Los orígenes de las inclinaciones y los comportamientos homosexuales
Por Richard Fitzgibbons, M.D.
Introducción
En la actualidad, la mayoría de los católicos saben muy poco o nada acerca de las causas emocionales de la inclinación y conducta homosexuales. Tampoco conocen el poderoso papel que la espiritualidad católica puede jugar en la curación de la homosexualidad.
Las razones de esta ignorancia son muchas e incluyen: la escasa difusión de escritos que traten sobre el valor de la fe católica y de los sacramentos para la curación de la homosexualidad; el fracaso de la terapia tradicional en lograr el mismo objetivo; las opiniones en las Asociaciones de Psiquiatría y Psicología de EE.UU de que la homosexualidad no es un desorden; la influencia que poderosos grupos ejercen sobre los medios de comunicación social y sobre la educación, los servicios sociales, los servicios de salud y la política. Además, hay muchas personas y grupos dentro de la misma Iglesia que tratan de desvirtuar la doctrina moral tradicional sobre este tema.
La falta de conocimiento sobre las causas de la homosexualidad se extiende también a aquellos que dirigen a adolescentes y adultos. Los terapistas frecuentemente dicen a aquellos que buscan ayuda en este sentido, que la doctrina de la Iglesia Católica sobre la homosexualidad es insensible hacia los homosexuales, poco científica y errónea. Les aconsejan que se acepten como personas creadas homosexuales por Dios. Desafortunadamente, los que así aconsejan son poco conscientes de los conflictos emocionales que causan la homosexualidad, así como del poder de curación existente a través del perdón y de la espiritualidad católica.
En mi experiencia clínica de los últimos 20 años, he sido testigo de la curación del dolor emocional que causaba la homosexualidad en varios cientos de hombres y mujeres. Su proceso de curación ocurrió, primero, a través de una psicoterapia que identificaba los orígenes de sus conflictos, y luego, por medio del perdón y de una espiritualidad católica.
Tal enfoque es similar al uso de la espiritualidad en el tratamiento del abuso de sustancias. Las mejorías radicales en el tratamiento de este problema ocurrieron sólo después de que la confianza en Dios se propusiera como la piedra angular del tratamiento. Anteriormente, la psicoterapia tradicional, por sí sola, sólo producía mejorías mínimas. El uso de la espiritualidad en el tratamiento de la homosexualidad ha seguido un modelo parecido.
Los orígenes de la homosexualidad
Los conflictos más comunes que predisponen a las personas hacia la homosexualidad son 1- la soledad y la tristeza, 2- profundos sentimientos de ser inadecuado y la falta de autoaceptación, 3- la desconfianza y el miedo, 4- el narcicismo, 5- el excesivo sentido de responsabilidad, 6- el maltrato sexual en la niñez y 7- el enfado excesivo.
Durante los períodos de tensión, estas dificultades internas se activan. Entonces pueden surgir fuertes tentaciones homosexuales en un intento por encontrar alivio o un escape al dolor emocional inconsciente. Esta dinámica de dolor emocional que puede llevar a la homosexualidad rara vez se manifiesta durante la infancia, pero normalmente se revela al principio de la adolescencia.
Veamos a continuación con más detalle cada uno de estos factores causantes de la homosexualidad que hemos mencionado:
1. Soledad y tristeza
En el pasado, la causa que con más frecuencia se veía de la tristeza que conduce a la homosexualidad en los muchachos era el rechazo, durante la infancia y la adolescencia, por parte de sus compañeros, con motivo de sus limitadas aptitudes atléticas. [Sin embargo, por razón de lo que se verá a continuación, trataremos esta causa un poco más adelante.]
Más recientemente, el fracaso matrimonial y familiar, con casi un 45% de niños y adolescentes que viven separados de sus padres, ha producido serios problemas de tristeza y soledad en la juventud. El Papa Juan Pablo II, en su Carta a las familias de 1994, ha descrito la trágica suerte de estos jóvenes, caracterizando a muchos de ellos como "huérfanos con padres vivos".
Cuando no se satisface la necesidad de cariño, aprobación, afecto físico y ánimo de un padre, se desarrolla un vacío interior comúnmente llamado "hambre de padre". En un intento por superar este dolor, algunos adolescentes y jóvenes adultos buscan el confort de ser abrazados por otro hombre. En mi experiencia clínica he observado que mientras más temprano es el abandono paterno, mayor es la posibilidad de que se desarrollen tentaciones homosexuales.
Mientras que muchos hombres no han recibido el ánimo y afecto físico de sus padres, y nunca han desarrollado inclinaciones homosexuales, los particularmente vulnerables son aquellos que, a causa de limitadas actitudes atléticas, tampoco fueron aceptados por sus compañeros.
También, en algunos chicos especialmente sensibles, un continuo maltrato por parte de sus hermanos mayores produce una soledad interior que puede llevarlos a sentir inclinaciones homosexuales.
La falta de cariño, afecto y ánimo de una madre también puede producir un vacío y una terrible tristeza. Algunas chicas intentan llenar ese vacío del amor materno dulce y consolador por medio del comportamiento homosexual. Esta "soledad sin madre" no se observa tan a menudo como la "soledad sin padre", porque las madres generalmente tienen mucha más libertad a la hora de comunicar su amor y su ánimo a los hijos que la que tienen los padres.
Sue era la más joven de tres hijos, y tenía cuatro años cuando su madre los dejó. Vio a su madre intermitentemente durante su infancia, pero nunca sintió intimidad con ella. Sue salió con muchachos varias veces en el Instituto, pero cuando tenía alrededor de 20 años se involucró en relaciones homosexuales.
Comenzó a tratarse con psicoterapia para resolver la tristeza y el enfado que sentía hacia su madre. Conforme su entendimiento del problema crecía, se dio cuenta de que ninguno de los chicos con los que había salido podía proporcionarle el afecto que la niña pequeña en su interior ansiaba de su madre. Durante un tiempo el afecto de sus novias le consolaba. Sin embargo, estas relaciones no la satisfacían tampoco. Poco a poco Sue vio que la niña pequeña que llevaba dentro necesitaba curarse del dolor de esa "soledad sin madre" antes de que pudiera tener una relación adulta de amor estable y sin relaciones sexuales fuera del matrimonio.
Algunos adultos que se sienten muy frustrados y solos porque todavía no han encontrado la persona correcta para casarse caen en un comportamiento homosexual en su intento de aliviar esa soledad. Algunas personas casadas comenten actos homosexuales como resultado de la tensión y soledad en su matrimonio. También, la tristeza y la soledad que se siente después de un serio fracaso matrimonial puede resultar en una conducta homosexual, porque estas personas tienen miedo de volverse vulnerables ante alguien del sexo opuesto. En mi trabajo he visto este tipo de conducta ocurrir más frecuentemente en las mujeres.
Como la soledad es una de las experiencias más dolorosas de la vida, se gastan enormes cantidades de energía inconscientemente en un intento de negar la presencia de ese dolor tan debilitante. Como resultado, muchas personas ni siquiera saben que están luchando contra esa profunda herida emocional. Frecuentemente tienen miedo de afrontarla, en parte porque no creen que se pueda curar. De hecho, los que así piensan tienen razón cuando sus intentos de curarse excluyen la espiritualidad, porque ninguna cantidad de amor de otros adultos puede compensar lo que no se recibió de su padre, madre, hermanos y amigos de la infancia o adolescencia. Muchos hombres y mujeres con estas dolorosas heridas emocionales de soledad y tristeza prefieren creer que son homosexuales para no enfrentarse con su terrible situación interior.
