Por Manuel Barceló www.infovida.org.ar
Introducción
La homosexualidad es una inclinación del instinto sexual, incongruente con la naturaleza de la especie humana, el instinto de conservación y el acceso al amor de benevolencia. En algunos ambientes se ha trivializado, dentro del proceso general de liberalización sexual con ribetes naturalistas, para convertirlo en una "opción más" o expresión alternativa de la afectividad entre dos personas del mismo sexo. Según el diccionario de la R.A.E., "es la inclinación hacia la relación erótica con individuos del mismo sexo". La acepción erótica también está muy bien definida en el mismo diccionario: "atracción muy intensa, semejante a la sexual, que se siente hacia el poder, el dinero, la fama, etc.". Y el término erotismo queda definido como amor sensual. Por tanto, resulta evidente que la homosexualidad, sin referencias personales a nadie, es una inclinación aposentada con más o menos firmeza en la sensualidad -propensión excesiva a los placeres de los sentidos o doctrina que pone exclusivamente en los sentidos el origen de las ideas. Recordemos que hay toda una ofensiva internacional patrocinada por organismos de la ONU para desmontar el ordenamiento moral cristiano en Occidente, reemplazándolo por una "nueva moral" que naturaliza las parafilias o equipara la homosexualidad con la heterosexualidad. La moral así, no es dictada por el orden natural sino por burócratas que acomodan la misma a las necesidades de los centros de poder (control demográfico, industria anticonceptiva, pornografía, debilitamiento social de una comunidad, esterilización social de los valores religiosos, quite de la patria potestad por parte del Estado, etc.)
Las personas homosexuales
El Documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, publicado en su primera edición en el año 1995 y titulado en su versión original como Cura pastorale delle persone omosessuali, contiene un comentario de Bonifacio Honings O.C.D. -Una carta a favor de la persona-, que establece los principios insoslayables con los que la Iglesia Católica aborda este controvertido tema: "Ciertamente, todos los que viven en esta tierra tienen problemas y dificultades personales de diverso tipo, que entorpecen en mayor o menor grado una vida concorde con las exigencias humanas, morales y espirituales de su dignidad de persona. Sin embargo, es igualmente cierto que todas las personas tienen diversas oportunidades de crecimiento, recursos, talentos y dones propios. El hombre, en efecto, es capaz de conocer y amar al propio Creador y ha sido constituido sobre todas las criaturas terrenas como señor de ellas, para gobernarlas y servirse para gloria de Dios (Cfr Gaudiun et spes, 12). Lo mismo vale para la persona homosexual, por lo que la Carta de la Congregación deplora con firmeza que las personas homosexuales hayan sido y sean todavía objeto de expresiones malévolas y de acciones violentas. Tales comportamientos merecen la condena de los pastores de la Iglesia, dondequiera que se verifiquen. Revelan una falta de respeto por los demás, que lesiona unos principios elementales sobre los que se basa una sana convivencia civil. La dignidad propia de toda persona debe ser respetada en las palabras, en las acciones y en las legislaciones (n. 10)".
La alta complejidad de los sentimientos humanos pueden favorecer estas actitudes, como otras anomalías relacionadas con la actividad sexual de muchos individuos. En todo caso si la naturaleza lo promoviese como un objetivo deseable de comportamiento humano hace siglos que el hombre hubiera desaparecido de la faz de la tierra y el planeta estaría poblado por los simios y los insectos -la especie más resistente en la escala zoológica-. Por tanto, la homosexualidad como otros comportamientos sexuales que anegan las fuentes de la vida son naturalistas sólo en el plano literario, pero profundamente antinaturalistas en el ámbito del respeto a la naturaleza humana y a su preservación a lo largo de los siglos.
El naturalismo es determinista en su carácter y experimental en el método, pero se equivoca en el momento en que renuncia a la filosofía, a la ética y a la moral cuando se pregunta el por qué de la existencia del hombre; y además porque va dejando muchos cadáveres en el camino en su aparente progreso indiscriminado y acaba dando el salto al utilitarismo -doctrina filosófica moderna que considera la utilidad como principio de la moral-. De este modo el hombre se convierte en esclavo del poderoso, generalmente en forma de un Estado prepotente y autoritario, que decide lo más conveniente para la colectividad aún a costa de saltarse a la torera la dignidad humana. Y como del mal nunca se puede derivar un bien, las consecuencias repercuten en toda la sociedad. Lo trágico de este proceso de deterioro social es que nadie se siente responsable de esta colaboración con el mal y, por tanto, la reconversión es una tarea ardua y difícil. A lo largo de la historia de los pueblos aparecen acontecimientos convulsos y cataclismos que parecen reconducir los desvaríos anteriores a un altísimo coste de sufrimiento humano.
Para Jutta Burggraf "el matrimonio es por naturaleza la unión estable entre un varón y una mujer, abierta a una nueva generación" . Esta sencilla definición encierra las claves más importantes de la institución matrimonial, que, a su vez, es la piedra angular de la familia. El comportamiento homosexual se convierte así en un obstáculo para la estabilidad de la familia y en un modelo erróneo de expresión de la sexualidad para las generaciones futuras.
