LA COMUNIDAD

DEL GRUPO DE ORACION A LA COMUNIDAD ¿POR QUE Y PARA QUE?


Los grupos de oración de la R.C. empiezan por una sencilla reunión semanal de oración. Las personas acuden porque sienten la inquietud por la oración y la vivencia de la vida del Espíritu. Quizá al principio no aspiren a más. El grupo parece muy pobre en sus comienzos. No importa. El Reino de los cielos empieza así, «semejante a un grano de mostaza” (Mt 13,31).

Pero en la semilla se encierra toda una dinámica de evolución y crecimiento. Así también, en el desarrollo de cada grupo, en el que a partir del Bautismo del Espíritu se va experimentando la acción del Señor a través de los hermanos como instrumentos de curación y transformación, el Amor del Señor nos hace abrir a los demás y salir de nosotros mismos y del absurdo individualismo en que estábamos viviendo.

Juntamente con la experiencia del Amor de Dios en nosotros, empezamos a vivenciar el amor que sentimos por los demás. Es un amor de entrega y donación. Ser amados por los hermanos del grupo es algo que nos enseña y urge a amar nosotros también.

Caminar juntos en la vida del Espíritu y compartir esta riqueza es el procedimiento más enriquecedor y creativo que ha de conducir a resultados insospechados de progreso y crecimiento espiritual.

Cada grupo ha de recorrer un itinerario espiritual. En los comienzos predomina la conversión, la purificación, la curación interior, el compromiso por el Señor, la apertura a los dones del Espíritu. Los pasos siguientes y sin descartar en modo alguno los aspectos anteriores, que más bien son permanentes en la vida del Espíritu, serán una mayor entrega y unidad buscando unas relaciones interpersonales en el amor del Señor, cada vez más profundas, que nos llevarán a comprometemos y darnos más unos a otros. Nace así la necesidad de la comunidad.

Se empieza a pensar en la comunidad al cabo de cierto tiempo de desarrollo y crecimiento del grupo. No todos caminan al mismo paso dentro del grupo, pues cada uno tiene un camino marcado por el Señor, aunque también condicionado por la respuesta personal al don de Dios.

Cuando llega por tanto el momento de plantearse la alternativa de la comunidad no todos pensarán de la misma manera, ni todos se encontrarán en la misma disposición. Esto no quiere decir que el Señor no llame a todos a entrar en la comunidad a su debido tiempo.

Aquellos que ya sientan la llamada y la exigencia del Espíritu deben seguir adelante, de forma que este paso que van a dar no les aísle o distancie de aquellos que no lo dan, sino que, por el contrario, sirva para acercarles mas a ellos en una nueva actitud de servicio. La comunidad que surja no ha de ser un ghetto, sino el núcleo vital del grupo, siempre abierta a todos los que quieran asumir el mismo compromiso.

Esta necesidad de llegar a la comunidad no surge por moralismo.
Es gracias al Señor. Nos lleva a ella la acción del Espíritu para damos más al Señor y a los demás compartiéndolo todo. Y el dar este paso no supone gran sacrificio ni renuncia. Se hace con un gran gozo. Es respuesta a la invitación suave del Señor.

Las primeras comunidades surgieron sin que nadie les hablara de comunidad, ni tuvieran la menor idea de lo que era una comunidad. Fue una creación original del Espíritu de Pentecostés que hizo así que “todos los creyentes vivieran unidos y lo tuvieran todo en común” (Hch 2,44), de forma que aquella multitud “no tenía sino un solo corazón y una sola alma" (Hch 4,32). Esto llevó a los primeros cristianos a formar la comunidad de Jerusalén y después otras, Antioquia, Éfeso, Corinto, Roma, etc.

En el Pentecostés permanente de la Iglesia, y a lo largo de toda su historia a través de los siglos, este mismo Espíritu siempre ha estado haciendo sentir la necesidad de la comunidad en todos aquellos que se abrieron totalmente a la acción del Señor. Tal es el ejemplo de los grandes reformadores y fundadores.

