dios y por tanto de su propia necesidad. Ha de ser su Madre que le lleve de la mano, que interceda por él, que le de ejemplo de vida.
Otros tiempos y momentos.
Una atención especial ha de dirigirse también a algo de lo que el joven, sobre todo el más joven, el adolescente, necesita en su propio desarrollo integral. Me refiero a saber emplear tiempos libres o dedicar un tiempo especial a ciertas actividades o al esparcimiento
Podrían, por consiguiente, entusiasmarse por ciertas actividades o trabajos manuales. No sería suplantar ninguna labor institucional, pero sí ir más allá, educando, por ejemplo el tiempo de ocio, fomentar la creatividad, crear formas nuevas de expresión religiosa bien en objetos, escenificaciones personales, música, etc. etc. Estamos en unos tiempos de comunicación, de expresión y de anunciar de mil formas y maneras nuestras vivencias.
Igualmente, la alegría y la necesidad de convivir deben llevar a los responsables a proporcionarles tiempos hábiles para ello: convivencias, marchas, fiestas de santos, cantos, etc.
Todo ello podría convertirse también en lugar y cita para otros jóvenes. Oportunidad de compañerismo, de apertura, de anuncio, de descubrimiento de otra vida. Los que, tal vez, pasaron por esta experiencia, la pueden ofrecer generosamente y con toda satisfacción y alegría.
Posible sin desearlo.
No se nos ha de ocultar el temor de algunos abandonos. Es que...? Sí, nunca hay una confirmación definitiva en un proceso un tanto contingente y en una edad tan voluble. La respuesta personal ha de ser una disposición, y a veces tensión, constante. Exige lucha y esfuerzo ante un mundo por otra parte asfixiante y tentador.
Se imponen manos alzadas al Señor en una oración permanente por unos y otros, por jóvenes y adultos. Se impone saber prevenir o curar, saber acoger y perdonar, saber advertir y corregir. Por la inestabilidad natural conviene no abandonar a los abandonados ni alejarse de los alejados. Ah, y buena tarea de compañerismo y de evangelización entre los mismos jóvenes.
Hacia una nueva experiencia cristiana
Toda esta vida tan aleccionadora y prometedora naturalmente que ha de realizarse en una experiencia personal. Por ella han de hacer pasar cuanto ven, oyen y hacen. Es necesario que el amor de Dios y su poder se hagan experiencia, vivan y se sientan los jóvenes, en verdad, amados, perdonados, alegrados, enriquecidos, transformados. Que algo haya pasado en sus vidas. Que puedan pasar, para ello, de lo que pudieran ser simples emociones a verdaderas vivencias y éstas, compartidas. Pasar de una pasividad cansina a una vida cristiana en acción, a un protagonismo (no peyorativa) eficiente, a una personalización de la fe responsable y comprometida. Vivan los compromisos de tal manera que se vea que su vida se traduce en eficacia o que da frutos. Esto es algo que, al mismo joven le hace vivir más y mejor. Sepan, igualmente, llevar amor, alegría, fe en Jesús, de tal manera, que a su alrededor y en sus ambientes haya fraternidad, comunión, compartir. Y todo ello porque el Señor actúa con su Espíritu y ellos se sienten útiles para su obra.
Hay oportunidad para que celebren su propia fe. Cómo hay que cuidar la celebración de los sacramentos. Cómo hay que contar con la fuerza de la Palabra de Dios y del Espíritu. Y en ese contacto y celebración y con esa luz es donde se ha de encontrar a sí mismo, donde hará fiesta de su propia vida renovada, reconfortada, animada, respondida generosamente por el poder del Señor.
Cuando el empeño de un sacrificio se impone y cuando la fuerza de un Cristo crucificado entran en su vida, podemos decir adelante y cantar victoria en nombre del Señor. Se necesita madurez fraguada en el sacrificio y en el vencimiento de obstáculos.
Y un joven así, que se va entendiendo, que va penetrando en la vida, en la amistad de Jesús, ora, orará, encontrará gusto en orar. Entenderá lo que es hablar con Dios, salir fortalecido de haber estado con Dios. Sí, que Dios escucha a los humildes y de sincero corazón.
Es mucho y campo abierto el de los jóvenes. El Señor ante todo. A nosotros nos toca plantar, regar. La obra es del Señor y por eso me lleva a creer en los cambios de vida. He aquí algunos en expresión de los mismos jóvenes:
"Me doy más cuenta de lo que hago y de mis relaciones con los demás e intento mejorarlas lo más posible y tengo una mayor fortaleza para afrontar las cosas. Mi timidez se va superando. Miro la vida a través de otro prisma distinto. No es que sea mejor o peor que antes, pero intento renovarme".
"Mi intento de conocer más a Jesús se ve traducido en un conocerle más a través de la oración tanto personal como comunitaria. También en un mayor intento de transformarme en el mundo en que vivo. Sin querer aspirar a hacer grandes y fenomenales cosas, sino cambiar dentro de mi pequeño mundo.
Vemos la Misa de otra manera. No nos fijamos tanto en lo superficial, sino que intentamos profundizar más y ver a Jesús realmente en la Eucaristía y no solo al sacerdote.
También podemos dar testimonio de Jesús en los estudios, no quizás como quisiéramos, pero algo sí".
"Jesús ha cambiado mi forma de ver a los demás. Cuando trato a las personas, las busco a ellas en sus problemas, en sus preocupaciones y alegrías. He dejado de buscarme a mi misma y mi satisfacción personal. Cuando sabes que esa persona que tienes a tu lado, es tu hermano y en él está Jesús, todo cambia: sus fallos, sus manías, sus virtudes adquieren una dimensión distinta. Deja de importar el tiempo cuando en un hermano ves a Jesús, ya no se pierde, no se desperdicia nada, todo es útil y es válido. He aprendido a hacer las cosas con alegría, con un desprendimiento que es fruto de vivir con Jesús".
"Tengo un punto de vista del mundo, distinto del que el mundo nos quiere hacer ver. El hecho de ver a las personas su punto positivo y valorar con los ojos del amor que Jesús pone en mí. He cambiado a nivel personal, me he liberado de varios complejos, ha nacido en mí una esperanza y una dedicación a las personas que me rodean, a llevar esa esperanza a los demás y hacerles partícipes de mi alegría en el Señor".