La clave para explicar las complejas relaciones sentimentales que se establecen entre las personas nos lo aclara la siguiente frase de Haecker: "En el amor, que es el valor más alto..,(¿) del más alto de los bienes de este mundo -la persona-, interviene el sentimiento, que a través del amor manifiesta a la persona" . Los sentimientos tienen rangos y subordinaciones, pero a veces se sublevan unos frente a otros. Melendo nos aclara aún más estas complicaciones: "El amor humano genuino se encuentra esencialmente constituido por un acto de voluntad, y que sin la intervención activa de ésta en ningún sentido cabría hablar de amor de benevolencia o amor de amistad entre los hombres" .
La doctrina del Magisterio de la Iglesia
(Revisar la construcción de este párrafo) La postura de la Iglesia es muy clara al respecto. Desde una explícita argumentación de respeto hacia la persona, para superar los prejuicios y los perjuicios sufridos por aquellos que fueron antaño perseguidos y maltratados injustamente por su conducta homosexual; y en cambio, siendo los detractores más benévolos en las formas con otras conductas heterosexuales desordenadas -adulterios manifiestos, promiscuidad y frivolidad de vida-, como si hubiera pecados de primera y segunda categoría en contra del sexto mandamiento; hasta una postura clara de reprobación del comportamiento homosexual como opción de vida, que en nuestros días se refleja en la defensa por parte de algunas autoridades civiles de las parejas de hecho en igualdad de derechos que el matrimonio de un hombre y una mujer con intención de fundar una familia, y perpetuar la especie además de educar a sus hijos a veces en condiciones desfavorables en comparación con aquellos que se eximen a sí mismos de esta misión indispensable para una sociedad viva y proyectada al futuro.
En el Catecismo de la Iglesia Católica queda aclarada la equiparación de los pecados que bloquean e impiden la consecución y el mantenimiento de la virtud de la castidad: "Entre los pecados gravemente contrarios a la castidad se deben citar la masturbación, la fornicación, las actividades pornográficas y las prácticas homosexuales" . La mayor o menor maldad del pecado y la responsabilidad del pecador evidentemente dependerá además del daño que origine a terceras personas en forma de escándalo o en la utilización de sus cuerpos para la propia satisfacción, ayudados por el engaño y la ingenuidad de aquellos. Y no hablemos de la gravedad máxima cuando la animalidad del transgresor se centra en los niños y en los menos dotados intelectualmente por la naturaleza para poder reaccionar ante estos abusos. La Iglesia siempre se manifiesta a favor de una defensa de los valores exclusivos de una conducta sexual abierta a la vida y al compromiso conyugal de fidelidad y exclusividad amorosa. Un ejemplo claro de esto se refleja en la Familiaris consortio cuando dice: "En efecto, la sexualidad es una riqueza de toda la persona -cuerpo, sentimiento y espíritu- y manifiesta su significado íntimo al llevar la persona hacia el don de sí misma en el amor" .
También en el documento Sexualidad humana: verdad y significado del Consejo Pontificio para la Familia queda patente esta recomendación paternal: "El ambiente de la familia es, pues, el lugar normal y originario para la formación de los niños y de los jóvenes en la consolidación y en el ejercicio de las virtudes de la caridad, de la templanza, de la fortaleza y, por tanto, de la castidad. Como Iglesia doméstica, la familia es, en efecto, la escuela más rica de humanidad" .
¿Cuándo se deshumaniza la sociedad?
La sociedad se deshumaniza cuando pierde el sentido de familia tradicional para sustituirlo por una conveniencia personal o de unos cuantos, que buscan resolver sus ansias de ser queridos, apoyados en una sensibilidad desordenada e hipertrofiada de su instinto sexual. Un conocido psicólogo holandés, Van den Aardweg, autor de un libro titulado: La homosexualidad. Terapia de esperanza, aborda esta hipótesis de trabajo que explica en una amplia casuística la cristalización de las conductas homosexuales. Según este autor, en la personalidad de muchos homosexuales existe una tendencia a la autocompasión, que refleja sus conflictos neuróticos. A su vez, en función de la repetición o rumiación neurótica y la resistencia al cambio, se establecen unos hábitos de formación o dependencia a la autocompasión. Por esto, en la personalidad de muchos homosexuales también se detectan rasgos obsesivos, que se centran en ideas parásitas acerca de su inclinación sexual y que terminan provocando una auténtica homosexualidad cuando realizan conductas de comprobación o reciben la influencia de un homosexual o de un grupo de homosexuales más o menos organizados. La terapia que propugna este autor se basa en una búsqueda del autoconocimiento que, en continuo reforzamiento disminuiría la autocompasión y, por tanto, mejoraría la seguridad en sí mismo y la capacidad de establecer relaciones heterosexuales.
¿Por qué invocan motivos físicos, e incluso causas genéticas, para explicar sus tendencias homosexuales?