La comunidad no es por tanto una moda, ni prerrogativa de una élite. Es un volver a las fuentes. De la comunidad podríamos decir lo mismo que dijo Pedro el día de Pentecostés a propósito de la "Promesa”: “es para todos y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro” (Hch 2,39).

Si es una creación tal del Espíritu, la comunidad no es para ser instrumentada al servicio de problemas concretos, ni es una respuesta a situaciones locales, a problemas sociales o apostólicos, ni tampoco como antídoto a los problemas de soledad. La comunidad, aunque no se desentiende de estos problemas, está muy por encima de todo esto.

Su meta y aspiraciones son: para los que la forman: una mayor entrega al Señor, ofreciéndole y consagrándole las propias vidas para estar más disponibles para El y para su Reino, y una forma de entender y practicar el amor y el servicio a los demás como expresión del Amor que el Señor derrama en nuestros corazones.

Como una consecuencia y algo que se nos “da por añadidura" (Lc 12,31), para los que están dentro de ella se convierte en el medio y ambiente más adecuado para un mayor crecimiento y maduración en la vida del Espíritu, contrarrestando la presión cada día más fuerte de paganismo y corriente anticristiana en que nos envuelve la sociedad de hoy.

A los que están fuera ofrece un signo visible y convincente de cómo «el Reino de Dios ya está entre vosotros” (Lc 17,21). Presenta un anticipo de la Jerusalén celestial y un testimonio de cómo viven y se aman los discípulos de Jesús, y cómo le pueden hallar cuantos le buscan anhelantes.





ETAPAS HACIA LA COMUNIDAD

Por LUIS MARTIN


Una comunidad es algo que nunca se puede improvisar.

La iniciativa la toma el Señor: El es quien convoca y edifica la comunidad. No nace por tanto por decisión de un grupo de personas que deciden compartir su fe y vida cristiana.
En escucha constante y apertura a la palabra de Dios recibiremos abundancia de signos y respuestas que serán más que suficientes para reconocer la voluntad del Señor.


En el Libro de los Hechos vemos cómo es el Señor quien actúa: “EI Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar" (Hch 2,47). En el funcionamiento y en los momentos importantes de aquellas comunidades primitivas la acción del Señor era siempre decisiva, como por ejemplo en la comunidad de Antioquía, a propósito de la misión de Saulo y Bernabé (Hch 13,2-3).

Al tratar de formar una comunidad no podemos partir de ideas preconcebidas, ni tampoco precipitarnos en su creación por mucho que nos halague el proyecto. Muchas comunidades cristianas empezaron y fracasaron por no tener en cuenta estos presupuestos. Un grupo no puede lanzarse a la creación de la comunidad si antes no han ca¬minado unidos durante largo tiempo y han estado ya colaborando y compartiendo muchas cosas además de su vida cristiana.

En la R.C. contamos ya con abundante experiencia y sabiduría que el Señor nos ha ido dando a través de las numerosas comunidades carismáticas que hay por todo el mundo.
Cada comunidad ha tenido un origen distinto y un proceso muy particular, porque, lo mismo que las personas, cada comunidad es un plan distinto del Señor.

Pero en todas se ha podido constatar unos pasos imprescindibles, unas etapas más o menos largas.

Para ser más precisos, podríamos esquematizarlas de la siguiente forma:

PRIMERA ETAPA: INTEGRACION EN EL GRUPO


La primera etapa de las personas que pretenden formar comunidad carismática es un tiempo, por lo general no inferior a un año, y en muchos casos de dos a cuatro años, durante el cual han de vivir su integración en el grupo de oración, caminando y creciendo en la vida del Espíritu hasta adquirir cierto grado de madurez cristiana y de compromiso.


Aunque a algunos pueda parecer larga esta etapa, más bien que a abreviarla, hay que tender a alargarla. Hay que respetar la ley del crecimiento y de la madurez, que exige tiempo.

Durante esta etapa se ha de apreciar la estabilidad y fidelidad de la persona en sus decisiones, y un compromiso cada vez mayor por el Señor, la apertura, acogida y adaptación a los demás, progreso en la oración personal, mayor conocimiento de la palabra de Dios, capacidad de compartir con los demás no sólo la vida espiritual y las cosas materiales sino hasta las propias debilidades.