"El cambio de mi vida ha sido muy grande, pues EL me ha ayudado a seguir por un camino del que me había desviado antes, había perdido lo importante que tiene la vida y con EL lo he vuelto a encontrar. Ahora lo siento dentro de mí. Aunque como cualquier persona tengo mis altibajos, en él vuelvo a encontrar lo que había perdido y lo que es importante para estar contenta y feliz. Me ayudo a comprender y ayudar a las personas que me necesitan y procuro ayudarlas”.
De esta manera también los jóvenes podrían pasar por la experiencia de convertirse en profetas ante su mismo mundo. A este respecto, sobre qué haría o diría un joven, uno contesta:
"Intentaría preguntarle (a otro joven): ¿Qué es para él Jesús? Y después le daría más o menos mi testimonio de lo que significa para mí el conocer a Jesús, al menos en la forma que lo conozco. Le contaría cómo era antes y cómo soy ahora, lo que ha cambiado mi vida, cómo Jesús puede llenar la vida de una persona, sin necesitar cosas que te solucionan algo en un momento, como la droga, el alcohol o en definitiva sin necesitar algo material, algo del mundo que al final no sirve para nada.
También le diría que Jesús no es un Jesús lejano, sino un Jesús cercano a nosotros y que Jesús está en todas las cosas que palpamos y que vivimos. Le contaría cosas concretas que El ha hecho en mi vida más que muchas teorías y que viese que Jesús ha influido en mi vida.
Sobre todo trataríamos de conocer a Jesús y no tanto de dar a conocer a la Renovación ya que lo importante verdaderamente es Jesús. Sobre todo no trataríamos de convencerle, sino de presentarle a algo o Alguien que le pueda y que de hecho nos ha ayudado a nosotros, como es JESUS”.
JÓVENES: ¿QUÉ NOS PIDEN? ¿QUÉ LES OFRECEMOS?
Por Pedro José Cabrera
"Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la Verdad y la verdad os hará libres" (Jn 8, 31-32)
Ríos de tinta han corrido, y seguirán corriendo, en torno a la situación actual de la juventud en nuestras sociedades industriales avanzadas. Desde todas las instancias (políticas, comerciales, eclesiásticas, etc.) se han vertido sobre los jóvenes multitud de proclamas, bandos y promesas más o menos alentadoras: el colectivo juvenil ha sido y es, objeto de la atención más desmesurada por parte de todos los que desde una posición u otra se han considerado parte interesada en el asunto.
En todos los casos, ha existido, por lo general, un mismo denominador común, se ha hecho a los jóvenes objeto de interés (cuando no baluarte a conquistar) y muy pocas veces se les ha considerado como sujeto con intereses propios.
Como podríamos prever el resultado lógico ha sido que hemos llegado a un momento en el que no son ya palabras lo que los jóvenes están dispuestos a escuchar. Hoy por hoy, se "pasa" de cualquier rollo; a los jóvenes de hoy se les han contado todos los cuentos,... y ya saben todos los cuentos.
1.- El Anuncio
Sin embargo, frente a todas las palabras, frente a todos los discursos y teorías, nosotros sabemos que hay una palabra, la Palabra, de la cual una vez oída, es imposible pasar, porque lo cambia todo, lo remueve todo, lo trastoca y lo transfigura todo. Es la Palabra que, sabiéndolo o no, ansiándola o no, esperan escuchar hoy los jóvenes, lo mismo o más que los mayores. La Palabra es: Jesucristo. No hay otra.
2.- Autenticidad
Creo honradamente, que las personas jóvenes esperan encontrarse con alguien que pronuncie con claridad y sin miedo esta palabra: Jesucristo. Lo que sucede es que ésta es una palabra que no puede ser escuchada por los jóvenes de nuestro mundo, a los que se les ha forzado a vivir en el escepticismo a fuerza de decepciones, esta Palabra ha de ser pronunciada desde el corazón, y poniendo la vida entera como garantía de que es cierto lo que se dice.
El primer paso por tanto es la Autenticidad, que ha de acompañar al anuncio dándole fuerza y credibilidad.
3.- Libertad
En la Renovación Carismática, hemos sentido todos, el gozo inmenso que supone poder expresar colectivamente con libertad nuestra fe, con "salmos, himnos y cánticos inspirados" (Ef 5. 19), con nuestros brazos y nuestro cuerpo entero. Pero quizás por eso mismo estamos especialmente llamados por el Señor a vivir con libertad nuestra fe, dándole a ésta un contenido cada vez mayor, acompañando con gestos concretos, vitales, aquellos otros más externos que de no ser así se convertirán en pura palabrería vana.
Los jóvenes nos piden (pedimos) a la R. C., como a la Iglesia entera, que se esfuerce en el intento de construir espacios en los cuales sea posible poder vivir y expresar con libertad la relación que nos une a nuestro Padre Dios. Espacios desde los que poder proclamar con libertad que Jesús es el Señor, que Cristo ha resucitado en medio de nosotros.
Estos espacios de libertad, no son otra cosa que comunidades, los jóvenes necesitan encontrar comunidades donde se viva, la libertad que da el Espíritu, aquella que nace de la verdad acompañada del amor, la libertad de los hijos de Dios. Comunidades donde "ofrezcamos nuestra vida entera como un culto en el Espíritu, como un sacrificio de alabanza de la gloria del Padre".
Comunidades con capacidad de acogida; donde se practique la escucha, y en donde, llegado e] momento, se pueda escuchar la única palabra que verdaderamente importa: la Palabra que nos hace libres.
Comunidades fieles, donde se viva el compromiso con Dios y con los hermanos: aprovechando y enriqueciéndose de los tesoros existentes en la Iglesia, en su tradición y en su realidad presente.
Comunidades comprometidas y estables. Se dice de los jóvenes que son inconstantes, pero esto quizás sea porque les gusta buscar detenidamente; una vez que encuentran la perla preciosa, el tesoro escondido en el campo, sienten tanto como cualquier hombre la llamada a comprar ese campo y establecerse en él.