Las personas homosexuales necesitan justificar sus conductas bajo la sombra de una causa biológica, hasta el punto de promover estudios científicos que encuentren la diferencia genética, anatómica, o al menos neurofisiológica con respecto a los que no se comportan así. A pesar de estos esfuerzos no se han encontrado estas posibles causas físicas determinantes de la conducta homosexual. En cambio, sí que existen datos que indican que la mayor parte de estas conductas se explican por experiencias precoces anómalas que después cristalizan en personalidades con atracción sexual exclusiva hacia su mismo sexo, o incluso en conductas intermedias bisexuales, o en comportamientos anómalos de la conducta sexual o parafilias. Este término sigue siendo definido en los diccionarios médicos como "perversión sexual", del griego para, que se traduce como fuera de, y phileín, amar. Es como si aquellos que promueven en sus vidas estas parafilias se quedaran fuera o en la periferia del amor, porque experimentan sensaciones sin acceder al sentido que tienen cuando se subordinan al amor entre la mujer y el varón en exclusividad y para siempre.
Un principio básico de las ciencias biológicas que estudian la genética y la evolución de las especies es la de la selección del individuo más dotado para procrear y para transmitir las mejores cualidades de adaptación de su especie. Si la homosexualidad se asentara en un causa genética, bien en un cromosoma o en genes distintos de varios cromosomas, hubiera desaparecido como una alternativa de la conducta humana sexual por su esterilidad e inutilidad en cuanto al aseguramiento del hombre futuro.
No obstante, la Iglesia como Madre que es de todos sus hijos, incluso de aquellos que se despistan o son confundidos por otros, se refiere a este asunto con una prudencia delicada en el Catecismo: "Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor dificultades que pueden encontrar a causa de su condición" . Aún aceptando las dificultades la Iglesia anima a las personas con esta tendencia u otras ambiguas de su sexualidad a la perfección de su vida interior, como a cualquier otra persona con tendencias heterosexuales que lucha por alcanzar la virtud de la pureza y de la castidad según su estado.
En palabras de Choza, esta visión exigente de la sexualidad y, a la vez, tan garantizadora del éxito y de la felicidad de los que eligen este camino, se resumiría como sigue: "La experiencia del impulso sexual se puede entender como experiencia de la potencia creadora de la naturaleza del ser, en el orden biológico y en el histórico social. Por eso la actividad sexual se ha considerado siempre como algo sagrado, divino, y el ejercicio de la sexualidad como un momento en que el poder divino y la fuerza humana se coimplican. Cuando eso tiene lugar en repetidas ocasiones puede decirse que la entrega de cada uno al otro ha sido total. Cada uno vive en el cuerpo y el alma del otro, si se siente seguro del otro, seguro de sí, y seguro de sí en el otro" .
La patología de la sexualidad en el terreno de las parafilias tiene un componente cultural importante, lo que induce a pensar que la capacidad que tienen los hombres de manipular el instinto sexual es muy sofisticada. Probablemente muchas parafilias han existido siempre, como algunos ejemplos que podemos citar: el sadomasoquismo -la obtención de placer sexual mediante actos de crueldad realizados a otra persona y el que goza sexualmente al verse humillado o maltratado por otra persona-, el voyeurismo -también llamado mirón, que busca el placer exclusivamente a través de estímulos visuales- , la zoofilia o bestialismo -anormalidad consistente en buscar gozo sexual con animales-, la necrofilia -perversión sexual de quien trata de obtener placer erótico con cadáveres-, el frotteurismo -la búsqueda de placer sexual mediante contactos físicos aprovechando las aglomeraciones-, el oralismo, o sexo oral, etc.
En cambio, otros formas de parafilia aparecen conforme se desarrolla la tecnología como algunos de los siguientes: la escatología verbal, telefónica e informática -la obtención de sensaciones placenteras sexuales mediante conversaciones telefónicas, los teléfonos eróticos que tantos disgustos familiares han originado, o las ofertas eróticas a través de las redes informáticas-, la clismafilia -obtención de placer sexual mediante enemas-, la urofilia -perversión sexual en relación con la orina-, la hipoxifilia -hipoxia autoinducida mientras se experimenta el orgasmo- y la asfixia autoerótica -variante masoquista de la anterior-; son todas ellas, perversiones sexuales inducidas por la búsqueda de la novedad sexual en un afán egocéntrico y manipulador del propio cuerpo y, frecuentemente, del cuerpo de otro, casi siempre víctima en alquiler o como hoy se denomina en lenguaje de la calle persona kleenex, de usar y tirar
Incluso hasta llegar a conductas claramente delictivas y denigratorias como son la pedofilia y la pederastia buscando el placer sexual en adolescentes o en niños a los que se violenta con intimidación, engaño o se les compra con dinero como es el caso del turismo sexual a países del mundo subdesarrollado o las redes informáticas que difunden fotografías de niños y niñas manipulados sexualmente para consumo de personas obsesas y enfermas, auténticos sexópatas.
¿Existe una influencia mimética o imitativa de estas conductas?