En este período se va eliminando por sí mismas las personas inconstantes e inestables, las que aun tienen conflictos profundos por resolver, o no están plenamente liberadas, y sobre todo, las que no están abiertas a los demás. De no superar estas dificultades, su presencia en la comunidad sería motivo de desequilibrio y tensión constante y un lastre que dificultaría llegar a unas relaciones personales entre todos los hermanos, estrechas y profundas en el Amor al Señor.


SEGUNDA ETAPA: COMPROMISOS CONCRETOS


Cuando se ha estado caminando en la primera etapa tal como dejamos dicho, el Espíritu del Señor nos hace sentir la necesidad de dar un paso hacia adelante y de comprometernos más, en el sentido de llegar a una mayor entrega al Señor, y a ayudarnos y cuidar más unos de otros.

En la primera etapa ya habíamos empezado a compartir nuestro personal compromiso fundamental con el Señor y de unos con otros.

Ahora en cambio sentimos la necesidad de llegar a un compromiso más profundo, por el que públicamente manifestamos ante el Señor y ante los demás nuestra determinación de darnos más al Señor y a los hermanos, detallando unos puntos concretos de compromiso, pues no basta una manifestación genérica.

El grado de compromiso a que se puede llegar en esta etapa puede presentar muchas formas. Cada grupo discernirá ante el Señor a qué se siente llamado. Se debe empezar por un compromiso limitado, permaneciendo siempre abiertos a un compromiso más profundo al cabo de cierto tiempo: su contenido responderá a la idea de mayor entrega y servicio al Señor y a los demás.

Se puede detallar en alguno de estos puntos:
- preocuparnos y cuidar más unos de otros tanto en las necesidades humanas y materiales, como en las espirituales, para lo cual tendrá que haber mayor transparencia, apertura y conocimiento de los problemas de cada uno;
- intensificar más la vida espiritual y prestarse mutua colaboración en la ora¬ción, la lectura y estudio de la Palabra de Dios, la instrucción;
- empezar a practicar el sometimiento de unos a otros, determinando ante los demás quién se somete a quién, e introducir también la corrección fraterna y la obediencia a los servidores;
- aceptar alguna forma de compartir bienes materiales. Cada uno determine la cuantía, ante los demás.

Se pueden multiplicar los ejemplos. Este compromiso lo empiezan algunos hermanos. Nunca hay que pretender que lo haga todo el grupo. Mientras se va recorriendo esta etapa, se va aceptando a aquellos que periódicamente lo solicitan, previo siempre un discernimiento sobre cada caso y una iniciación catequética que hay que impartir de varias semanas.

La duración de esta etapa no debería ser inferior a un año.


TERCERA ETAPA: LA COMUNIDAD CARISMATICA


Con esta etapa se comienza la comunidad carismática en el pleno sentido de la palabra.

Los que empiezan se comprometen ante 'el Señor, redactando de ordinario una “alianza” en la que se expresa el espíritu y la mística de la comunidad de una forma más exigente que como se ha estado viviendo anteriormente.

Esta “alianza” se examina periódicamente para ver cómo se cumple o para introducir las modificaciones oportunas.

Para que todo marche bien y en previsión de las dudas que puedan surgir, es preciso que se formule de manera clara y precisa los principales aspectos de la vida de la comunidad.
Hay que tener en cuenta que no es esencial de la verdadera comunidad el que todos sus miembros vivan en convivencia doméstica. Cabe la posibilidad de que algunos vivan en el mismo edificio y otros sigan viviendo en sus propios hogares. La convivencia no es parte esencial de la comunidad, sino unas relaciones profundas de hermanos.

En cuanto a la comunión de bienes hay diversidad de fórmulas y grados. Todo depende del grado de compartir a que quieran comprometerse.

Más que la estructura en sí, la cual no se debe minimizar, lo más decisivo para la vida de la comunidad y a lo que en último término todo se reduce, es el compromiso personal a que cada miembro ha llegado con el Señor y la profundidad de vida espiritual que cada uno vive dentro del conjunto de la comunidad.






¿QUE SE REQUIERE PARA CONSTRUIR UNA COMUNIDAD?