Comunidades católicas, es decir universales. Y esto es siempre obra de Dios, los hombres tendemos siempre a poner límites, a formar partido, a hacer "rancho aparte" con aquellos que nos agradan, olvidando e incluso odiando, a los que nos parecen "de fuera", de otro grupo, otra iglesia, otra comunidad. La universalidad nos hace semejantes a Dios, que "hace salir el sol sobre justos y pecadores”.
Comunidades luminosas que reflejen la Luz, que es Cristo. No es nuestra la luz pero nos ha sido concedido poder reflejarla. No son nuestros los dones y carismas, pero nos han sido concedidos para crecimiento de la comunidad.
Comunidades sencillas y pobres. Con la sencillez de Jesús, amigo de los pequeños, obediente y sumiso al Padre, con la pobreza de los que lo han dado todo (de verdad, sin metáforas) por seguirlo, confiados en su promesa: “Yo os aseguro que nadie que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos por el Reino de Dios, quedará sin recibir mucho más al presente y, en el mundo venidero, vida eterna" (Lc 18,29-30).
Y sin embargo, si las dos notas que marcan más positivamente a la juventud actual son el deseo de autenticidad y de libertad, valores éstos de por sí tremedamente positivos, también es cierto que en su intento de conseguirlos corren el riesgo, de moverse en la más infeliz de las contradicciones, adoptando comportamientos que en lugar de acercarlos a la meta que pretenden les alejan de ella, o los encierran en laberintos de los que luego es muy difícil salir.
Pero al fin y al cabo nadie nace sabiendo. Lo terrible del caso presente, es que a los jóvenes de hoy todo nos invita a soltar amarras desligándonos totalmente, a cortar las cadenas (y junto a ellas los vínculos) que nos atan al pasado, un pasado que se ha mostrado incapaz de resolver los grandes problemas del hombre (la guerra, el hambre). Se nos obliga casi a vivir sin raíces, despojados de todo, como cometas arrancadas por el viento. El joven se encuentra frente a un mundo que él no ha construido, no se puede esperar que sin resistencias, lo acepte todo, tal y como se le presenta. ¿Por qué comprometerme con una sociedad injusta y que pretende "devorarme"?
Surge entonces el problema ¿cómo encontrar razones para explicar a los jóvenes los errores ajenos? Probablemente sólo las propias equivocaciones sean un remedio eficaz. Llegado a este punto, la visión de la propia limitación, de la propia pobreza, es lo que hace volver los pasos hacia la casa del Padre. En ese momento es preciso que los hijos que ya nos encontramos conviviendo en la casa con el Padre, nos mostremos dispuestos a celebrar la fiesta por el que regresa.
4.- Compromiso
Una vez aquí, ha de haber posibilidad de insertarse efectivamente en la Iglesia (en la R.C.), para ello se necesitan vías concretas, progresivas, adaptadas a la situación de cada uno, por medio de las cuales se pueda nacer y, una vez nacidos, crecer en la Vida en el Espíritu. ¿De qué serviría un momento de gracia abundantísima, durante un seminario de las siete semanas, si esto no se puede prolongar en una vida entera conformada y acorde con esta experiencia cumbre?
Es necesario ofrecer a los jóvenes vías de compromiso, gradual, creciente, por medio de las cuales llegar a ser un día hombres plenamente consagrados al Señor.
El compromiso es necesario porque introduce en la fidelidad de Dios. El compromiso es posible no porque nosotros seamos fieles (que no lo somos, aunque lo intentamos) sino porque "fiel es quien nos llama y es El quien lo hará" (1 Ts S, 24). El compromiso, la alianza, nos hace permanecer en Dios, en la Vida Nueva, y sólo si "permanecemos en su palabra, seremos verdaderamente sus discípulos, los que dejándolo todo le seguían día a día en su peregrinar.
Durante un tiempo quizás largo, y sin duda doloroso, los jóvenes han dejado y dejarán aún muchos la casa del Padre, la Iglesia, mientras esto dure a nosotros se nos pedirá que participemos entretanto de la paciencia de Dios, de la misericordia y la ternura entrañable de Dios, de la caridad y el amor de Dios que "todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta" ( 1 Co 13, 1), de manera que el participar día a día del amor de Dios, vaya configurando en nosotros al mismo Cristo, y sea El quien convoque, y llame, y se de a conocer a los jóvenes, y a todos los hombres.
PEDRO JOSE CABRERA Comunidad Magnificat. Madrid.
LA CURACIÓN DE LOS JÓVENES
Por Antonio Viguri, O. C. D
Jesús vive. Sigue curando. Y los jóvenes sienten esa presencia viva del Señor. En Lc 7.11-17 nos encontramos con el joven de Naín. En Lc 8.49-56 con la Hija de Jairo. Nos encontramos hoy con muchos jóvenes naturales de Naín y con muchos jóvenes hijas de Jairo, que van por la vida encerradas en sus féretros o adormecidos en su sueño de muerte.
Y Jesús sigue "tocando" los féretros y "levantando" de la cama. El Señor es la alegría de la juventud.
El Señor los hace libres. El Señor les cambia el corazón. Les da un corazón nuevo.
En mi experiencia con jóvenes he palpado esa presencia del Señor. Sobre todo y de una manera más ágil, más patente, más bonita en estos últimos tres años; desde que el Señor me fue llevando por donde ÉI quiso.
Voy a contaros un poco esa experiencia.
Necesidad de curación
Es muy frecuente encontrarte con jóvenes aparentemente alegres. Acampadas, grupos, convivencias. Chicas con cara de felicidad, derrochando sonrisas, cantando, levantando los brazos. Todo muy bonito, pero quizá detrás de todo eso hay un corazón enfermo. Necesita ser curado. O ese chico, derroche de simpatía, abierto y detrás de esa falsa seguridad hay un corazón triste y vacío. Jóvenes que han recibido la efusión del Espíritu. Y no están curados.
Mientras los jóvenes y lo mismo los adultos no se sientan totalmente curados es muy difícil que los grupos marchen con fuerza en el Señor.
Todos sabemos las heridas de los jóvenes.
No se han sentido arropados en su infancia. Otros pensaban que sus hermanos eran más queridos por sus padres que ellos. Vivieron una infancia solos. Nunca se han sentido con amigos. No han experimentado el cariño. Han tenido envidias. Les han comparado con sus hermanos y primos ó tal vez con sus vecinos o compañeros de clase.