El fracaso de cualquier relación adulta, a la hora de llenar el vacío de la soledad infantil y adolescente, es la mayor causa de la extraordinaria promiscuidad en el estilo de vida homosexual, y por eso algunos estudios arrojan un promedio de 60 compañeros/as sexuales al año. Inconscientemente, estas personas no buscan un compromiso estable, porque sienten que ningún adulto puede satisfacer al niño y adolescente interior. Tal proceder compulsivo, patológico y peligroso para la salud apoya la idea de que la homosexualidad es un serio desorden emocional, mental y conductual.
Por supuesto, los conflictos de soledad y tristeza se pueden manifestar de muchas formas aparte de un comportamiento sexual, como, por ejemplo, las actuaciones infantiles de dependencia, una constante necesidad de atención y afecto, una excesiva fantasía sexual, masturbación compulsiva, atracción hacia los adolescentes, dependencia en la pornografía, comportamiento narcisista, agotamiento y síntomas de depresión.
2. Profundos sentimientos de ser inadecuado y falta de autoaceptación
La homosexualidad también puede ser el resultado de fuertes sentimientos de inseguridad. La desconfianza en sí mismo se suscita por el rechazo de padres, compañeros, hermanos u otras personas significativas en las cuales se ha depositado la confianza. En un intento inconsciente de deshacer una historia de rechazos, la persona busca reafirmarse y ser aceptado por miembros del mismo sexo. En mi experiencia clínica este doloroso conflicto emocional se observa mucho más frecuentemente en hombres que en mujeres.
La autoestima se basa principalmente en la aceptación de un modelo de conducta en la primera infancia, el niño de su padre y la niña de su madre. Todo niño pequeño añora recibir la aceptación, al apoyo y el ánimo de su padre -- de esta forma establece un sentido positivo y un grado de bienestar consigo mismo. Aunque el amor de una madre es esencial para los niños, no es tan importante como el amor y la afirmación del padre para la formación de una sana identidad masculina. La falta de reacciones positivas de un padre produce una seria debilidad en la imagen masculina y una falta de autoaceptación. Muchos de los que sufren inclinaciones homosexuales crecieron de niños pensando que nunca podrían agradar a sus padres.
Los hermanos mayores también juegan un papel importante en la formación de una positiva identidad masculina en la infancia. Los rechazos en estas relaciones pueden producir un serio debilitamiento de la autoestima masculina.
Sin embargo, las desilusiones más comunes de la vida infantil que producen inclinaciones homosexuales son el resultado de los rechazos por parte de amigos a causa de una deficiente coordinación psicomotriz y atlética. Esta es una limitación especialmente dura de tener en una cultura obsesionada hasta tal punto con el éxito deportivo que se llega a considerar ese éxito como el indicador principal de la masculinidad. Los niños que no son buenos atletas son a menudo víctimas del rechazo y del ridículo. Frecuentemente les dan apelativos femeninos y les llegan a decir que corren o juegan como una niña. A medida que estos rechazos continúan año tras año, estos chicos se sienten cada vez más inadecuados, confusos, solos y débiles. El maltrato de los compañeros produce en ellos una imagen muy deficiente de su cuerpo y de su masculinidad. La angustia de estos chicos puede llegar a ser tan dañina que puede hasta anular los beneficios psicológicos de una positiva relación con su padre. Para muchos de estos chicos, las inclinaciones homosexuales comienzan en el sexto o séptimo grado. La inclinación es siempre hacia adolescentes fuertes y atléticos.
En los 50 y 60, se realizó un estudio en Nueva York de 500 varones que se consideraban homosexuales. El estudio reveló que más del 90% de ellos tenía problemas de coordinación atlética y que de pequeños fueron objeto de humillación por parte de sus compañeros. Muchos contaron que no sólo se sentían fracasados como varones porque no eran buenos en el deporte o porque no les gustaba, sino que también sentían que desilusionaban a sus padres, quienes -- en su opinión -- esperaban que fueran buenos atletas. La falta de interés por los deportes interfería en la relación y unión íntima entre padre e hijo.
La necesidad de ser aceptado por otros varones es esencial para el desarrollo de una positiva identidad masculina y es anterior al nivel de desarrollo adolescente. Si la autoaceptación no ocurre por medio de la afirmación de otros compañeros, raramente podrá un muchacho sentirse atraído hacia las muchachas.
Lou era un estudiante universitario muy bueno que había considerado la vocación sacerdotal desde su temprana adolescencia. Sin embargo, su mayor obstáculo era la presencia de inclinaciones homosexuales que comenzaron cuando tenía 13 años. Buscó el consejo de un sacerdote en su universidad que le dijo que continuara con la idea del sacerdocio, pero que tratara de aceptar su homosexualidad y de sentirse cómodo con ella, ya que Dios lo había creado así. En aquel momento de este consejo tan equivocado, ni Lou ni el sacerdote tenían la menor idea de la influencia que había ejercido sobre él el constante rechazo que había sufrido por parte de sus compañeros durante la infancia y la adolescencia. Sus compañeros a menudo le ponían apodos femeninos porque, según ellos, lanzaba la pelota como una niña.
Lou decidió que no podría tomar el camino del sacerdocio porque no sería capaz de vivir consigo mismo si intentaba llevar una doble vida: practicando la homosexualidad y al mismo tiempo presentándose ante la comunidad católica como un sacerdote célibe.
Durante varios años Lou intentó vivir como un homosexual. Más tarde, buscó ayuda psicológica porque sentía repugnancia hacia muchos aspectos de ese estilo de vida, especialmente hacia la promiscuidad tan extrema y el abuso de sustancias. No podía aceptar que eso fuese el plan de Dios para su vida.
Hace varios años, en la conferencia nacional del grupo Courage ("Coraje") -- grupo que ofrece ayuda para las personas homosexuales para que vivan castamente -- pude confirmar la influencia que tienen los rechazos de los compañeros en el desarrollo de los deseos homosexuales. Después de una charla sobre los orígenes de la homosexualidad y sobre la curación de la soledad y el enojo en aquellos que estaban afectados por este desorden, toda la hora siguiente la ocuparon las historias personales de hombres cuyas identidades masculinas fueron heridas y los diferentes tipos de comportamientos sexuales relacionados con el rechazo durante la infancia y la adolescencia por causa de la falta de habilidad deportiva. Estos hombres compartieron con la audiencia que los rechazos de sus compañeros jugaron un papel mucho más importante en el desarrollo de sus impulsos homosexuales que las heridas causadas por una mala relación con sus padres.
Los conflictos básicos de una baja autestima se manifiestan de diferentes maneras en los varones que tienen inclinaciones homosexuales. Entre estos conflictos se encuentran: una atracción obsesiva hacia hombres atléticos y musculosos; una necesidad excesiva de actuar de forma agresiva; una necesidad compulsiva de aumentar la musculatura; y un profundo sentimiento de no ser amados.
3. Desconfianza y miedo
Otro factor importante en el desarrollo de la homosexualidad es el miedo a ser vulnerable en las relaciones heterosexuales. Esta incapacidad de sentirse seguro amando a alguien del sexo opuesto es usualmente inconsciente y la mayoría de las veces tiene su origen en experiencias traumáticas en el hogar.
En el caso de los varones, puede ser la consecuencia de haber tenido una madre demasiado controladora, excesivamente dependiente, enfada y crítica, poco afectiva y fría, narcisista e insensible, muy desconfiada, adicta o enferma.
En el caso de las chicas, el miedo de confiar en cualquier varón en una relación amorosa puede surgir de haber tenido un padre muy enfadadizo, rechazador y distante, insensible hacia su madre, abusivo, duro, egoísta, adicto o falto de afecto. Actualmente, el abandono de un padre a causa del divorcio es una de las mayores fuentes de desconfianza que muchas chicas experimentan hacia los chicos. Estas chicas desarrollan una fobia inconsciente de ser heridas como vieron que lo fueron sus madres. Como resultado, durante un tiempo se sienten seguras sólo con el amor consolador de otra mujer.