El proyecto exige madurez, dirección, estructuras pastorales y la gracia de Dios.

(Entrevista con Ralph Martin, traducida de PASTQRAL RENEWAL, enero 1977).

- Ralph, ¿podrías describimos qué entiendes por comunidad cristiana?


RALPH MARTIN. - Yo la describiría como una relación de familia. Llegar a formar parte de una comunidad significa pasar, de unas relaciones basadas primariamente en mi propia conveniencia o necesidad, a unas relaciones que se basan en un compromiso: es decir, sea o no sea conveniente, te necesite yo o no te necesite, me comprometo a ser para ti hermano o hermana.

Entrar en la vida de comunidad supone la conversión, de vivir primariamente interesado por mi bien y por el bien de mi familia, a empezar a interesarme por nuestro bien, el bien del pueblo de Dios, el bien del Cuerpo de Cristo en nuestra zona. Pasamos de una situación de independencia y aislamiento a unas relaciones de interdependencia, a una vida compartida.

Vivir juntos bajo el mismo techo o po¬ner en común nuestros salarios y posesiones materiales no son aspectos esenciales de la comunidad. Es esencial la relación de hermano o de hermana con cada uno de los demás. Y esto se puede expresar de modos muy variados.

P.R. - ¿Crees que la comunidad es algo más que lo que es una congregación activa o un grupo de oración?

R.M. - Hay diversos grados de comunidad. Algunas parroquias y grupos de oración poseen ciertos elementos del compartir y de la vida real de comunidad.

Pero por lo general, lo que suele haber en una parroquia o en un grupo de ora¬ción es un conjunto de actividades. Las relaciones de las personas y los compromisos de unos para con otros se limitan a tener juntos ciertas actividades. Las personas no se han comprometido a cuidar de las vidas de unos y otros. En la mayoría de congregaciones y grupos de oración las personas se sienten por lo general muy solas en el desempeño de sus responsabilidades y a la hora de tomar decisiones que gobiernen sus vidas.

Por ejemplo, en un grupo cristiano o congregación activa se considera como algo estrictamente personal muchas cuestiones importantes: si una persona es promovida en su empleo y tiene que trasladarse a otra ciudad, a dónde y cuándo ir de vacaciones, si hacer una ampliación de la casa. Se toman las decisiones sin verdadera sumisión a los hermanos y hermanas.

Pero en la comunidad, donde las personas ponen todas sus vidas en común, estas opciones ya no son algo privado. Afectan al cuerpo local de hermanos y hermanas; el resultado altera la capacidad del grupo para ser un pueblo que sirve. En la comunidad las personas deberán decidir sobre cualquiera de estas cuestiones consultando a su inmediato dirigente pastoral o a los hermanos más antiguos.

P.R. - Si un grupo de cristianos quieren entrar en una relación de comunidad de unos para con otros, ¿cómo sabrán si están preparados?

R.M. - Tiene que haber suficiente equilibrio, estabilidad y madurez cristiana en el grupo para aceptar un compromiso más profundo como es la vida de comunidad. Si las personas son nuevas en la vida cristiana, si aun tienen problemas al cumplir sus responsabilidades más elementales, con toda seguridad que todavía es prematuro pensar hacer otro compromiso.

Quizás el factor más importante sea ver si tienen dirigentes. Tiene que haber alguien, algunas personas que sirvan como de cabeza de la comunidad, que puedan asumir responsabilidad pastoral sobre el funcionamiento de todo el grupo y sobre las vidas individuales de cada uno de los miembros. La dirección de la comunidad requiere personas que no sólo tengan madurez cristiana y carácter estable, sino que tengan un alto nivel de compromiso para cuidar de las personas con sentido pastoral.