Y ya problemas más serios para ellos como han podido ser experiencias de tipo sexual sin importancia, pero que para ellos fue causa de un trauma. Familias rotas. Padres que riñen y el hogar es un pequeño infierno. Droga. Alcohol.
Y otras muchas heridas que han marcado al joven desde que era muy niño.
Por el Sacramento de la Penitencia
Pero los jóvenes se curan. ¿Cómo? Al encontrarse con el Señor en el Sacramento de la Liberación. En la Confesión. Sacramento de Sanación.
La Oración de Sanación sobre los jóvenes a nivel de grupo es fabulosa. Hace tres semanas viví una experiencia muy fuerte. Eran 34 chicas. Una noche oramos por algunas. Una llevaba tres años en grupos de oración. Pero tenía una herida desde pequeñita. Oramos por ella. Y antes de un minuto el Señor se manifestó. Y quedó curada. Después se confesó y su corazón era "otro".
Hay quienes se preguntan qué es lo primero, la oración de sanación y a continuación la confesión o primero la confesión y después la sanación. Depende. Si el joven es creyente quizá las dos cosas pueden ir juntas. Si el joven no tiene experiencia de Dios pero busca algo es mejor orar por él, pues esa oración prepara y abre puertas al sacramento.
Pero más bien me voy a fijar en esa sanación dentro del Sacramento.
Desde que sigo este camino el Señor está haciendo maravillas.
Hay que comenzar por decir que el corazón de un joven es apasionante.
Es alguien muy querido por Jesús y que debe ser mi amigo.
El joven se acerca al sacerdote con miedo, nervioso, con cierta desconfianza. Pero con la esperanza. Y le molesta que tengamos prisa. A veces en las grandes aglomeraciones defraudamos a los jóvenes.
Hay que abrirle al Señor. Charlar de todo un poco. No limitarnos a una estadística de pecados. Que nos cuente su vida.
Y dialogar con él. Preguntarle. Meternos en su vida. Así como suena. Pero dando tiempo al tiempo y sin brusquedades. Son muy pocos los jóvenes que se molestan cuando te metes en su vida. Están deseando.
Los jóvenes me han enseñado a no tener miedo a preguntar ayudarles a meterse en esas zonas que les duelen, pero que no saben como llegar a ellas.
Cuando el joven está con ganas de liberarse es una pena que por miedo, por un respeto mal entendido no descubramos con él sus heridas.
Un método muy eficaz es invitarles a que escriban sus recuerdos. Desde que eran pequeñitos hasta el momento presente. Lo considero el camino más directo para la sanación. Que escriban todo lo que recuerde y que no dejen de escribir eso que para ellos piensan que son tonterías. No hay ninguna tontería subjetiva cuando nos ha venido al montón de nuestros recuerdos.
Cuando veo que el joven está dispuesto y tiene confianza le suelo preguntar: ¿Me dejas que te pregunte todo lo que me dé la gana. ¿Estás dispuesto? Si el joven aunque le cueste dice que sí. "me tiro a matar". Y le pregunto hasta la marca de la papilla que tomó de crío. Si el joven está dispuesto, no me consta que haya herido a nadie en estos dos últimos años con mis preguntas, que a veces son muy delicadas sobre todo en el terreno sexual que es donde precisamente más heridas se encuentran.
Necesidad del Sacerdote
Es una exigencia de los jóvenes. Me decía Mari Carmen Velasco, del grupo de Pamplona: "Mire el sacerdote a la persona y conózcala, vea si es sensible o dura, tímida o abierta para poder meterse en su terreno de la manera más adecuada y profundizar". "Rompa con el esquema y haga preguntas ni más ni menos que indiscretas de todo lo que sea necesario". Ella ha tenido esa bonita experiencia. "Tengo la seguridad de que Jesús está conmigo, me ayuda a ser más pobre para servir a los demás".
Su hermana Mariví apunta: "Que el sacerdote sea decidido, que no tenga miedo ni sienta reparo de confesar a un joven. Que no piense que por ser jóvenes vamos a ser todos iguales,"
Y su amiga Anabel Jaurrieta añade:
"Me ayudó mucho la confianza que me dio. Me fue sacando todo por medio de preguntas sencillas que en la vida ordinaria carecen de importancia y otras que parecían ser “indiscretas”.
Y cientos de jóvenes van encontrando esa paz en Jesús.
Cuando han terminado de exponer sus heridas, su vida, sus proyectos, cuando ya parece que no les queda nada oramos. Les impongo la mano con cariño y vamos orando al Señor. Le pedimos que vaya acariciando las heridas de aquel joven en medio de la alabanza y gracias al Señor. Es maravilloso.
Por otra parte el Señor se manifiesta claramente en los jóvenes que en ese momento se van liberando. Algunos se curan rápidamente de cosas concretas. Otros requieren más tiempo. Es obra del Señor.
Hay que animar al joven a dejarse querer por el Señor y a creer que el Señor está ahí, curándole.
Llevaría mucho espacio el llegar a casos concretos de curaciones, que han hecho que los jóvenes hayan comenzado una nueva vida, llena de gozo y esperanza a pesar de seguir con los mismos problemas o a veces mayores, pero ya no están solos nunca más. El Señor Jesús está con ellos.
Debemos orar mucho para que los sacerdotes se liberen ellos mismos del miedo. No somos nosotros los que curamos. Es el Señor Jesús quien cura. Dejemos que trabaje. Prestémosle nuestras manos vacías y nuestros labios pobres de palabras.
Los jóvenes nos esperan. Los jóvenes quieren la libertad. Y esa libertad solo la da el Señor Jesús. ¡Gloria a Tí, Señor!
P. Antonio Viguri O.C.D.
(Si algún hermano sacerdote le interesa, le puedo enviar a título privado la serie de preguntas y de posibles heridas que he encontrado en mi largo trato con jóvenes. Algunas son inverosímiles, pero a pesar de que parecen cosas absurdas e irreales a algún joven le han ocurrido. Y le herían mucho).
LA SEÑAL DE LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU
(Adaptación de un texto de Abdicho Chassaja, monje del siglo VII)
¿Cómo reconocer al Espíritu Santo que obra en nosotros, en qué se descubre su poder, cuáles son las señales que revelan su obrar en nosotros?