Diane era una joven arquitecta cuyo padre era un enojado alcohólico. Había presenciado durante años el maltrato físico y psicológico que su padre le había infligido a su madre. En los comienzos de su adolescencia, a Diane le atraían los chicos e incluso salió con ellos. Pero en la universidad se encontró mucho más a gusto con otras chicas y acabó por darse cuenta de que tenía mucho miedo de ser herida como su madre, si se comprometía con un hombre. A Diane no le satisfacían sus relaciones homosexuales. Durante la terapia, reconoció que su padre controlaba sus relaciones con los muchachos y decidió actuar resueltamente para romper ese dominio paterno sobre sus relaciones de amistad con los hombres.
La madre de Pete era una mujer muy sarcástica que había tenido un padre alcohólico. Rara vez Pete vio a su madre mostrar afecto hacia el padre de él, al contrario, a menudo lo criticaba mucho. Pete acabó por entender que la necesidad compulsiva de su madre de controlar las cosas en casa venía del miedo que ella había experimentado en su propia familia como resultado del caos que acompañaba a un padre bebedor. Pero para Pete el control de su madre era asfixiante y, como resultado, hizo lo que pudo para distanciarla. Pero como ella era el fundamento para relacionarse con otras mujeres, Pete no se sentía emocionalmente compatible con las chicas que encontraba atractivas. Temía que si se volvía vulnerable ante ellas, acabarían por ser tan insensibles como lo era su madre con él y con su padre. Sus tentaciones homosexuales se desarrollaron por el miedo a confiar en el amor femenino y, al mismo tiempo, por su necesidad de afecto por parte de alguien en quien pudiera confiar.
La desconfianza también puede desarrollarse como resultado de vivir en una casa con frecuentes conflictos y peleas entre los padres. Como la relación entre los padres es el modelo para un niño/a de lo que es una relación heterosexual, un matrimonio mermado por el constante dolor y conflicto puede llevar a que el hijo o la hija desarrolle un miedo de volverse vulnerable ante las personas del sexo opuesto. Este miedo puede llevar a algunos a caer en una relación homosexual. Una dinámica similar se presenta a veces después de un divorcio, cuando muchos adultos tienen miedo de ser heridos por las personas del sexo opuesto y se retraen en una relación homosexual. La epidemia de divorcios en nuestra cultura actual está causando también un miedo muy grande entre los jóvenes adultos de asumir el compromiso del matrimonio.
La desconfianza y el miedo a un compromiso total, como lo es el matrimonio, son extremadamente comunes en los que sufren inclinaciones homosexuales. La rampante promiscuidad sin fidelidad a nadie de hoy en día es una de las manifestaciones más significativas del miedo al compromiso. Según el Dr. William Foege, director de los Centros para el Control de las Enfermedades o CDC (Centers for Disease Control) de EE.UU., la víctima promedio del SIDA ha tenido 60 compañeros sexuales durante el último año.
En el caso de los católicos, esta desconfianza se manifiesta como una desconfianza hacia Dios Padre como un Padre afectuoso o hacia María como una madre afectuosa.
El comportamiento sexual compulsivo, muy peligroso para la salud y la vida de un gran porcentaje de homosexuales puede indicar la presencia de un desorden adictivo en estas personas. A pesar de que la categoría diagnóstica específica de adicción sexual no ha sido oficialmente aceptada todavía en el campo de la salud mental, existen programas clínicos en varios lugares de EE.UU. para el tratamiento de las adicciones sexuales y también existe una revista dedicada completamente a este tema.
La adicción sexual se parece al desorden de abuso de sustancias en que las personas que la practican tienen una comportamiento compulsivo y médicamente dañino. Estas personas también se engañan poderosamente a sí mismas en cuanto al serio peligro que su comportamiento entraña para la salud propia y para la de otros. Además, muchos terapistas consideran que la adicción sexual, al igual que otras, es el resultado de numerosos conflictos emocionales.
La opinión clínica de que el comportamiento homosexual tiene mucho de adictivo ha recibido el apoyo de numerosos estudios sobre el homosexualismo y también del hecho de que en años recientes se ha estimado que la mitad de todos los hombres homosexuales de Nueva York portan el virus del SIDA. La naturaleza adictiva de la conducta homosexual también explica por qué las infecciones del virus del SIDA se han cuadriplicado en San Francisco desde 1987.
Además de todo esto, el comportamiento homosexual de muchas personas es frecuentemente precedido del uso del alcohol y de drogas. El Padre Mike practicaba la homosexualidad después de consumir alcohol. Luego sentía una enorme culpabilidad pues verdaderamente deseaba seguir la enseñanza de Cristo y de la Iglesia. Conocía el valor del celibato y deseaba vivirlo. Afortunadamente, fue capaz de entender y poner los medios para vencer la adicción al alcohol y a la homosexualidad.
4. Narcisismo
El narcisismo o egoísmo es otro factor principal de la homosexualidad. El narcisismo tiene varios aspectos atrayentes, como el no tener que comprometerse con otra persona en el matrimonio o no tener que darse completamente como padre. El narcisista quiere permanecer infantilmente con obligaciones mínimas en sus relaciones interpersonales y con pocas limitaciones en la búsqueda del placer. El hedonismo caracteriza a muchos de los que practican la homosexualidad.
Otra seria manifestación del narcisismo en la homosexualidad es el albergar pensamientos de grandeza. Esos pensamientos hacen que la persona se crea muy superior a los demás y que es tan especial y tan excepcional que se cree incluso inmune al virus del SIDA. Todo esto explica por qué muchos homosexuales viven un modo de vida muy peligroso para la salud y para la vida.
Anthony era un joven extremadamente egoísta, y en eso se parecía mucho a su madre. Durante su niñez se sintió privado de apoyo material y emocional, porque su madre gastaba la mayoría de los modestos ingresos de la familia en ella misma. Recordaba, por ejemplo, sentirse avergonzado de la ropa que usaba de pequeño.
Como reacción a esas privaciones, pensaba que la vida le debía mucho. Su mundo llegó a estar completamente centrado en sí mismo. Creía que podía usar a la gente para satisfacer su constante deseo de placer y no sentía ningún serio remordimiento por el hecho de tener relaciones homosexuales con un promedio de 60 a 100 compañeros al año.
5. Intentos de evadir un excesivo sentido de responsabilidad
Algunos intentan escapar de excesivas presiones y cargas practicando la homosexualidad, en la cual no hay compromiso, obligaciones ni responsabilidad. Hay hombres casados que a veces luchan contra una intensa inseguridad después de experimentar la tensión que le causa un jefe negativo, una falta de éxito profesional o una ansiedad arrolladora por cuestiones financieras. Entonces empiezan a ver a sus esposas e hijos como cargas y dificultades, en vez de verlos como dones de Dios. Practican la homosexualidad en un intento de evadir la tensión y de sentirse más amados y especiales. Las ideas perfeccionistas llevan a sentir una responsabilidad excesiva. Este conflicto interfiere con la capacidad de estar tranquilo y de recibir el don del amor que viene de la familia, de los amigos y más aún del Señor y de María.
Jim era un hombre agradable, estaba casado y tenía dos hijos. Disfrutaba de su trabajo; sin embargo, éste era muy exigente y lleno de presiones. Su esposa Jean también tenía una carrera ocupada y llena de tensión. Por las tardes, además de atender a sus hijos, los dos les dedicaban tiempo a sus respectivas carreras. Como resultado, pasaban poco tiempo juntos.
Bajo esta tensión Jim empezó a visitar librerías pornográficas cerca de su trabajo y allí se involucró en el homosexualismo. Luego se sentía muy culpable por haber traicionado a su esposa, a sus hijos y a Dios.