Es indudable que sí. Las conductas sexuales que aparecen en los medios de difusión, sobre todo en los medios audiovisuales, cine y televisión, tienen un alto poder de imitación, como bien saben los publicistas cuando dedican todos sus esfuerzos imaginativos y materiales en relacionar un objeto cualquiera bien sea de vestir o decorativo con una bella mujer en posturas sensuales. Por tanto, los movimientos homosexuales también tienen intereses mediáticos en busca del proselitismo y de ganar adeptos a sus posturas sociales -adopción de hijos, procreación mediante madres de alquiler, equiparación de derechos sociales con las familias, etc.-. Y estos recursos los utilizan con todo el descaro posible como comprobamos en medios de difusión tan poderosos como la televisión. Los creativos de la publicidad diseñan anuncios con imágenes explícitas de personajes que expresan homofilia y modelos de convivencia contrarios a los que siempre han sido propios de la familia tradicional, o mejor dicho de la auténtica familia.
¿Es congruente con la fe católica desenmascarar y denunciar estas posturas?
Con el mayor respeto a las personas decir las cosas por su nombre es un derecho y a la vez una obligación de un católico que ama a sus semejantes. Un ejemplo de esto son las frases que le escribe la escritora Jutta Burggraf a David, un amigo de la universidad, cuando le hubo revelado su inclinación homosexual: "¿Por qué, a veces, hay tanta brutalidad, tanto cinismo en ciertos ambientes homosexuales? ¿Por qué reinan allí, con frecuencia, unas concepciones nihilistas del mundo, y se practica hasta el ateísmo militante? En las últimas semanas he dado vueltas sobre este tema, y no me parece una casualidad que sea así. Mientras que, en la unión matrimonial, el hombre y la mujer se trascienden en cierto sentido, por su apertura a una nueva vida, la relación homosexual carece de una verdadera alteridad y de una auténtica fecundidad. Incluso sobre el plano psicológico es notorio que corresponde a una fijación o regresión de toda la sexualidad a un estadio incompleto del desarrollo. Como tal relación es estéril por naturaleza, tiende a aislar a las personas implicadas, y encerrarlas en sí. Las lleva a girar en círculo, a menudo en un clima afectivo tormentoso. Así las personas se centran muchas veces de un modo excesivo en la sexualidad y la desvinculan de una visión completa de la vida humana. Apagan su conciencia -"la voz de Dios en nosotros"- porque sólo cuando niegan la responsabilidad ética y el sentido trascendente de la vida, pueden satisfacer los placeres enfermizos con tanto afán. En este contexto se comprende que luche con tanta vehemencia contra todos los que quieren perturbar esa "tranquilidad" artificial" .
El Catecismo de la Iglesia Católica mantiene estos principios no negociables para ningún cristiano, y por supuesto quedan incluidos aquellos que expresan su heterosexualidad de manera contraria a la Moral: "Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana" .
También en el documento ya mencionado del Consejo Pontificio para la Familia se aborda este tema en relación con las etapas de la adolescencia, momento de importantes riesgos en cuanto a las experiencias de contactos o meros reconocimientos placenteros dirigidos hacia una persona del mismo sexo, sea hombre o mujer. En la adolescencia se fraguan las características de personalidad más relevantes y de mayor repercusión en la vida adulta: los hobbies, los hábitos sociales, las idealizaciones, las fantasías, las virtudes humanas y, también. por desgracia, los errores en la elección del modelo de comportamiento en la vida sexual y afectiva. Muchos jóvenes se quedan sin desplegar todo su potencial de cualidades humanas por culpa de un vahído sexual inoportuno. Las recomendaciones al respecto de esta contingencia por parte del citado documento son oportunas: "La homosexualidad no debe abordase antes de la adolescencia a no ser que surja algún específico problema grave en una concreta situación. Este tema ha de ser presentado en los términos de la castidad, de la salud y de la verdad sobre la sexualidad humana en su relación con la familia, como enseña la Iglesia" .
Conclusión
En suma, en palabras del Cardenal Ratzinger contenidas en la Introducción al Documento sobre "Atención Pastoral a las Personas Homosexuales" se infiere la auténtica postura del Magisterio de la Iglesia sobre este asunto, que no es otra que salvaguardar las enseñanzas evangélicas de Jesucristo. Espero que esta última referencia le sirva al lector para encontrar su punto de lucha personal sea cual fuese su nivel previo de exigencia: "Un acto se ha considerado y se considera natural cuando está en armonía con la esencia del hombre, con su ser tal como ha sido querido por Dios. A partir de este ser, que resplandece en el orden de la creación -y que es reforzado por la Revelación-, la razón puede deducir el imperativo del deber, sobre todo si es iluminada por la fe. En la naturaleza, o sea, en la creación, el hombre puede reconocer un "Logos", un sentido y un fin, que lo conduce a la verdadera autorrealización y a su felicidad y que, en última instancia, está fundado en la voluntad de Dios.
"En la pérdida de este concepto metafísico de naturaleza, que va acompañado por un abandono casi total de la teología de la creación, se debe buscar una de las causas principales de la crisis moral de nuestros de días. En efecto, si el deber humano no se considera ya anclado en el ser y por tanto en la sabiduría del creador, queda sólo la alternativa que derive de la sabiduría humana. Pero entonces es obra del hombre, sujeta al cambio del tiempo, modelable y manipulable; entonces los "grupos de presión" que saben guiar la opinión de la masa tienen perspectivas de éxito".