1. Ansia de Dios
La primera señal de que el Espíritu obra y actúa en nosotros es el ansia del amor de Dios, ardiente como un ascua, en el corazón del hombre. De ahí nace en ese corazón el apartarse del mal, el morir a sí mismo, el amor a su condición de peregrino en esta tierra, y la renuncia, que hace brotar toda virtud.
2. Humildad
La segunda señal en la que verás palpablemente que obra en ti el Espíritu que has recibido en el bautismo, es la aparición en tu interior de la verdadera humildad; esa humildad que nace del Espíritu y que lleva al hombre a considerarse como nada, a pesar de las obras y maravillas que realice en él el Espíritu Santo. Un hombre así considera a todos como más grandes y santos; para él no hay buenos y malos, justos y pecadores. De esa humildad brota espontáneamente en el corazón la paz, la sumisión y la perseverancia en las tribulaciones.
3. Misericordia
El tercer distintivo de la obra que realiza en ti el Espíritu Santo es esa misericordia que tiende a reproducir en ti la imagen de Dios, que es el rostro de Cristo. Cuando tu espíritu abraza mentalmente a todos los hombres, brotan las lágrimas y, en cierto modo, todos entran en tu corazón; tú los abrazas y los besas con un amor lleno de misericordia, y derramas mentalmente sobre todos ellos tu benevolencia. Al acordarte de ellos, tu corazón se enciende como una brasa por el fuego del Espíritu Santo que mora y obra en ti. De ahí brota en tu corazón la bondad y la amabilidad, hasta el punto de que en adelante resulta imposible que dirijas a nadie una palabra ofensiva ni te permitas pensar mal de ninguno; todo tu afán es hacer bien a todos, de pensamiento y de obra.
4. Amor
La cuarta señal en la que reconocerás que obra en ti el Espíritu Santo es el verdadero amor, que si no es verdadero aleja de tu interior la presencia de Dios. Esa es la llave espiritual que te permitirá abrir la puerta secreta del corazón en que se oculta Cristo nuestro Señor. De este modo nace la fe que nos hace contemplar lo que sólo el Espíritu conoce y que no se puede expresar con palabras. El Apóstol llama a esta fe "garantía de los bienes que esperamos" (Hb 11, 1). Los ojos de la carne no pueden percibir estas cosas, pero para los ojos del Espíritu resplandecen claras y luminosas en el fondo del corazón.
5. Discernimiento
La quinta señal característica de que obra en ti el Espíritu Santo -ese Espíritu que has recibido en el bautismo- es la mirada luminosa de tu espíritu, que brilla en tu corazón como una lente que concentra la luz recibida de la Santísima Trinidad. Esta sabiduría te lleva a elevarte hacia las cosas espirituales, cuando contemplas las cosas materiales, y así entrar en la contemplación de Dios. De esta contemplación nace luego en ti ese lenguaje espiritual y ese conocimiento de la voluntad de Dios, ese olfato y gusto espiritual, esas palabras profundas del discernimiento espiritual: el gozo y la alegría, el júbilo y la transfiguración, el canto de salmos, himnos y alabanzas, la comunión con toda la Iglesia y con toda la creación.
MENSAJE EPISCOPAL A LOS DIRIGENTES DE R C. DE CANADÁ
Por Mons. Luis Gonzaga Langevin
Mons. Langevin es actualmente obispo de la diócesis de Saint-Hyacinthe (Canadá) y responsable episcopal de la Renovación Carismática en Québec. Ha sido misionero en Uganda y Provincial de los Padres Blancos en Canadá. El siguiente mensaje fue dirigido al Congreso de dirigentes diocesanos de la R.C. de lengua francesa de Canadá, celebrado en Montreal los días 24 - 26 de abril de 1981. Lo reproducimos para los lectores de KO1NON1A por su validez en la situación actual de la Renovación en nuestro país.
Queridos amigos:
Es para mí una gran alegría estar hoy en medio de vosotros en este congreso de dirigentes diocesanos de la Renovación Carismática de lengua francesa de nuestro país. Es un acontecimiento que hay que resaltar y del que hay que felicitar a su promotor, el presidente de la Asamblea Canadiense Francófona de la Renovación Carismática Católica, M, Jean-Noel Carpentier. Desde hace tiempo y desde distintas partes, se deseaba un encuentro de este tipo y me alegra constatar que sois numerosos los que habéis contestado a la invitación. Demos gracias al Señor. Yo quiero aportaros mi apoyo y mi ánimo con alegría y Esperanza.
El camino emprendido en este fin de semana es importante, a pasar de quo el tiempo de que disponéis es corto. Es una puesta en marcha que deberá continuarse de diversas formas que, sin duda, tendréis que precisar. Después dc diez años de existencia de la Renovación Carismática y preguntándoos qué espera el Señor de vosotros, qué os dice el Espíritu a través de los acontecimientos pasados y presentes, por qué caminos el Espíritu os conduce.
En este contexto, me habéis pedido que os diga hoy lo que creo ver dibujarse en el horizonte de la Renovación. Comprenderéis que no habiendo podido participar en vuestros intercambios desde el principio, pido disculpas por adelantado si toco algún punto que ya ha sido abordado. Me consolaré pensando que es el mismo Espíritu quien inspira al pueblo de Dios y a un obispo!
Antes de contestar a la pregunta que me hacéis, quisiera insistir en un punto. Cuando somos llamados a revisar un trozo de vida, como es el caso hoy en el camino emprendido, se pueden adoptar tres actitudes.
La primera actitud consiste en no querer ver sino lo positivo, los logros, los éxitos, sin ni siquiera echar una mirada o admitir que pueda existir algo negativo, errores de recorrido, o hasta deformaciones.
La segunda actitud, opuesta a la primera, se centra tanto en lo negativo, en los obstáculos o hasta en las aberraciones, que las sombras casi escondan completamente la luz. Una y otra actitud, lo comprendéis perfectamente, pecan de falta de objetividad, escrutan la realidad a través de una mirada deformada que se expone a engendrar o la exaltación o el abatimiento.