Cuando un marido está emocionalmente distante o ausente de su familia, la esposa puede sentir una intensa soledad y, como resultado, empieza a depender emocionalmente de un hijo. A menudo hablará con él cosas y preocupaciones que normalmente compartiría con su esposo. Mientras que la mayoría de los jóvenes disfruta a nivel consciente de esta relación con sus madres, inconscientemente empiezan a preocuparse excesivamente y a sentirse demasiado responsables por ellas. Posteriormente pueden desarrollar inconscientemente una visión del amor femenino como una carga agotadora.
Ralph era el mayor de tres hijos y creció en un hogar en el que su padre tenía una gran dificultad en expresarle amor a su familia. La necesidad de su padre de distanciarse de los demás era a su vez el resultado del alcoholismo de sus padres. Las heridas en la infancia de este hombre le hacían incapaz de darse a los demás porque se sentía inseguro e intranquilo al relacionarse interpersonalmente en términos de amor y cariño. A consecuencia de esto, la madre de Ralph era muy infeliz y se divorció cuando Ralph tenía 12 años. Ralph recordaba sentirse el hombrecito de la casa después del divorcio de sus padres. Sentía que tenía que hacerse responsable de su madre y de sus hermanos menores.
Cuando Ralph tenía 13 años le gustó mucho una chica de su clase. Pero se sentía confundido porque no sentía atracción física hacia ella. Continuó confuso por esto y, aunque no quería sentirse atraído hacia los hombres, experimentó sus primeros deseos homosexuales cuando tenía 15 años.
Ralph comenzó la terapia cuando tenía 25 años. Nunca había practicado la homosexualidad y esperaba poder superar sus tentaciones homosexuales y casarse algún día. Al principio del tratamiento, Ralph se dio cuenta de que se había sentido excesivamente responsible por la felicidad de su madre durante muchos años y que esto había constituido para él una gran carga. Esa presión le había causado un miedo inconsciente de entrar en una relación profunda con una chica.
Bajo la presión de estos conflictos, las relaciones homosexuales le parecían atrayentes por estar libres de excesiva responsabilidad. Su mayor conocimiento de sus miedos a un compromiso de amor con una mujer le liberaron y le llenaron de esperanza para el futuro.
6. Trauma sexual en la infancia
Un buen número de varones que fueron violados o maltratados sexualmente en su infancia desarrollan una confusión con respecto a su identidad masculina. Al igual que otras víctimas de violación, piensan que de alguna manera causaron el abuso. Durante la adolescencia, su relación con las muchachas está mermada por la vergüenza y por la creencia de que ninguna chica podría amarles si conociera sus experiencias sexuales.
7. Enfado excesivo
El tipo de enfado que más induce la homosexualidad es el enfado consigo mismo. Como resultado de un continuo rechazo por parte de sus compañeros, muchos niños adquieren un intenso disgusto hacia sus propios cuerpos – piensan que éstos son débiles, poco atractivos y poco masculinos. Se sienten tan incómodos con su físico que pasan muchísimo tiempo fantasiando sobre cómo escapar de su cuerpo y entrar en el cuerpo de otro. Esta ilusión enfermiza puede empezar cuando son jóvenes e inducir una fuerte atracción física hacia otros del mismo sexo.
La experiencia de ser sostenido y abrazado por alguien del mismo sexo puede disminuir el sentido de autorrechazo durante algún tiempo. Sin embargo, la incomodidad o el disgusto hacia el propio cuerpo persiste, a pesar de la afirmación, afecto o actividad homosexual. Esto ocurre porque el afecto en la adolescencia o después de ella no puede deshacer el odio hacia uno mismo que se ha experimentado en la infancia y en la adolescencia.
En muchos homosexuales, la conducta autodestructiva, peligrosa, adictiva y sadomasoquista nace de un intenso disgusto hacia uno mismo. El enfado consigo mismo también puede llevar al varón a vestirse como una mujer. Finalmente, el colmo de la aversión hacia uno mismo y hacia el propio cuerpo se puede observar en aquellos que se someten a cirugía para cambiar de sexo.
Paul era sensible y muy tímido debido a su pequeña estatura. Aunque no se sentía directamente rechazado por sus compañeros, se sentía débil e inadecuado. Como no era físicamente fuerte, pensaba que no podía practicar ningún deporte. A medida que aumentaba en él el sentimiento de auto-aislamiento de sus compañeros, también aumentaba el disgusto hacia su propio cuerpo. Le preocupaba mucho su apariencia física y nunca se sentía cómodo quitándose la camisa en el vestuario de la escuela o en la piscina en el verano.
Antes de su adolescencia, Paul empezó a obsesionarse con los cuerpos bien formados de sus amigos. A este pensamiento obsesivo le siguieron fuertes sentimientos de atracción hacia esos muchachos y luego deseos homosexuales.
Cuando comenzó a practicar la homosexualidad en la universidad, usualmente se imaginaba que asumía el cuerpo de sus compañeros homosexuales y que se despertaba con un físico diferente. Sus primeros encuentros homosexuales le produjeron un sentimiento muy superficial de sentirse especial y de ser amado, pero no le daban una mayor auto-aceptación. De hecho, a medida que caía en la promiscuidad se sentía cada vez más incómodo consigo mismo, entonces decidió empezar a recibir terapia.
En un grupo reducido de personas, la homosexualidad se origina en una "necesidad" de rebelarse fuertemente contra sus padres, su familia, sus compañeros, la cultura judeo-cristiana o Dios. La conducta homosexual que es inducida por el enfado se observa en aquellos cuyos padres del sexo opuesto eran extremadamente controladores, emocionalmente insensibles, físicamente abusivos o profundamente narcisistas.
Al igual que a otra gente enfadada, esa rebelión les produce cierto placer. A algunos de ellos les encanta que sus madres sepan cómo su estilo de vida es el rechazo extremo de un amor femenino o (en el caso de las lesbianas) como sus padres comprueban que no sienten necesidad del amor masculino. El enfado excesivo también se manifiesta en otros aspectos de la vida homosexual. El más notable es el enfado agresivo-pasivo, que consiste en un silencioso desahogo de hostilidad mientras se pretende no estar enfadado y se manifiesta en no informar al compañero sexual de que se es portador del virus que causa del SIDA. Estas personas a menudo sienten que porque ellos tienen que sufrir, otros también deben hacerlo. Por último, se observa también un intenso enojo en los homosexuales dentro de los medios de comunicación social, en la educación, en la salud o en la política, cuando intentan obligar al resto de la sociedad a que acepte la homosexualidad. A menudo sus métodos consisten en asaltar directamente a la moral judeo-cristiana, a la familia y a las diferencias básicas entre el hombre y la mujer.
Fuentes: Richard P. Fitzgibbons, Médico Psiquiatra, "Los orígenes y curación de atracciones y comportamiento homosexuales," Digesto Familiar 223-224 (1997): 7-13, 16-24, 44-52. La revista Digesto Familiar es publicada por el Instituto de Ciencias Familiares (CENAPLANF) que dirige el Padre Pedro Richards, gran defensor de la vida y la familia. Instituto de Ciencias Familiares, Pablo de María 1362, Montevideo, Uruguay. Tel.: (5982) 40-3251. Fax: (5982) 40-9049. Estos artículos son traducción del Apéndice I del mismo autor y que forma parte del libro del Padre John F. Harvey, O.S.F.S., S.T.D., The Truth About Homosexuality (San Francisco, Ignatius Press, 1996). Este libro se puede conseguir en las oficinas centrales de Human Life International, 4 Family Life, Front Royal, Virginia, 22630, U.S.A., Tel.: 1-800-549-5433. Fax: (540) 636-7363. E-mail: hli@hli.org. Página Web: http://www.hli.org. El Padre Harvey dirige la organización Courage ("Coraje"), que se dedica a la atención pastoral de las personas homosexuales y a ayudarlos a vivir una vida casta y según la enseñanza de la Iglesia Católica. Para más información véase: Ayuda para las personas homosexuales.