Introducción
La homosexualidad es una inclinación del instinto sexual, incongruente con la naturaleza de la especie humana, el instinto de conservación y el acceso al amor de benevolencia. En algunos ambientes se ha trivializado, dentro del proceso general de liberalización sexual con ribetes naturalistas, para convertirlo en una "opción más" o expresión alternativa de la afectividad entre dos personas del mismo sexo. Según el diccionario de la R.A.E., "es la inclinación hacia la relación erótica con individuos del mismo sexo". La acepción erótica también está muy bien definida en el mismo diccionario: "atracción muy intensa, semejante a la sexual, que se siente hacia el poder, el dinero, la fama, etc.". Y el término erotismo queda definido como amor sensual. Por tanto, resulta evidente que la homosexualidad, sin referencias personales a nadie, es una inclinación aposentada con más o menos firmeza en la sensualidad -propensión excesiva a los placeres de los sentidos o doctrina que pone exclusivamente en los sentidos el origen de las ideas. Recordemos que hay toda una ofensiva internacional patrocinada por organismos de la ONU para desmontar el ordenamiento moral cristiano en Occidente, reemplazándolo por una "nueva moral" que naturaliza las parafilias o equipara la homosexualidad con la heterosexualidad. La moral así, no es dictada por el orden natural sino por burócratas que acomodan la misma a las necesidades de los centros de poder (control demográfico, industria anticonceptiva, pornografía, debilitamiento social de una comunidad, esterilización social de los valores religiosos, quite de la patria potestad por parte del Estado, etc.)
Las personas homosexuales
El Documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, publicado en su primera edición en el año 1995 y titulado en su versión original como Cura pastorale delle persone omosessuali, contiene un comentario de Bonifacio Honings O.C.D. -Una carta a favor de la persona-, que establece los principios insoslayables con los que la Iglesia Católica aborda este controvertido tema: "Ciertamente, todos los que viven en esta tierra tienen problemas y dificultades personales de diverso tipo, que entorpecen en mayor o menor grado una vida concorde con las exigencias humanas, morales y espirituales de su dignidad de persona. Sin embargo, es igualmente cierto que todas las personas tienen diversas oportunidades de crecimiento, recursos, talentos y dones propios. El hombre, en efecto, es capaz de conocer y amar al propio Creador y ha sido constituido sobre todas las criaturas terrenas como señor de ellas, para gobernarlas y servirse para gloria de Dios (Cfr Gaudiun et spes, 12). Lo mismo vale para la persona homosexual, por lo que la Carta de la Congregación deplora con firmeza que las personas homosexuales hayan sido y sean todavía objeto de expresiones malévolas y de acciones violentas. Tales comportamientos merecen la condena de los pastores de la Iglesia, dondequiera que se verifiquen. Revelan una falta de respeto por los demás, que lesiona unos principios elementales sobre los que se basa una sana convivencia civil. La dignidad propia de toda persona debe ser respetada en las palabras, en las acciones y en las legislaciones (n. 10)".
La alta complejidad de los sentimientos humanos pueden favorecer estas actitudes, como otras anomalías relacionadas con la actividad sexual de muchos individuos. En todo caso si la naturaleza lo promoviese como un objetivo deseable de comportamiento humano hace siglos que el hombre hubiera desaparecido de la faz de la tierra y el planeta estaría poblado por los simios y los insectos -la especie más resistente en la escala zoológica-. Por tanto, la homosexualidad como otros comportamientos sexuales que anegan las fuentes de la vida son naturalistas sólo en el plano literario, pero profundamente antinaturalistas en el ámbito del respeto a la naturaleza humana y a su preservación a lo largo de los siglos.
El naturalismo es determinista en su carácter y experimental en el método, pero se equivoca en el momento en que renuncia a la filosofía, a la ética y a la moral cuando se pregunta el por qué de la existencia del hombre; y además porque va dejando muchos cadáveres en el camino en su aparente progreso indiscriminado y acaba dando el salto al utilitarismo -doctrina filosófica moderna que considera la utilidad como principio de la moral-. De este modo el hombre se convierte en esclavo del poderoso, generalmente en forma de un Estado prepotente y autoritario, que decide lo más conveniente para la colectividad aún a costa de saltarse a la torera la dignidad humana. Y como del mal nunca se puede derivar un bien, las consecuencias repercuten en toda la sociedad. Lo trágico de este proceso de deterioro social es que nadie se siente responsable de esta colaboración con el mal y, por tanto, la reconversión es una tarea ardua y difícil. A lo largo de la historia de los pueblos aparecen acontecimientos convulsos y cataclismos que parecen reconducir los desvaríos anteriores a un altísimo coste de sufrimiento humano.
Para Jutta Burggraf "el matrimonio es por naturaleza la unión estable entre un varón y una mujer, abierta a una nueva generación" . Esta sencilla definición encierra las claves más importantes de la institución matrimonial, que, a su vez, es la piedra angular de la familia. El comportamiento homosexual se convierte así en un obstáculo para la estabilidad de la familia y en un modelo erróneo de expresión de la sexualidad para las generaciones futuras.
