Pretendo simplemente exponer una vivencia; consciente, por ello mismo, de su limitación al ámbito personal. En estos momentos me siento invadido de las vibraciones que sacudían el alma del apóstol Tomás cuando, confundido, confesaba: ! Señor mío y Dios mío! ". O las del leproso que volvió a Jesús para darle gracias, después de sentirse curado. Tomás y el leproso habíanvivenciado - cada uno a su manera, en la intimidad de su corazón, la intervención divina muy directa, muy personalizada.
Trabajo, vivo, convivo y me desvivo en ambientes y entre personas que la sociedad ha relegado a la marginación. Hace casi 20 años estando de cura en la parroquia de San Juan Bautistas, en la periferia de Castellón creamos un servicio de atención a los "sin techo", y una asociación: "TRAMENSIN" (TRAnseúntes, Mendigos y gente SIN techo) debatido y aprobado en asamblea parroquial. Del barrio nos expulsaron, y la asociación ha derivado en la hoy denominada O.S.I.M. (Obra Social de Integración del Marginado)que tiene en funcionamiento los siguientes Centros:
- COMEDOR SOCIAL, al que acuden diariamente unas 100 personas.
- GRANJA SUNAMITA, de acogida para los sin techo.
- CENTRO "VIU-SEN-SAL" para recuperación de drogadependientes.
- ALQUERIA, residencia para enfermos de SIDA.
En la Granja Sunamita acogemos a todo el mundo necesitado de cobijo por encontrarse en la calle y sin recursos. Ultimamente su capacidad se ha visto desbordada por la gran afluencia de inmigrante especialmente magrebíes. Entre los residentes - a pesar de su diversidad en cultura y problemática personal - se mantiene de ordinario un nivel de convivencia satisfactoriamente respetuoso y de mutuo entendimiento. Lo que no quiere decir que algunas veces no surja el conflicto. La experiencia me enseña que, si ocurre, suele siempre ir acompañado del consumo de substancias tóxicas o de alcohol, sobre todo cuando éste se mezcla con determinadas pastillas.
Un día especialmente surgió y fuerte. Tremendamente duro. Entre una pareja de españoles y unos africanos. Algunos tuvieron que ser atendidos en los servicios de urgencia sanitaria, aunque sin necesidad de hospitalización. Se rompieron los rostros, pero más rotos quedaron aún sus corazones. Se cruzaron serias amenazas de muerte. Intervino la policía. Algunos abandonaron la granja por miedo. A pesar de mis esfuerzos, ninguna rendija pude abrir, ni en unos ni en los otros, a la reconciliación.
Al día siguiente, sábado, como otras veces, acudía a la CASA MAGNIFICAT, requerido por la COMUNIDAD SIERVOS DE CRISTO VIVO para celebrar con ellos la EUCARISTÍA, con el alma arañada por el dolor, la inquietud, la impotencia. Recabé la atención de todos los presentes, centrando nuestra plegaria, intensa, unánime, ferviente, en suplicar a Dios la paz y la reconciliación entre los implicados en la pelea.
Lo sorpresivo y verdaderamente emocionante fue encontrarme a la salida, a unos doscientos metros del local, en plena calle, al grupo de contendientes pidiéndose perdón y mostrando su pesar por lo acontecido. Los que se reconocieron como más culpables fueron en busca de los otros con este cometido. Ni yo sabía que ellos andaban por aquellos alrededores, ni ellos tenían noticia de mi presencia en aquel lugar de culto.
Y no quedó todo en palabras, ni siquiera en la expresión de los propios sentimientos. Regresamos juntos a la granja, y unos se aplicaron en ordenar y limpiar la habitación de los otros, escenario de la "batalla", y éstos prepararon la cena para todos.
No he narrado un cuento de hadas.
Sí me siento impulsado a exclamar con Santo Tomás: "SEÑOR MIO Y DIOS MIO." Y en las piernas, y más en el alma, percibo el hormigueo del leproso del evangelio que se apresuró en reencontrarse con Jesús para darle gracias.
RICARDO GARCÍA CERDÁN
Sacerdote.