Por Richard Fitzgibbons, M.D.
Introducción
En la actualidad, la mayoría de los católicos saben muy poco o nada acerca de las causas emocionales de la inclinación y conducta homosexuales. Tampoco conocen el poderoso papel que la espiritualidad católica puede jugar en la curación de la homosexualidad.
Las razones de esta ignorancia son muchas e incluyen: la escasa difusión de escritos que traten sobre el valor de la fe católica y de los sacramentos para la curación de la homosexualidad; el fracaso de la terapia tradicional en lograr el mismo objetivo; las opiniones en las Asociaciones de Psiquiatría y Psicología de EE.UU de que la homosexualidad no es un desorden; la influencia que poderosos grupos ejercen sobre los medios de comunicación social y sobre la educación, los servicios sociales, los servicios de salud y la política. Además, hay muchas personas y grupos dentro de la misma Iglesia que tratan de desvirtuar la doctrina moral tradicional sobre este tema.
La falta de conocimiento sobre las causas de la homosexualidad se extiende también a aquellos que dirigen a adolescentes y adultos. Los terapistas frecuentemente dicen a aquellos que buscan ayuda en este sentido, que la doctrina de la Iglesia Católica sobre la homosexualidad es insensible hacia los homosexuales, poco científica y errónea. Les aconsejan que se acepten como personas creadas homosexuales por Dios. Desafortunadamente, los que así aconsejan son poco conscientes de los conflictos emocionales que causan la homosexualidad, así como del poder de curación existente a través del perdón y de la espiritualidad católica.
En mi experiencia clínica de los últimos 20 años, he sido testigo de la curación del dolor emocional que causaba la homosexualidad en varios cientos de hombres y mujeres. Su proceso de curación ocurrió, primero, a través de una psicoterapia que identificaba los orígenes de sus conflictos, y luego, por medio del perdón y de una espiritualidad católica.
Tal enfoque es similar al uso de la espiritualidad en el tratamiento del abuso de sustancias. Las mejorías radicales en el tratamiento de este problema ocurrieron sólo después de que la confianza en Dios se propusiera como la piedra angular del tratamiento. Anteriormente, la psicoterapia tradicional, por sí sola, sólo producía mejorías mínimas. El uso de la espiritualidad en el tratamiento de la homosexualidad ha seguido un modelo parecido.
Los orígenes de la homosexualidad
Los conflictos más comunes que predisponen a las personas hacia la homosexualidad son 1- la soledad y la tristeza, 2- profundos sentimientos de ser inadecuado y la falta de autoaceptación, 3- la desconfianza y el miedo, 4- el narcicismo, 5- el excesivo sentido de responsabilidad, 6- el maltrato sexual en la niñez y 7- el enfado excesivo.
Durante los períodos de tensión, estas dificultades internas se activan. Entonces pueden surgir fuertes tentaciones homosexuales en un intento por encontrar alivio o un escape al dolor emocional inconsciente. Esta dinámica de dolor emocional que puede llevar a la homosexualidad rara vez se manifiesta durante la infancia, pero normalmente se revela al principio de la adolescencia.
Veamos a continuación con más detalle cada uno de estos factores causantes de la homosexualidad que hemos mencionado:
1. Soledad y tristeza
En el pasado, la causa que con más frecuencia se veía de la tristeza que conduce a la homosexualidad en los muchachos era el rechazo, durante la infancia y la adolescencia, por parte de sus compañeros, con motivo de sus limitadas aptitudes atléticas. [Sin embargo, por razón de lo que se verá a continuación, trataremos esta causa un poco más adelante.]
Más recientemente, el fracaso matrimonial y familiar, con casi un 45% de niños y adolescentes que viven separados de sus padres, ha producido serios problemas de tristeza y soledad en la juventud. El Papa Juan Pablo II, en su Carta a las familias de 1994, ha descrito la trágica suerte de estos jóvenes, caracterizando a muchos de ellos como "huérfanos con padres vivos".
Cuando no se satisface la necesidad de cariño, aprobación, afecto físico y ánimo de un padre, se desarrolla un vacío interior comúnmente llamado "hambre de padre". En un intento por superar este dolor, algunos adolescentes y jóvenes adultos buscan el confort de ser abrazados por otro hombre. En mi experiencia clínica he observado que mientras más temprano es el abandono paterno, mayor es la posibilidad de que se desarrollen tentaciones homosexuales.
Mientras que muchos hombres no han recibido el ánimo y afecto físico de sus padres, y nunca han desarrollado inclinaciones homosexuales, los particularmente vulnerables son aquellos que, a causa de limitadas actitudes atléticas, tampoco fueron aceptados por sus compañeros.
También, en algunos chicos especialmente sensibles, un continuo maltrato por parte de sus hermanos mayores produce una soledad interior que puede llevarlos a sentir inclinaciones homosexuales.
La falta de cariño, afecto y ánimo de una madre también puede producir un vacío y una terrible tristeza. Algunas chicas intentan llenar ese vacío del amor materno dulce y consolador por medio del comportamiento homosexual. Esta "soledad sin madre" no se observa tan a menudo como la "soledad sin padre", porque las madres generalmente tienen mucha más libertad a la hora de comunicar su amor y su ánimo a los hijos que la que tienen los padres.
Sue era la más joven de tres hijos, y tenía cuatro años cuando su madre los dejó. Vio a su madre intermitentemente durante su infancia, pero nunca sintió intimidad con ella. Sue salió con muchachos varias veces en el Instituto, pero cuando tenía alrededor de 20 años se involucró en relaciones homosexuales.
Comenzó a tratarse con psicoterapia para resolver la tristeza y el enfado que sentía hacia su madre. Conforme su entendimiento del problema crecía, se dio cuenta de que ninguno de los chicos con los que había salido podía proporcionarle el afecto que la niña pequeña en su interior ansiaba de su madre. Durante un tiempo el afecto de sus novias le consolaba. Sin embargo, estas relaciones no la satisfacían tampoco. Poco a poco Sue vio que la niña pequeña que llevaba dentro necesitaba curarse del dolor de esa "soledad sin madre" antes de que pudiera tener una relación adulta de amor estable y sin relaciones sexuales fuera del matrimonio.
Algunos adultos que se sienten muy frustrados y solos porque todavía no han encontrado la persona correcta para casarse caen en un comportamiento homosexual en su intento de aliviar esa soledad. Algunas personas casadas comenten actos homosexuales como resultado de la tensión y soledad en su matrimonio. También, la tristeza y la soledad que se siente después de un serio fracaso matrimonial puede resultar en una conducta homosexual, porque estas personas tienen miedo de volverse vulnerables ante alguien del sexo opuesto. En mi trabajo he visto este tipo de conducta ocurrir más frecuentemente en las mujeres.
Como la soledad es una de las experiencias más dolorosas de la vida, se gastan enormes cantidades de energía inconscientemente en un intento de negar la presencia de ese dolor tan debilitante. Como resultado, muchas personas ni siquiera saben que están luchando contra esa profunda herida emocional. Frecuentemente tienen miedo de afrontarla, en parte porque no creen que se pueda curar. De hecho, los que así piensan tienen razón cuando sus intentos de curarse excluyen la espiritualidad, porque ninguna cantidad de amor de otros adultos puede compensar lo que no se recibió de su padre, madre, hermanos y amigos de la infancia o adolescencia. Muchos hombres y mujeres con estas dolorosas heridas emocionales de soledad y tristeza prefieren creer que son homosexuales para no enfrentarse con su terrible situación interior.