La tercera actitud intenta mirar la realidad con una mirada lo más objetiva posible, es decir, una mirada que percibe las sombras y las luces, lo positivo y lo negativo. Tal mirada permite una justa visión de las cosas, permite también avanzar desarrollando lo que es bueno y corrigiendo lo que debe ser corregido.
Frente a la Renovación, somos llamados, según una frase que tomo del Cardenal Suenens, a decir SI a la Renovación que es un don de Dios a la Iglesia y al mundo de nuestro tiempo, y a decir NO a la desviación de la Renovación. Volvemos siempre a la frase de Pablo a los Tesalonicenses: "No apaguéis el Espíritu... verificadlo todo: guardad lo que es bueno: preservaos de toda clase de mal' (1 Ts 5,19).
I- RETROSPECTIVA DE LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA
A) Aspectos positivos.
Igual que la Renovación hizo correr tinta en sus comienzos, igual se puede decir hoy, me parece, que esta Renovación forma parte de la vida de la Iglesia, aunque encuentra aún aquí y allá resistencias, tanto entre los laicos como entre los religiosos, religiosas y sacerdotes. Toda clase de documentos del Magisterio han señalado los aspectos positivos de la Renovación. Basta recordar el mensaje de los obispos canadienses en abril de 1975, el mensaje de Pablo VI a los congresistas de la Renovación reunidos en Roma con motivo del Pentecostés de mayo de 1975, las numerosas declaraciones de Conferencias Episcopales de diversos países, etc. Al leer estos documentos, se ve que la Renovación forma parte de la vida de la Iglesia.
Los aspectos positivos de la Renovación son muy numerosos y siempre válidos "el gusto por una oración profunda, personal y comunitaria, una vuelta a la contemplación y un acento puesto en la alabanza a Dios, el deseo de darse totalmente a Cristo, una gran disponibilidad a las llamadas del Espíritu Santo, una mayor asiduidad a la lectura de la Sagrada Escritura, una generosa entrega fraterna, la voluntad de concurrir al servicio de la Iglesia. En todo esto podemos reconocer la obra misteriosa y discreta del Espíritu, que es el alma de la Iglesia". Estas palabras de Pablo VI a los dirigentes de la Renovación Carismática, en noviembre de 1973, han sido citadas por muchos obispos de todo el mundo. Cada uno de estos aspectos positivos podría ser ilustrado con numerosos ejemplos.
En su documento de mayo de 1979, los responsables diocesanos de la Renovación Carismática, preguntándose sobre la vida de la Renovación entre nosotros, han señalado algunos puntos concretos que manifiestan la madurez de la Renovación en nuestro ambiente: profundización de la fe que va unida a una devoción mariana descubierta, purificada e integrada en una visión renovada de la Iglesia; una vida contemplativa atraída hacia el silencio y que tiene sed de mayor formación doctrinal y bíblica; perseverancia y constancia de muchos en la oración; renovación vocacional que orienta a algunas personas hacia el sacerdocio, el diaconado, la vida religiosa o los ministerios laicos en los diferentes sectores de la Pastoral. "En esto, dicen los responsables, reconocemos la obra del Espíritu que devuelve a la Iglesia de Jesucristo el rostro que el mundo necesita para encontrar de nuevo el camino de la verdad y de la vida".
Cuando miramos las aportaciones positivas de la Renovación Carismática, no podemos sino reafirmar con los obispos canadienses que "la Renovación Carismática emerge como una llamada... dirigida a la conciencia cristiana para estimularla y renovarla en profundidad. Brota del corazón de la comunidad eclesial como un himno de confianza incondicional en la presencia todopoderosa del Espíritu en el mundo".
Si no insisto en desarrollar más estos aspectos positivos, es porque estoy convencido que obráis dentro de la Renovación, porque constatáis cotidianamente, si se puede decir, las aportaciones positivas de esta Renovación a la vida de la Iglesia. Hacéis vuestras las palabras de Pablo VI en el Pentecostés de 1975:
"Esta Renovación ¿no será una oportunidad para la Iglesia y para el mundo?".
B) Las sombras
Lo que acabamos de decir, aun permaneciendo en nuestra memoria, no debe, sin embargo, empujarnos a una euforia que nos haga olvidar que haya algunas sombras en este cuadro. Esto no debe extrañarnos; es lo contrario lo que debería inquietarnos. Toda la vida de la Iglesia, no lo olvidemos, comprendido el período primitivo de que nos hablan los Hechos de los Apóstoles, ha tenido sus problemas y dificultades, sus sombras y sus luces. El Espíritu, que es el alma de la Iglesia, hoy como ayer, ha sabido siempre servirse de las sombras para hacer resaltar la luz y conducir a la Iglesia en una marcha hacia adelante. Las recriminaciones de las viudas que se creían heridas en el servicio de las mesas nos trajo la institución de los diáconos. Las tensiones suscitadas por los judaizantes bien intencionados llevaron al Concilio de Jerusalén, que hizo saltar los moldes demasiado estrechos del judaísmo, lo cual permitió que la Buena Nueva fuera accesible al mundo entero.
Por nuestra parte, debemos revisar todo lo vivido en la Renovación para discernir por qué caminos nos lleva el Espíritu. No se puede decir, como se oye a veces, que algunos líderes no son carismáticos simplemente porque tienen la valentía de atraer la atención sobre algunos puntos que presentan dificultad o de emitir reservas sobre algunas prácticas que pueden llevar a desviaciones o hasta poner en juego la credibilidad misma de la Renovación. Permitidme ser más precisos y señalar algunos puntos.
1. Sensacionalismo y maravilloso. La Renovación Carismática aparecerá como una gracia hecha a la Iglesia de nuestro tiempo para la toma de conciencia experiencial de la acción del Espíritu, tanto en la profundidad de la persona como en la vida de la Iglesia, la cual es invitada a acoger toda la gama de dones del Espíritu que éste reparte entre los cristianos de toda condición. La acogida y el ejercicio de estos carismas están ordenados a la construcción del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia.
En los principios de la Renovación hubo, al menos en algunos lugares, un afán desmesurado de lo maravilloso y de lo sensacional. Por esta razón los obispos canadienses hablaron sobre este punto. Hoy, aunque la reacción ha disminuido mucho, sin embargo, queda aún quizá algo. Todos vosotros conocéis personas que en la práctica rechazan toda clase de enseñanza y de profundización seria bajo el pretexto de que no es suficientemente carismática; estas mismas personas, por el contrario, van por todas partes donde hay imposición de manos, profecías, etc. "Esta forma de actuar muestra una mentalidad de consumidor y una búsqueda de sensacionalismo"(R 18).