La clave para explicar las complejas relaciones sentimentales que se establecen entre las personas nos lo aclara la siguiente frase de Haecker: "En el amor, que es el valor más alto..,(¿) del más alto de los bienes de este mundo -la persona-, interviene el sentimiento, que a través del amor manifiesta a la persona" . Los sentimientos tienen rangos y subordinaciones, pero a veces se sublevan unos frente a otros. Melendo nos aclara aún más estas complicaciones: "El amor humano genuino se encuentra esencialmente constituido por un acto de voluntad, y que sin la intervención activa de ésta en ningún sentido cabría hablar de amor de benevolencia o amor de amistad entre los hombres" .
La doctrina del Magisterio de la Iglesia
(Revisar la construcción de este párrafo) La postura de la Iglesia es muy clara al respecto. Desde una explícita argumentación de respeto hacia la persona, para superar los prejuicios y los perjuicios sufridos por aquellos que fueron antaño perseguidos y maltratados injustamente por su conducta homosexual; y en cambio, siendo los detractores más benévolos en las formas con otras conductas heterosexuales desordenadas -adulterios manifiestos, promiscuidad y frivolidad de vida-, como si hubiera pecados de primera y segunda categoría en contra del sexto mandamiento; hasta una postura clara de reprobación del comportamiento homosexual como opción de vida, que en nuestros días se refleja en la defensa por parte de algunas autoridades civiles de las parejas de hecho en igualdad de derechos que el matrimonio de un hombre y una mujer con intención de fundar una familia, y perpetuar la especie además de educar a sus hijos a veces en condiciones desfavorables en comparación con aquellos que se eximen a sí mismos de esta misión indispensable para una sociedad viva y proyectada al futuro.
En el Catecismo de la Iglesia Católica queda aclarada la equiparación de los pecados que bloquean e impiden la consecución y el mantenimiento de la virtud de la castidad: "Entre los pecados gravemente contrarios a la castidad se deben citar la masturbación, la fornicación, las actividades pornográficas y las prácticas homosexuales" . La mayor o menor maldad del pecado y la responsabilidad del pecador evidentemente dependerá además del daño que origine a terceras personas en forma de escándalo o en la utilización de sus cuerpos para la propia satisfacción, ayudados por el engaño y la ingenuidad de aquellos. Y no hablemos de la gravedad máxima cuando la animalidad del transgresor se centra en los niños y en los menos dotados intelectualmente por la naturaleza para poder reaccionar ante estos abusos. La Iglesia siempre se manifiesta a favor de una defensa de los valores exclusivos de una conducta sexual abierta a la vida y al compromiso conyugal de fidelidad y exclusividad amorosa. Un ejemplo claro de esto se refleja en la Familiaris consortio cuando dice: "En efecto, la sexualidad es una riqueza de toda la persona -cuerpo, sentimiento y espíritu- y manifiesta su significado íntimo al llevar la persona hacia el don de sí misma en el amor" .
También en el documento Sexualidad humana: verdad y significado del Consejo Pontificio para la Familia queda patente esta recomendación paternal: "El ambiente de la familia es, pues, el lugar normal y originario para la formación de los niños y de los jóvenes en la consolidación y en el ejercicio de las virtudes de la caridad, de la templanza, de la fortaleza y, por tanto, de la castidad. Como Iglesia doméstica, la familia es, en efecto, la escuela más rica de humanidad" .
¿Cuándo se deshumaniza la sociedad?
La sociedad se deshumaniza cuando pierde el sentido de familia tradicional para sustituirlo por una conveniencia personal o de unos cuantos, que buscan resolver sus ansias de ser queridos, apoyados en una sensibilidad desordenada e hipertrofiada de su instinto sexual. Un conocido psicólogo holandés, Van den Aardweg, autor de un libro titulado: La homosexualidad. Terapia de esperanza, aborda esta hipótesis de trabajo que explica en una amplia casuística la cristalización de las conductas homosexuales. Según este autor, en la personalidad de muchos homosexuales existe una tendencia a la autocompasión, que refleja sus conflictos neuróticos. A su vez, en función de la repetición o rumiación neurótica y la resistencia al cambio, se establecen unos hábitos de formación o dependencia a la autocompasión. Por esto, en la personalidad de muchos homosexuales también se detectan rasgos obsesivos, que se centran en ideas parásitas acerca de su inclinación sexual y que terminan provocando una auténtica homosexualidad cuando realizan conductas de comprobación o reciben la influencia de un homosexual o de un grupo de homosexuales más o menos organizados. La terapia que propugna este autor se basa en una búsqueda del autoconocimiento que, en continuo reforzamiento disminuiría la autocompasión y, por tanto, mejoraría la seguridad en sí mismo y la capacidad de establecer relaciones heterosexuales.
¿Por qué invocan motivos físicos, e incluso causas genéticas, para explicar sus tendencias homosexuales?