El fracaso de cualquier relación adulta, a la hora de llenar el vacío de la soledad infantil y adolescente, es la mayor causa de la extraordinaria promiscuidad en el estilo de vida homosexual, y por eso algunos estudios arrojan un promedio de 60 compañeros/as sexuales al año. Inconscientemente, estas personas no buscan un compromiso estable, porque sienten que ningún adulto puede satisfacer al niño y adolescente interior. Tal proceder compulsivo, patológico y peligroso para la salud apoya la idea de que la homosexualidad es un serio desorden emocional, mental y conductual.
Por supuesto, los conflictos de soledad y tristeza se pueden manifestar de muchas formas aparte de un comportamiento sexual, como, por ejemplo, las actuaciones infantiles de dependencia, una constante necesidad de atención y afecto, una excesiva fantasía sexual, masturbación compulsiva, atracción hacia los adolescentes, dependencia en la pornografía, comportamiento narcisista, agotamiento y síntomas de depresión.
2. Profundos sentimientos de ser inadecuado y falta de autoaceptación
La homosexualidad también puede ser el resultado de fuertes sentimientos de inseguridad. La desconfianza en sí mismo se suscita por el rechazo de padres, compañeros, hermanos u otras personas significativas en las cuales se ha depositado la confianza. En un intento inconsciente de deshacer una historia de rechazos, la persona busca reafirmarse y ser aceptado por miembros del mismo sexo. En mi experiencia clínica este doloroso conflicto emocional se observa mucho más frecuentemente en hombres que en mujeres.
La autoestima se basa principalmente en la aceptación de un modelo de conducta en la primera infancia, el niño de su padre y la niña de su madre. Todo niño pequeño añora recibir la aceptación, al apoyo y el ánimo de su padre -- de esta forma establece un sentido positivo y un grado de bienestar consigo mismo. Aunque el amor de una madre es esencial para los niños, no es tan importante como el amor y la afirmación del padre para la formación de una sana identidad masculina. La falta de reacciones positivas de un padre produce una seria debilidad en la imagen masculina y una falta de autoaceptación. Muchos de los que sufren inclinaciones homosexuales crecieron de niños pensando que nunca podrían agradar a sus padres.
Los hermanos mayores también juegan un papel importante en la formación de una positiva identidad masculina en la infancia. Los rechazos en estas relaciones pueden producir un serio debilitamiento de la autoestima masculina.
Sin embargo, las desilusiones más comunes de la vida infantil que producen inclinaciones homosexuales son el resultado de los rechazos por parte de amigos a causa de una deficiente coordinación psicomotriz y atlética. Esta es una limitación especialmente dura de tener en una cultura obsesionada hasta tal punto con el éxito deportivo que se llega a considerar ese éxito como el indicador principal de la masculinidad. Los niños que no son buenos atletas son a menudo víctimas del rechazo y del ridículo. Frecuentemente les dan apelativos femeninos y les llegan a decir que corren o juegan como una niña. A medida que estos rechazos continúan año tras año, estos chicos se sienten cada vez más inadecuados, confusos, solos y débiles. El maltrato de los compañeros produce en ellos una imagen muy deficiente de su cuerpo y de su masculinidad. La angustia de estos chicos puede llegar a ser tan dañina que puede hasta anular los beneficios psicológicos de una positiva relación con su padre. Para muchos de estos chicos, las inclinaciones homosexuales comienzan en el sexto o séptimo grado. La inclinación es siempre hacia adolescentes fuertes y atléticos.
En los 50 y 60, se realizó un estudio en Nueva York de 500 varones que se consideraban homosexuales. El estudio reveló que más del 90% de ellos tenía problemas de coordinación atlética y que de pequeños fueron objeto de humillación por parte de sus compañeros. Muchos contaron que no sólo se sentían fracasados como varones porque no eran buenos en el deporte o porque no les gustaba, sino que también sentían que desilusionaban a sus padres, quienes -- en su opinión -- esperaban que fueran buenos atletas. La falta de interés por los deportes interfería en la relación y unión íntima entre padre e hijo.
La necesidad de ser aceptado por otros varones es esencial para el desarrollo de una positiva identidad masculina y es anterior al nivel de desarrollo adolescente. Si la autoaceptación no ocurre por medio de la afirmación de otros compañeros, raramente podrá un muchacho sentirse atraído hacia las muchachas.
Lou era un estudiante universitario muy bueno que había considerado la vocación sacerdotal desde su temprana adolescencia. Sin embargo, su mayor obstáculo era la presencia de inclinaciones homosexuales que comenzaron cuando tenía 13 años. Buscó el consejo de un sacerdote en su universidad que le dijo que continuara con la idea del sacerdocio, pero que tratara de aceptar su homosexualidad y de sentirse cómodo con ella, ya que Dios lo había creado así. En aquel momento de este consejo tan equivocado, ni Lou ni el sacerdote tenían la menor idea de la influencia que había ejercido sobre él el constante rechazo que había sufrido por parte de sus compañeros durante la infancia y la adolescencia. Sus compañeros a menudo le ponían apodos femeninos porque, según ellos, lanzaba la pelota como una niña.
Lou decidió que no podría tomar el camino del sacerdocio porque no sería capaz de vivir consigo mismo si intentaba llevar una doble vida: practicando la homosexualidad y al mismo tiempo presentándose ante la comunidad católica como un sacerdote célibe.
Durante varios años Lou intentó vivir como un homosexual. Más tarde, buscó ayuda psicológica porque sentía repugnancia hacia muchos aspectos de ese estilo de vida, especialmente hacia la promiscuidad tan extrema y el abuso de sustancias. No podía aceptar que eso fuese el plan de Dios para su vida.
Hace varios años, en la conferencia nacional del grupo Courage ("Coraje") -- grupo que ofrece ayuda para las personas homosexuales para que vivan castamente -- pude confirmar la influencia que tienen los rechazos de los compañeros en el desarrollo de los deseos homosexuales. Después de una charla sobre los orígenes de la homosexualidad y sobre la curación de la soledad y el enojo en aquellos que estaban afectados por este desorden, toda la hora siguiente la ocuparon las historias personales de hombres cuyas identidades masculinas fueron heridas y los diferentes tipos de comportamientos sexuales relacionados con el rechazo durante la infancia y la adolescencia por causa de la falta de habilidad deportiva. Estos hombres compartieron con la audiencia que los rechazos de sus compañeros jugaron un papel mucho más importante en el desarrollo de sus impulsos homosexuales que las heridas causadas por una mala relación con sus padres.
Los conflictos básicos de una baja autestima se manifiestan de diferentes maneras en los varones que tienen inclinaciones homosexuales. Entre estos conflictos se encuentran: una atracción obsesiva hacia hombres atléticos y musculosos; una necesidad excesiva de actuar de forma agresiva; una necesidad compulsiva de aumentar la musculatura; y un profundo sentimiento de no ser amados.
3. Desconfianza y miedo
Otro factor importante en el desarrollo de la homosexualidad es el miedo a ser vulnerable en las relaciones heterosexuales. Esta incapacidad de sentirse seguro amando a alguien del sexo opuesto es usualmente inconsciente y la mayoría de las veces tiene su origen en experiencias traumáticas en el hogar.
En el caso de los varones, puede ser la consecuencia de haber tenido una madre demasiado controladora, excesivamente dependiente, enfada y crítica, poco afectiva y fría, narcisista e insensible, muy desconfiada, adicta o enferma.
En el caso de las chicas, el miedo de confiar en cualquier varón en una relación amorosa puede surgir de haber tenido un padre muy enfadadizo, rechazador y distante, insensible hacia su madre, abusivo, duro, egoísta, adicto o falto de afecto. Actualmente, el abandono de un padre a causa del divorcio es una de las mayores fuentes de desconfianza que muchas chicas experimentan hacia los chicos. Estas chicas desarrollan una fobia inconsciente de ser heridas como vieron que lo fueron sus madres. Como resultado, durante un tiempo se sienten seguras sólo con el amor consolador de otra mujer.