Hay que estar abierto a los dones del Espíritu y acogerlos con gratitud cuando han sido autentificados, pero hay que recordar también que estos dones están ordenados a la construcción del Cuerpo de Cristo y que lo esencial es la caridad que nos introduce en el misterio de Cristo y hace de nosotros testigos del Evangelio. Es lo que Juan Pablo II recordaba recientemente a los 18.000 peregrinos de la Renovación reunidos en Roma: "La Renovación en el Espíritu tendrá una verdadera fecundidad en la Iglesia, no en la medida en que suscite carismas extraordinarios, sino más bien en la medida en que lleve al mayor número posible de fieles, en los caminos de la vida cotidiana, al esfuerzo humilde, paciente, perseverante por conocer siempre y mejor el misterio de Cristo y testimoniarlo" (KOINONIA, nº 27, p.14).
2. Falta de discernimiento. Todos vosotros os habéis encontrado seguramente, un día u otro, personas que pretenden tener tal o cual carisma y que se ponen a ejercer un ministerio que ellas califican de "carismático", pero que se podría calificar de inoportuno porque se ejerce fuera de todo control de personas autorizadas y competentes. Generalmente, estas personas rechazan todo discernimiento eclesial, rechazan todo lo que no va en su línea. Se podría decir lo mismo con respecto a las personas que se lanzan en aventuras de todas clases en nombre de pretendidos mensajes recibidos del cielo.
Quizá sería bueno recordar que la obra del Espíritu se mide por sus frutos y que uno de los grandes signos del Espíritu es la humildad que da la convicción de que uno se puede equivocar y que no es el único que posee el Espíritu.
Quizá sería bueno recordar que cuanto más una cosa pueda alcanzar a un número mayor de personas, más se tendrá que someter esta cosa al discernimiento de un mayor número de personas. De este modo se explica el papel de los responsables diocesanos a nivel de las diócesis, el papel de la Asamblea Canadiense Francófona de la R.C.C., de su Ejecutiva y del Comité de pastoral de la R.C. a nivel nacional; de este modo igualmente se explica, ¿por qué no?, el papel de los obispos. A ellos corresponde en última instancia el juzgar por sí mismos, ayudados por personas intermediarias, la autenticidad y la puesta en obra de los dones del Espíritu, tal como recuerda la Lumen Gentium en el nº 12.
El discernimiento no debe ser hecho únicamente por nuestros amigos que piensan como nosotros, sino debe ser también el de la comunidad eclesial. He aquí, me parece, un punto en el que la Renovación tiene aún mucho camino que recorrer y esto se refiere tanto a los miembros de la base como a los grupos de oración y a los líderes.
3. Orgullo carismático. Los obispos canadienses, en el número 22 de su declaración, hablaron, con mucha caridad, de un "exceso referente a la pertenencia a la Renovación Carismática". "No es necesario, decían los obispos, formar parte de un grupo carismático para recibir los carismas del Espíritu que sopla donde quiere". Fruto del Espíritu, esta Renovación no posee ningún monopolio, y no todos están llamados a formar parte necesariamente de los grupos de oración para estar bajo el movimiento del Espíritu. Algunas formas de actuar o de expresarse, algunas insistencias inoportunas pueden explicar en parte estas resistencias que se encuentran en personas que ven a los "carismáticos" como fanáticos que se pasean con la Biblia en la mano con la pretensión de tener respuesta a todas las preguntas. Difícilmente se puede evitar pensar en la parábola del fariseo y el publicano.
Otra forma de este orgullo se encuentra en el comportamiento de ciertas personas que creen tener el monopolio de la verdad y que resuelven los interrrogantes más difíciles y más delicados, rechazan categóricamente la posibilidad de que pueda haber otros puntos de vista distintos de los suyos y que, para triunfar, no dudan en esparcir sospechas y falsos rumores sobre los que no piensan como ellos. Esta forma de orgullo, con toda seguridad no viene del Espíritu. Uno se tiene que preguntar sobre cuáles son los verdaderos motivos que empujan a estas personas a actuar de esta forma.
4. Falta de formación. Desde hace algunos años se han realizado grandes esfuerzos en las distintas diócesis para asegurar un resurgimiento espiritual, una formación bíblica y doctrinal. Todo esto es excelente y merecéis una felicitación por este trabajo. Es algo positivo. Pero, de todos modos, quedan interrogantes cuando uno ve grupos que vegetan o que encuentran toda clase de dificultades porque los dirigentes y los miembros de los ministerios no quieren esforzarse en buscar una verdadera profundización espiritual. ¿Cómo podéis llegar a nivel diocesano o local, a estos animadores para hacerles salir de su ghetto?
5. La cuestión demonológica. Quisiera, aunque sólo fuese mencionar, aun sabiendo que me meto en un terreno resbaladizo, esta tan delicada cuestión que choca a tantas personas dentro y fuera de la Renovación y que, me atrevo a decirlo, divide las fuerzas vivas de la Renovación Carismática.
Sabéis perfectamente, y esto es muestra de un malestar notado por muchos de vosotros, que el primer dossier entregado al Comité de pastoral de la Renovación Carismática se refería a estas difíciles cuestiones de demonología, ocultismo, exorcismo, liberación, etc. Sabéis quizás que un arzobispo africano fue avisado por Roma, en tiempos del Papa Pablo VI, para que cesase los numerosos exorcismos que practicaba en su diócesis. Sabéis quizás también que, contestando a cartas publicadas en el periódico inglés "The Times", el Cardenal Suenens, en octubre de 1980, escribió un artículo en la revista "The Tablet", artículo en el que el Cardenal se inquieta por la multiplicación abusiva de sesiones de exorcismo, bajo distintas formas, con o sin el nombre, que se encuentran en grupos carismáticos de diversas tradiciones. Se trata, dice el Cardenal, de un campo en el que debemos entrar, y cito: "con extrema reserva, prudencia y humildad. Recordando que los exorcismos solemnes están reservados al obispo o a su delegado, el Cardenal pide al Magisterio que dé directrices pastorales puestas al día, "actualizadas", que permitan poner orden en la "vulgarización abusiva" que procede de personas bien intencionadas pero que se aventuran sin preparación y sin unión estrecha con la autoridad eclesial en un campo extremadamente difícil. Hay que recordar que, en este campo, más vale ser demasiado prudente que poco. (Cf KOINONIA, nº 31, pp. 12-13).