Las personas homosexuales necesitan justificar sus conductas bajo la sombra de una causa biológica, hasta el punto de promover estudios científicos que encuentren la diferencia genética, anatómica, o al menos neurofisiológica con respecto a los que no se comportan así. A pesar de estos esfuerzos no se han encontrado estas posibles causas físicas determinantes de la conducta homosexual. En cambio, sí que existen datos que indican que la mayor parte de estas conductas se explican por experiencias precoces anómalas que después cristalizan en personalidades con atracción sexual exclusiva hacia su mismo sexo, o incluso en conductas intermedias bisexuales, o en comportamientos anómalos de la conducta sexual o parafilias. Este término sigue siendo definido en los diccionarios médicos como "perversión sexual", del griego para, que se traduce como fuera de, y phileín, amar. Es como si aquellos que promueven en sus vidas estas parafilias se quedaran fuera o en la periferia del amor, porque experimentan sensaciones sin acceder al sentido que tienen cuando se subordinan al amor entre la mujer y el varón en exclusividad y para siempre.
Un principio básico de las ciencias biológicas que estudian la genética y la evolución de las especies es la de la selección del individuo más dotado para procrear y para transmitir las mejores cualidades de adaptación de su especie. Si la homosexualidad se asentara en un causa genética, bien en un cromosoma o en genes distintos de varios cromosomas, hubiera desaparecido como una alternativa de la conducta humana sexual por su esterilidad e inutilidad en cuanto al aseguramiento del hombre futuro.
No obstante, la Iglesia como Madre que es de todos sus hijos, incluso de aquellos que se despistan o son confundidos por otros, se refiere a este asunto con una prudencia delicada en el Catecismo: "Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor dificultades que pueden encontrar a causa de su condición" . Aún aceptando las dificultades la Iglesia anima a las personas con esta tendencia u otras ambiguas de su sexualidad a la perfección de su vida interior, como a cualquier otra persona con tendencias heterosexuales que lucha por alcanzar la virtud de la pureza y de la castidad según su estado.
En palabras de Choza, esta visión exigente de la sexualidad y, a la vez, tan garantizadora del éxito y de la felicidad de los que eligen este camino, se resumiría como sigue: "La experiencia del impulso sexual se puede entender como experiencia de la potencia creadora de la naturaleza del ser, en el orden biológico y en el histórico social. Por eso la actividad sexual se ha considerado siempre como algo sagrado, divino, y el ejercicio de la sexualidad como un momento en que el poder divino y la fuerza humana se coimplican. Cuando eso tiene lugar en repetidas ocasiones puede decirse que la entrega de cada uno al otro ha sido total. Cada uno vive en el cuerpo y el alma del otro, si se siente seguro del otro, seguro de sí, y seguro de sí en el otro" .
La patología de la sexualidad en el terreno de las parafilias tiene un componente cultural importante, lo que induce a pensar que la capacidad que tienen los hombres de manipular el instinto sexual es muy sofisticada. Probablemente muchas parafilias han existido siempre, como algunos ejemplos que podemos citar: el sadomasoquismo -la obtención de placer sexual mediante actos de crueldad realizados a otra persona y el que goza sexualmente al verse humillado o maltratado por otra persona-, el voyeurismo -también llamado mirón, que busca el placer exclusivamente a través de estímulos visuales- , la zoofilia o bestialismo -anormalidad consistente en buscar gozo sexual con animales-, la necrofilia -perversión sexual de quien trata de obtener placer erótico con cadáveres-, el frotteurismo -la búsqueda de placer sexual mediante contactos físicos aprovechando las aglomeraciones-, el oralismo, o sexo oral, etc.
En cambio, otros formas de parafilia aparecen conforme se desarrolla la tecnología como algunos de los siguientes: la escatología verbal, telefónica e informática -la obtención de sensaciones placenteras sexuales mediante conversaciones telefónicas, los teléfonos eróticos que tantos disgustos familiares han originado, o las ofertas eróticas a través de las redes informáticas-, la clismafilia -obtención de placer sexual mediante enemas-, la urofilia -perversión sexual en relación con la orina-, la hipoxifilia -hipoxia autoinducida mientras se experimenta el orgasmo- y la asfixia autoerótica -variante masoquista de la anterior-; son todas ellas, perversiones sexuales inducidas por la búsqueda de la novedad sexual en un afán egocéntrico y manipulador del propio cuerpo y, frecuentemente, del cuerpo de otro, casi siempre víctima en alquiler o como hoy se denomina en lenguaje de la calle persona kleenex, de usar y tirar
Incluso hasta llegar a conductas claramente delictivas y denigratorias como son la pedofilia y la pederastia buscando el placer sexual en adolescentes o en niños a los que se violenta con intimidación, engaño o se les compra con dinero como es el caso del turismo sexual a países del mundo subdesarrollado o las redes informáticas que difunden fotografías de niños y niñas manipulados sexualmente para consumo de personas obsesas y enfermas, auténticos sexópatas.
¿Existe una influencia mimética o imitativa de estas conductas?