Los líderes potenciales deben tener dones para ser los cabezas pastorales de la comunidad. Deben poseer cierta habilidad para dirigir personas. Deben estar capacitados para enseñar, no una enseñanza necesariamente formal y especializada, sino para dar enseñanza sobre la vida cristiana y el modo de relacionarnos con los demás. Deben contar con ciertas cualidades de discernimiento en cualquier situación y para poder tomar la acción apropiada, deben ser pacientes pero firmes y que cuenten con la confianza y respeto de los demás. No quisiera presentar como poco menos que imposibles los que han de ser los criterios para una adecuada dirección. Pero cuando la Escritura describe las características que se requieren en la persona que es líder pastoral de una comunidad, la lista es impresionante. En la comunidad que empieza, tales dones y características no estarán manifiestamente presentes en los líderes. Pero los ingredientes básicos sí tienen que aparecer en algunos del grupo antes de que yo me atreviera a alentar a este grupo a dar el paso hacia una vida de comunidad totalmente compartida.

P.R. - ¿Qué cambios hay que hacer en el grupo cuando los cristianos empiezan a formar comunidad?

R.M. - La situación es distinta de un lugar a otro, pero según mi experiencia hay que ofrecer elementos estructurales.

1. º Lo primero es que la comunidad ha de tener una forma de desarrollar su identidad. Para la mayoría de los grupos esto significa empezar a tener reunión de comunidad. La comunidad a la que yo pertenezco salió de una reunión grande de oración pública. Paso importante hacia la comunidad fue la decisión de tener una reunión semanal adicional para aquellos que estuvieran interesados en relaciones de unos con otros más comprometidas. Una vez que la comunidad empieza, es esencial celebrar regularmente la reunión de la comunidad.

2. º Tiene que haber mucha claridad sobre quién forma parte de la comunidad y quién no. La vida de la comunidad supone un compromiso definitivo para relacionarse unos con otros en forma fraternal durante todo el tiempo, no precisamente cuando conviene o cuando lo necesitamos. Esto quiere decir que nos ofrecemos con nuestros hermanos y hermanas a Dios para que Él pueda unirnos de verdad. Ser miembro de una comunidad es algo muy definido. O una persona ocupa su lugar en el cuerpo o no lo ocupa.

3. º Para que las personas puedan decidir si se unen a la comunidad o no se unen, debe estar muy claro a qué responsabilidades se comprometen. Hay grupos que redactan una «alianza», la cual detalla el compromiso que hacen los miembros de la comunidad. En la «alianza» el grupo trata de expresar lo que significa para ellos formar parte de la comunidad.

4:º Un cuarto elemento de la comunidad es el medio de dar instrucción a las personas sobre lo que es la vida en el Señor y en la comunidad, y prepararlas para vivirla.

Este proceso de iniciación tiene varias etapas. Algunos grupos ofrecen evangelización y enseñanzas básicas para ayudar a las personas a llegar a una relación nueva y más profunda con Dios. Después se les da la oportunidad de aprender más sobre la misma comunidad, en un fin de semana, por ejemplo. A continuación vendrá la ocasión de hacer un compromiso preliminar que conduzca a la comunidad.

5. º El quinto elemento debería estar claro por lo que ya he dicho: la dirección pastoral es muy importante. Si una comunidad no tiene líderes que estén claramente reconocidos y apoyados por el grupo, la comunidad hallará muchas dificultades para poder progresar.

6. º Un sexto elemento son los grupos pastorales más pequeños. Hay gran variedad de medios para que las personas puedan formar grupos más pequeños, compartiendo sus vidas con una mayor profundidad que como lo podrían hacer en el conjunto de toda la comunidad, sobre todo cuando ésta crece en dimensión.

7:° Finalmente, hay que dar enseñanza de forma regular y progresiva, para ayudar a los miembros de la comunidad a crecer en madurez y llegar a no tener más que una sola mente y un solo corazón. Esto se puede dar en diversos cursos, en reuniones de la comunidad, y utilizando otros medios.

Creo que con esto no he presentado un modelo de comunidad que parezca poco menos que imposible. Es difícil, desde luego. Exige un grado creciente de madurez, compromiso y paciencia. Pero también es algo que el Espíritu Santo hace con nosotros y por nuestro medio. Nosotros hemos experimentado el crecimiento de nuestra comunidad como una misericordia de Dios para con nosotros. Mucho de lo que ha sucedido no ha sido por nuestra sabiduría, sino por la misericordia y el amor de Dios.