Sin querer elaborar más, quisiera simplemente hacer una pregunta: ¿No será que el Maligno es tan sutil que es capaz de crear divisiones entre vosotros por causa suya?
II.- MIRADA HACIA EL FUTURO.
De toda esta experiencia de la Renovación que acabo de evocar rápidamente, ¿qué rasgos podemos retener para el futuro? ¿Cuáles son los obstáculos que pueden surgir? ¿Cuáles son las líneas de fuerza que estáis llamados a desarrollar?
1.- Una renovación de la oración.
Fundamental y esencialmente, me parece que la Renovación como tal está basada en la oración. Esta es su aportación original a la vida de la Iglesia de hoy. No debéis apartaros de esta línea. No digo que no haya lugar para otra cosa, sino que la oración es y debe permanecer en el corazón de la vida de la Renovación. Debéis trabajar para que la oración sea cada vez más profunda, resplandeciente y vivificante para toda la vida de la Iglesia.
Desde el principio, la Renovación ha sido requerida regularmente por toda clase de organizaciones que querían meter a la Renovación en cruzadas de todo tipo. La Renovación como tal, me parece que no debe "dejar la oración por el servicio de las mesas" (Hch 6,2). Los miembros de la Renovación, a título personal, son llamados a comprometerse allí donde el Señor les llama en su medio respectivo, sea en obras eclesiales o extraclesiales, pero la Renovación como tal debe permanecer centrada en la oración.
2. El trabajo de formación.
Cuanto más progrese la Renovación, más descubriréis que los miembros de la Renovación tienen necesidad de una sólida formación bíblica, doctrinal, etc. Ya se ha hecho una buena labor en las diversas diócesis y hay que continuarla e intensificarla intentando alcanzar a los que tienen más necesidad, especialmente a los dirigentes y miembros de los ministerios. La Iglesia necesita hoy más que nunca creyentes que sean signo, capaces de hablar de su fe. Tened cuidado que no sean siempre las mismas personas las que frecuentan las sesiones de oración y los retiros. Incitad a estas personas a que atraigan a otras. Este trabajo de formación contribuirá, por una parte, a dar sólidas bases a la Renovación y, por otra, a atenuar los efectos del sensacionalismo y de la búsqueda de lo maravilloso.
3.- Apertura al Espíritu y discernimiento.
La Renovación es una toma de conciencia existencial de la acción del Espíritu tanto en el corazón de la vida de las personas como en el corazón de la vida de la Iglesia; esta toma de conciencia se acompaña de una apertura y de una acogida de los diversos dones que el Espíritu reparte entre los fieles de toda condición para la construcción del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Si no queréis que la Renovación se esclerotice, hay que permanecer abiertos a la acción del Espíritu, abiertos a las sorpresas del Espíritu Santo.
Esta apertura y esta acogida debe sin cesar ir acompañadas de un discernimiento juicioso. Este discernimiento, para el que hay que formar seriamente a los miembros de la Renovación, deberá vivirse a todos los niveles. Tendréis que encontrar los mecanismos necesarios para que este discernimiento pueda ejercerse eficazmente en lo concreto de la vida cotidiana según los diversos niveles de la vida de la Renovación. Una apertura al Espíritu que no vaya acompañada de un sólido discernimiento lleva necesariamente al iluminismo y al orgullo. Por el contrario, una apertura al Espíritu que acepte humildemente el discernimiento eclesial es necesariamente benéfico para todos.
4. Sostener a los que avanzan.
Muchas personas han encontrado en la Renovación al camino de la fe, la vuelta a la práctica religiosa o, simplemente, un dinamismo nuevo en su vida con el Señor. Realizado este arranque o este nuevo arranque, es preciso que la Renovación pueda acompañar a estas personas y ayudarlas a progresar espiritualmente. Ya han aparecido algunas iniciativas buenas, pero hay que desarrollarlas y suscitar nuevas para que todos estos cristianos, felices de creer en Jesucristo, no pierdan ánimo o se desanimen por no encontrar el alimento sólido que necesitan o no comprender las etapas del caminar espiritual al que han sido llamados.
5. Evitar la trampa de la demonología.
Aunque no se trate de un tema que se dé mucho entre nosotros, hay que recordar que tocamos un punto que puede comprometer la credibilidad misma de la Renovación Carismática. Se están haciendo estudios serios sobre todo estas cuestiones delicadas y difíciles. No nos comportemos como aficionados y vayamos a desarrollar fanatismos malsanos. Hasta que no tengamos más luz, os pido que hagáis una presentación positiva, es decir, que introduzcáis a las personas en el amor de Dios el cual, apoderándose cada vez más de sus vidas, quitara todo lo que obstaculiza a este amor. En Jesucristo es en quien somos salvados, él es nuestro liberador. Recordad, finalmente, que, según nuestra fe, los sacramentos son la primera fuente de liberación y de curación.
6. Unidad de los líderes.
Desde hace diez años, la Renovación se está desarrollando entre nosotros y, con el tiempo, se ha dotado y se dotará aún más de los instrumentos que necesita para responder eficazmente a esta acción del Espíritu en la Iglesia de hoy. El presente encuentro de líderes diocesanos de la R. C. marca un momento importante. ¿Seréis llamados a repetir este encuentro? Sois vosotros quienes tenéis que decidir. Por mi parte, y con esto termino, deseo que vuestra unidad crezca cada vez más, porque el Espíritu que os reúne es un Espíritu de Amor y, allí donde está presente, crea la unidad, apretando los lazos que nos hacen hijos de la gran familia de Dios. Que crezcan en vosotros, cada vez más, estos auténticos frutos del Espíritu que son la fe, la esperanza y la caridad auténticas. Amén. Aleluya.
Texto francés en Selon sa Parole, juinjuillet 1981; traducción de KOINONIA