Diane era una joven arquitecta cuyo padre era un enojado alcohólico. Había presenciado durante años el maltrato físico y psicológico que su padre le había infligido a su madre. En los comienzos de su adolescencia, a Diane le atraían los chicos e incluso salió con ellos. Pero en la universidad se encontró mucho más a gusto con otras chicas y acabó por darse cuenta de que tenía mucho miedo de ser herida como su madre, si se comprometía con un hombre. A Diane no le satisfacían sus relaciones homosexuales. Durante la terapia, reconoció que su padre controlaba sus relaciones con los muchachos y decidió actuar resueltamente para romper ese dominio paterno sobre sus relaciones de amistad con los hombres.
La madre de Pete era una mujer muy sarcástica que había tenido un padre alcohólico. Rara vez Pete vio a su madre mostrar afecto hacia el padre de él, al contrario, a menudo lo criticaba mucho. Pete acabó por entender que la necesidad compulsiva de su madre de controlar las cosas en casa venía del miedo que ella había experimentado en su propia familia como resultado del caos que acompañaba a un padre bebedor. Pero para Pete el control de su madre era asfixiante y, como resultado, hizo lo que pudo para distanciarla. Pero como ella era el fundamento para relacionarse con otras mujeres, Pete no se sentía emocionalmente compatible con las chicas que encontraba atractivas. Temía que si se volvía vulnerable ante ellas, acabarían por ser tan insensibles como lo era su madre con él y con su padre. Sus tentaciones homosexuales se desarrollaron por el miedo a confiar en el amor femenino y, al mismo tiempo, por su necesidad de afecto por parte de alguien en quien pudiera confiar.
La desconfianza también puede desarrollarse como resultado de vivir en una casa con frecuentes conflictos y peleas entre los padres. Como la relación entre los padres es el modelo para un niño/a de lo que es una relación heterosexual, un matrimonio mermado por el constante dolor y conflicto puede llevar a que el hijo o la hija desarrolle un miedo de volverse vulnerable ante las personas del sexo opuesto. Este miedo puede llevar a algunos a caer en una relación homosexual. Una dinámica similar se presenta a veces después de un divorcio, cuando muchos adultos tienen miedo de ser heridos por las personas del sexo opuesto y se retraen en una relación homosexual. La epidemia de divorcios en nuestra cultura actual está causando también un miedo muy grande entre los jóvenes adultos de asumir el compromiso del matrimonio.
La desconfianza y el miedo a un compromiso total, como lo es el matrimonio, son extremadamente comunes en los que sufren inclinaciones homosexuales. La rampante promiscuidad sin fidelidad a nadie de hoy en día es una de las manifestaciones más significativas del miedo al compromiso. Según el Dr. William Foege, director de los Centros para el Control de las Enfermedades o CDC (Centers for Disease Control) de EE.UU., la víctima promedio del SIDA ha tenido 60 compañeros sexuales durante el último año.
En el caso de los católicos, esta desconfianza se manifiesta como una desconfianza hacia Dios Padre como un Padre afectuoso o hacia María como una madre afectuosa.
El comportamiento sexual compulsivo, muy peligroso para la salud y la vida de un gran porcentaje de homosexuales puede indicar la presencia de un desorden adictivo en estas personas. A pesar de que la categoría diagnóstica específica de adicción sexual no ha sido oficialmente aceptada todavía en el campo de la salud mental, existen programas clínicos en varios lugares de EE.UU. para el tratamiento de las adicciones sexuales y también existe una revista dedicada completamente a este tema.
La adicción sexual se parece al desorden de abuso de sustancias en que las personas que la practican tienen una comportamiento compulsivo y médicamente dañino. Estas personas también se engañan poderosamente a sí mismas en cuanto al serio peligro que su comportamiento entraña para la salud propia y para la de otros. Además, muchos terapistas consideran que la adicción sexual, al igual que otras, es el resultado de numerosos conflictos emocionales.
La opinión clínica de que el comportamiento homosexual tiene mucho de adictivo ha recibido el apoyo de numerosos estudios sobre el homosexualismo y también del hecho de que en años recientes se ha estimado que la mitad de todos los hombres homosexuales de Nueva York portan el virus del SIDA. La naturaleza adictiva de la conducta homosexual también explica por qué las infecciones del virus del SIDA se han cuadriplicado en San Francisco desde 1987.
Además de todo esto, el comportamiento homosexual de muchas personas es frecuentemente precedido del uso del alcohol y de drogas. El Padre Mike practicaba la homosexualidad después de consumir alcohol. Luego sentía una enorme culpabilidad pues verdaderamente deseaba seguir la enseñanza de Cristo y de la Iglesia. Conocía el valor del celibato y deseaba vivirlo. Afortunadamente, fue capaz de entender y poner los medios para vencer la adicción al alcohol y a la homosexualidad.
4. Narcisismo
El narcisismo o egoísmo es otro factor principal de la homosexualidad. El narcisismo tiene varios aspectos atrayentes, como el no tener que comprometerse con otra persona en el matrimonio o no tener que darse completamente como padre. El narcisista quiere permanecer infantilmente con obligaciones mínimas en sus relaciones interpersonales y con pocas limitaciones en la búsqueda del placer. El hedonismo caracteriza a muchos de los que practican la homosexualidad.
Otra seria manifestación del narcisismo en la homosexualidad es el albergar pensamientos de grandeza. Esos pensamientos hacen que la persona se crea muy superior a los demás y que es tan especial y tan excepcional que se cree incluso inmune al virus del SIDA. Todo esto explica por qué muchos homosexuales viven un modo de vida muy peligroso para la salud y para la vida.
Anthony era un joven extremadamente egoísta, y en eso se parecía mucho a su madre. Durante su niñez se sintió privado de apoyo material y emocional, porque su madre gastaba la mayoría de los modestos ingresos de la familia en ella misma. Recordaba, por ejemplo, sentirse avergonzado de la ropa que usaba de pequeño.
Como reacción a esas privaciones, pensaba que la vida le debía mucho. Su mundo llegó a estar completamente centrado en sí mismo. Creía que podía usar a la gente para satisfacer su constante deseo de placer y no sentía ningún serio remordimiento por el hecho de tener relaciones homosexuales con un promedio de 60 a 100 compañeros al año.
5. Intentos de evadir un excesivo sentido de responsabilidad
Algunos intentan escapar de excesivas presiones y cargas practicando la homosexualidad, en la cual no hay compromiso, obligaciones ni responsabilidad. Hay hombres casados que a veces luchan contra una intensa inseguridad después de experimentar la tensión que le causa un jefe negativo, una falta de éxito profesional o una ansiedad arrolladora por cuestiones financieras. Entonces empiezan a ver a sus esposas e hijos como cargas y dificultades, en vez de verlos como dones de Dios. Practican la homosexualidad en un intento de evadir la tensión y de sentirse más amados y especiales. Las ideas perfeccionistas llevan a sentir una responsabilidad excesiva. Este conflicto interfiere con la capacidad de estar tranquilo y de recibir el don del amor que viene de la familia, de los amigos y más aún del Señor y de María.
Jim era un hombre agradable, estaba casado y tenía dos hijos. Disfrutaba de su trabajo; sin embargo, éste era muy exigente y lleno de presiones. Su esposa Jean también tenía una carrera ocupada y llena de tensión. Por las tardes, además de atender a sus hijos, los dos les dedicaban tiempo a sus respectivas carreras. Como resultado, pasaban poco tiempo juntos.
Bajo esta tensión Jim empezó a visitar librerías pornográficas cerca de su trabajo y allí se involucró en el homosexualismo. Luego se sentía muy culpable por haber traicionado a su esposa, a sus hijos y a Dios.