P.R.: - ¿Qué aconsejarías a los líderes de un grupo que se convierte en comunidad?

R.M.: - Creo que es de máxima importancia que los líderes se mantengan muy unidos. Si los líderes aprenden a amar, a ser pacientes, a confiar y trabajar unos con otros de la mejor manera, entonces quedarán resueltos la mayor parte de los problemas que han de sufrir los demás que entran a formar parte de la comunidad.

Al comienzo de nuestra comunidad, un factor muy importante para su desarrollo fue el compromiso que hicieron entre sí algunos de los líderes. Steve Clark y yo ya habíamos hecho un compromiso: habíamos convenido trabajar siempre juntos, no importa las dificultades que surgieran, y ofrecernos al Señor para pertenecerle y que Él pudiera así construir algo con nosotros. Creo que aquella fue la base de todo lo que Dios hizo después al unirnos en comunidad. El compromiso que Steve y yo habíamos hecho se extendió a otros líderes potenciales del grupo. Este grupo llegó a ser el núcleo de las personas que pudieran ayudarse después para empezar a cuidar de la vida de la comunidad.

Los líderes necesitan también asumir el cuidado pastoral unos de otros. Uno de los mayores problemas en la Iglesia de hoy es éste: ¿quién pastorea a los pastores? Será de gran utilidad el que los líderes más antiguos asuman la responsabilidad pastoral de los más jóvenes. Aun cuando el grupo de líderes esté formado por personas de la misma experiencia y madurez, conviene introducir relaciones pastorales dentro del conjunto del cuerpo de líderes, de forma que se cuide de todos.

P.R.: - ¿Podrías describirnos en qué consiste la “alianza” de tu comunidad y de qué modo se comprometen las personas?

R.M.: - Nuestra “alianza” empieza por afirmar nuestro deseo común de dar todas nuestras vidas al Señor como respuesta a su amor e invitación. Después, tratamos algunos elementos básicos de nuestra vida en común: a) nuestro compromiso de ser hermanos y hermanas unos de otros, b) asistir regularmente a las reuniones de la comunidad y a los cursos de enseñanza que ofrezca, c) observar el orden de nuestra vida en común y el modelo de dirección que tenemos constituido, d) ayudar a las necesidades materiales y financieras que tengan la comunidad y sus miembros.

A aquellos que quieran formar parte de la comunidad de acuerdo con los términos de la “alianza” les invitamos a expresar públicamente su compromiso. Invitar a las personas a aceptar públicamente la “alianza” ha sido de una gran importancia para nuestra comunidad; esto define claramente quién está comprometido con la comunidad.

En realidad el compromiso se hace en dos etapas: Un compromiso preliminar que han de hacer aquellos que empiezan a entrar en la vida de comunidad: asistir a las reuniones y a los cursos, etc.; y lo que llamamos compromiso público, que es más solemne. Por el compromiso público las personas ofrecen sus vidas al servicio del Señor formando parte de la comunidad. Este compromiso sólo permitimos hacerlo a aquellos que llevan ya dos o tres años de vida comunitaria estable.

P.R.: - ¿Crees que la comunidad debe permitir que se sume a ella todo aquel que acepta el compromiso requerido. o debe ejercer algún control sobre los que quieran Ingresar en ella?

R.M.: - Hay tendencia en las personas que sufren serios problemas a venir a un grupo de cristianos que se aman. Pera una comunidad no se podrá desarrollar de forma que pueda emprender un servicio estable de largo alcance si al principio acepta más de lo que sus miembros puedan abordar en forma adecuada. Esto impediría al grupo desarrollar las relaciones básicas y la norma de vida en común que les ayudará a llegar a una mejor situación para poder atender a las personas que se encuentran con serios problemas.

El tiempo que se dedica al desarrollo de una comunidad no es tiempo que se quita del servicio al Señor. Creo que una comunidad no debe aceptar en sus comienzos a todo el que quiera entrar en ella. Debería aceptar tantas personas como cuantas pueda cuidar, que tengan madurez y estabilidad razonable, y muy pocas personas, si es que algunas, que se encuentren con serios problemas.