Es indudable que sí. Las conductas sexuales que aparecen en los medios de difusión, sobre todo en los medios audiovisuales, cine y televisión, tienen un alto poder de imitación, como bien saben los publicistas cuando dedican todos sus esfuerzos imaginativos y materiales en relacionar un objeto cualquiera bien sea de vestir o decorativo con una bella mujer en posturas sensuales. Por tanto, los movimientos homosexuales también tienen intereses mediáticos en busca del proselitismo y de ganar adeptos a sus posturas sociales -adopción de hijos, procreación mediante madres de alquiler, equiparación de derechos sociales con las familias, etc.-. Y estos recursos los utilizan con todo el descaro posible como comprobamos en medios de difusión tan poderosos como la televisión. Los creativos de la publicidad diseñan anuncios con imágenes explícitas de personajes que expresan homofilia y modelos de convivencia contrarios a los que siempre han sido propios de la familia tradicional, o mejor dicho de la auténtica familia.
¿Es congruente con la fe católica desenmascarar y denunciar estas posturas?
Con el mayor respeto a las personas decir las cosas por su nombre es un derecho y a la vez una obligación de un católico que ama a sus semejantes. Un ejemplo de esto son las frases que le escribe la escritora Jutta Burggraf a David, un amigo de la universidad, cuando le hubo revelado su inclinación homosexual: "¿Por qué, a veces, hay tanta brutalidad, tanto cinismo en ciertos ambientes homosexuales? ¿Por qué reinan allí, con frecuencia, unas concepciones nihilistas del mundo, y se practica hasta el ateísmo militante? En las últimas semanas he dado vueltas sobre este tema, y no me parece una casualidad que sea así. Mientras que, en la unión matrimonial, el hombre y la mujer se trascienden en cierto sentido, por su apertura a una nueva vida, la relación homosexual carece de una verdadera alteridad y de una auténtica fecundidad. Incluso sobre el plano psicológico es notorio que corresponde a una fijación o regresión de toda la sexualidad a un estadio incompleto del desarrollo. Como tal relación es estéril por naturaleza, tiende a aislar a las personas implicadas, y encerrarlas en sí. Las lleva a girar en círculo, a menudo en un clima afectivo tormentoso. Así las personas se centran muchas veces de un modo excesivo en la sexualidad y la desvinculan de una visión completa de la vida humana. Apagan su conciencia -"la voz de Dios en nosotros"- porque sólo cuando niegan la responsabilidad ética y el sentido trascendente de la vida, pueden satisfacer los placeres enfermizos con tanto afán. En este contexto se comprende que luche con tanta vehemencia contra todos los que quieren perturbar esa "tranquilidad" artificial" .
El Catecismo de la Iglesia Católica mantiene estos principios no negociables para ningún cristiano, y por supuesto quedan incluidos aquellos que expresan su heterosexualidad de manera contraria a la Moral: "Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana" .
También en el documento ya mencionado del Consejo Pontificio para la Familia se aborda este tema en relación con las etapas de la adolescencia, momento de importantes riesgos en cuanto a las experiencias de contactos o meros reconocimientos placenteros dirigidos hacia una persona del mismo sexo, sea hombre o mujer. En la adolescencia se fraguan las características de personalidad más relevantes y de mayor repercusión en la vida adulta: los hobbies, los hábitos sociales, las idealizaciones, las fantasías, las virtudes humanas y, también. por desgracia, los errores en la elección del modelo de comportamiento en la vida sexual y afectiva. Muchos jóvenes se quedan sin desplegar todo su potencial de cualidades humanas por culpa de un vahído sexual inoportuno. Las recomendaciones al respecto de esta contingencia por parte del citado documento son oportunas: "La homosexualidad no debe abordase antes de la adolescencia a no ser que surja algún específico problema grave en una concreta situación. Este tema ha de ser presentado en los términos de la castidad, de la salud y de la verdad sobre la sexualidad humana en su relación con la familia, como enseña la Iglesia" .
Conclusión
En suma, en palabras del Cardenal Ratzinger contenidas en la Introducción al Documento sobre "Atención Pastoral a las Personas Homosexuales" se infiere la auténtica postura del Magisterio de la Iglesia sobre este asunto, que no es otra que salvaguardar las enseñanzas evangélicas de Jesucristo. Espero que esta última referencia le sirva al lector para encontrar su punto de lucha personal sea cual fuese su nivel previo de exigencia: "Un acto se ha considerado y se considera natural cuando está en armonía con la esencia del hombre, con su ser tal como ha sido querido por Dios. A partir de este ser, que resplandece en el orden de la creación -y que es reforzado por la Revelación-, la razón puede deducir el imperativo del deber, sobre todo si es iluminada por la fe. En la naturaleza, o sea, en la creación, el hombre puede reconocer un "Logos", un sentido y un fin, que lo conduce a la verdadera autorrealización y a su felicidad y que, en última instancia, está fundado en la voluntad de Dios.
"En la pérdida de este concepto metafísico de naturaleza, que va acompañado por un abandono casi total de la teología de la creación, se debe buscar una de las causas principales de la crisis moral de nuestros de días. En efecto, si el deber humano no se considera ya anclado en el ser y por tanto en la sabiduría del creador, queda sólo la alternativa que derive de la sabiduría humana. Pero entonces es obra del hombre, sujeta al cambio del tiempo, modelable y manipulable; entonces los "grupos de presión" que saben guiar la opinión de la masa tienen perspectivas de éxito".