Cuando un marido está emocionalmente distante o ausente de su familia, la esposa puede sentir una intensa soledad y, como resultado, empieza a depender emocionalmente de un hijo. A menudo hablará con él cosas y preocupaciones que normalmente compartiría con su esposo. Mientras que la mayoría de los jóvenes disfruta a nivel consciente de esta relación con sus madres, inconscientemente empiezan a preocuparse excesivamente y a sentirse demasiado responsables por ellas. Posteriormente pueden desarrollar inconscientemente una visión del amor femenino como una carga agotadora.
Ralph era el mayor de tres hijos y creció en un hogar en el que su padre tenía una gran dificultad en expresarle amor a su familia. La necesidad de su padre de distanciarse de los demás era a su vez el resultado del alcoholismo de sus padres. Las heridas en la infancia de este hombre le hacían incapaz de darse a los demás porque se sentía inseguro e intranquilo al relacionarse interpersonalmente en términos de amor y cariño. A consecuencia de esto, la madre de Ralph era muy infeliz y se divorció cuando Ralph tenía 12 años. Ralph recordaba sentirse el hombrecito de la casa después del divorcio de sus padres. Sentía que tenía que hacerse responsable de su madre y de sus hermanos menores.
Cuando Ralph tenía 13 años le gustó mucho una chica de su clase. Pero se sentía confundido porque no sentía atracción física hacia ella. Continuó confuso por esto y, aunque no quería sentirse atraído hacia los hombres, experimentó sus primeros deseos homosexuales cuando tenía 15 años.
Ralph comenzó la terapia cuando tenía 25 años. Nunca había practicado la homosexualidad y esperaba poder superar sus tentaciones homosexuales y casarse algún día. Al principio del tratamiento, Ralph se dio cuenta de que se había sentido excesivamente responsible por la felicidad de su madre durante muchos años y que esto había constituido para él una gran carga. Esa presión le había causado un miedo inconsciente de entrar en una relación profunda con una chica.
Bajo la presión de estos conflictos, las relaciones homosexuales le parecían atrayentes por estar libres de excesiva responsabilidad. Su mayor conocimiento de sus miedos a un compromiso de amor con una mujer le liberaron y le llenaron de esperanza para el futuro.
6. Trauma sexual en la infancia
Un buen número de varones que fueron violados o maltratados sexualmente en su infancia desarrollan una confusión con respecto a su identidad masculina. Al igual que otras víctimas de violación, piensan que de alguna manera causaron el abuso. Durante la adolescencia, su relación con las muchachas está mermada por la vergüenza y por la creencia de que ninguna chica podría amarles si conociera sus experiencias sexuales.
7. Enfado excesivo
El tipo de enfado que más induce la homosexualidad es el enfado consigo mismo. Como resultado de un continuo rechazo por parte de sus compañeros, muchos niños adquieren un intenso disgusto hacia sus propios cuerpos – piensan que éstos son débiles, poco atractivos y poco masculinos. Se sienten tan incómodos con su físico que pasan muchísimo tiempo fantasiando sobre cómo escapar de su cuerpo y entrar en el cuerpo de otro. Esta ilusión enfermiza puede empezar cuando son jóvenes e inducir una fuerte atracción física hacia otros del mismo sexo.
La experiencia de ser sostenido y abrazado por alguien del mismo sexo puede disminuir el sentido de autorrechazo durante algún tiempo. Sin embargo, la incomodidad o el disgusto hacia el propio cuerpo persiste, a pesar de la afirmación, afecto o actividad homosexual. Esto ocurre porque el afecto en la adolescencia o después de ella no puede deshacer el odio hacia uno mismo que se ha experimentado en la infancia y en la adolescencia.
En muchos homosexuales, la conducta autodestructiva, peligrosa, adictiva y sadomasoquista nace de un intenso disgusto hacia uno mismo. El enfado consigo mismo también puede llevar al varón a vestirse como una mujer. Finalmente, el colmo de la aversión hacia uno mismo y hacia el propio cuerpo se puede observar en aquellos que se someten a cirugía para cambiar de sexo.
Paul era sensible y muy tímido debido a su pequeña estatura. Aunque no se sentía directamente rechazado por sus compañeros, se sentía débil e inadecuado. Como no era físicamente fuerte, pensaba que no podía practicar ningún deporte. A medida que aumentaba en él el sentimiento de auto-aislamiento de sus compañeros, también aumentaba el disgusto hacia su propio cuerpo. Le preocupaba mucho su apariencia física y nunca se sentía cómodo quitándose la camisa en el vestuario de la escuela o en la piscina en el verano.
Antes de su adolescencia, Paul empezó a obsesionarse con los cuerpos bien formados de sus amigos. A este pensamiento obsesivo le siguieron fuertes sentimientos de atracción hacia esos muchachos y luego deseos homosexuales.
Cuando comenzó a practicar la homosexualidad en la universidad, usualmente se imaginaba que asumía el cuerpo de sus compañeros homosexuales y que se despertaba con un físico diferente. Sus primeros encuentros homosexuales le produjeron un sentimiento muy superficial de sentirse especial y de ser amado, pero no le daban una mayor auto-aceptación. De hecho, a medida que caía en la promiscuidad se sentía cada vez más incómodo consigo mismo, entonces decidió empezar a recibir terapia.
En un grupo reducido de personas, la homosexualidad se origina en una "necesidad" de rebelarse fuertemente contra sus padres, su familia, sus compañeros, la cultura judeo-cristiana o Dios. La conducta homosexual que es inducida por el enfado se observa en aquellos cuyos padres del sexo opuesto eran extremadamente controladores, emocionalmente insensibles, físicamente abusivos o profundamente narcisistas.
Al igual que a otra gente enfadada, esa rebelión les produce cierto placer. A algunos de ellos les encanta que sus madres sepan cómo su estilo de vida es el rechazo extremo de un amor femenino o (en el caso de las lesbianas) como sus padres comprueban que no sienten necesidad del amor masculino. El enfado excesivo también se manifiesta en otros aspectos de la vida homosexual. El más notable es el enfado agresivo-pasivo, que consiste en un silencioso desahogo de hostilidad mientras se pretende no estar enfadado y se manifiesta en no informar al compañero sexual de que se es portador del virus que causa del SIDA. Estas personas a menudo sienten que porque ellos tienen que sufrir, otros también deben hacerlo. Por último, se observa también un intenso enojo en los homosexuales dentro de los medios de comunicación social, en la educación, en la salud o en la política, cuando intentan obligar al resto de la sociedad a que acepte la homosexualidad. A menudo sus métodos consisten en asaltar directamente a la moral judeo-cristiana, a la familia y a las diferencias básicas entre el hombre y la mujer.
Fuentes: Richard P. Fitzgibbons, Médico Psiquiatra, "Los orígenes y curación de atracciones y comportamiento homosexuales," Digesto Familiar 223-224 (1997): 7-13, 16-24, 44-52. La revista Digesto Familiar es publicada por el Instituto de Ciencias Familiares (CENAPLANF) que dirige el Padre Pedro Richards, gran defensor de la vida y la familia. Instituto de Ciencias Familiares, Pablo de María 1362, Montevideo, Uruguay. Tel.: (5982) 40-3251. Fax: (5982) 40-9049. Estos artículos son traducción del Apéndice I del mismo autor y que forma parte del libro del Padre John F. Harvey, O.S.F.S., S.T.D., The Truth About Homosexuality (San Francisco, Ignatius Press, 1996). Este libro se puede conseguir en las oficinas centrales de Human Life International, 4 Family Life, Front Royal, Virginia, 22630, U.S.A., Tel.: 1-800-549-5433. Fax: (540) 636-7363. E-mail: hli@hli.org. Página Web: http://www.hli.org. El Padre Harvey dirige la organización Courage ("Coraje"), que se dedica a la atención pastoral de las personas homosexuales y a ayudarlos a vivir una vida casta y según la enseñanza de la Iglesia Católica. Para más información véase: Ayuda para las personas homosexuales.