Hay otra situación que exige un atento examen: es frecuente el caso de esposas que quieren entrar en la comunidad, pero que no quieren sus esposos.

Los líderes han de asegurarse de que estas hermanas no se van a integrar en la comunidad de forma que desplacen su centro de gravedad de la función que les corresponde en la familia.

Muchas comunidades adoptan la norma de no aceptar señoras en el compromiso total con la comunidad si no se comprometen también sus maridos. Estas comunidades sienten que seria poco menos que imposible para una esposa ser fiel a ambas obligaciones: al compromiso familiar y al compromiso con la comunidad, si sus maridos no se comprometen también. Otras comunidades, si bien no descartan la posibilidad de que una esposa sin su marido llegue a ser miembro de la comunidad, centran toda su atención para conseguir que la integración en la comunidad de aquella hermana la haga más llena de amor y más efectiva dentro de su misma familia.

P.R.: - ¿Qué sugerirías a aquellas personas que piensan que su grupo no está to¬davía en condiciones de formar comunidad?

R.M.: - Si no se dan todavía en el grupo los elementos básicos para construir la comunidad, se puede empezar a dar algunos pasos que contribuyan a ello.

Por ejemplo, pueden empezar a unirse de un modo informal, a comer juntos de vez en cuando, a convivir algunos fines de semana y a asumir algunas actividades en común: éstas son cosas que ayudan a las personas a abrir sus vidas y a conocerse mejor. También pueden empezar a unirse para fines específicamente espirituales: para compartir y hablar sobre sus propias vidas en forma espiritual, para orar.

Pueden empezar a ayudarse recíprocamente aun en cosas materiales: por ejemplo a prestarse una máquina de cortar el césped, el pintar la casa del algún hermano, de forma que se muestre amor e interés a través de medios que vayan mas allá de la reunión semanal.

P.R.: - ¿Qué deseas decir como conclusión?

R.M.: - En el futuro va a ser muy difícil para los cristianos perseverar y crecer sin la ayuda de hermanos y hermanas que vivan alguna forma de vida comunitaria. Va a ser difícil mantener un testimonio cristiano estable y desempeñar la misión de Cristo con poder y gracia si no es en el contexto de una comunidad cristiana. Creo que en la sociedad está aumentando la presión anticristiana. Presión en las universidades, en los medios de comunicación, en los esparcimientos: cada vez se hace más difícil para las personas mantenerse en una vida cristiana gozosa y confiada fuera de una comunidad. Estoy convencido que en los años que se avecinan se va a considerar a la comunidad, no meramente como una opción para los cristianos, sino como algo que está en la entraña del Evangelio y que es esencial para la vida cristiana.





MÁS CONSEJOS SOBRE LA FORMACION DE LA COMUNIDAD


Por falta de espacio, he aquí una selección de algunas respuestas:
Obtener ayuda: “Aconsejaría a las personas que empiezan a formar comunidad que se pongan en contacto con alguna comunidad establecida para aprender de sus fallos y obtener la ayuda y guía que necesitan ".


No intentar hacer demasiado: "Una comunidad que acaba de empezar puede quedar encasillada en un proyecto particular, como el montar una escuela o dedicarse a unos problemas sociales determinados, antes de estar preparada para ello. En algunos países puede dominar la preocupación por los problemas nacionales; quizá las personas quieran ofrecer prematuramente su comunidad como contribución a estos grandes problemas. Esta falta de realismo es fatal para el desarrollo de la comunidad”.

Los líderes necesitan sus líderes: “Para coordinar el trabajo de todos los líderes se debería escoger a aquellos miembros del grupo de líderes que tengan una mayor madurez y experiencia. Los demás líderes deben apoyarlos •.

Donde los miembros del grupo no se ponen de acuerdo para formar comunidad: “Después de haberlo hablado y reflexionado suficientemente, y después de oración con todo el grupo, aquellos que quieran formar comunidad deben seguir adelante manteniendo lazos de hermandad con aquellos que no quieren. Si las personas que desean vivir en comunidad viven en lugares donde no es posible construir una comunidad, deben considerar la posibilidad de mudarse al lugar donde se haya establecido la comunidad”.